En todas las culturas, existen fechas fatídicas en el calendario aguardadas con temor, en las cuales el Otro Mundo se acerca al mundo de los vivos. Días ocultos como la Noche de las ánimas o de Todos los Santos, Halloween, Samhain, … En la Antigua Roma, esta época de tinieblas tenía lugar durante la Lemuralia o Lemuria.
LEMURES, LARES, MANES Y PENATES
En la mitología romana, las larvae o lemures
eran considerados unos espectros o espírituos de los muertos que
habían vivido una vida miserable y que vagaban para atormentar a los
vivos. Se considera que los lemures,
a los que se le representa como esqueletos, erraban por los viñedos,
los pozos y las estancias del hogar molestando a criados, niños y
animales y propinando buenos sustos y amargos sinsabores. Se podría
decir que eran la versión maligna de los lares. ( 1)
Los lares, también espíritus de los antepasados, sin embargo eran considerados los protectores del hogar. Éstos pertenecían al grupo de los dioses Manes que eran considerados los dioses familiares y domésticos, (dentro de este grupo encontramos también a los dioses Penates o dioses de la despensa). El pater familias o padre cabeza de familia,
era su sacerdote y oficiaba sus ceremonias religiosas y ofrendas en los
lararios de las viviendas en su honor frente a toda la familia.
Los dioses Manes eran tenidos en cuenta en los entierros con la mención en las lápidas de DIS MANIBUS (a los dioses Manes). A éstos también se dedicaba una festividad, las fiestas de Parentalia, que tenían lugar entre el 13 y 21 de febrero para honrar a los antepasados. El día 21 se celebraba la fiesta de la Feralia,
cuando los familiares visitaban las tumbas de sus ancestros y dejaban
coronas de flores, sal, pan empapado en vino puro y leche.
Los antiguos romanos consideraban a los lémures como espíritus vengativos que salían de sus tumbas para atormentar a sus familiares vivos y relacionaban su origen con Remo. De hecho, Ovidio sitúa
dicho origen en los tiempos míticos cuando éste se apareció tras ser
asesinado por su hermano Rómulo. Se ha deducido por ello que en sus
inicios la fiesta se denominó “Remuria”, aunque todo parece indicar que esta etimología sería ficticia.
Así, como hemos visto, en la Antigua
Roma existía una paradojica dualidad con los antepasados difuntos: por
un lado, existía la obligación ancestral de honrarlos mientras que
también, por otro, el respeto temeroso hacia su regreso.
Pero según cuenta Ovidio,
“hubo una época, mientras libraban largas guerras, en las que los romanos hicieron omisión de los días de los muertos. No quedo eso impune, pues dicen que, desde aquel mal agüero Roma se calentó con las piras de los suburbios.
Apenas puedo creerlo, pues dicen que nuestros abuelos salieron de las tumbas, quejándose en el transcurso de la noche silenciosa. Dicen que una masa vacía de almas desfiguradas recorrió aullando las calles de la ciudad y los campos extensos.
Después, de ese suceso, se reanudaron los honores olvidados de las tumbas, y hubo coto para los prodigios y funerales”.
LA CEREMONIA
Los días 09, 11 y 13 de mayo, los lémures regresaban
al mundo de los vivos y vagaban por las casas de sus familiares. Para
conjurarlos se celebraba una gran fiesta pública además de una serie de
ritos privados que tenian lugar en el seno de cada familia.
Mientras que de la ceremonia oficial no
sabemos nada, sí conocemos parte de los ritos familiares gracias a la
descripción que nos dejo en su obra Fastos el escritor latino Publio Ovidio Nasen.
Cuenta Ovidio que cada
una de las tres noches el “Pater Familia” se levantaba a la medianoche
y, tras hacer una señal de protección de la higa (el puño cerrado con el
pulgar sobresalido entre los dedos) y lavarse las manos con agua
corriente, cogía nueve habas negras (que se cree
alimentadas con sangre) y las arrojaba a su espalda sin volver nunca la
mirada atrás. Después de tirar cada una de ellas, debía repetir: “Yo arrojo estas habas, con ellas me salvo yo y los míos”. Supuestamente, las habas eran recogidas por el espíritu quien, si quedaba satisfecho, se marchaba.
Una de las pocas citas de Mecenas dice así:
“A la búsqueda de comida y bebida se aparecen en nuestras moradas y pasan su muerte a la espera”
Al parecer, una de las principales motivaciones de los lemures,
además de otras como la búsqueda de venganza o justicia, consistía en
el ansia de probar de nuevo alimentos humanos. Por ello, no parece
extraño que en algunos mosaicos que decoraban los suelos de las casas se
representaran desperdicios de alimentos a modo de ofrenda a estos
espíritus.
Pero a veces no bastaba con aplacar su
hambre, por lo que, tras realizar el rito de las habas, el cabeza de
familia debía hacer sonar un gong de bronce mientras clamaba nueve
veces: “!Sombras de mis antepasados, marchaos¡” Con
ello la ceremonia terminaba y el Pater Familia era libre de darse la
vuelta. Los habitantes de la casas podían ya respirar tranquilos, al
menos durante un año.
DÍAS NEFASTOS
Prueba de que estos días eran
considerados peligrosos o “nefastos” lo constituye el hecho de que los
templos permanecían cerrados y, entre otros ritos, no se celebraban
matrimonios. Un dicho popular rezaba:
“Solo la mujer mala se casa en el mes de mayo”
ANÉCDOTA
Los lémures (primates de Madagascar) fueron llamados así por el naturalista Linneo
por sus grandes ojos, hábitos nocturnos y los sonidos tremendos que
hacen por la noche. Algunas especies de lémur fueron identificadas por
sus llamadas incluso antes de que fuesen vistos individuos concretos.
Linneo acuño también el uso moderno de la palabra ‘larva’ para denotar
el estadio de oruga en el ciclo vital de los insectos.
REFERENCIAS Y BIBLIOGRAFÍA
- Web: Sobre Leyedas – Las Terribles noches de la lemuria
- Ovidio, Obras completas, Madrid, Espasa, 2005. pp. 760-763
- R.M. Ogilvie, Los romanos y sus dioses, Madrid, Alianza, 1995,
- Pierre Grimal, Diccionario de mitología griega y romana, Barcelona, Paidos, 1991.
-
Xavier Espluga,Mònica Miró i Vinaixa, Vida religiosa en la antigua Roma, Editorial UOC, 2003
-
Guillermo Guimaraens Igual, Ab Imo· Pectore, Vision Net, 2004
ANOTACIONES
1- Así, aunque algunos autores romanos
describen a los lémures como el nombre común para todos los espíritus de
la muerte, y los dividen en dos clases: los lares, o almas benevolentes de la familia, que protegen la domus o casa, y las larvae,
o inquietas y horribles almas de hombres malvados, la idea más común
era que los lémures y las larvae eran lo mismo. Se decía de ellas que
vagaban por la noche y que atormentaban y asustaban a los vivos.
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