TRADUCCIÓN

lunes, 15 de agosto de 2016

EL PRONUNCIAMIENTO DE GETTYSBURG





 



Pronunciamiento de Gettysburg


El Pronunciamiento de Gettysburg


El breve pronunciamiento del presidente Abraham Lincoln en el campo de batalla de Gettysburg, Pensilvania, constituye uno de los discursos políticos más elocuentes de la historia de los Estados Unidos. Este edificante mensaje continúa siendo hoy en día tan significativo como cuando se enunciara por primera vez durante la consagración del Cementerio Nacional del Soldado el 19 de noviembre de 1863.


Lincoln homenajeó en pocas palabras a los soldados de la Unión que habían perdido sus vidas en la batalla de Gettysburg y expresó que, a su juicio, el sacrificio de esas vidas se debía a una causa más elevada que la salvaguardia del país. Se trataba de una lucha por la defensa de la democracia, la abolición de la esclavitud y la expansión de la libertad individual. Lincoln no solamente buscó darle sentido a la Guerra Civil Americana, sino también abogar en pos de un propósito para la nación.

Las palabras de Lincoln perduran en todos aquellos que abrazan el compromiso de “que esta nación, bajo la guía de Dios, vea renacer la libertad, y que el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo no desaparezca de la faz de la tierra”.

Copia de la Casa Blanca del Pronunciamiento de Gettysburg
El manuscrito expuesto en la galería es la última versión del Pronunciamiento de Gettysburg, escrita a mano por el presidente Abraham Lincoln. Escribió esta copia en marzo de 1864 para la antología Hojas Autografiadas de Escritores de Nuestro País (Autograph Leaves of Our Country’s Authors), compilada con el propósito de reunir fondos para la causa de la Unión. Consciente de que esta versión aparecería como réplica, Lincoln escribió el discurso con especial cuidado. A pedido de la editorial, otorgó un título al pronunciamiento y lo firmó con su nombre completo.


El manuscrito, al cual a menudo se hace referencia como la copia Bliss, permaneció bajo la custodia de Alexander Bliss, uno de los editores del libro, y se mantuvo en el seno de su familia hasta que fue subastado en el año 1949. Oscar Cintas, ex embajador cubano en Washington, compró el documento por $54.000 –en aquel entonces precio récord para la venta de un documento en subasta pública. Cintas, quien falleció en 1957, legó el discurso al pueblo de los Estados Unidos, con la condición de que pasara a integrar las colecciones de la Casa Blanca.



Discurso pronunciado durante la ceremonia de consagración del Cementerio de Gettysburg

Hace ochenta y siete años nuestros padres crearon en este continente una nueva nación, concebida bajo el signo de la libertad y consagrada a la premisa de que todos los hombres nacen iguales.

Hoy nos hallamos embarcados en una vasta guerra civil que pone a prueba la capacidad de esta nación, o de cualquier otra así concebida y así dedicada, para subsistir por largo tiempo.  Nos hemos reunido en el escenario donde se libró una de las grandes batallas de esta guerra. Vinimos a consagrar parte de este campo de batalla al reposo final de quienes han entregado su vida por la nación. Es plenamente adecuado y justo que así lo hagamos.

Sin embargo, en un sentido más amplio, no podemos dedicar, no podemos consagrar, no podemos glorificar este suelo.  Los valientes hombres que aquí combatieron, vivos y muertos, lo han consagrado muy por encima de nuestro escaso poder de sumar o restar méritos. El mundo apenas advertirá, y no recordará por mucho tiempo lo que aquí se diga, más no olvidará jamás lo que ellos han hecho. Nos corresponde a los que estamos vivos, en cambio, completar la obra inconclusa que tan noblemente han adelantado aquellos que aquí combatieron. Nos corresponde ocuparnos de la gran tarea que nos aguarda: inspirarnos en estos venerados muertos para aumentar nuestra devoción por la causa a la cual ellos ofrendaron todo su fervor; declarar aquí solemnemente que quienes han perecido no lo han hecho en vano; que esta nación, bajo la guía de Dios, vea renacer la libertad, y que el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo no desaparezca de la faz de la tierra.

Abraham Lincoln


19 de noviembre de 1863.



jueves, 11 de agosto de 2016

martes, 9 de agosto de 2016

ORACIÓN SIRIA

Un precioso regalo desde Oriente, cortesíá de la edición árabe de Aleteia: una oración antiquísima de la tradición siria, que los monjes han rezado durante siglos y siguen rezando aún en arameo, el idioma de Jesús. Una oración que pide la protección Maligno durante la noche.

Este es el texto de la oración:

En la noche, hago el signo de la Cruz sobre mi cuerpo,y hago de Ella un guardián día y noche.
 
Así, en la noche, y cuando duermo y viene el Maligno para arruinarme el alma, ve la luz de tu cruz y corre a esconderse en la oscuridad de fuera.
 
Y por la mañana me levanto y te elevo mi alabanza.

