jueves, 1 de octubre de 2020
sábado, 26 de septiembre de 2020
FORMACIÓN TÁCTICA ROMANA
Vegecio nos narró cómo los factores ambientales eran determinantes en el devenir de una batalla. Algunos de sus consejos escritos iban dirigidos hacia las ventajas e importancia de actuar en un terreno elevado frente a un enemigo postergado a un suelo más bajo, las irregularidades geológicas determinantes para luchar contra la caballería, batallar con el sol a la espalda para evitar cegarse con la luz o la influencia del viento en las armas arrojadizas.
No hay que olvidar la presencia de los socci, que eran tropas de los pueblos itálicos aliados, o sometidos, de Roma. Se encuadraban en alaes y agrupadas en cohortes. Pero las posteriores reformas en época del general Mario (133 a.C), los socci pasaron a ser parte de las legiones, donde también se hicieron otras modificaciones como la incorporación de la auxilia ya mencionada, la numeración de las legiones, el reclutamiento voluntario o la instauración de la insignia del águila de plata.
Formación de Tortuga
Probablemente se trata de la formación más conocida y más básica utilizada por el Imperio Romano para defenderse del ataque enemigo. Esta táctica consistía en el alzamiento de los scutum por encima de las cabezas para proteger la parte superior, de manera que solo la parte delantera, junto a la de los flancos, eran las únicas que sostenían los scutum para proteger la zona anterior y la de los laterales.
“Se deslizaban las flechas sin dañar, y […] los soldados pudieron, sin riesgo, minar la muralla y prepararse para pegar fuego a la puerta del Templo. “
Formación en Orbe
Se trata de otra formación defensiva, que se utilizaba cuando las tropas quedaban aisladas de la batalla. La formación era circular, quedando los soldados pegados cuerpo a cuerpo y protegidos por sus scutum con sus pilums al frente. Y su uso tenía el único fin de ganar tiempo para la llegada de refuerzos, pues se trataba de una medida desesperada que les obligaba a luchar o a morir en caso de que no llegase el auxilio.
jueves, 17 de septiembre de 2020
DISCURSO DE TITO
domingo, 13 de septiembre de 2020
ESTRUCTURA DE LOS NOMBRES EN LA ANTIGUA ROMA
jueves, 7 de mayo de 2020
jueves, 26 de marzo de 2020
ANÍBAL BARCA Y LA BATALLA DEL TAJO
Hacia la batalla
La vuelta al hogar suponía recorrer nada menos que 600 kilómetros y enfrentarse a unos pueblos locales ávidos de venganza: los olcades, los vetones, los carpetanos y los vacceos. Casi nada.
«Ya se retiraba, cuando se vio expuesto súbitamente a los más graves peligros: le salieron al encuentro los carpetanos, que quizás sea el pueblo más poderoso de los de aquellos lugares; les acompañaban sus vecinos, que se les unieron excitados principalmente por los olcades que habían logrado huir; les atacaban también, enardecidos, los helmantinos que se habían salvado», señala Polibio. En palabras de ambos autores, el contingente resultante rozaba los 100.000 hombres mientras que, por su parte, Aníbal Barca apenas sumaba 25.000 (y entre ellos, unos 40 paquidermos). El enemigo de Roma sabía que, «de entablar una batalla campal» sería derrotado. Por ello, prefirió urdir un curioso plan para salir victorioso.
El milagro de Aníbal
Planteó una defensa en varias líneas. La primera, la más cercana a los vados del Tajo, la formaban sus veteranos jinetes. Todos ellos, con órdenes de atacar a los enemigos cuando el agua les cubriera y les impidiese moverse. Y es que, según Polibio, «los caballos dominaban mejor la corriente, y los jinetes combatían contra los hombres de a pie en una situación más elevada». Tras ellos, Aníbal Barca levantó una empalizada a lo largo de toda la orilla para dar protección a su infantería y evitar que la corriente pudiese ser cruzada por otro lugar que no fueran los caminos que él deseaba.
Los elefantes, un arma secreta contra los hispanos, fueron ubicados tras los jamelgos para acabar con los pocos soldados que superasen la corriente fluvial. El tablero estaba preparado y solo quedaba saber qué haría el otro jugador.
