TRADUCCIÓN

domingo, 3 de agosto de 2014

LA MISA NO ES ABURRIDA

El cardenal Timothy Dolan, arzobispo de Nueva York 
 y ex presidente de la conferencia episcopal estadounidense,
 tiene fama de buen comunicador, y de utilizar su propensión
 a la jovialidad y la chanza para ganarse a los medios y a los
 fieles. Pero no por ello diciendo sólo lo que unos y otros 
quieran o les convenga oír.


 de su diócesis, no le duelen prendas a la hora de rebatir
 con energía a quienes alegan el "aburrimiento" de
 la misa como excusa para no asistir a ella ni siquiera
 cuando es obligatorio (los domingos y fiestas de guardar).



Por su interés y universalidad, y por la contundencia 
del cardenal Dolan en la argumentación y los 
ejemplos, lo reproducimos en su integridad.

¿La misa es aburrida?
“¡La misa es tan aburrida!”

¿Cuántas veces vosotros, padres, habéis oído a vuestros
 hijos decir estas palabras el domingo por la mañana? 
¿Cuántas vosotros, profesores y catequistas, cuando 
los preparáis para la misa? Y, admitámoslo, ¿cuántas 
veces nos lo hemos dicho a nosotros mismos?

¿Qué decimos ante una afirmación tan desafortunada
 y casi sacrílega?

Bien, para empezar, simplemente respondemos: ¡No, no lo es!
 Tal vez encuentres que la misa sea aburrida, pero es 
más tu problema que un defecto de la misa.

Hay muchas actividades importantes de la vida que 
podemos considerar "aburridas": las visitas al dentista; 
los pacientes con insuficiencia renal me dicen que ir a diálisis
 tres veces a la semana no es nada emocionante; votar no 
es nada divertido. Pero las tres son importantes para
 nuestro bienestar y su valor no depende de nuestra
 euforia cuando las hacemos. La misa es, sin
 duda, más importante para la salud de nuestra alma 
que estos ejemplos.

Nuestro problema es el aburrimiento, y los 
 comentaristas sociales dicen que hoy somos muy 
susceptibles al mismo, visto lo acostumbrados que
 estamos a titulares que duran treinta segundos o a
 cambiar de canal cuando el programa que estamos 
viendo nos hace bostezar.

Gracias a Dios, el valor de una persona o de un
 acontecimiento no depende de su tendencia a
 "aburrirnos" de vez en cuando. ¡La gente y 
los acontecimientos significativos no existen 
para entusiasmarnos, a no ser que seamos
 unos mocosos narcisistas y mimados!

Esto es especialmente verdad del Santo Sacrificio
 de la Misa. Creemos que cada Misa es la 
renovación del acontecimiento más importante,
 más crítico que ha ocurrido nunca: el sacrificio eterno,
 infinito de alabanza de Dios Hijo a Dios Padre, 
en una cruz en el Calvario, un Viernes llamado "Santo".

Si lo pensamos bien, los soldados romanos también
 estaban "aburridos" mientras se burlaban de Jesús
 y echaban los dados para ver cuál de ellos se 
quedaba con su túnica, la única propiedad que Él tenía.

Dos: no solemos ir a Misa para divertirnos, sino para 
rezar. Si las flores en el altar son bonitas; si la música es
 buena; si funciona el aire acondicionado; si la homilía 
 es corta y llena de significado; si los participantes
 son amistosos… todo, seguramente, ayuda.

Pero la Misa funciona incluso cuando todo lo que he 
 dicho antes no está -y, es triste decirlo, ¡a menudo no está!

Porque la Misa no es sobre nosotros, es sobre Dios
Y el valor de la Misa viene de nuestra simple y a la 
vez profunda convicción, basada en la fe, de que durante
 una hora el Domingo somos parte del más allá, elevados
 a lo eterno, partícipes del misterio, mientras nos unimos
 a Jesús en la acción de gracias, el amor, la expiación
 y el sacrificio que Él ofrece eternamente a Su Padre. 
 Lo que Jesús hace siempre funciona y nunca es aburrido.
 La Misa no es una tarea rutinaria y tediosa que hacemos por
 Dios, sino un milagro que Jesús hace con y para nosotros.

Un señor me contó lo que significaba la comida familiar
 del domingo, el corazón de la semana cuando él era pequeño.
 ¡La comida era tan buena porque su madre cocinaba muy 
bien, y la mesa tan feliz porque su padre siempre estaba allí!

Incluso cuando se casó y tuvo sus propios hijos, iban a casa
 de sus padres para la comida dominical. Cuando sus hijos
 fueron más mayores le preguntaban si "tenían que ir", 
porque, sí, a veces la encontraban "aburrida". ¡Sí, tenéis
 que ir, porque no vamos por la comida, sino por amor, 
porque mamá y papá están ahí!

Se le llenaron los ojos de lágrimas mientras se acordaba
 de esto, porque cuando su madre y su padre envejecieron
 la comida no era tan buena ni la compañía tan chispeante, 
pero él nunca dejó de ir porque ese acontecimiento
 dominical tenía una significado muy profundo,
 aunque su madre quemara la lasaña y su padre diera 
cabezadas.

Y ahora, concluyó, daría lo que fuera para poder estar
 de nuevo allí, porque su madre ha fallecido y su padre 
está en una residencia de ancianos.

Ahora son él y su mujer los anfitriones de esa comida 
y él espera que sus tres hijos lleven, en un futuro, a sus
 esposas e hijos a la comida del domingo.

Veis, el valor de la comida del domingo no depende de
 la bondad de la comida; de lo caro que es el vino;
 de lo interesante que sea la conversación. Seguramente
 todo esto ayuda, pero lo que tiene real valor
 es el acontecimiento en sí mismo.

Lo mismo sucede con la comida del Domingo de nuestra
 familia espiritual: la Misa.

Hay gente que piensa que un partido en el estadio de los
 New York Yankees es aburrido; otros piensan lo mismo
 de la música country; hay gente que me dice que valores 
como la amistad, el voluntariado, la familia, la lealtad,
 la generosidad y el patriotismo están pasados de moda,
 ya no producen entusiasmo.

¡Diría que tienen un problema!

¡Y algunos me dicen que "la misa es tan aburrida..."!

Traducción de Helena Faccia Serrano.



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