San Pedro nos dice que nuestra esperanza en Sus promesas es firme y que no debemos asombrarnos de que nuestra fe sea probada en el fuego (1 Pe 1, 3-9) “Estad seguros –dice– y alcanzáis la meta de vuestra fe, la salvación de las almas”. Y tanto en Pedro como en Pablo encontramos una santa cautela: “Porque si, después de haberse alejado de la impureza del mundo por el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, se enredan nuevamente en ella y son vencidos, su postrera situación resulta peor que la primera.” (2 Pe 2, 20-22) Sabemos que la salvación, que es una activa participación en la gracia del Espíritu en nuestra vida diaria, es un don de Dios, Él nos comparte su Naturaleza Divina como un don gratuito, y espera que hagamos uso de otro don: nuestra libertad, y deliberadamente escojamos seguirlo, amarlo y preferirlo a Él antes que a nosotros. Él desea perdonarnos pero debe oír primero nuestro arrepentimiento y ver nuestros esfuerzos por cambiar.
San Juan pone por escrito ciertas condiciones que son necesarias de nuestra parte: (1 Jn)
1º Romper con el pecado. (Capítulos 1 y 3)
2º Guardar los mandamientos, especialmente el mandamiento del Amor. (Capítulos 2 y 3)
3º Desapegarse del mundo. (Capítulo 2)
4º Estar en guardia contra los falsos profetas. (Capítulos 2 y 3)

