La corredora somalí Samia Yusuf Omar, de 21 años, que conmovió al mundo con su último puesto en la carrera de los 200 metros en los Juegos Olímpicos de Pekín, y en los que además ejerció de abanderada de su país, no pudo repetir su participación en Londres porque murió en el intento de llegar a las costas italianas en una patera que zarpaba de Libia.
Con esta triste noticia sorprendía ayer la prensa italiana, que cita las declaraciones de algunos de sus compatriotas somalíes, que aseguran que la atleta se embarcó con dirección a Italia buscando una nueva vida, pero no sobrevivió al trayecto en cayuco. El encargado de dar esta versión de los hechos fue su compañero, el mediofondista somalí Abdi Bile, medalla de oro en los 1.500 metros en el Mundial de atletismo de Roma en 1987.
Samia pertenecía a una familia humilde, era la mayor de seis hermanos, hija de una vendedora de frutas y huérfana de padre, quien murió en uno de los múltiples conflictos que se viven en su país. Su tesón y su amor por el deporte la llevaron a proclamarse campeona africana de los 100 metros en 2008, y ese mismo año aterrizó en los Juegos de Pekín con sólo 17 años.
Al volver a Mogadiscio tras su experiencia olímpica, Samia expresaba su entusiasmo «Ha sido una experiencia bellísima, he portado la bandera de mi país, he desfilado con miles de atletas del mundo». Por ello, y pese a las dificultades, seguía entrenándose duramente en la capital somalí, con la esperanza de poder repetir su vivencia olímpica. Así lo confirmó su entrenador, Mustafá Abdelaziz, al diario italiano «Corriere della Sera», donde cuenta que la joven atleta se embarcó este verano en la travesía a Italia con la esperanza de poder desarrollar allí su carrera deportiva, ante la falta de fondos e infraestructuras de su país. «Nos quedamos helados. Sabíamos que el viaje hacia Occidente es peligroso, pero no nos podíamos imaginar que ella sería una de sus víctimas», agregó Abdelaziz.
La madre de Samia, explicó el entrenador, vendió incluso un pequeño terreno para financiar su viaje y que pudiera así cumplir su deseo y tener una vida alejada de las guerras y de la precariedad. Por desgracia, la dureza de la travesía en patera truncó su sueño.
Con esta triste noticia sorprendía ayer la prensa italiana, que cita las declaraciones de algunos de sus compatriotas somalíes, que aseguran que la atleta se embarcó con dirección a Italia buscando una nueva vida, pero no sobrevivió al trayecto en cayuco. El encargado de dar esta versión de los hechos fue su compañero, el mediofondista somalí Abdi Bile, medalla de oro en los 1.500 metros en el Mundial de atletismo de Roma en 1987.
Samia pertenecía a una familia humilde, era la mayor de seis hermanos, hija de una vendedora de frutas y huérfana de padre, quien murió en uno de los múltiples conflictos que se viven en su país. Su tesón y su amor por el deporte la llevaron a proclamarse campeona africana de los 100 metros en 2008, y ese mismo año aterrizó en los Juegos de Pekín con sólo 17 años.
Al volver a Mogadiscio tras su experiencia olímpica, Samia expresaba su entusiasmo «Ha sido una experiencia bellísima, he portado la bandera de mi país, he desfilado con miles de atletas del mundo». Por ello, y pese a las dificultades, seguía entrenándose duramente en la capital somalí, con la esperanza de poder repetir su vivencia olímpica. Así lo confirmó su entrenador, Mustafá Abdelaziz, al diario italiano «Corriere della Sera», donde cuenta que la joven atleta se embarcó este verano en la travesía a Italia con la esperanza de poder desarrollar allí su carrera deportiva, ante la falta de fondos e infraestructuras de su país. «Nos quedamos helados. Sabíamos que el viaje hacia Occidente es peligroso, pero no nos podíamos imaginar que ella sería una de sus víctimas», agregó Abdelaziz.
La madre de Samia, explicó el entrenador, vendió incluso un pequeño terreno para financiar su viaje y que pudiera así cumplir su deseo y tener una vida alejada de las guerras y de la precariedad. Por desgracia, la dureza de la travesía en patera truncó su sueño.
Laura Otero
Todos mis respetos por todas tus luchas. Toda mi indignación por nuestra hipocresía que sostiene los horrores en ese llamado tercer mundo. Todo mi dolor por tan trágico final de un sueño. Descansa en paz...ójala haya cielo para que ocupes el lugar que de verdad te corresponde.
Luzdeavilés
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