TRADUCCIÓN

Mostrando entradas con la etiqueta Roma. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Roma. Mostrar todas las entradas

domingo, 9 de junio de 2019

LAS LEGIONES ROMANAS. ORGANIZACIÓN Y RANGOS.





Muchos de nosotros al ver películas, leer libros o mirar algún documental nos maravillamos ante lo que fueron las Legiones romanas, una máquina de guerra que arrollaba todo a su paso, y que pudo conquistar casi toda Europa a punta de pilum y gladius. Efectivamente, las legiones romanas eran una organización admirable, que aún se estudian en varios ámbitos. Y a pesar de esto, surgen las dudas:
¿Cómo se organizaban estas Legiones romanas? ¿Por qué de esta organización? ¿Cómo estaban comandadas? ¿Hay equivalencia entre los rangos romanos y los actuales? El presente artículo buscará dar una respuesta a dichas preguntas.

Las reformas de Mario
A principios del siglo II A.C. el sistema defensivo romano de Legión manipular quedó en crisis. Urgía un cambio radical si es que Roma, amenazada, quería sobrevivir.
Tipos de Legión manipular tardía (A. McBride)
Tipos de Legión manipular tardía (A. McBride)
manipular
La Legión manipular (Osprey)
Hasta ese momento las legiones romanas se dividían en cohortes, y estas a su vez en manípulos. Había varios tipos de combatientes que eran (de más ligero a más pesado): velites, hastati, príncipes y triarii. El sistema manipular no era malo en sí, había demostrado su éxito a pesar de reveses contra los cartagineses y númidas. Era en definitiva una fuerza de soldados-ciudadanos de clase media, basada en los ingresos y las propiedades de los ciudadanos donde se preveía que los que poseían propiedades de hasta 3000 sestercios iban derecho a las legiones, el resto servía como velites, y que cada ciudadano se proporcionara su propio armamento. Estos legionarios-ciudadanos estaban motivados primero por el mantenimiento de su estatus material, y por consiguiente del mantenimiento de la República.
Pero en este período, la sangría de las guerras púnicas y desastres militares contra cimbrios y teutones redujeron sensiblemente la base de reclutamiento romana, hasta entonces. Roma se había quedado prácticamente sin clase media, sin base para su fuerza de legionarios-ciudadanos.
Con este panorama es que en el año 107 A.C. el recién nombrado cónsul Cayo Mario se marca la difícil tarea de reformar todo el sistema militar romano, buscando solucionar los problemas que aquejaban al correcto funcionamiento del mismo.
Las reformas se realizaron en los siguientes puntos
Reclutamiento
Se eliminaron las condicionantes de propiedad para entrar en la Legión. Con esto, se dispuso de una base de reclutamiento amplísima. Los ciudadanos de las clases más pobres, que carecían de elementos para lograr elevar su estatus social vieron así una posibilidad de mejoras a través de una carrera militar, y se enrolaron en masa. El período de servicio se hizo de 25 años en los cuales el legionario no podía casarse. La República se haría cargo del equipamiento de cada uno de los legionarios, simplificando y unificando el mismo.
Tipo de combatiente
Lo más importante de todo es que se creó una fuerza de carácter permanente, que se entrenaba de forma constante, no cuando la situación lo ameritaba. Al proveer el Estado de armamento, el tipo de tropa se homogeneizó y se eliminaron los tipos de legionarios (velites, hastati, príncipes y triarii). El grueso de la Legión se volvió un tipo de tropa más de Infantería Pesada. Las tareas de Infantería más ligera, de lanzadores de proyectiles (arqueros, honderos) y de Caballería de choque pasaron a formar parte de las tropas auxiliares, que sustituían a las tropas asociadas, y eran tropas extranjeras que combatían por Roma, a cambio de conseguir la ciudadanía al fin de su período de servicio.
A pesar de que el Estado se hacía cargo de proporcionar al Legionario el equipo, éste era enteramente responsable por el mismo, así como de transportar durante las marchas sus enseres personales, mudas de ropa y víveres. Por esta razón los Legionarios pasaron a ser llamados jocosamente “las mulas de Mario”, viendo todo el equipo que cargaban durante la marcha.
Seguía siendo un tipo de soldado-ciudadano, pero las motivaciones para servir eran diferentes. Antes lo era por preservar el estatus que tenía, que el mundo que había creado el ciudadano no se destruyera, típico de alguien de clase media. Ahora en cambio la motivación estaba de la mano con subir en la escala social y hacerse un nombre, llegar a por lo menos ser clase media. Hay casos también de oficiales que desde los estratos más bajos hicieron carrera en la Legión y llegaron al Ordo Equestris.
Estructura
Una Legión constaba ahora de unos 6.000 hombres, de los cuales 4.920 eran soldados (el resto era tropa no combatiente). Cada una de estas legiones estaba constituida por diez cohortes (numeradas del I al X), y a su vez, estas cohortes tenían seis centurias cada una. Al revés que en el sistema manipular, los soldados más veteranos, los de la I Cohorte, combatían en posiciones primordiales del campo de batalla (a la derecha y a la vanguardia), mientras que los más bisoños, los de la X Cohorte, lo hacían en posiciones menos relevantes (segunda o tercera líneas, a la izquierda).
Las Centurias estaban compuestas por 100 hombres, 80 soldados y 20 no combatientes, y estaba al mando de un soldado profesional ascendido de entre la tropa y llamado Centurión. La Centuria era la unidad combativa mínima de la Legión. Acarreaba con ella todas las armas y demás provisiones e instrumentos necesarios para mantener a la unidad. Sólo a efectos de montar campamento, cada una de estas Centurias se dividía a su vez en Contubernia de 8 hombres, que compartían una carpa en el mismo. El Centurión más veterano de cada cohorte, llamado Pilus Prior era el comandante de la misma.
Contubernia en marcha (Angus McBride)
Contubernia en marcha (Angus McBride)