lunes, 8 de agosto de 2016

MODOS DE ORAR DE SANTO DOMINGO

Tenemos en nuestras manos los “modos de orar de Santo Domingo”. Iremos contemplándolos uno a uno. Son como “cuadros o escenas de la vida de un orante”, aunque, en la realidad de la vida de oración, los deberíamos vivir en continuidad, sin interrupción en “cada modo”.
Al final del día Domingo oraba después de predicar, enseñar, caminar… Estaba cansado, como quizás lo estamos hoy nosotros por otros motivos. Y oraba en diferentes posturas para mantenerse vigilante.
Orar unas veces es escuchar, otras hablar, otras pedir, otras… “dormir” (es decir que hasta nos podemos quedar dormidos reposando en los brazos de Dios…) porque simplemente es “estar en la presencia de Dios teniéndole como amigo”.
Domingo ora ante Cristo crucificado, pero fijémonos que en casi todas las imágenes, María está presente.
Primer modo de orar
Nuestro Padre, manteniendo el cuerpo erguido, inclinaba la cabeza y, mirando humildemente a Cristo, le reverenciaba con todo su ser. Se inclinaba ante el altar como si Cristo, representado en él, estuviera allí real y personalmente.
Se comportaba así en conformidad con este fragmento del libro de Judit: “Te ha agradado siempre la oración de los mansos y humildes” (Jdt 9, 16)…También se inspiraba en estas palabras: “Yo no soy digno de que entres en mi casa” (Mt 8, 8); “Señor, ante ti me he humillado siempre”(Sal 146, 6).
Enseñaba a hacerlo así a los frailes cuando pasaban delante del crucifijo, para que Cristo, humillado por nosotros hasta el extremo, nos viera humillados ante su majestad.
Jesús es el único Señor de la historia: un crucificado se erige como salvador de todos los hombres y mujeres.
Inclinamos unos instantes nuestras cabezas ante Jesús crucificado porque es el único Señor de nuestras vidas.
Ante Él recordamos a tantos jóvenes envueltos en historias oscuras: drogas, problemas familiares, sin ilusiones y esperanzas de futuro, parados, sin techo…
Ante Él oramos por tantos jóvenes que trabajan como voluntarios sociales, en hospitales, albergues, asilos, campos de trabajo, misiones… por todos los que trabajan en favor de los marginados.
Segundo modo de orar
Oraba con frecuencia Santo Domingo postrado completamente, rostro en tierra. Se dolía en su interior y se decía a sí mismo, y lo hacía a veces en tono tan alto, que en ocasiones le oían recitar aquel versículo del Evangelio: “¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador” (Lc 18, 13). Con piedad y reverencia, recordaba frecuentemente aquellas palabras de David: “Yo soy el que ha pecado y obrado inicuamente” (Sal 50, 5).
Del salmo que comienza, “Con nuestros oídos ¡oh Dios! hemos oído”, recitaba con vigor y devoción el versículo que dice: “Porque mi alma ha sido humillada hasta el polvo, y mi cuerpo pegado a la tierra” (Sal 43, 26). En alguna ocasión, queriendo exhortar a los frailes con cuanta reverencia debían orar, les decía: “Los Reyes Magos entraron…, y cayendo de rodillas, lo adoraron” (Mt 2, 11)…
Nosotros pedimos perdón por nuestros pecados y decimos: ¡Señor, ten piedad!
Hacemos memoria en nuestro interior de los niños y niñas que en el mundo están sometidos a todo tipo de explotación, trabajo o delincuencia.
Recordamos a emigrantes humillados por nuestras maneras de vivir que justificamos hasta con leyes.
Tercer modo de orar
Motivado Santo Domingo por todo cuanto precede, se alzaba del suelo y se disciplinaba diciendo: “Tu disciplina me adiestró para el combate” (Sal 17, 35), “Misericordia, Dios mío,” (Sal 50), o también: “Desde lo hondo a ti grito, Señor” (Sal 129). Nadie, por inocente que sea, se debe apartar de este ejemplo.
Sufre y ora por todos los que sufren, prolongando en su cuerpo la Pasión de Jesús.
Nosotros hacemos memoria en nuestro interior por los que sufren, en el cuerpo o en el espíritu, quizás conocidos o familiares nuestros.
Pero recordamos, de manera especial a los enfermos incurables, a los de SIDA, a tantas personas, cuyas imágenes nos llegan por los medios de comunicación, que son víctimas de guerras, violencia y terrorismo
Cuarto modo de orar
Después de esto, Santo Domingo, se volvía hacia el crucifijo, le miraba con suma atención. A veces, tras el rezo de la oración de Completas y hasta la media noche, y decía, como el leproso del Evangelio: “Señor, si quieres, puedes curarme” (Mt. 8, 2); o como Esteban, que clamaba: “No les tengas en cuenta este pecado” (Hc 7, 60).
Tenía una gran confianza en la misericordia de Dios, en favor suyo, en bien de todos los pecadores y en el amparo de los frailes jóvenes que enviaba a predicar. En ocasiones no podía contener su voz y los frailes le escuchaban decir: “A ti, Señor, te invoco, no seas sordo a mi voz, no te calles” (Sal 27, 1); así como otras palabras de la Sagrada Escritura.
Domingo ora ante Cristo presentándole la obra de sus manos, unas manos que son también las nuestras ¿qué le podemos presentar de nuestras vidas?
Levantemos nuestras manos ante Él, no buscamos méritos ni alabanzas, pero deseamos tener un corazón lleno de nombres, de rostros concretos a los que amamos y deseamos amar más.
Por eso recordamos a nuestras familias, que nos han transmitido una vida, o que les hemos dado una vida, el amor, la educación… o que nos han posibilitado el estar aquí.
Por eso recordamos a nuestras comunidades, fraternidades, grupos, movimientos, nuestros superiores, líderes…
Por eso recordamos a nuestros amigos, amigas, vecinos, gente que comparte nuestra vida, compañeros de trabajo, alumnos…
Pero no podemos olvidar a los que aún no queremos, a aquellos con los que mantenemos relaciones tensas…
Quinto modo de orar
Algunas veces el Padre Domingo, estando en el convento, permanecía ante el altar; mantenía su cuerpo derecho, sin apoyarse ni ayudarse de cosa alguna. A veces tenía las manos extendidas ante el pecho, a modo de libro abierto; así se mantenía con mucha reverencia y devoción, como si leyera ante el Señor.
En la oración se le veía meditar la Palabra de Dios, y cómo se la recitara dulcemente para sí mismo. Le servía de ejemplo aquel gesto del Señor: “Que entró Jesús según su costumbre en la sinagoga y se levantó para hacer la lectura” (Lc 4, 16).
A veces juntaba las manos a la altura de los ojos, entrelazándolas fuertemente y dando una con otra, como urgiéndose a sí mismo. Elevaba también las manos hasta los hombros, tal como hace el sacerdote cuando celebra la misa, como si quisiera fijar el oído para percibir con más atención algo que se diría desde el altar.
Domingo ora en actitud de ofrenda, ora por toda la creación, ora con toda la naturaleza. Es el universo hecho oración en la mente y corazón de Domingo.
Nosotros también oramos con nuestras manos y oramos por los que se preocupan de la naturaleza, aunque con frecuencia no lo damos importancia. Pedimos que Dios ponga en nuestro corazón sentimientos llenos de esperanza para cuidar la creación, pero sobre todo para cuidar a la humanidad y que la humanidad no destruya la obra que Dios le entregó, recordando ese Cántico del Profeta Daniel: “Criaturas todas del Señor, bendecid al Señor… Hijos de los hombres, bendecid al Señor…bendito el Señor en la bóveda del cielo, alabado y glorioso y ensalzado por los siglos” (Dan 3, 57ss)
Sexto modo de orar
A veces se veía también orar al Padre Santo Domingo con las manos y brazos abiertos y muy extendidos, a semejanza de la cruz, permaneciendo derecho en la medida en que le era posible. De este modo oró el Señor mientras pendía en la cruz y “con el gran clamor y lágrimas fue escuchado por su reverencial temor” (Hb 5, 7).
Pero Santo Domingo no utiliza este modo de orar sino cuando, inspirado por Dios, sabía que se iba a obrar algo grande y maravilloso en virtud de la oración, o que Dios le movía con especial fuerza a una gracia singular.
Pronunciaba con ponderación, gravedad y oportunamente las palabras del Salterio que hacen referencia a este modo de orar; decía atentamente: “Señor, Dios de mi salvación, de día te pido auxilio, de noche grito en tu presencia;…Todo el día te estoy invocando, Señor, tendiendo las manos hacia ti” (Sal 87, 2-10)
Se identifica con Cristo y abraza a todos los hombres y mujeres con su oración.
Nosotros podemos elevar nuestros brazos y formar una gran cruz de humanidad.
Unidos hacemos memoria de los hombres y mujeres que no son cristianos pero creen en Dios y lo buscan con sincero corazón, oramos por todos los buscadores de Dios.
Oramos por los que desde su fe buscan la paz y lo hacen desde la justicia. Pedimos a Jesús que murió por todos que seamos capaces de superar actitudes racistas o de marginación por cuestiones religiosas o de cultura.
Recordamos a quienes llevan su cruz de cada día, a quienes les cuesta aceptarla, a quienes la rechazan, a quienes se la cargan a otros…
Séptimo modo de orar
Se le hallaba con frecuencia orando, dirigido por completo hacia el cielo. Oraba con las manos elevadas sobre su cabeza, muy levantadas y unidas entre sí, o bien un poco separadas, como para recibir algo del cielo.
Pedía a Dios para la Orden los dones del Espíritu Santo y la práctica de las bienaventuranzas. Pedía mantenerse en la pobreza, en el hambre y sed de justicia, en el ansia de misericordia, hasta ser proclamados bienaventurados; pedía mantenerse devotos y alegres en la guarda de los mandamientos y en el cumplimiento de los consejos evangélicos. A veces decía “Escucha mi voz suplicante cuando te pido auxilio, cuando alzo las manos hacia tu santuario” (Sal 27, 2).
Domingo se deja llevar por sus pensamientos, por sus deseos, por sus dudas, por sus proyectos y se los expone a Jesús con sinceridad de corazón.
Nosotros también podemos situarnos ante Jesús sin engaños, abrirle nuestro corazón y decirle lo que nos preocupa, los proyectos, los anhelos… Jesús escucha.
Octavo modo de orar
Nuestro Padre Santo Domingo tenía otro modo de orar, hermoso, devoto y grato para él. Se iba pronto a estar solo en algún lugar, para leer u orar, permaneciendo consigo y con Dios. Se sentaba tranquilamente y, hecha la señal protectora de la cruz, abría ante sí algún libro; leía y se llenaba su mente de dulzura, como si escuchara al Señor que le hablaba, según lo que se dice en el salmo: “Voy a escuchar lo que dice el Señor” (Sal 84, 9). A lo largo de esta lectura hecha en soledad, veneraba el libro, se inclinaba hacia él, y también lo besaba, en especial el Evangelio.
Sería interesante que orásemos como hoy nos enseña Nuestro Padre: con la lectura de la Palabra de Dios, sólo así de nuestros labios saldrán de aquello que abunda el corazón: amor, porque Dios es amor.
Noveno modo de orar
Observaba este modo de orar al trasladarse de una región a otra, especialmente cuando se encontraba en lugares solitarios. Decía a veces a su compañero de camino: Está escrito en el libro de Oseas: “La llevaré al desierto y le hablaré al corazón” (Os 2, 14). En ocasiones se apartaba de su compañero y se le adelantaba y oraba.
Y es que siempre “hablaba de Dios o con Dios”.
Domingo ora mientras va de un lugar a otro como testigo, como predicador. Oración de súplica, de alabanza, de acción de gracias, de petición, de contemplación.
Es la oración de toda la Familia Dominicana: monjas contemplativas, frailes, religiosas, seglares, movimientos juveniles… todos en camino con Santo Domingo para hacer realidad aquellas palabras del Maestro: “Id por todo el mundo y predicad el Evangelio a todas las gentes”
Y es que Santo Domingo para nosotros es aquel de quien proclamamos: “Luz de la Iglesia, Doctor de la Verdad, ejemplo de paciencia, fulgor de castidad, predicador de la gracia, nos regalaste la fuente de la sabiduría, únenos un día a los santos”.
Final
Santo Domingo, según la tradición que ha llegado hasta nosotros, terminaba cada jornada con la rezo de la SALVE a María, madre y protectora de la Familia Dominicana.
V/ Santo Domingo de Guzmán
R/ Ruega por nosotros.
Artículo originalmente publicado por dominicos.org

