En su lecho, yace el cadáver del último gran hombre de la
dinastía “Banu Qasi” o “hijos de Casio”. Su
nombre era Musa ibn Musa al Qasaw nacido cerca del año 800.
Hijo de Musa ibn Fortín y bisnieto del conde Casio,
el cual abrazó la fe islámica, cuando vio que la conquista musulmana de la península
Ibérica era un hecho irrefutable. De esta manera conservó sus posesiones en la
zona del Ebro, y se transformó en uno de los primeros nobles conversos de
Hispania, y en una de las primeras familias de mulaidíes (cristianos
conversos al Islam).
Día 26 de febrero del año 862 de nuestro Señor, Tudela.
Musa había sido malherido en la batalla de Guadalajara,
un conflicto menor si se comparaba con las decenas de batallas que había
librado durante su vida.
Emparentado, por consanguinidad y matrimonio con
la familia noble cristiana Aritza de Pamplona,
ya que era medio hermano de Iñigo y Fortún Iñiguez de
Aritza, y a su vez estaba casado con Assona de Aritza.
Cuando Abd-al Rahman II ascendió
al trono del emirato de Córdoba, decidió encargar a Musa
el gobierno de Tudela y su comarca. Abd-al Rahaman II,
sabía que era gran conocedor del territorio, y que no le sería difícil moverse
por aquellos lares.
Su primera gran batalla, fue prestando ayuda a los
Aritza en el año 824, cuando los francos al
mando del conde de Aznar y el conde de Eblo,
atacaron Pamplona por mandato de Ludovico Pío,
que pretendía recuperar la Marca Hispánica Occidental.
Los señores francos, saquearon Pamplona,
y mataron a parte de la población local. Lo que no esperaban es que a su vuelta
se encontrarían con los señores de Aritza, junto a los Banu
Qasi, que les inflingieron una dura derrota en la batalla de Orreaga
(de la que se dice, fue la batalla real de Roncesvalles, y no
la de la Canción de Roland).
Los dos condes recibieron suerte dispar, mientras
el conde de Aznar, fue devuelto a la Gascuña
por el parentesco, con los navarros. El conde de Eblo
fue enviado a Córdoba como presente, y como mensaje de las
buenas relaciones entre navarros y musulmanes.
Su fama, poder y carisma iba en aumento, en 841 combatió en la vanguardia y
dirigió a las tropas musulmanas en contra de los cristianos
del Pirineo, donde obtuvo diferentes victorias.Durante los años venideros, las relaciones entre
los Banu Qasi y el emirato cordobés siguieron
siendo fructíferas y de ayuda mutua. Musa apoyó a Abd
al Rahman II, en las diferentes expediciones contra Álava
en los años 824, 825 y 837.
Todas estas buenas relaciones, terminaron
abruptamente en 842, al entrar en un enfrentamiento personal con Al-Mutarrif,
uno de los hijos del Emir de Córdoba. Al cual le negó su
participación en una razzia (ataque relámpago de caballería) contra Pamplona.
Al-Mutarrif, al llegar a Córdoba ciego de ira pidió a
su padre el Emir, que nombrase walí (gobernador) de
la Marca de Zaragoza
a Harit ibn Bazí, y que le encargase
hostigar a Musa hasta acabar con él.
Las primeras victorias cayeron de parte de Harit.
Venció a Musa al Qasaw cerca de la población
de Borja, lo persiguió hasta Tudela donde lo
sitió. La única salida que le quedó al jefe de los Banu Qasi,
fue entregar la plaza para salvar la vida, y huir pies para que os quiero hacia
Arrendó, donde volvió a ser cercado sin misericordia.
No tenía salidas, no podía escapar, tan solo le
quedaba la baza de sus familiares cristianos, y esa fue la que
escogió. Solicitó la ayuda urgente de García Iñiguez de Pamplona.
Los pamploneses no tardaron en
llegar, y junto a las fuerzas de Musa vencieron sin dificultad
a los contingentes de Harit, haciéndolo prisionero junto a
muchos de sus hombres.
Al año siguiente se concertó una amnistía, los Banu
Qasi y los señores navarros firmaban la paz con el Emirato
Independiente de Córdoba, y entregaban a los
prisioneros como ofrenda de paz.
Musa y los Aritza, no eran gente de conformarse
con poco, y la tregua fue fugaz. De nuevo hicieron enfadar al gran señor musulmán,
y este encolerizado, desató el ataque más violento hacía Pamplona
hasta el momento en el año 843.
Venció a los Banu Qasi, y a los
cristianos. Musa había dirigido la caballería en la defensa de Pamplona,
pero tuvo que huir a pie, ya que mataron a su caballo y el salvó la vida de
milagro.
Finalmente, el jefe mulaidí se
subyugó en Tudela al nuevo emir Muhammad I, y
atacó a sus familiares cristianos de Pamplona junto a las
fuerzas califales. Al fin se había dado cuenta de que era mejor unirse al reino
más poderoso.
Comenzó a granjearse las simpatías del nuevo emir,
ayudándole en muchos conflictos, como el que sucedió en 844, cuando tuvo que
batallar y defender Sevilla contra los bárbaros normandos.
Uno de sus combates más famosos, y que la
literatura de las diferentes religiones no consigue unificar, fue contra el rey
Ordoño I de Asturias. Según las crónicas cristianas el vencedor fue el
rey cristiano, mientras que las crónicas musulmanas dijeron
que el ganador fue Musa. Algo muy parecido a lo que ocurre hoy
día, según el diario que leas.
Uno de los hechos ocurridos, y que hicieran que el
mulaidí cada vez acaparase más poder, incluso llegándose a
autodenominar “tertius regem d’Isbaniya” (tercer rey de España), fue que poco a poco abandonó la orbita de los reinos cristianos
y fue acercándose más y más al poder musulmán.
Muhammad I pretendía tenerlo tranquilo y lo colmó de beneficios para
comprar su lealtad, lo nombró gobernador de toda la Marca Superior,
y Musa para defender sus posesiones construyó la fortaleza de Albelda. Situada al sur de Logroño.
Sus últimas batallas, se dirigieron contra la
rebelión de los toledanos en 854, la que aplastó junto a Muhammad
I en Guadalcete, Álava en 855 y Pamplona
en 859.
Su última gran derrota, y la que más le dolió fue
la acaecida contra Ordoño I en Clavijo, de la
que salió herido, de no mucha gravedad. Dicha derrota fue utilizada por el
emir, para desposeerlo de sus títulos y terminar con la tensión que producían
los Banu Qasi en el territorio.
Como conclusión, Musa ibn Musa,
fue un gran guerrero, líder y jefe de familia en lo concerniente a lo bélico,
pero jamás supo utilizar la diplomacia, lo que acabó con él, y al cabo de los
años con el poder de su propia estirpe para toda la historia.
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