Esta legión romana se llamaba originariamente Hispaniensis,
aunque luego le simplificaron el nombre. No se sabe a ciencia cierta si
es porque se organizó en Hispania o porque reclutó tropas auxiliares
locales durante su estancia. La Legio IX fue reorganizada por Octavio Augusto en el primer tercio del siglo I reuniendo a los veteranos que ya la habían integrado antes a las órdenes de Julio César;
éste les había reclutado para acometer la conquista de la Galia pero
luego combatieron también en la guerra civil que mantuvo contra Pompeyo.
De hecho no fue ése el único conflicto intestino en el que participó
la legión porque también lo hizo contra las tropas de Marco Antonio y
Cleopatra en la batalla de Accio. Ya convertido en emperador, Augusto la
envío a Hispania para reducir a los belicosos cántabros y, después, a Germania;
allí se libró del desastre del bosque de Teotoburgo, donde los germanos
aniquilaron a las legiones XVII, XVIII y XIX y enloquecieron a Augusto,
que se pasaba las noches sonámbulo gritando “¡Quintilio Varo, devuélveme mis legiones!”. Quintilio Varo fue el general responsable de aquel desastre.
Tras colaborar levemente en la conquista de Mauritania, Claudio la envió a Britania
para enfrentarse a la levantisca reina Boudicca, que había sitiado
Londinium (Londres), recibiendo numerosas bajas. Fue reforzada con
nuevos efectivos y siguió en el país durante las décadas siguientes.
Luego, el rastro empieza a difuminarse y a partir del año 108 d.C. desaparece
misteriosamente toda referencia: la última mención es una inscripción
en tablilla hallada en Eburacum (York), su campamento principal, donde
los arqueólogos están sacando a la luz un auténtico filón.
Las dos teorías más frecuentes sobre su final aluden a una aniquilación total
a manos de tribus caledonias en tierras escocesas (con lo cual terminó
con el mismo destino que sus compañeras en Teotoburgo) o bien a una reubicación en otro lugar. La primera es la favorita de novelistas y cineastas (Centurión, La legión del águila)
pero los historiadores se decantan más bien por la segunda, dada la
falta de hallazgos arqueológicos que deberían encontrarse de semejante
matanza.
Creen que pudo haber sido enviada al continente y, quizá, rebautizada. Esto último no era raro si una legión sufría una derrota demasiado vergonzosa: una damnatio memoriae, es decir, el silencio absoluto sobre ella para no bajar la moral del ejército o propiciar tentaciones políticas.
El caso es que unas excavaciones llevadas a cabo en 1959 en Noviomagus (actual Nimega, Holanda) permitieron encontrar varias baldosas inscritas con la expresión VEX BRIT, abreviaturas de Vexillatio Britannica,
algo así como Centuria Británica, posible alusión a una unidad que
hubiera estado en el lugar homónimo. Pero es que a pocos kilómetros
también apareció un plato grabado como LGVIIIIHISP, interpretable como Legio VIII Hispana. Un grabado igual se encontró en 2010 en una baldosa de Scalesceugh, en el norte de Gran Bretaña.
En suma, a falta de una prueba contundente y decisiva, el misterio sigue impregnando la historia de la IX Legio Hispana y quizá sea mejor así. Al menos para los que disfrutamos con las historias que se crean sobre su enigmático destino.
Vía: Heritage Daily
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