sábado, 6 de agosto de 2016

LA YIHAD, DEFINICIÓN Y DESARROLLO HISTÓRICO

La yihad es, sin riesgo a equivocarme, uno de los términos más presentes en nuestra vida cotidiana, tanto en los medios de comunicación como en cualquier conversación ordinaria. El Estado Islámico y los recientes atentados de París han acentuado el interés del mundo occidental por aquello  que denominamos  yihad, ese concepto que nos resulta tan familiar y a la vez tan desconocido. La cuestión es, ¿sabemos exactamente qué es?


 La yihad nace del islam, por lo cual, hablar de ella conlleva adentrarse en un mundo -el islámico- volátil y profundamente etéreo. El islam, lejos de ser monolítico, ha rechazado, desde su creación, la imposición de una jerarquía religiosa única.


Es, pues, una religión que ha cultivado su tradición a través del debate interno. La yihad, término ampliamente discutido en la literatura islámica por su complejidad, ha sido parte intrínseca de estos debates internos en el mundo islámico. Ello incide a entender que la yihad sea un nombre de difícil análisis semántico, y que su contenido varíe según las diferentes interpretaciones coránicas que se puedan dar en el islam.
David durante su Yihad contra Goliath según el Coran
La Yihad, David durante su Yihad contra Goliath según el Coran

Waleed Saleh Alkhalifa, profesor de lengua y literatura árabe en la Universidad Autónoma de Madrid nacido en Irak, define la yihad como
“el esfuerzo en la vía de Dios. Puede ser esfuerzo moral, económico o físico”.
Claude Carcenac, especialista en Historia de las religiones y profesora de la Universidad de Vic, añade, continuando con la definición anterior, que
“se trata de una lucha, exigida a cada musulmán, que pasa por un esfuerzo de predicación y persuasión, que no excluye el uso de las armas, con vistas a propagar la fe verdadera”.
Matthew S. Gordon, profesor de Historia en la Universidad de Miami especializado en el mundo islámico, afirma que yihad se entiende como
luchar en el nombre de (o en defensa de) la fe”.
Con el ejemplo de estos tres autores, estudiosos del islam, observamos cómo, pese a la dificultad inicial para definir yihad, existe una unanimidad intelectual en delimitar -o simplificar- el término como un deber, un esfuerzo, de los musulmanes de luchar contra todo aquello que pueda corromper la palabra de Dios.