Por lo tanto los Manípulos son sustituidos por las Cohortes, y cada uno de los soldados a cargo de cada cohorte, tenía a su cargo un asistente llamado Optio, junto a otros cargos de suboficiales que se verá más adelante. El Centurión de la I Cohorte era el soldado más experimentado de todos, llamado Primus Pilus (o primipilo), que era un soldado de carrera y asesoraba directamente al Legatus, el comandante de toda la Legión en asuntos de la tropa. En épocas imperiales la I Cohorte era la más importante, y dada su posición de preeminencia dentro de la Legión, se le duplicó el número, 800 hombres en cinco centurias, aumentando la relevancia del Centurión Primus Pilus.
Como tropa adjunta, cada Legión contaba con 120 soldados de Caballería propios de la Legión, que realizaban tareas de reconocimiento y enlace. Era un tipo de fuerza muy ligeramente equipada, típica de las misiones que tenían. Estos soldados de Caballería ya no eran reclutados de entre los estratos más altos de la sociedad, sino que al igual que la Infantería, provenían del pueblo liso y llano. Para el Ejército Romano, la fuerza de Caballería de choque provenía de los auxiliares.
Así que para resumir, la Legión completa contaba con 6.000 hombres, de los cuales 4.920 eran combatientes (con 5.240 en épocas imperiales). A su vez cada Legión se dividía en diez cohortes, del I al X, que eran constituidas por 6 Centurias de 80 hombres cada una, cada una al mando de un Centurión, de los cuales los más veteranos comandaban la Cohorte completa, y el más veterano de todos la I Cohorte. Y los 120 soldados de Caballería.
La Legión imperial (P. Connolly)
La Legión imperial (P. Connolly)
Entonces la suma sería así:
6 Centurias x 80 = 480 – 10 Cohortes x 480 – 4.800 + 120 = 4.920 hombres
Cuando se modificó la I Cohorte la estructura pasó a formar de la siguiente manera:
1 Cohorte x 800 + 9 Cohortes x 480 – 5.120 + 120 = 5.240 hombres
Rangos
La cadena básica de Comando era la siguiente. El comandante de la Legión era el Legatus, comandante de la Cohorte/Centuria era el Centurión. Y entre la tropa, los Milites, se elegía al jefe del Contubernium o Decanus (pero este era sólo un título nominal y no estaba enmarcado dentro de la Legión).
Se buscará además realizar una comparación con rangos actuales dentro de las Fuerzas Armadas, pero hay que hacer la aclaración de que es difícil encontrar equivalentes modernos dentro de la estructura de la Legión, donde a pesar de ciertas igualdades, el trato social seguía definiendo en muchos casos el rango. A pesar de esto algunos paralelos con la actualidad se incluirán.
A continuación se nombrarán desde el rango más bajo al más alto. Los rangos se discriminan por sueldo.
Tropa
a. Milites – Pedes (Soldado)
Era el rango base de la Legión. La gran mayoría de los legionarios tenían esta graduación. Eran 5.120 en total en la Legión imperial. Sometido a un riguroso entrenamiento y una férrea disciplina, con sus armas Roma conquistó casi toda Europa.
Legionario de la época imperial (A. McBride)
Legionario de la época imperial (A. McBride)
El Legionario comenzaba su carrera militar como Tiro (recluta), donde pasaba por un periodo de adiestramiento de seis meses, para luego pasar al cargo de Munifex o Miles Gregarius. A medida que iba avanzando y aprendiendo especialidades como Discens, podía obtener la consideración de Inmunes, que eran los legionarios que poseían alguna especialidad y podían ser relevados de ciertas tareas de campo, aunque por supuesto no todas.
El equipo estándar consistía en el casco (cassis), de muy buena protección en general, el único ornamento que poseían era una cresta que se colocaba en desfiles. La protección corporal era una coraza hecha de láminas (lorica segmetata) compleja pero con un buen balance entre protección y movilidad, y las siempre presentes sandalias de legionario (caligae), una pieza de vital relevancia y un verdadero avance tecnológico que permitían al legionario realizar largas marchas. Las armas eran dos jabalinas (pilum), el siempre presente gladio y como defensa el gran escudo (scutum) que podía usarse también ofensivamente.
Recibían la paga básica
b. Caballería
Los soldados de Caballería eran también legionarios de rango básico. Realizaban tareas de escolta, exploración y envío de despachos, y no tenían un rol importante en el combate, pues los romanos cedían la Caballería de choque a tropas auxiliares.
Como tal su equipo era más bien ligero, con una lorica hamata (cota de malla), una lanza (hasta) y una espada (spatha). Sus caballos no eran de tan buena calidad como la de los auxiliares, por las tareas que realizaban.
La Caballería legionaria cumplía funciones de exploración y enlace
La Caballería legionaria cumplía funciones de exploración y enlace
Estaban comandados por un Decurio, un rango de suboficial, y dependían de las órdenes del Legatus.
Al igual que los infantes, recibían la paga básica
Suboficiales
a. Cornicen (Cabo Especialista)
Eran quienes tocaban el corno, una especie de trompeta de la antigüedad. Se encargaban de realizar las órdenes sonoras a la Legión. Estas órdenes era por ejemplo, dirigir sonoramente las tropas durante los combates, marcar las cadencias de marcha, marcar las horas y toques durante el campamento (rancho, silencio, fajina, diana, etc.). Poseía el mismo equipo que el legionario común, salvo que su protección era una cota de mallas (lorica hamata). Un detalle distintivo era que estaba tocado por una piel de animal salvaje, generalmente un lobo.
Cornicen
Cornicen
Había uno por Cohorte, es decir 59 en la Legión imperial, y marchaban al frente de ellas. En caso de ausencia de otros subificiales también servían de asistente al Centurión.
Recibían paga 1.5 veces superior a la de tropa.
b. Tesserarius (Cabo de Guardia)
Era el soldado encargado de las guardias en el campamento. Los Tesserarius organizaban y comandaban por ejemplo las guardias nocturnas en campamento durante los acatonamientos o en épocas de guerra.
Tesserarius
Tesserarius
Su nombre proviene de la tessera único equipo diferente al del legionario, una especie de tableta de cera, donde se anotaba el santo y seña del día, para poder entrar al campamento.
