"Los
episodios de depresión se caracterizan por un estado de ánimo muy bajo,
disminución del placer durante por lo menos dos semanas y además,
agitación, fatiga, constante sensación de que nada vale la pena e ideas
de muerte o suicidio", explica en el libro.Abraham Lincoln, un hombre enjuto, de
expresión severa y melancólica, padeció depresión durante la mayor parte
de su vida. Fue esta enfermedad la que le proporcionó las 'armas'
necesarias para convertirse en una de las figuras más emblemáticas de la
guerra de secesión americana y más tarde en presidente de los EEUU. Así
lo expone Joshua Wolf Shenk en su libro 'La melancolía de Lincoln: cómo la depresión desafió a un presidente y le impulsó hacia la grandeza', publicado este año por la editorial Houghton Mifflin.
La mayoría de los
compañeros de Lincoln coincidían en que su rasgo más característico era
la melancolía. Aficionado a la poesía sentimental, que recitaba a menudo
en público, ya desde joven hacía comentarios acerca de sus pensamientos
suicidas y a medida que entraba en la madurez, reconocía que percibía
el mundo como un lugar lleno de miseria, duro y lúgubre.
Tras
estudiar a fondo la vida de Lincoln, Shenk se dio cuenta de que la
depresión promovió los aspectos más relevantes de su personalidad, y sin
ellos nunca se habría convertido en uno de los líderes políticos más
carismáticos. "Esta no es la historia de una transformación sino de una integración", asegura Shenk.
En
el siglo XIX, el concepto de melancolía (depresión) no tenía las mismas
implicaciones que hoy en día. De acuerdo con Shenk, en la actualidad
Lincoln no sería apto para el puesto y probablemente estaría de baja.
En
aquella época una persona con melancolía también "estaba destinada a
llevar una pesada carga". No obstante, "ese don propiciaba la intensidad
y la sabiduría". Por eso, Shenk considera obsoleta la definición de la
depresión como una enfermedad que hay que tratar. "Lo que necesita 'tratamiento' son nuestras ideas estrechas", comenta.
El
episodio que desencadenó la depresión de Lincoln tiene que ver con un
supuesto amor. En 1835 Lincoln, con 26 años, se trasladó a vivir una
temporada a New Salem, un pueblecito del centro del estado de Illinois.
Allí conoció a una muchacha de cabellos rubios y ojos azules que le
cautivó. En verano, el tifus llegó a la zona y Ann Rutledge, que es como
se llamaba la joven, murió. A partir de ese momento la 'melancolía' se
apoderó de Lincoln.
Sin duda, una depresión
Los
especialistas consultados por el autor del ensayo no lo dudan y aseguran
que las características del estado de ánimo del futuro presidente desde
ese evento en adelante coinciden con lo que las guías establecidas en
la comunidad médica catalogan como depresión mayor.
Cinco años y medio
más tarde, en el invierno de 1840, Lincoln recayó. Suficiente para que
los médicos en la actualidad diagnostiquen lo que definen como depresión
mayor recurrente. "Tras dos episodios de depresión, el individuo tiene
un 70% más de posibilidades de tener un tercero. Y el que haya sufrido
tres presenta un 90% más de posibilidades de padecer un cuarto", ilustra
Shenk. Todo apuntaba a que Lincoln tendría más recaídas.
Los
fármacos de la época fueron sus compañeros habituales. Consumía opiáceos
y extracto de zarzaparrilla, entre otras muchas sustancias. No
obstante, Lincoln estaba convencido de que su melancolía era consecuencia inexorable de su constitución
y que, por eso, sufría más que los demás. Trataba de mantenerse ocupado
para distraerse, de manera que el trabajo se convirtió en su refugio. Y
para liberar su melancolía leía, recitaba y componía poesía.
Pero a medida que iba avanzando la vida, este republicano, contrario a la esclavitud y defensor de la unión federal, fue domando la enfermedad.
Sus esfuerzos para mantenerse vivo le obligaron a desarrollar ciertas
aptitudes. Trabajó para mejorar y para llegar a un exhaustivo autoconocimiento, cultivó su disciplina y otras estrategias que, en definitiva, conformaron su personalidad.
En su obra, Shenk ha desarrollado y catalogado la personalidad de Lincoln en tres rasgos fundamentales -claridad, creatividad y humildad- y asegura que fueron las claves de su encumbramiento.
AMÉRICA VALENZUELA
Discurso de Gettysburg
«Hace ocho décadas y siete años, nuestros padres hicieron nacer en
este continente una nueva nación; concebida en libertad y consagrada al
principio de que todos los hombres son creados iguales.
- Ahora estamos empeñados en una gran guerra civil que pone a prueba si esa nación, o cualquier nación así concebida y así consagrada, puede perdurar en el tiempo. Estamos reunidos en un gran campo de batalla de esa guerra. Hemos venido a dedicar una porción de ese campo como lugar de descanso final de los que aquí dieron sus vidas para que esa nación pudiera vivir. Es absolutamente correcto y apropiado que hagamos tal cosa.
- Pero en un sentido más amplio, no podemos dedicar, no podemos consagrar, no podemos santificar este suelo. Los hombres valientes, vivos y muertos, que lucharon aquí ya lo han consagrado muy por encima de lo que nuestras pobres facultades puedan añadir o restar. El mundo apenas advertirá, y no recordará por mucho tiempo lo que aquí digamos; pero nunca podrá olvidar lo que ellos hicieron aquí. Nos corresponde antes bien a nosotros, los vivos, consagrarnos a la inconclusa empresa que los que aquí lucharon hicieron avanzar tanto y tan noblemente. Somos más bien nosotros los que debemos consagrarnos aquí a la gran tarea que aún nos queda por delante: que de estos muertos a los que honramos tomemos una devoción incrementada a la causa por la que ellos dieron la última medida colmada de celo. Que resolvamos aquí firmemente que estos muertos no habrán dado su vida en vano. Que esta nación, bajo Dios, renazca en libertad. Y que el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo, jamás perezca sobre la Tierra.»
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