domingo, 31 de julio de 2016

INSULTOS DE LOS ANTIGUOS ROMANOS

Como en toda lengua que se precie, el insulto es algo inherente a la sociedad, y en cierto modo puede reflejar la forma de pensar o incluso el modo de vida de sus hablantes.
El propósito del insulto no es otro que el de irritar o atacar al interlocutor, de tal forma que tal ataque hará referencia a una característica propia que distingue a esa persona del statu quo. ###Por este motivo es interesante conocer algunos insultos de la lengua latina; como es de esperar, hay insultos que aún conservamos hoy en día, ya sea a través de la etimología o a través de la semántica.
1. Pathicus, -a, -um
La traducción aproximada de este término sería la de «maricón», puesto que alude a la persona que es sometida al sexo anal. En inglés existe el término pathic, que se refiere a aquella persona que es pasiva —en términos sexuales—, que es sodomizada o que simplemente sufre por algo y, por lo tanto, es víctima.
2. Cinaedus, -a, -um
En la misma línea del término anterior encontramos este término que alude al hombre pasivo en una relación homosexual. También puede traducirse como «impuro», «obsceno» o «afeminado».
3. Spado, -onis
Término con el que se designa a aquel que ha sido castrado o que es impotente.
4. Hircus, -i
Literalmente 'macho cabrío' o 'hedor del macho cabrío'. Sin embargo, por extensión se utiliza este término para referirse a aquella persona que es despreciable, grosera o indecente.
5. Pecus, -udis
La palabra alude a la res o cabeza de ganado. Al igual que ocurre en el término anterior, también se emplea para referirse a personas, por lo que su traducción sería la de «bruto» o «borrego».
6. Molliculus, -a, -um
Dícese de aquella persona delicada, blanda, floja o afeminada.
7. Stultus, -a, -um
Adjetivo con el que se alude a aquella persona necia, tonta o estúpida. Su superlativo —stultissimus— no solo pondría más énfasis al insulto, sino que también designaría un grado mayor de necedad o estulticia.
8. Perfidus, -a, -um
De este término procede nuestro pérfido en castellano. Su cometido, por tanto, sería el de afirmar que una persona es infiel, deshonesta o traidora.
9. Imbecillus, -a, -um
Otra palabra «transparente» sería esta, aunque su significado ha variado en cierto modo. En latín se utilizaba este término para aludir a aquella persona débil, sin carácter o pusilánime.
10. Impudicus, -a, -um
Se aplica a aquella persona que es considerada como inmoral, impura o que carece de pudor.
Aunque pueda parecer que estos términos estaban alejados de la literatura y solo formaban parte del denominado «latín vulgar», lo cierto es que su empleo traspasó las fronteras de lo vulgar para instalarse en la literatura, y más concretamente, en la poesía de Catulo. Prueba de ello es su poema XVI, donde encontramos algunos de los insultos recogidos anteriormente, como pathicus —pathice, en vocativo—, cinaedus —cinaede— o molliculus —molliculi en el texto—. Las traducciones de este poema son muy variadas; sin embargo, en el siguiente enlace quedan recogidas algunas traducciones del poema y, en especial, de estos términos.
CARMINA XVI
Paedicabo ego vos et irrumabo
Aureli pathice et cinaede Furi,
qui me ex versiculis meis putastis,
quod sunt molliculi, parum pudicum.
Nam castum esse decet pium poetam
ipsum, versiculos nihil necesse est,
qui tum denique habent salem ac leporem,
si sunt molliculi ac parum pudici
et quod pruriat incitare possunt,
non dico pueris, sed his pilosis,
qui duros nequeunt movere lumbos.
Vos quod milia multa basiorum
legitis, male me marem putatis?
Paedicabo ego vos et irrumabo

lunes, 25 de julio de 2016

ORACIÓN A SAN CHARBEL

¡Oh glorioso santo!, bienaventurado san Chárbel,
llamado por Dios para vivir en soledad,
consagrado por amor solo a Él,
y que con penitencia y austeridad,
e inspirado por la luz de la Eucaristía,
llevaste tu cruz con paciencia y abandono,
ilumina con tu inmensa fe nuestro camino,
y con tu aliento fortifica nuestra esperanza.
San Chárbel hijo bienamado de Dios,
que en la ermita, apartado de todo en la tierra
y con autentica pobreza y humildad,
experimentaste el sufrimiento de cuerpo y alma
para entrar glorioso en el cielo,
enséñanos a llevar las dificultades de la vida
con paciencia y valentía,
y sálvanos de todas las desgracias
que no podamos soportar.
San Chárbel, santo milagroso
e intercesor poderoso de todo necesitado,
acudo a ti con toda la confianza de mi corazón
a solicitar tu auxilio y amparo en esta difícil situación,
te ruego me otorgues urgentemente la gracia
de la que hoy tengo tanta necesidad,
(hacer la petición)
Una sola palabra tuya a tu amor, Jesús Crucificado,
nuestro Salvador y Redentor,
es suficiente para que Él se apiade de mi
y responda con celeridad a mi solicitud.
San Chárbel virtuoso,
tú que tanto amaste la sagrada Eucaristía,
que te alimentaste de la Palabra de Dios
en el Santo Evangelio,
que renunciaste a todo aquello
que te separara del amor a Jesucristo Resucitado
y a su Santísima Madre, la Virgen María,
no nos dejes sin pronta solución,
y ayúdanos a conocer a Jesús y a María cada vez más,
para que nuestra fe se incremente,
para servirle mejor y así escuchar la voz de Dios,
para cumplir su voluntad y vivir de su amor.
Amén.
Rezar pidiendo la intercesión del milagroso san Chárbel,
el Credo, la Salve y Gloria.