Eran, al igual que los Cornicen, uno por Cohorte, en total 59, y también marchaban al frente de ellas. También recibían una paga y media.
c. Optio (Sargento)
Era el segundo al mando luego del Centurión, por lo que había también varios niveles de Optio, desde los segundos de Centuria, pasando por los segundos de Cohorte, hasta los segundos de la I Cohorte.
Podía ser designado por el Centurión o por sus compañeros, valorándose su valor, destreza militar y dotes de mando. Los Optiones (pl. de Optio) eran soldados vitales dentro de la estructura de las Legiones. En orden de marcha y de combate se colocaban siempre en la retaguardia de los legionarios (el Centurión iba al frente), para mantener el orden de las tropas. Las tareas que le eran encomendadas consistían en hacer cumplir las órdenes del Centurión, sucediéndolo en el mando de ser necesario, supervisar a las tropas y llevar tareas administrativas de la Centuria o la Cohorte. Se diferenciaba por el uso de dos plumas en el casco, visibles a los legionarios.
Optio (izquierda) junto a un Centurión (A. García Pinto)
Optio (izquierda) junto a un Centurión (A. García Pinto)
Estaba clasificado de entre los milites principales y poseía la categoría de duplicarius, es decir, estaba rebajado de tareas pesadas y cobraba doble paga. Aspiraba a ser nombrado centurión, y cuando había alcanzado la cualificación suficiente, recibía el título de Optio ad Spem Ordinis (Optio expectante de comisión). Había 59 en toda la Legión.
d. Portaestandartes (Sargento)
Siguientes en la línea de mando venían los portaestandartes, de los cuales habían también varias categorías.
El primero de ellos era el Signifer, era el que llevaba el estandarte (signum) de la Centuria o la Cohorte. Este estandarte era el emblema militar de la unidad, y un elemento importante como referencia visual en el campo de batalla. El estandarte generalmente venía acompañado de philarae (medallones), o también una mano humana abierta (manus) que significaba el juramente de honor de la unidad a Roma. Como se mencionó había un Signifer por Cohorte y Centuria, por lo tanto 59 en total y cobraban paga doble. Al igual que los Cornicen, usaban en combate una piel de lobo sobre su casco. También utilizaban un pequeño escudo llamado Parma en lugar del más grande scutum de sus compañeros, seguramente para mayor movididad.
Signifer
Signifer
El más importante de los portaestandartes era el Aquilifer, que llevaba el Águila de la Legión, el elemento simbólico más importante de la misma. Había uno sólo por toda la Legión, y era generalmente un soldado veterano, curtido y premiado por su conducta y valor. Aparte de servir como el referente simbólico de toda la unidad servía como custodio de los valores de la misma. Tenía una gran responsabilidad a cuestas, pues si el Águila se perdía en combate significaba una deshonra enorme para la Legión. Muchas veces las Legiones combatieron salvajemente para no ceder el Águila al enemigo, algunas veces de forma exitosa, como se nos cuenta pormenorizadamente el El Comentario de la Guerra de las Galias de César, y otras infructuosamente como en Carrhae o Teutoburgo.
Aquilifer y Signifer (A. García Pinto)
Aquilifer y Signifer (A. García Pinto)
El Aquilifer combatía generalmente con una capa de león u oso sobre su equipo, y utilizaban también el escudo más pequeño, el Parma.
Aquilifer (G. Embleton)
Aquilifer (G. Embleton)
El rango equivalente en la actualidad para este soldado en particular sería un Suboficial Mayor (el suboficial de mayor grado en la unidad), y era dentro de los rangos de suboficiales el mejor pago de toda la Legión. En épocas imperiales se creó una figura análoga, la del Imaginifer, que llevaba la imagen del Emperador.
Oficiales subalternos
a. Centurión
Entre la tropa y los oficiales superiores se encontraban los Centuriones. Este es el grado más estudiado de todos los que han compuesto una Legión, pero a su vez es el más complejo si queremos vincularlo con grados militares actuales. Para comenzar con las complejidades, basta señalar que el rango de Centurión no era un rango único.
Primero que nada, la definición estricta de Centurión es la del comandante de una Centuria, pero como se verá esta definición va un poco más allá. Es como se verá el rango táctico de mayor relevancia dentro de la Legión, los verdaderos responsables de la expansión del Imperio Romano por el mundo conocido.
Diversos tipos de Centuriones (G. Rava)
Diversos tipos de Centuriones (G. Rava)
Eran hombres que se distinguían del resto de los legionarios, por su sentido táctico y administrativo, por sus dotes de mando, disciplina, resistencia, capacidad de enseñar y templanza. Eran nombrados de acuerdo a esas capacidades por el Legado, a veces siguiendo la recomendación de la misma tropa.
Los Centuriones marchaban al frente ya a la derecha de su Cohorte/Centuria, liderando a los hombres desde la primera línea, por eso la proporción de bajas entre este rango era más elevada que en el resto de la tropa. Como se mencionó anteriormente estaba asistido por los suboficiales, el Optio que era el segundo al mando y marcha en la parte de atrás de la unidad; el Tesserarius, que organizaba las guardias, y el Cornicen que transmitía sonoramente sus órdenes al resto de la tropa.
Centurión (V. Vuksic)
Centurión (V. Vuksic)
En la Legión Imperial había 59 Centuriones en total. Había uno frente a cada Centuria, siendo el más veterano de ellos el comandante de la Cohorte. Cada comando de cada uno de los Centuriones reflejaba el rango que tenía dentro de la Legión. La primera Cohorte tenía 4 a su mando el Centurión más veterano de la Legión, el Primus Pilus, más cuatro Centuriones veteranos. Por contraste el Comandante de la 6ta Centuria de la 10 Cohorte, el Centurión más joven.
Rangos de Centurión (Connolly)
Rangos de Centurión (Connolly)
Por lo tanto los Centuriones podían clasificarse en los siguientes rangos, se pondrá una aproximación a un rango actual entre paréntesis.
  • Primus Pilus (Teniente Coronel): era el Centurión de mayor rango, uno sólo por Legión. Dependía directamente del Legatus.
