¡Oh, divina providencia, concédeme tu
clemencia
y tu infinita bondad!
y tu infinita bondad!
Arrodillada a tus plantas, a ti caridad portento,
te pido para los míos: casa, vestido y sustento.
Concédeles la salud, llévalos por el buen camino,
que sea siempre la virtud la que los guíe en su destino.
Tú eres toda mi esperanza,
tú eres el consuelo mío en lo que mi mente alcanza,
en ti creo, en ti espero, y en ti confío.
Tu divina providencia se extiende a cada momento,
para que nunca nos falte: casa, vestido y sustento.
Que así sea!
Se dice que el nombre de Divina Providencia, le fue asignado a
la Virgen por San Felipe Benicio, quinto superior de los Siervos de María, quien
en una ocación en la que él y sus frailes no tenían nada que comer, invocó la
protección de su Patrona, al poco tiempo se oyó toques en la puerta del
convento, encontrando al abrila dos canastas llenas de alimentos.
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