CÓMO LEER LA BIBLIA

La Biblia no es un simple libro. Es una biblioteca de 73 libros. Son muy diferentes unos de otros, tienen estilos muy distintos, fueron escritos en épocas muy distantes y en situaciones muy diferentes.
Imagínate llegando a una biblioteca como esa y empezando a leer el primer libro que encuentras en el estante, pasando al segundo y así en adelante. ¡Esa lectura no puede funcionar! Hay personas que abren la Biblia desde el principio y empiezan a leer a partir del Génesis. En general, no pasan del quinto libro. Se desaniman y no vuelven más. Y, lo que es peor, acaban diciendo que es imposible, que no se consigue entender la Biblia. ¡Pero eso pasaría con cualquier biblioteca del mundo!
Es necesario un Plan de lectura. Al principio, hay muchas cosas que no se entienden, lo que es muy natural. También en la lectura de una novela pasa eso. ¡No te pares por eso, prosigue! A medida que se va leyendo, las cosas se van aclarando. Es una regla de oro: la Biblia se explica por si misma. Por eso, es tan importante un plan de lectura.
Existen varios planes de lectura. Todos ellos son buenos, porque se basan en un principio. Aquí presento un plan concreto. Está destinado a aquellos que desean empezar a leer la Biblia y no tienen otros recursos, que no sean conocer la Biblia a través de ella misma. Sigue el orden indicado aquí, forma parte del método.

Plan de lectura del Nuevo Testamento:
1          1ª Carta de San Juan (2 veces)
2          Evangelio de San Juan
3          Evangelio de San Marcos
4          Las pequeñas cartas de San Pablo: Galatas, Efesios, Filipenses, Colosenses, 1ª y 2ª Tesalonicenses, 1ª y 2ª Timoteo, Tito, Filemón
5          Evangelio de San Lucas
6          Hechos de los Apóstoles
7          Carta a los Romanos
8          Evangelio de San Mateo
9          1ª y 2ª Carta a los Corintios
10       Hebreos
11       Carta de Santiago
12       1ª y 2ª Carta de San Pedro
13       2ª y 3ª Carta de San Juan
14       Carta de San Judas
15       Apocalipsis
16       1ª Carta de San Juan (3ª vez)
17       Evangelio de San Juan (2ª vez)

¿Por qué comenzar por la 1ª carta de San Juan?
La primera necesidad de un cristiano es tener la certeza de su salvación. Es saber que Dios le ama y le ha elegido. Gratuitamente, sin ningún merecimiento. Dios te puso en la lista de esos a los que quiere salvar. ¡Fue una elección gratuita! ¡Amorosa! ¡Sin merecimiento! Saber eso nos da la certeza de la salvación. Y todo cristiano la necesita.
De los 73 libros de la Biblia, sólo esa pequeña carta fue escrita con ese propósito: darnos la certeza de la salvación. En la conclusión de su carta, San Juan dice: “Les he escrito estas cosas, a ustedes que creen en el nombre del Hijo de Dios, para que sepan que tienen la Vida eterna” (1 Jn 5, 13). Leyendo y releyendo, te vas convenciendo de esta feliz realidad: ¡Estas salvado! ¡Eres elegido!
Lecturas de los libros del Antiguo Testamento
“Que el libro de esta Ley nunca se aparte de ti: medítalo día y noche, para obrar fielmente en todo conforme a lo que está escrito en él. Así harás prosperar tus empresas y tendrás éxito” (Josué 1,8).
Una recomendación es comenzar la lectura por los tres libros sapienciales: Sabiduría, Eclesiástico y Proverbios. Son libros muy próximos al Nuevo Testamento y fuentes de ricas enseñanzas. Lee, al mismo tiempo, el libro de los Salmos. La puerta de entrada del Antiguo Testamento son los Salmos. Haz de ellos tu libro de cabecera.
En cualquier caso, lo que quiero acentuar aquí es que tienes que trabajar con los Salmos independientemente de algún orden específica. Siempre que te sientas impelido a ello, lee un Salmo. Haz tu diario sobre él, sin miedo a interrumpir el trabajo que estés haciendo en ese momento. El Salmo es como la fruta: la comemos a cualquier hora, sin importar las comidas. Y nunca hace mal. Siempre hace bien.
Aparte de ello, los libros del Antiguo Testamento deberían leerse en orden cronológico: desde los orígenes hasta la venida de Cristo.