  • Primi Ordinis (Mayor): eran los Centuriones que comandaban cada una de las restantes Centurias de la Primera Cohorte, 4 en total. Se dividían en orden por: Primus Princeps, Hastatus, Princeps posterior, Hastatus Posterior.
  • Pilus Prior (Capitán): eran los Centuriones que comandaban las restantes 9 Cohortes.
  • Ordinarii (Teniente): el resto de los Centuriones, 36 en total. Estaban divididos en orden por: Pilus Posterior, Princeps Prior, Princeps Posterior, Hastatus Prior, Hastatus Posterior.
Como equipamiento distintivo los Centuriones llevaban una cresta transversal en el casco, que los hacía identificables a la tropa, especialmente durante el combate. Además llevaban una armadura de cota de malla (lorica hamata) o de escamas (lorica squamata), en lugar de la laminar (lorica segmentata), muchas veces cubierta por phalerae (condecoraciones en forma de medallón) y torquex (pulseras colgantes). Cuanto más ornamentos tuviera, más veterano él Centurión y por ende mayor rango. Usaba además protecciones en las piernas (grebas). Portaba la espada corta reglamentaria (gladius) en el lado izquierdo en lugar del derecho, habitual en los simples milites, sujeta al cuerpo mediante un cingulus o cinturón con la funda del arma. Su símbolo de mando era un bastón de mando hecho de una rama de vid.
Centurión Primus Pilus
Centurión Primus Pilus
El Primus Pilus era por lo tanto el Centurión más experimentado, respondía directamente del Comandante de la Legión, y dependiendo de su veteranía podía cobrar un sueldo de hasta 16 veces más que el sueldo base. Era el rango que todo legionario quería llegar, pero era muy difícil acceder a él porque además de todas las capacidades necesarias para ser un Centurión, debía tener considerables habilidades educacionales y administrativas. El rango en principio sólo podía durar de uno a tres años, por lo cual el Primus Pilus podía obtener otras posiciones de privilegio incluso como oficiales superiores dentro de la Legión (Praefectus Castrorum), pudiendo llegar al mismo Orden Ecuestre.
Legionario saludando a un Centurión
Legionario saludando a un Centurión
Oficiales Superiores
a. Tribunos (Coronel/General)
Había seis de estos oficiales en la Legión, cinco del Orden Ecuestre y uno del Orden Senatorial. Estos eran:
Tribunus Angusticlavii (Coronel)
Eran los del rango ecuestre. Tenían tareas administrativas dentro de la Legión, sin mando táctico durante el combate, a pesar de poder tener experiencia militar.
Trinunos Laticlavii (General)
El tribuno de rango ecuestre, servía como segundo al mando de toda la Legión. En general este rango estaba reservado a jóvenes que necesitaban foguearse para seguir para seguir una carrera política en Roma, por lo tanto los conocimientos militares que aportaba a la Legión eran nominales.
Ambos se diferenciaban por las tiras de color púrpura en su toga, los tribunos de menor grado usaban tiras finas (angusticlavi), mientras que el de mayor rango una de tiras más anchas (laticlavi). Formaban parte del Estado Mayor del Legatus.
Tribuno Angusticlavio
Tribuno Angusticlavio
El equipo ya no era el estándar de la Legión, pues aquí los gustos personales influían en la elección del equipo, por lo general usaban una coraza de metal de una sola pieza y casco ático, cuanto más ricamente ornado el equipo mayor rango o más patricia la familia.
b. Praefectus castrorum (Coronel)
El Prefecto del campo (Praefectus castrorum) era el tercer rango en importancia dentro de la Legión, luego del Legatus y del Tribuno Laticlavius. Generalmente era un soldado veterano con mucha experiencia como un Centurión Primus Pilus retirado, elevado al rango ecuestre y reenganchado como evocatus. Por lo tanto era un puesto abierto a todas las clases sociales romanas (desde la clase baja se podía llegar a este cargo y así entrar en clases sociales más privilegiadas).
Las tareas que se reservaban al Prefecto del Campo eran las de la organización de lo referente al mantenimiento y organización del acuartelamiento de la unidad, tanto cuando estaba acantonada como en campaña. Asimismo tenía la tarea de velar por el estado del equipamiento de los legionarios, y ver que estos estén en forma, coordinando con el Primus Pilus no sólo el entrenamiento, sino la organización de las guardias y patrullas.
El equipo era similar al del resto de los oficiales superiores.
c. Legatus (General)
El Legatus es el comandante de la Legión, un hombre designado por el poder político, usualmente de las clases senatoriales patricias romanas. Era nombrado directamente por el Emperador, o el Cónsul en la época de la República.
Legatus junto a un Primus Pilus (G. Embleton)
Legatus junto a un Primus Pilus (G. Embleton)
Usualmente la persona elegida para el rango de Legatus había servido anteriormente como Tribuno Laticlavio (el de mayor rango) en la Legión, por lo cual tenía experiencia previa. Era un cargo muy rentable, pues usualmente el Legado se llevaba parte del botín que pudieran capturar las legiones.
Legatus al frente de su Legión (G. Rava)
Legatus al frente de su Legión (G. Rava)
Se diferenciaba del resto de los oficiales superiores por su coraza musculada más elaborada, y por su paludamentum (capa que se sujetaba al hombro) color escarlata. También tenía alrededor de su coraza un cincticulus, una banda de tela fina escarlata que se anudaba en arco alrededor de su cintura.
Legatus imperial junto a un Cornicen y un Imaginifer (N. Zubkov)
Legatus imperial junto a un Cornicen y un Imaginifer (N. Zubkov)
Conclusión
Esperamos que el artículo haya sido de vuestro agrado, y que sirva su cometido, es decir aclarar cómo era la organización dentro de la Legión romana, y qué paralelismos se pueden trazar con la de los Ejércitos hoy día.
Como podrán ver, hay muchas similitudes entre los rangos romanos y los rangos militares actuales, y es que en cierta medida, así como el mundo romano ha marcado la cultura occidental de una manera u otra, las Legiones Romanas marcaron la forma de ser militar por los siglos venideros.
Vídeos 

