¿Qué es la consagración?
El
P. Rogelio Alcántara aclara que una consagración es una dedicación, “es
la oportunidad de poner en las manos de Dios lo que por justicia le
pertenece, es decir, la creación entera y todas sus realidades”, pero
par ello es necesario “entablar un combate espiritual, que consiste
esencialmente en la conversión auténtica de cada uno. No podrá haber
cambio en las realidades humanas, incluidas las estructuras sociales,
sin este combate personal, que por otro lado, no se puede librar sin la
ayuda divina”.
Agrega:
“Hemos de utilizar todos los medios espirituales a nuestro alcance: las
obras de piedad: la oración, la recepción de los sacramentos (confesión
y comunión frecuente), etc.; las obras de penitencia (actos de
autodominio, ejercicio de virtudes morales), y sobre todo las obras de
misericordia”.
Recuera
que las consagraciones son una “obra de piedad, una oración explícita y
puntual en la que reconocemos que queremos ser de Dios, y en la que le
decimos que aceptamos que Él sea el Señor; en la que le pedimos que
“venga a nosotros su reino”, de modo que no reine en mi vida el egoísmo,
el orgullo, la soberbia, sino su amor y su voluntad”.
La
consagración –apunta– “no es una oración mágica que va a cambiar mi
situación y la de México con el simple hecho de pronunciar una fórmula.
Ésta implica una preparación y un compromiso muy profundo, que involucra
la conciencia del combate espiritual contra los enemigos del alma: la
mentalidad del mundo egoísta, la sensualidad y el demonio”.
El
P. Rogelio Alcántara recuerda a los sacerdotes que animar a una
comunidad a hacer esta oración de consagración, podría ser un motivo de
renovación parroquial; tomando conciencia de que hemos de devolver a
Dios lo que es de Dios, renunciando a toda esclavitud y trabajando para
alcanzar la libertad de los hijos de Dios.
“Consagrar
una parroquia es recordarnos que toda su labor pastoral (litúrgica,
profética y social) debe purificarse de todo lo que no lleva a Dios y
poner cada acción en el Corazón de quien sabemos nos ama; es purificar
la intención de todo lo que hacemos; es decirle a Dios que, aunque ha
sido “sacado” de numerosos ambientes, esta parroquia y esta feligresía
son de Él (directamente o a través de María) y que haremos todo para que
Él reine aquí. Es, como se hace en la renovación de las promesas
bautismales: renunciamos a satanás, a sus obras y seducciones, y al
mismo tiempo confirmamos nuestra Fe en la existencia y acción real y
providente de nuestro Señor. En fin, la oración de consagración es
decirles a Dios Trino y a María, “esta es su casa”, tomen posesión de
ella hoy y siempre, y ayúdenos a ganarnos la morada que nos tienen
preparada y en la que quieren que vivamos con ustedes para toda la
eternidad”.
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