Plan de lectura del Antiguo Testamento
1          Génesis                     24       Esdras
2          Éxodo                       25       Nehemías
3          Números                  26       Ageo
4          Josué                         27       Zacarías
5          Jueces                       28       Isaías (56-66)
6          1° Samuel                29       Malaquías
7          2º Samuel                30       Joel
8          1º Reyes                   31       Jonás
9          2º Reyes                   32       Rut
10       Amós                         33       Tobías
11       Oseas                        34       Judit
12       Isaías (1-39)                        35       Ester
13       Miqueas                   36       Eclesiástico
14       Nahúm                     37       Cantar de los Cantares
15       Sofonías                    38       Job
16       Habacuc                   39       Eclesiastés
17       Jeremías                   40       1º Macabeos
18       Lamentaciones        41       2º Macabeos
19       Ezequiel                   42       Baruc
20       Abdías                      43       Daniel
21       Isaías (40-55)         44       Sabiduría
22       1º Crónicas              45       Levítico
23       2º Crónicas              46       Deuteronomio

Artículo extraído del libro ‘A Bíblia no meu dia-a-dia‘ de monseñor Jonas Abib.

EL IDIOMA DE LOS IBEROS

miércoles, 20 de julio de 2016

jueves, 14 de julio de 2016

DIFERENCIA ENTRE FIDELIDAD Y LEALTAD

Estas dos palabras tienen en común varias cosas.  Son cualidades de gente madura.  Son necesarias para las duraderas y buenas relaciones.  Son excelentes para personas con liderazgo.  Son como diamantes que brillan en tiempos oscuros de crisis.  Son consuelo del alma cuando pareciera que te has quedado solo.
Sin embargo hay diferencias no negativas, pero conceptuales entre ellas.

La fidelidad tiene que ver directamente con una persona. La lealtad tiene que ver directamente con una causa.    Puedes ser leal pero no fiel, porque crees en la causa pero no en la persona.  Por supuesto lo ideal es ser fiel y leal.

La fidelidad tiene que ver con el corazón.  La lealtad tiene que ver con la razón.  Dios mismo lo primero que pide es fidelidad, Él pide el corazón primero, y luego la razón se acomoda.  Una esposa puede ser fiel pero no leal, porque aunque nunca tendrá otro hombre, bien puede estar en desacuerdo con la forma en que su marido (su persona) obtiene su dinero (su causa).

La fidelidad tiene que ver con el amor.  La lealtad tiene que ver con lo legal (de hecho es la raíz etimológica de lealtad).  Cuando se es fiel a alguien se le ama y se está dispuesto a perdonar errores y defectos creyendo en que tales cosas se superarán.  El leal al ver los errores y defectos los confronta con respeto pero demandando ajustes para caminar en lo correcto (legal).

La fidelidad tiene que ver con promesas.  La lealtad tiene que ver con acuerdos.  El marido y sus esposa prometen fidelidad hasta que la muerte los separe, eso no quiere decir que siempre estarán de acuerdo.

La fidelidad tiene que ver con sometimiento.  La lealtad tiene que ver asentimiento.  Aunque no te sometas a la persona puedes seguir haciendo lo que te enseñó como causa.  Y aunque esto ya suena extraño, lo peor ocurre cuando no solo se pierde el respeto a esa autoridad sino que se hacen cosas contra esa autoridad.  El leal sigue haciendo la tarea, pero el fiel nunca hablará mal de aquel a quien es fiel, y mucho menos, hará algo que de alguna manera dañe, denigre, o cuestione a esa persona.
Judas actuó contra Jesús, y su alta traición le costó su propia vida.  

Y su lealtad no fue por causa del evangelio, sino el dinero.  A Jesús le vemos decir: “que se haga su voluntad”, y por la causa del evangelio se despojó de todo derecho.
Dr. Guido Luis Núñez

miércoles, 13 de julio de 2016

MUSA IBN MUSA



Musa ibn Musa. El tercer rey de España. El Magacín.En su lecho, yace el cadáver del último gran hombre de la dinastía “Banu Qasi” o “hijos de Casio”. Su nombre era Musa ibn Musa al Qasaw nacido cerca del año 800. Hijo de Musa ibn Fortín y bisnieto del conde Casio, el cual abrazó la fe islámica, cuando vio que la conquista musulmana de la península Ibérica era un hecho irrefutable. De esta manera conservó sus posesiones en la zona del Ebro, y se transformó en uno de los primeros nobles conversos de Hispania, y en una de las primeras familias de mulaidíes (cristianos conversos al Islam).
Día 26 de febrero del año 862 de nuestro Señor, Tudela.
Musa había sido malherido en la batalla de Guadalajara, un conflicto menor si se comparaba con las decenas de batallas que había librado durante su vida.
Emparentado, por consanguinidad y matrimonio con la familia noble cristiana Aritza de Pamplona, ya que era medio hermano de Iñigo y Fortún Iñiguez de Aritza, y a su vez estaba casado con Assona de Aritza.
Cuando Abd-al Rahman II ascendió al trono del emirato de Córdoba, decidió encargar a Musa el gobierno de Tudela y su comarca. Abd-al Rahaman II, sabía que era gran conocedor del territorio, y que no le sería difícil moverse por aquellos lares.