Bibliografía
Y. Le Bohec, El ejército romano: instrumento para la conquista de un imperio, Ed. Ariel, Barcelona, 2004.
A. Goldsworthy, El ejército romano, Ed. Akal, Madrid, 2005.
Connolly, Peter, The Roman Army, McDonald, Londres, 1978.
R. D’Amato et G. Rava, Roman Centurions 31 BC–AD 500, Osprey Publishing, Londres, 2012.
M. Simkins et G. Embleton, The Roman Army From Caesar To Trajan, Osprey Publishing, Londres, 1984
M. Windrow et A. McBride, Imperial Rome at War, Concord Publications Company, Hong Kong 1998.

Tomado de
  
Gracias

jueves, 28 de febrero de 2019

martes, 29 de enero de 2019

EL IMPLACABLE VESPASIANO


La barbarie que las legiones romanas demostraron en el año 70 contra los judíos sublevados en Jerusalén asombró tanto al historiador Flavio Josefo, que este decidió dejar constancia de ella en sus escritos. «No tuvieron matanza más cruel los judíos entre todas cuantas padecieron como esta: porque en una noche abrieron las entrañas de 2.000 hombres». También añadió que los combatientes «dieron saco al templo» de la ciudad y «hurtaron muchas cosas» antes de prenderle fuego. Pero la tragedia quedó ensombrecida por la brutalidad que vendría después. Y es que, Tito Flavio Sabino Vespasiano capturó a los supervivientes, trasladó a muchos hasta la capital y les obligó a levantar el Coliseo.
En total, se calcula que unos 12.000 esclavos participaron en la edificación del monumento más famoso de la ciudad. Aunque la barbarie no quedó en ese punto ya que, poco después de que se finalizara su construcción, muchos de los reos fueron arrojados a las fauces de las bestias de los juegos. Los historiadores judíos han definido este episodio como una humillación sin precedentes para un pueblo que, ya en el año 63 a.C. fue obligado a tributar a Roma como uno de sus estados vasallos. Autores como Juan Pedro Cavero Coll respaldan la teoría de que los emperadores abusaron de los semitas y tilda a estos últimos de «súbditos molestos del Imperio» en su obra «Breve historia de los judíos» (Nowtilus, 2011).
La construcción del Coliseo se sumó a otros tantos destinos igual de terribles. Según el propio Josefo, Tito también sacrificó a más de 2.500 reos en los juegos que celebró tras la destrucción de Jerusalén, y un número indeterminado más meses después durante las fiestas romanas. Otros fueron enviados a las minas de Egipto o, incluso, se vieron obligados a participar en la edificación de todo tipo de obras públicas.

El germen del odio

¿Cómo es posible que el Imperio romano cometiera tal atrocidad? La historia, como me afirmaba hace algunos días un investigador del CSIC, no siempre es blanca o negra. Y este caso es un ejemplo claro. Las raíces del conflicto y de la inquina de los emperadores contra el pueblo semita hay que buscarlas en el 64 d.C., cuando llegó hasta Judea el tiránico procurador Gesio Floro. Su brutalidad pronto hizo aflorar el odio de los habitantes. Al poco, los disturbios se generalizaron y, con ellos, comenzó la turbia relación entre estos dos pueblos.
Al final, el poder de las legiones se hizo valer y, apenas dos años después (en el 66 d.C.), el político aplastó los diferentes alzamientos a golpe de gladius y permitió que sus hombres saquearan los barrios más ricos de la urbe como castigo. Una pésima forma de calmar los ánimos que no logró apaciguar (ni meter el miedo en el cuerpo) a los judíos. Acababa de dar comienzo a una década de muerte.
Tras aquella tropelía, los judíos clamaron justicia ante los superiores de Floro, pero solo obtuvieron el silencio por respuesta. Fue entonces cuando las pequeñas desavenencias derivaron en una auténtica guerra. La revuelta volvió a estallar de manos de Eleazar, capitán de la guardia del templo de Jerusalén. Este guerrero puso en jaque de nuevo a Roma al sitiar con miles de soldados a una cohorte de la legión III Gallica. Por si fuera poco, los ciudadanos apoyaron su alzamiento.
Vespasiano
Vespasiano
Pintaban mal las cosas para el Imperio. Y así quedó claro cuando, tras abandonar la urbe, se hizo recuento de los fallecidos (1.500 legionarios) y del territorio perdido (una buena parte de Judea).
Tal afrenta no fue pasada por alto. Al poco, el gobernador de Siria Cestio Galo tomó las armas y aplastó con fiereza la ciudad de Jotapata. Poco después se plantó ante la mismísima Jerusalén. La urbe, rodeada por tres murallas, desafiaba inmaculada el poder de Roma. Los invasores la sitiaron durante cinco días creyendo que solo era cuestión de tiempo que los defensores se rindieran... Pero no podían estar más equivocados.
Según explica el historiador Stephen Dando-Collins en su obra « Legiones de Roma», la guerrilla local desangró a los invasores a golpe de ataques sorpresa hasta que les obligaron a regresar por dónde habían venido. Su empuje fue tan fuerte que 400 valientes de la legión XII Fulminata tuvieron que sacrificarse para cubrir la retirada del resto del ejército. Su gesta permitió que sus compañeros se salvaran, pero les llevó a perder su estandarte, una de las mayores vergüenzas para una unidad de la época.

Venganza y nuevo emperador

Para Roma, aquello fue como un cuchillo clavado en el corazón. No ya por la derrota de sus legiones, sino por la pérdida del águila de la XII Fulminata. Quizá por ello, o por la mera locura del entonces emperador Nerón (despótico, belicoso y obsesionado con las conspiraciones contra su gobierno), el veterano general Tito Flavio Vespasiano recibió órdenes de sofocar la revuelta judía por la fuerza.
Tras solicitar a su hijo Tito que reuniera todas las legiones que pudiera en Egipto, el veterano líder militar (sumaba 56 años a sus espaldas e innumerables campañas) se puso en marcha durante el verano del 67. Este contingente actuó como un rodillo contras las ciudades de Jotapata, Tarichaeae y Gamala. En todas ellas, la caballería y las máquinas de asedio imperiales destrozaron a los aterrados defensores.
Pero ni las victorias aplacaron la sed de venganza de los romanos. Tal y como explica Dando-Collins en su obra, el revanchismo imperial quedó claro cuando el mismo Vespasiano se topó con el mar Muerto. El general había oído hablar de su flotabilidad, pero desconocía si era realidad o mito. ¿Cómo podía comprobarlo sin poder en riesgo a sus hombres? Al final, no se le ocurrió otra cosa que arrojar a las aguas a varios reos judíos para comprobar si las habladurías eran verdad o no. Por suerte para ellos, no se ahogaron.
Tito
Tito
Vespasiano podría haber continuado su exitosa campaña hasta la misma ciudad de Jerusalén, pero decidió volver a los cuarteles cuando recibió una carta en la que el gobernador de Hispania, Sulpicio Galba, le solicitaba ayuda para marchar sobre la mismísima Roma y acabar con el despótico Nerón. Por el momento, consideró, era mejor esperar a que los peligrosos vientos de la política amainaran.
Es probable que, por entonces, no supiera que iba a sucederse una de las épocas más turbulentas del Imperio. Y es que, mientras todavía estaba en Judea, recibió la noticia de que el emperador había sido asesinado.
A partir de entonces comenzó una carrera por el trono que terminó con la sucesión de tres emperadores hasta que el propio Vespasiano se hizo con la poltrona. Conocedor de los entresijos de la corte, militar respetado y hombre con grandes capacidades políticas, el general se hartó de ver pasar frente a sí líderes mediocres y aprovechó su poder para hacerse con la poltrona.
A la postres, no obstante se terminó convirtiendo en aquello que más odiaba al dejarse cegar por las riquezas. Así lo atestiguó el historiador Cayo Suetonio con esta curiosa anécdota: «Su hijo Tito le censuraba un día no haber olvidado un impuesto hasta sobre la orina; Vespasiano le presentó ante la nariz el primer dinero cobrado por aquel impuesto y le preguntó si olía mal».