La primera acometida fue un desastre para los habitantes de Hispania, como bien explica el mismo historiador:
«Desde la otra orilla se lanza al río un enorme contingente de jinetes, y en pleno cauce se produce un choque absolutamente desigual, puesto que mientras el soldado de a pie, falto de estabilidad y poco confiado en el vado, podía ser abatido por un jinete incluso desarmado que lanzase su caballo al azar, el soldado de a caballo, con libertad de movimientos para sí y para sus armas, operaba de cerca y de lejos con un caballo estable incluso en medio de los remolinos. En buena parte perecieron en el río; algunos, arrastrados en dirección al enemigo por la corriente llena de rápidos, fueron aplastados por los elefantes».
Poco después, cuando cundió el desconcierto entre las tribus, Aníbal Barca pasó a la ofensiva y, según Tito Livio, cruzó el Tajo con su guardia personal en «formación en cuadro» para acabar con ellos antes de que «recobrasen sus ánimos de tan tremendo susto». Fue una debacle en toda regla que acabó con la alianza hispana e hizo, en palabras de Plutarco, que «nadie más allá del Ebro se atreviese fácilmente a afrontarlo, a excepción de Sagunto». El resto es historia: los cartagineses regresaron victoriosos a su campamento de invierno y este enfrentamiento, a pesar de ser un milagro militar acaecido en nuestras tierras, cayó en el absoluto olvido.
¿Misterio resuelto?
Sin embargo, los autores de este nuevo estudio son partidarios de que, atendiendo tanto a las descripciones que ofrecen los textos clásicos como a las características del terreno y a los restos arqueológicos, la batalla debió sucederse en algún punto cercano a Driebes (un municipio ubicado en Guadalajara).
El primer argumento de peso para sustentar su teoría lo encuentran en que, atendiendo a la lógica, Aníbal habría escogido el itinerario más corto para arribar a su destino. Y este se correspondía «con la vía Complutum-Carthago Nova», que existía ya desde la época prerromana y que cruzaba el Tajo junto a la ciudad carpetana de Caraca. Cercano a Driebes, «era un camino seguro, frecuentado y conocido para los cartagineses que permitía, en principio, una retirada cómoda con el botín obtenido e n tierras de los vacceos».
También han analizado la posibilidad de que los vados del Tajo presentes hoy cerca de Driebes sean los mismos que utilizó el general para organizar su defensa frente a las tribus hispanas. Algo, en sus palabras, poco probable. «La propia dinámica fluvial puede hacer aparecer y desaparecer vados en poco tiempo, incluso en días tras un periodo de crecidas, por ejemplo. Por este motivo es importante poder asegurar que los vados del Tajo que hay junto a Caraca estaban activos también en esta época histórica», señalan en su dossier.
Sin embargo, de lo que están seguros es de que el tramo en el que creen que se produjo la contienda ha sido uno de los que más vados ha atesorado a lo largo de los milenios. «Entre todos los tramos del cauce del Tajo Medio, el sector entre Almoguera y Villamanrique de Tajo es el que parece tener más alta probabilidad de haber mantenido un número considerable de secciones vadeables a lo largo de la historia; ya que en él confluyen, además de las características fluviales de un río meandriforme, otros condicionantes tectónicos y geomorfológicos (karstificación), que interfieren con la dinámica fluvial». Para ellos, una muestra más de que fue en esta región donde Aníbal venció a sus enemigos.
viernes, 13 de diciembre de 2019
TIPOS DE GLADIADORES
Clases de Gladiadores. Samnitas
Clases de Gladiadores. Mirmillones o Murmillones
Clases de Gladiadores. Tracios
Clases de Gladiadores. Reciarios
Clases de Gladiadores. Secutor
martes, 26 de noviembre de 2019
LA PROSTITUCIÓN EN LA ANTIGÜEDAD
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- Las de nivel más bajo eran las simples prostitutas del pueblo llano, que buscaban a sus clientes en los puertos y en las entradas de las ciudades. Se las respetaba, pues era un simple trabajo más. No presentaba connotación negativa alguna, salvo en el caso de las «esposas de la cerveza», que eran esclavas al servicio de las tabernas con las que los clientes podían yacer incluso delante de todo el mundo (ya hemos dicho que eran muy desinhibidos). A estas últimas se las despreciaba, pero no por ser prostitutas, sino por ser esclavas.
