Desde
su mismo origen Roma deberá enfrentarse a sus numerosos vecinos para sobrevivir
como ciudad independiente primero, y para poder aumentar su territorio después. Los
enfrentamientos con galos, samnitas, latinos, etruscos, umbros, etc…fueron una
constante en la historia de la monarquía y de la República romana. Estas
guerras con los pueblos más próximos a sus fronteras fueron un perfecto
laboratorio que permitió mejorar a la máquina de guerra romana imitando las
mejores cualidades de sus contrincantes y adaptándose a las diferentes formas
de luchar de sus enemigos...
Plinio el Viejo, historiador Autor: Cesare Cantù,1859 |
Cuando
una sociedad se ve obligada a estar envuelta en un enfrentamiento exterior
permanente acaba acentuando los aspectos militares de su estructura
cívica. Los cónsules de la República
romana debían ante todo ser buenos generales que supieran llevar a su ejército
de ciudadanos a la victoria. Los méritos militares, las hazañas en el campo de
batalla, las condecoraciones y honores que por acciones de guerra se podrán
exhibir públicamente. También serán muy importantes en la vida social y
política de cualquier ciudadano romano. Por ejemplo, según nos cuenta Plinio el Viejo refiriéndose a los
privilegios de los que gozaban los poseedores de una corona cívica:
“Cuando el galardonado se presenta en los juegos públicos, es costumbre, incluso por parte del Senado, levantarse siempre ante él, que tiene derecho a sentarse cerca de los senadores; el mismo, su padre y su abuelo paterno gozan de la exención de todas las obligaciones”.
La
sociedad romana, en guerra casi continua premiaba y enaltecía a sus héroes
militares de diversas maneras. Además de distinciones y honores, y premios en
metálico, los grandes militares romanos tenían el privilegio de permanecer en
el imaginario colectivo de sus conciudadanos. Los padres citaban las historias
de estos soldados a sus hijos, pasando a ser un modelo a imitar. Gracias a esta
presencia en los relatos tradicionales, los historiadores romanos, en muchos
casos siglos después, pudieron recogerlos de la tradición oral y trasmitirnos
sus hazañas en el campo de batalla.
Lucio Sicio Dentato, y de
Marco Manlio Capitolino ambas figuras, que no fueron contemporáneas
tienen varios puntos en común. Ambos
fueron grandes militares y políticos; los dos defendieron la causa de los plebeyos
frente a los aristócratas, y los dos encontraron un final que, desde luego,
dada su trayectoria nunca se merecieron.
Lucio Sicio Dentato,
(514 a. C, al 450 a.C?): su sobrenombre significa nacido con dientes. Fue un
extraordinario soldado, al que se le atribuyen unos 300 soldados enemigos
abatidos. Era conocido por los historiadores posteriores como “el Aquiles romano”. Nos cuenta Plinio lo
siguiente:
Dentato rechaza los regalos de los samnitas. Jacopo Amigoni -Museo Bredius, La Haya |
“Lucio Sicio Dentato, que fue tribuno de la plebe siendo cónsules Espurio Tarpeyo y Aulo Aternio, no mucho después de la expulsión de los reyes, ostenta sin duda el mayor número de votos por haber combatido en ciento veinte ocasiones, salir ocho veces vencedor de un desafío, y ser famoso por tener cuarenta y cinco cicatrices, todas delante, ninguna en la espalda…”.
A
continuación, nos habla de los muchos premios obtenidos por su valor en batalla
y nos cuenta que tiene:
“veintiséis coronas, entre ellas catorce cívicas, ocho de oro, tres murales y una obsidional, 160 brazaletes de oro, 18 lanzas puras y 25 guirnaldas”
La corona gramínea,
también conocida como obsidional, otorgada por la salvación de un ejército
romano y después la corona cívica, concedida por salvar a un ciudadano romano,
eran por ese orden las dos máximas condecoraciones que un romano podría disfrutar
nunca. De hecho, no hay constancia de que más de nueve personas a lo largo de
la larga historia romana disfrutaran de la corona gramínea. Las coronas de oro se concedían por
matar a un enemigo en combate singular sin ceder terreno hasta el final. La corona mural era de muy difícil de
obtención, pues se le concedía al primer hombre que escalara la muralla de una
ciudad enemiga y que sobreviviera a esa acción. Siendo el primero en llegar a
muro lleno de enemigos las probabilidades de subsistir no eran muchas.
Analizando el gran número de medallas que atesoraba este hombre no es de
extrañar que se le haya apodado como el “Aquiles romano”.
El
otro gran militar republicano es Marco
Manlio Capitolino. De él nos cuenta Plinio, el viejo lo siguiente:“No ser menores los honores de Capitolino, si no los hubiera perdido al final de su vida. Había conseguido botín dos veces a los diecisiete años. Fue el primer caballero en recibir una corona mural, seis cívicas, treinta y siete ofrendas, tenía veintitrés cicatrices, todas delante, y había salvado a Publio Servilio, maestre de caballería, estando él mismo herido en un hombro y en un muslo. Por encima de todo, el solo había salvado de los galos el Capitolio y de paso el Estado”.
Intento de asalto galo del Capitolio, Se pueden ver las famosas ocas. Grabado de Henri Motte |
Además
de dos carreras militares y políticas excelentes Dentato y Capitolino tuvieron otra cosa en común que hará que
tengan un trágico final:
Dentato,
de origen plebeyo y brillante carrera político-militar fue un firme defensor
del pueblo frente a los patricios. Desde su tribunado presionó para que los
nobles abandonaran su cargo de decenviros. Sus graves discrepancias con los
patricios acabaron con el envío por parte de Apio Claudio de 25 hombres con la
misión de matar al defensor de los plebeyos. A pesar de los sesenta años que ya
tenía Dentato, solo diez de los veinticinco asesinos volvieron ilesos del
enfrentamiento con el anciano. Estamos en el 449 a. C. y a pesar de que los
patricios romanos le dieron un entierro con todos los honores de estado,
tuvieron que presenciar cómo su gobierno era derrocado pocos meses después, por
la plebe indignada.
La
historia de Marco Manlio Capitolino es unos años posterior, pero con un
desenlace parecido. Tras abandonar la causa de los patricios, a cuya clase
pertenecía, se erigió en defensor de los plebeyos acosados por las deudas. El
movimiento de protesta se tornó tan violento que se hizo necesario nombrar un
dictador que ante los desórdenes provocados por Capitolino y su facción manda
apresarle. La presión popular lleva al Senado a perdonarle en esta ocasión y a
liberarle. Pero, al año siguiente, es decir en el 384 a.C., ante la
persistencia del defensor del Capitolio en encabezar las revueltas de la plebe,
es acusado por los tribunos de alta traición. Nuestro personaje fue juzgado y
condenado a muerte por querer convertirse en un nuevo tirano de Roma, siendoarrojado desde la famosa Roca Tarpeya.
Nuerte de Capitolino arrogado desde la piedra tarpeya. |
El triste final de dos
de los militares más gloriosos y laureados de la Historia de Roma da que pensar.
¿Tal vez se debió a que dos patricios tan brillantes y capaces eran molestos
para el resto de sus iguales que nunca podrían igualarse a sus méritos?, ¿tal
vez tantos premios y reconocimientos los hizo soberbios y odiosos al resto de
patricios?, ¿O simplemente en estos dos casos Roma no fue una buena madre con
dos de sus mejores hijos?
“Dentado y Capitolino. El inmerecido final que
Roma dio a dos de sus mejores militares” Federico Romero Díaz – Bellumartis
Historia Militar
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