Asedio y barbarie

La llegada al poder de Vespasiano no le hizo olvidar la revuelta que le esperaba en Judea. Aunque, en este caso, prefirió enviar a su hijo Tito a acabar de una vez por todas con los rebeldes. El flamante militar hizo llamar a los hombres de la XII Fulminata en un intento de que borraran el agravio hecho contra su águila.
En este caso, sin embargo, no hubo pasos previos y el general plantó a sus tropas en las mismas puertas de Jerusalén. «Estaba terminando abril cuando Tito llegó a Jerusalén con la V Macedónica, la XII Fulminata y la XV Apollinaris, que de inmediato emprendieron la construcción de un vasto campamento al oeste de la ciudad. Al día siguiente, la legión X Fretensis llegó desde Jericó y comenzó a establecer su campamento en el Monte de los Olivos», añade el autor.
El sitio se extendió hasta mayo, cuando el general se armó de valor y comenzó el ataque como tal. Durante el mismo, las catapultas y los escorpiones de la X legión se destacaron por su brutalidad. Sus armas de asedio dispararon sin descanso descargas de dardos y piedras de hasta 45 kilogramos de peso. Todo ello, contra una ciudad en la que residían, aproximadamente, un millón de judíos. Tres meses e incontables combates después, los legionarios lograron al fin acceder al corazón de Jerusalén e iniciaron una destrucción que todavía se recuerda a día de hoy. El cronista Flavio Josefo (un antiguo general judío que se había cambiado de bando) dejó constancia de esta barbarie en su obra «La guerra de los judíos»:
Flavio Josefo
Flavio Josefo
«Se metieron por las callejuelas con sus espadas en las manos, mataron sin hacer distinción a todos los que se encontraron e incendiaron las casas con la gente que se había refugiado en ellas. En muchos de sus saqueos, cuando pasaban dentro para hacer sus rapiñas, se encontraban con familias enteras de cadáveres y con sus habitaciones repletas de víctimas del hambre . Entonces, llenos de horror ante la visión de este espectáculo, salían con las manos vacías. A pesar de que se compadecían de los que morían de esta forma, sin embargo, no tuvieron los mismos sentimientos con los vivos, sino que degollaron a todo el que se toparon, con sus cadáveres taponaron las estrechas calles e inundaron de sangre toda la ciudad, de modo que muchos incendios fueron también apagados por esta carnicería. Los romanos dejaron esta actividad sanguinaria al atardecer».
Al acceder a la ciudad, Tito se vanaglorió de que un poder divino había permitido a Roma vencer aquella resistencia. «Hemos luchado con la ayuda de Dios y es Dios el que ha expulsado a los judíos de estas fortalezas», afirmó. Poco después, el templo de Jerusalén comenzó a arder. Los historiadores coinciden en que fue provocado por las legiones romanas. Sin embargo, Josefo sostuvo después que, aunque había sido un soldado el que había extendido las llamas, el general había ordenado expresamente que no se atacara este edificio.
En todo caso, el saqueo se generalizó entre los legionarios romanos. De hecho, cuando Tito regresó un año después a la ciudad para saber en qué punto se encontraban las labores de reconstrucción (pues había sido derruida hasta los cimientos) se encontró con una curiosa estampa: vio como los hombres de la X Fretensis (que habían recibido la orden de quedarse en la urbe para asegurar que no se sucedía una nueva revuelta) excavaban entre los escombros con sus propias manos para desenterrar las riquezas escondidas bajo los escombros de las viviendas.

Rumbo a Roma

En palabras de Josefo, murieron un millón de personas durante el asedio y, tras la conquista, miles de supervivientes fueron capturados y diseminados por todo el Imperio como esclavos. Según explica el filósofo y estudioso Thomas A. Idinopulos en su obra « Jerusalén», «los que sobrevivieron a la masacre envidiaron a los muertos» ya que los que estaban en buenas condiciones físicas fueron enviados a «las minas de Egipto o Cerdeña» o a «construir un gran canal cuya excavación en Corinto había ordenado Nerón».
Los más robustos fueron convertidos en gladiadores y, por último, las mujeres y los niños fueron vendidos como esclavos. El número concreto de reos es desvelado por el propio cronista romano:
«Todos los prisioneros que fueron capturados en el conjunto de la guerra sumaron noventa y siete mil, y los que perecieron en la totalidad del asedio fueron un millón cien mil. La mayoría de éstos eran judíos, pero no eran naturales de Jerusalén, puesto que se había concentrado gente de todo el país para la fiesta de los Ácimos, cuando de repente les sorprendió la guerra. En consecuencia, en un primer momento la estrechez del lugar les propició una peste destructiva y más tarde un hambre voraz. La cantidad de habitantes que había en la ciudad se deduce del censo elaborado en tiempos de Cestio».
El mismo Josefo también incide en que, durante su estancia en Cesarea, «Tito festejó con esplendor el cumpleaños de su hermano, en cuyo honor ejecutó una gran cantidad de prisioneros judío». En sus palabras, el número de los que «perecieron luchando con las fieras, abrasados por las llamas y en peleas entre ellos alcanzó más de dos mil quinientos».
El espectáculo, lejos de repugnar a los romanos, les agradó. Como mucho, les «pareció un castigo menor». Esta triste práctica se repitió poco espués. «A continuación llegó a Berito, una ciudad fenicia colonia de los romanos. Allí hizo una parada más larga y celebró con una brillantez aún mayor el aniversario de su padre con magníficos espectáculos y con otros dispendios que desplegó con ingenio. Al igual que ocurrió antes, también fue ejecutada una gran cantidad de prisioneros de guerra», añadió el cronista.
Según explican todo tipo de historiadores decimonónimos (entre ellos el monje Ferdinand freiherr von Geramb o Marien Vasi) el último destino de los reos judíos no fue mejor. Y es que, 12.000 de ellos (20.000, según otras fuentes) fueron enviados a Roma para terminar de levantar el Coliseo con su trabajo.
Así lo confirma, entre otros, el investigador español José María Zavala en su obra « Las páginas secretas de la historia»: «Vespasiano empezó a levantar el Coliseo en el año 69 de nuestra era, y Tito lo terminó doce años después. En realidad fueron cuatro años de intenso trabajo con la ayuda de doce mil judíos cautivos llevados a Roma por Tito tras la conquista y destrucción de Jerusalén, muchos de los cuales perecieron luego en la arena devorados por las fieras en los juegos públicos. Así pagaba el César a sus deslomados esclavos». Por si fueran pocas afrentas, el Coliseo también se financió con parte de las riquezas saqueadas de Jerusalén. 