- Las Shamhatum eran jóvenes agraciadas que se dedicaban a la prostitución de alto nivel. Lo que hoy denominaríamos como una «escort». Tenían prestigio social, cultura y colaboraban en determinadas fechas con los templos para atender a los fieles de forma gratuita a cambio de más reconocimiento social.
- Las Kulmashitum (a veces esa palabra se usaba para designar al personal laboral del templo) eran sacerdotisas prostitutas sagradas (hieródulas de bajo nivel). Muchas veces una viuda o una huérfana humilde se acogía como hieródula en un templo de Inanna. Con ello escapaba del hambre y adquiría prestigio social. Lo malo es que solamente se aceptaba a aquellas que no tuvieran defectos físicos.
- Las Kezertum eran hieródulas que se distinguían de las demás por llevar los cabellos rizados y largos (algunos también opinan que podrían llevar una especie de rastas). Se cree que actuaban en la calle, posiblemente ayudando a las prostitutas laicas y controlando los pequeños altares de barrio.
- Los Assinum eran hombres que se vestían y se maquillaban como mujeres (travestidos). Los sumerios aceptaban la homosexualidad, aunque con cierto humor y burla —del lesbianismo no se hablaba—.
- Las Ishtaritum (mujeres) y los Ishtarium (hombres) eran el clero sagrado de alto nivel. Obviamente solo se acostaban con ricos/as y gente de mucho poder. Algunas Ishtaritum, como las Nin-Dingir, lo hacían con el rey o el gobernador, pues eran la diosa reencarnada en el mundo. Al practicar el acto sexual con el gobernante le transmitían sus poderes de mando. Sin ese acto de sexo, el mandamás de turno no podía ser ratificado en el cargo.
Cuando los hombres comenzaron a dirigir la sexualidad de las mujeres, la prostitución pasó de ser un acto sagrado a convertirse en un vulgar y terrible acto de esclavitud sexual
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- Delicatae: eran las prostitutas de lujo a las que únicamente tenían acceso los más poderosos. Las que ahora se eligen con un catálogo y se les pone un pisito.
- Famosae: mujeres que sin ninguna necesidad, por su posición social, practicaban sexo por puro placer. El caso más significativo sería el de Valeria Mesalina, esposa del emperador Claudio. Cómo sería de libidinosa esta mujer que, aprovechando la ausencia de su esposo, organizó un concurso en palacio con las meretrices de Roma basado en ver quién se podía acostar con más hombres en un solo día. El «colegio de prostitutas» aceptó el reto y envió a Escila, una auténtica profesional que realizó veinticinco coitos antes de rendirse… Mesalina prosiguió durante la noche y, tras declarar que no se sentía aún satisfecha después de haber yacido con setenta hombres, continuó hasta el amanecer. El recuento final fue doscientos.
- Lupae: las que ejercían el oficio en los lupanares.
- Noctilucae: las que solo trabajaban por la noche.
- Copae: las que trabajan en la caupona, una tienda de bebida rápida y comidas frías ya preparadas —generalmente vino, aceitunas, pan, quesos o encurtidos— que podías tomar o llevar. No había bancos ni mesas, sino una barra al exterior en la que los clientes por un as podían templarse con un vaso de vino peleón y algo que roer, echarse unos dados o «conquistar» a alguna de las copae que por allí rondaban.
- Fornicatrices: las que se lo hacían bajo los arcos de puentes o edificios. El término fornix significa «arco», de donde proviene fornicar (tener relaciones con una prostituta).
- Forariae: ejercían en los caminos rurales próximos a Roma y sus principales clientes eran los viajeros.
- Bustuariae: cerca de cementerios… con un poco de misterio.
- Prostibulae: en la calle sin ningún control.
Es bueno que los jóvenes poseídos por la lujuria vayan a los burdeles en vez de tener que molestar a las esposas de otros hombres
¿Por qué te depilas, Ligea, tu viejo coño? Semejantes exquisiteces están bien en las muchachas […]. Si tienes vergüenza, Ligea, deja de arrancar la barba a un león muerto.
- Pathici: pasivos
- Ephebi: adolescentes
- Fellatores: feladores
- Spadones: castrados
- Amasii: para relaciones prolongadas
Javier Sanz
domingo, 10 de noviembre de 2019
EL DESASTRE DE FULVIO NOBILIOR
Durante el verano del año 153 a. C., el cónsul Quinto Fulvio Nobilior trató de conquistar la urbe celtíbera con el apoyo de 10 paquidermos. El resultado fue un desastre para su ejército.
