CREDO LEGIONARIO
EL ESPIRITU DEL LEGIONARIO
Es único y sin igual, es de ciega y feroz acometividad, de buscar siempre acortar la distancia con el enemigo y llegar a la bayoneta.
EL ESPIRITU DE COMPAÑERISMO
Con el sagrado juramento de no abandonar jamás a un hombre en el campo hasta perecer todos.
EL ESPIRITU DE AMISTAD
De juramento entre cada dos hombres.
EL ESPIRITU DE UNION Y SOCORRO
A la voz de “A mí la Legión”, sea donde sea, acudirán todos, y con razón o sin ella defenderán al legionario que pide auxilio.
EL ESPIRITU DE MARCHA
Jamás un Legionario dirá que está cansado, hasta caer reventado, será el Cuerpo más veloz y resistente.
EL ESPIRITU DE SUFRIMIENTO Y DUREZA
No se quejará: de fatiga, ni de dolor, ni de hambre, ni de sed ni de sueño; hará todos los trabajos: cavará, arrastrará cañones, carros, estará destacado, hará convoyes trabajará en lo que le manden.
EL ESPIRITU DE ACUDIR AL FUEGO
La Legión, desde el hombre solo hasta la Legión entera acudirá siempre a donde oiga fuego, de día, de noche, siempre, siempre, aunque no tenga orden para ello.
EL ESPIRITU DE DISCIPLINA
Cumplirá su deber, obedecerá hasta morir.
EL ESPIRITU DE COMBATE
La Legión pedirá siempre, siempre combatir, sin turno, sin contar los días, ni los meses ni los años.
EL ESPIRITU DE LA MUERTE
El morir en el combate es el mayor honor. No se muere más que una vez. La muerte llega sin dolor y el morir no es tan horrible como parece. Lo más horrible es vivir siendo un cobarde.
LA BANDERA DE LA LEGIÓN
La Bandera de La Legión será la más gloriosa porque la teñirá la sangre de sus legionarios.
TODOS LOS HOMBRES LEGIONARIOS SON BRAVOS
Todos los hombres legionarios son bravos; cada nación tiene fama de bravura; aquí es preciso demostrar que pueblo es el más valiente.
La Legión se pensó desde el primer momento como unidad de choque, compuesta por voluntarios, que permitiera reducir la cantidad de bajas de personal de leva que tanto malestar social causaba en la península. Se esperaba que se nutriera principalmente de extranjeros, y de nacionales que buscasen huir de una vida anterior, redimirse mediante el servicio armado, lo que se tradujo en una bien conocida política inicial de "nada de preguntas".
El texto del Credo está formado por doce sentencias o espíritus que debe atesorar y cumplir todo caballero legionario. El Credo es, además, una guía de conducta simple y fácil de memorizar a fin de permitir su mejor aprendizaje por parte de legionarios iletrados o extranjeros. Unida a las ceremonias, a la uniformidad exclusiva de la Legión, a las tradiciones y al llamado "Culto a la muerte", el Credo conformaba la base de la llamada mística legionaria, creada conscientemente por su fundador, y cultivada con afán por el cuerpo desde entonces.
El objetivo de este adoctrinamiento era conseguir una unidad cohesionada, dispuesta a actuar como tropas de choque sin temer a la muerte. El mismo Millán Astray admitió muchas veces ser un gran admirador del bushido, obra que él mismo llegó a traducir al español durante los años veinte a partir de una edición francesa.
Historia de la Legión
Creada el 28 de enero de 1920, y aunque ya había participado en acciones de guerra, la Legión no empezó a ser conocida entre la ciudadanía española hasta su precipitado traslado en auxilio de Melilla tras el Desastre de Annual. En 1923, con la unidad ya plenamente establecida y necesitada de mantener el flujo inicial de reclutas, así como buscando incrementar la publicidad sobre la misma, el entonces teniente coronel José Millán Astray redactó y editó un libro titulado La Legión, en el cual aparece públicamente la primera forma conocida del Credo. No obstante, este ya existía prácticamente desde la fundación de la unidad, y era enseñado a las tropas con tanta insistencia y tesón como si se tratara de un nuevo catecismo.
El texto del Credo Legionario se mantuvo inalterado durante los años de existencia de la Legión, excepto por un detalle del 11º espíritu: la edición original publicada por Millán Astray rezaba La Bandera de La Legión será la más gloriosa [...]. La forma en futuro fue modificada a su redacción actual, en presente, en un acto con gran ceremonia tras la entrega de la primera bandera nacional a La Legión el 5 de octubre de 1927 por parte de la entonces reina Victoria Eugenia, al considerarse que las bajas legionarias hasta la fecha lo hacían merecedor de tal modificación.
En los años 80, cuando se cuestionaba la continuidad de La Legión, el Ministerio de Defensa de España promovió una nueva redacción del Credo, por considerar que la tradicional era anacrónica y políticamente incorrecta, aunque no prosperó.
Variaciones no oficiales
Hacia 1923, el entonces jefe de La Legión, teniente coronel Rafael Valenzuela Urzáiz, distribuyó entre sus mandos y tropa una nota en la que añadía un nuevo espíritu:
- El Espíritu del pelotón de castigo: Sufrir arresto en el pelotón es un derecho del legionario que pecó militarmente; derecho que no debe desposeérsele ni con indultos ni atenuaciones, y mientras que ejerce este derecho y paga sus deudas, ha de tener el orgullo de buen pagador, que cuanto más plenamente realice el pago más se despliega de sus faltas, que al terminar su correctivo deja de pesar sobre él, puesto que lo liberó pagando su justo precio. Nuestra raza no ha muerto aún.
Aunque nunca se ha añadido oficialmente este redactado adicional al Credo, ha tenido esa consideración durante mucho tiempo, formando parte del corpus de costumbres propias de La Legión.
Por otra parte, el tercer jefe de La Legión, Francisco Franco, retocó en 19232 la redacción del Espíritu de unión y socorro, eliminando algunas palabras, de forma que quedaba como sigue:
- El Espíritu de unión y socorro: A la voz de ¡A mí La Legión!, sea donde sea, acudirán todos y con razón o sin ella defenderán al legionario que pida auxilio. Posteriormente se recuperó la redacción original.
- "Espíritu al que desertaba o se suicidaba"
Legionario, si tu condición de hombre no te hace responsable de tus actos, ¿de qué te quejas?: cumple tu compromiso y vete.
- Oración del Legionario Ante el monumento legionario, presidido por el Cristo de la Buena Muerte, y desde las filas de la gloriosa Legión, recordamos a quienes murieron con nobleza y honor.
Señor de la vida y la esperanza, fuente de salvación y de paz eterna, concede a nuestros difuntos el descanso eterno.
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