Manuel P. Villatoro@ABC_Historia

martes, 1 de enero de 2019

EL SANGRIENTO ORIGEN DE LA NOCHEVIEJA

El Sangriento origen de la Nochevieja

Parece que una vez más “todos los caminos llevan a Roma”. Así es, de nuevo, como pasa con casi todos los “rituales” occidentales, muchos reconvertidos por la Iglesia Católica para que calaran mejor entre las poblaciones autóctonas – veamos el caso de los Carnavales, la Navidad, … – también el origen de la tan celebrada Noche de Fin de Año se debe a los intereses de la mayor potencia del Mundo occidental antiguo: Roma.
Guerras Celtíberas
Guerras Celtíberas
Hace un tiempo ya hacíamos un repaso de la historia del calendario, desde sus inicios en la época del primer rey de Roma, Rómulo, hasta llegar a nuestros días. Pues bien, ahí os explicábamos muy de pasada que por razones estratégicas, en época republicana, se decidió pasar el comienzo del año al 01 de Enero pudiendo así elegir a los Cónsules.
Pero, ¿cuál fue exactamente el punto de inflexión que lo provocó? Pues, precisamente la GUERRA, y nada más y nada menos que en Hispania.
Hasta el año 154 aC, el año administrativo en los dominios de Roma acababa el 14 de marzo,  y lo que hoy es el día de Añonuevo tocaba por tanto en los Idus de Marzo, esto es, el 15 de marzo, jornada en la que arrancaba el calendario y en la que se elegían a los cónsules.  Sin embargo, la revuelta de Segeda obligaría a cambiar el inicio del año.
FUENTES CLÁSICAS 
Tito Livo, en su historia de Roma desde los orígenes, nos indica escuetamente lo siguiente:
“En el año 598 de la fundación de la ciudad, los cónsules entraron en la magistratura en las calendas de enero. La causa de este cambio fue una rebelión en Hispania”
La noticia también la da Casiodoro:
“En el consulado de Q. Fulvio y T. Annio. Éstos fueron los primeros cónsules en entrar en la Magistratura en las calendas de enero a causa de una guerra en la Celtiberia”
La tercer fuente es un calendario de época imperial, los Fasti Praenestini, que en una de las anotaciones que da en las Calendas de enero comenta:
“El año comienza porque los magistrados entraron en sus funciones por primera vez en el año 601 de la fundación de la Ciudad”
EL CONFLICTO
Los Belos eran la etnia celtíbera que dominaba una amplia extensión geográfica del nordeste peninsular y que tenía un poderoso centro social y administrativo en Segeda -actual término municipal de Mara, en la provincia de Zaragoza-
Segeda_Una_de_Romanos_roma
Según Apiano, en el año 153 aC se produjo un hecho que a ojos de los romanos rompía con el tratado acordado en el 179 aC por Graco,  y que acababa con años de convivencia pacífica. Roma consideró que éstos habían roto los pactos aduciendo como casus belli el hecho de que en Segeda se hubiera procedido a ampliar las murallas de la ciudad. El Senado lo consideró como una infracción de los acuerdos de Graco y una amenaza para sus intereses en Hispania por lo que prohibió continuar la muralla y exigió, además, el tributo establecido con Graco. Los segedenses arguyeron que la muralla era una ampliación y no una nueva construcción y que se le había exonerado del pago del tributo después de Graco.
Para enfrentar el conflicto en Hispania, el Senado decidió que, en lugar de a un Pretor como era costumbre, en esta ocasión enviaría a un Cónsul en quien los senadores depositaron toda su confianza. El elegido fue Quinto Fulvio Nobilior.
Y aquí nos encontramos con otra decisión trascendente por parte del Senado: Cambiar la fecha de nombramiento de las Magistraturas. Parece ser que se decidió adelantar el nombramiento para acometer los preparativos y los rituales preceptivos entre enero y febrero y permitir la llegada del Cónsul a Hispania con un ejercito en Marzo. De otro modo, si entraba en funciones en marzo, debiendo llevar a cabo toda una serie de ceremonias religiosas, tales como las Ferias Latinas, así como la leva de la Legión, ello significaría que el ejercito llegaría a Hispania en septiembre u octubre, ya acabado el verano, y si la guerra se prolongaba, y el invierno caía, el ejercito en su totalidad debía acampar toda la estación fria, con el coste que ello conllevaría.
Por dicho motivo, se adelantó la fecha de elección consular al 1 de enero. Hasta entonces enero y febrero eran los dos últimos meses del calendario. Sept-iembre, Oct-ubre, Nov-iembre y Dic-iembre siguieron conservando los prefijos de séptimo, octavo, noveno y décimo mes respectivamente, a pesar de que pasaran ahora a la posición 9º-12º.
SEGUNDA GUERRA CELTÍBERA
El Senado romano movilizó un ejército de 30.000 hombres para atacar a Segeda, el doble de lo que hasta entonces era habitual en los contingentes que llegaban a la Península. Los Belos se aliaron a una de las tribus celtíberas más poderosas, los arévacos, cuya ciudad más importante era Numancia.
Guerreros Celtíberos en una cerámica numantina
Guerreros Celtíberos en una cerámica numantina
Al llegar las tropas de Roma, Segeda estaba vacía, abandonada por sus habitantes. Nobilior se lanzó a lo que, equivocado, creía una simple persecución. Los segedanos habían sido acogidos por la ciudad celtíbera arévaca de Numancia (cerca de Garray, Soria), y las tropas conjuntas de ambas ciudades tendieron una emboscada al ejército de Nobilior, asestándole una severa derrota.
Las fuerzas combinadas de ambos pueblos pararon primero el ataque romano contra Sekaisa y luego lo rechazaron en Numancia. El primer fracaso romano se produjo el 23 de agosto de 153 a. C., en el día de la Vulcanalia, causándo una pérdida al ejercito romano de 6000 hombres. El desastre fue tan grave que este día quedaría marcado como día nefasto en el calendario romano, hasta el extremo de que ningún general romano después lucharía en ese día a menos que fuera obligado.
Tras sufrir una segunda derrota a las puertas de la ciudad de Numancia, esta vez pese a contar con la ayuda de los númidas y sus diez elefantes de guerra, Nobilior tuvo que retirarse a su cuartel de Renieblas (provincia de Soria), hostigado por numantinos, segedanos y el cruel invierno de la Meseta. Al llegar el año siguiente, el nuevo cónsul, pese a las tropas de refuerzo que traía, no pudo más que reconocer la derrota y firmar una tregua con los celtíberos.
Como ya sabemos, la moneda cambiaría de cara. Segeda fue solo el principio, la punta de lanza de una campaña bélica que sembró de sangre las tierras de Hispania. La tregua duraría unos ocho años, tras la cual Numancia lideraría la resistencia frente a Roma en lo que sería la tercera y última Guerra Celtibérica. Pero eso, como se suele decir, es otra historia!!
BIBLIOGRAFÍA:

jueves, 27 de diciembre de 2018

CÁRCELES DE LA ANTIGUA ROMA




Cuando el hombre tuvo necesidades de poner a buen recaudo a sus enemigos, surgió la cárcel. Las  primeras cárceles fueron cuevas, tumbas, cavernas, etc., lugares inhóspitos a donde se enviaban desterrados a los enemigos del Estado.

La prisión no aparece inicialmente relacionada con la idea de castigo sino con la de idea de detención. Las civilizaciones más antiguas (China, Egipto, Roma, Israel y Babilonia) nos muestran a la prisión como un lugar de custodia y tormento.

Tanto Platón como  San Juan Crisóstomo entienden que la pena es medicina contra el autor del delito, el tratamiento su aplicación y la cárcel el hospital.

Eran lugares adaptados para cumplir con la finalidad de separar a todos aquellos que eran considerados peligrosos para la sociedad y el Estado.


Al pie del Capitolio, en la zona noreste del foro, se encontraba ubicada una cárcel esta prisión cumplió las principales necesidades de la ciudad. Según nos relata Plinio otra cárcel seguramente de menores dimensiones, se encontraba en el lado opuesto del Capitolio al margen del centro político y judicial, que a principio del siglo II a.C. desaparece para ser sustituida por el templo de la Pietas.


A mediados de la República se utilizan en Roma como cárcel varios edificios públicos. La falta de infraestructuras para retener a la gran masa de prisioneros motivo la improvisación. La cárcel pública se empleaba tanto para retener a los prisioneros de guerra como a presos comunes., siendo tan grande el número de estos últimos que también utilizaron ciudades cercanas.

La mayoría de estas ciudades tenían  algunos vínculos jurídicos con Roma.
En época Imperial los lugares de encarcelamiento se dispersaron por toda la ciudad con la llegada del nuevo orden jurídico inaugurado  por Augusto.





La creación de un mayor número de prisiones y lugares de encarcelamiento se debe a la intención de Augusto a ejercer mayor control sobre la seguridad ciudadana.

Roma favorecía la llegada constante de maleantes, aventureros etc, las cárceles se llenaban de ellos así como de  condenados a morir en los espectáculos públicos y también de acusados que  habían apelado el favor del emperador y que esperaban una resolución favorable a su caso.

Además de la cárcel del foro romano, restaurada a mitad del siglo I se destinaron dependencias para cárceles dentro de las dependencias de la guarnición construidas en el reinado de Augusto cuyas obras continuaron aún en época de Tiberio.

También existía en la prefectura de la urbe, un lugar para la custodia de los acusados donde aguardaban la celebración de sus juicios.

En  la Domus tiberiana  se localizaba un lugar para los encarcelamientos, como  indican Tácito y Suetonio. Ya en el siglo V se tiene noticias de una prisión  en la Isla Tiberina.


Tito Livio (Livio), data la  construcción en el siglo VII a. C.  de la Carcere Mamertino, Fue Anco Marcio, cuarto rey de Roma, quien edificó esta estructura subterránea durante su reinado entre el 640 a. C. y el 616 a. C.

Los presos eran encerrados en esta cárcel  para que aguardaran a su ejecución o simplemente dejarlos morir de hambre al abrigo de miradas indiscretas. Los enemigos vencidos de Roma eran encarcelados en esta terrible prisión, y a menudo también morían en ella.

Entre los famosos personajes históricos que pasaron sus últimos días allí podemos citar a Vercingetórix, líder de los Galos, que intentó reunir a las tribus galas en una alianza contra César en el año 52 a. C.; Simón Bar Jioras, defensor de Jerusalén, derrotado por Tito en el 70 d. C., y supuestamente también los apóstoles Pedro y Pablo.

Entre los años 600 a. C. y 500 a. C., la Mamertino fue construida como cisterna para un manantial que había en el suelo en ese lugar. Una vez convertida en prisión se crearon dos celdas, una justo encima de la otra. La celda circular, la más baja de las dos, conocida como el Tullianum, debe su nombre a su constructor, Servio Tulio, del siglo VI a. C. Esta “mazmorra” estaba ubicada en el interior del sistema de alcantarillado que corría por debajo de la ciudad y solo se podía acceder a ella descolgándose a través de un agujero en el suelo,
El antiguo historiador Salustio escribió que estaba doce pies ( 3,65 metros) bajo tierra y describió su apariencia como: “ repulsiva e infame por causa de la inmundicia, la oscuridad y el hedor.”



Fuentes :


Temas sugeridos

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...

Sic transit gloria mundi

trucos blogger