Unos animales «duros» y cuya «corpulencia aterraba a los soldados», pero «torpes» y a los que solo se les podía sacar provecho con «muchísimo trabajo». Así es como definió el mismísimo Julio César (100 - 44 a. C.) a los temibles elefantes de guerra. Unas inmensas moles de 5 toneladas de peso y 3,5 metros de altura que causaban estragos cuando cargaban contra el enemigo. Aunque también un arma de doble filo, pues no era raro que, al asustarse, se descontrolaran y provocaran el caos. Ya lo expresó el historiador Apiano (95-165 d. C.) en «Historia de Roma. Sobre Iberia»: «Esto es lo que les suele ocurrir siempre a los elefantes cuando están irritados, que consideran a todos como enemigos. Algunos, a causa de la falta de confianza, los llaman “enemigos comunes”».
El ejemplo vivo de lo peligrosos que eran estos animales para las tropas aliadas lo sufrió en primera persona el cónsul Quinto Fulvio Nobilior en el verano del año 153 a. C. Por entonces, el representante de la República romana fue testigo de cómo una decena de estos paquidermos abandonaban el asalto sobre las murallas de Numancia y se volvían, asustados, contra los mismos legionarios que les habían adiestrado. El resultado de la contienda fue una verdadera humillación para sus hombres, que se vieron obligados a abandonar el asedio y huir para no morir aplastados. Por si fuera poco, aquel desastre se completó cuando los defensores abrieron las puertas de la ciudad sedientos de sangre. «Los numantinos se lanzaron desde los muros, y en la persecución dieron muerte a cuatro mil hombres y tres elefantes», explica Apiano.
Entre Cartago y Roma
Así fue como Hispania, conocida como «tierra de conejos» o «tierra de los metales» por los romanos, se convirtió en un campo de batalla obligado para los hermanos Publio y Cneo Escipión. Los generales que, tras la llegada de refuerzos a Ampurias en el 218 a. C., se propusieron expulsar por las bravas a los cartagineses de la Península. La misión les costó a ambos la vida (literalmente) y no se materializó hasta el año 206 a. C. cuando, vencidos en todos los frentes, los hombres de Aníbal y Asdrúbal plegaron banderas y regresaron hasta su hogar en el norte de África. Aquello no fue una derrota más, ni mucho menos. Por el contrario, significó el fin de una de las épocas de expansión más destacables de Cartago. Unos años ligados a la familia Bárquida y que había inaugurado Amílcar Barca desembarcando en Gadir allá por el 237 a. C.
Manuel P. Villatoro
sábado, 2 de noviembre de 2019
COMPARACIÓN GENIAL
Javier Sanz
miércoles, 30 de octubre de 2019
LEMURIA
“hubo una época, mientras libraban largas guerras, en las que los romanos hicieron omisión de los días de los muertos. No quedo eso impune, pues dicen que, desde aquel mal agüero Roma se calentó con las piras de los suburbios.
Apenas puedo creerlo, pues dicen que nuestros abuelos salieron de las tumbas, quejándose en el transcurso de la noche silenciosa. Dicen que una masa vacía de almas desfiguradas recorrió aullando las calles de la ciudad y los campos extensos.
Después, de ese suceso, se reanudaron los honores olvidados de las tumbas, y hubo coto para los prodigios y funerales”.
“A la búsqueda de comida y bebida se aparecen en nuestras moradas y pasan su muerte a la espera”
“Solo la mujer mala se casa en el mes de mayo”
- Web: Sobre Leyedas – Las Terribles noches de la lemuria
- Ovidio, Obras completas, Madrid, Espasa, 2005. pp. 760-763
- R.M. Ogilvie, Los romanos y sus dioses, Madrid, Alianza, 1995,
- Pierre Grimal, Diccionario de mitología griega y romana, Barcelona, Paidos, 1991.
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Xavier Espluga,Mònica Miró i Vinaixa, Vida religiosa en la antigua Roma, Editorial UOC, 2003
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Guillermo Guimaraens Igual, Ab Imo· Pectore, Vision Net, 2004