Su primera gran batalla, fue prestando ayuda a los Aritza en el año 824, cuando los francos al mando del conde de Aznar y el conde de Eblo, atacaron Pamplona por mandato de Ludovico Pío, que pretendía recuperar la Marca Hispánica Occidental.
Los señores francos, saquearon Pamplona, y mataron a parte de la población local. Lo que no esperaban es que a su vuelta se encontrarían con los señores de Aritza, junto a los Banu Qasi, que les inflingieron una dura derrota en la batalla de Orreaga (de la que se dice, fue la batalla real de Roncesvalles, y no la de la Canción de Roland).
Los dos condes recibieron suerte dispar, mientras el conde de Aznar, fue devuelto a la Gascuña por el parentesco, con los navarros. El conde de Eblo fue enviado a Córdoba como presente, y como mensaje de las buenas relaciones entre navarros y musulmanes.
Su fama, poder y carisma iba en aumento, en 841 combatió en la vanguardia y dirigió a las tropas musulmanas en contra de los cristianos del Pirineo, donde obtuvo diferentes victorias.Durante los años venideros, las relaciones entre los Banu Qasi y el emirato cordobés siguieron siendo fructíferas y de ayuda mutua. Musa apoyó a Abd al Rahman II, en las diferentes expediciones contra Álava en los años 824, 825 y 837.

Mapa de los dominios de los Banu Qasi. El Magacín.Todas estas buenas relaciones, terminaron abruptamente en 842, al entrar en un enfrentamiento personal con Al-Mutarrif, uno de los hijos del Emir de Córdoba. Al cual le negó su participación en una razzia (ataque relámpago de caballería) contra Pamplona.
Al-Mutarrif, al llegar a Córdoba ciego de ira pidió a su padre el Emir, que nombrase walí (gobernador) de la Marca de Zaragoza a Harit ibn Bazí, y que le encargase hostigar a Musa hasta acabar con él.
Las primeras victorias cayeron de parte de Harit. Venció a Musa al Qasaw cerca de la población de Borja, lo persiguió hasta Tudela donde lo sitió. La única salida que le quedó al jefe de los Banu Qasi, fue entregar la plaza para salvar la vida, y huir pies para que os quiero hacia Arrendó, donde volvió a ser cercado sin misericordia.
No tenía salidas, no podía escapar, tan solo le quedaba la baza de sus familiares cristianos, y esa fue la que escogió. Solicitó la ayuda urgente de García Iñiguez de Pamplona.
Los pamploneses no tardaron en llegar, y junto a las fuerzas de Musa vencieron sin dificultad a los contingentes de Harit, haciéndolo prisionero junto a muchos de sus hombres.
Al año siguiente se concertó una amnistía, los Banu Qasi y los señores navarros firmaban la paz con el Emirato Independiente de Córdoba, y entregaban a los prisioneros como ofrenda de paz.
Musa y los Aritza, no eran gente de conformarse con poco, y la tregua fue fugaz. De nuevo hicieron enfadar al gran señor musulmán, y este encolerizado, desató el ataque más violento hacía Pamplona hasta el momento en el año 843.
Venció a los Banu Qasi, y a los cristianos. Musa había dirigido la caballería en la defensa de Pamplona, pero tuvo que huir a pie, ya que mataron a su caballo y el salvó la vida de milagro.
Finalmente, el jefe mulaidí se subyugó en Tudela al nuevo emir Muhammad I, y atacó a sus familiares cristianos de Pamplona junto a las fuerzas califales. Al fin se había dado cuenta de que era mejor unirse al reino más poderoso.

Comenzó a granjearse las simpatías del nuevo emir, ayudándole en muchos conflictos, como el que sucedió en 844, cuando tuvo que batallar y defender Sevilla contra los bárbaros normandos.
Uno de sus combates más famosos, y que la literatura de las diferentes religiones no consigue unificar, fue contra el rey Ordoño I de Asturias. Según las crónicas cristianas el vencedor fue el rey cristiano, mientras que las crónicas musulmanas dijeron que el ganador fue Musa. Algo muy parecido a lo que ocurre hoy día, según el diario que leas.


Uno de los hechos ocurridos, y que hicieran que el mulaidí cada vez acaparase más poder, incluso llegándose a autodenominar “tertius regem d’Isbaniya” (tercer rey de España), fue que poco a poco abandonó la orbita de los reinos cristianos y fue acercándose más y más al poder musulmán.
Musa ibn Musa. el Magacín.Muhammad I pretendía tenerlo tranquilo y lo colmó de beneficios para comprar su lealtad, lo nombró gobernador de toda la Marca Superior, y Musa para defender sus posesiones construyó la fortaleza de Albelda. Situada al sur de Logroño.
Sus últimas batallas, se dirigieron contra la rebelión de los toledanos en 854, la que aplastó junto a Muhammad I en Guadalcete, Álava en 855 y Pamplona en 859.
Su última gran derrota, y la que más le dolió fue la acaecida contra Ordoño I en Clavijo, de la que salió herido, de no mucha gravedad. Dicha derrota fue utilizada por el emir, para desposeerlo de sus títulos y terminar con la tensión que producían los Banu Qasi en el territorio.
Como conclusión, Musa ibn Musa, fue un gran guerrero, líder y jefe de familia en lo concerniente a lo bélico, pero jamás supo utilizar la diplomacia, lo que acabó con él, y al cabo de los años con el poder de su propia estirpe para toda la historia.

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