EL JUBILEO CIRCULAR DE LAS CUARENTA HORAS
El origen del
Jubileo nace como una forma de celebrar la Pascua del Señor. Una de las
costumbres de los cristianos de los primeros siglos consistía en juntarse para
ayunar, hacer penitencia, orar y cantar salmos durante cuarenta horas, en
memoria del tiempo que el Salvador del mundo permaneció en el sepulcro. De esta
manera, durante este tiempo sagrado, estos cristianos, asociándose con
profundidad a la muerte redentora del Señor, hacían más perfecta su
participación en la celebración de su resurrección en la liturgia pascual.
Este tiempo lo computaban, desde el viernes, a la hora de nona (tres de la tarde), en que murió Cristo (Lc 23,44), hasta el amanecer del domingo, hacia las siete horas, en el que resucitó (Mt 28,1). Tres días no completos permaneció muerto el Señor en el sepulcro. La idea del Jubileo es pues tener expuesto cuarenta horas seguidas al Santísimo.
En Roma lo comenzó el papa Clemente VIII institucionalizando en 1592 su práctica para todas las diócesis. Esa devoción había comenzado en Milán en 1527. En 1592, el Papa Clemente VIII, mediante la EncíclicaGraves et diuturnae, ordenó establecer públicamente en Roma "la piadosa y saludable oración de las cuarenta horas" en las basílicas y en todas las iglesias para que "día y noche, en todos los lugares y a lo largo de todo el año se alce al Señor, sin interrupción alguna, el incienso de la oración".
Esta manera de interpretar el tiempo de permanencia de Jesús en el sepulcro, tiene una significación propia en la Sagrada Escritura. El número cuarenta puede significar sin más un largo período de tiempo, como cuando se dice que Saúl reinó cuarenta años (Hch 13,21), David cuarenta (1Cro 29,27) y Salomón cuarenta (2 Cro 9,30). Pero en otras ocasiones "cuarenta" señala un tiempo largo de purificación o de abatimiento, previo a una gracia muy alta o una especial exaltación. Son cuarenta, por ejemplo, los días que dura la purificación enorme del Diluvio (Gén 7,12; 7,17), cuarenta años duró para el pueblo de Israel la travesía del desierto, antes de entrar en la Tierra prometida (Dt 8, 2; Núm 14, 33-34; Hch 13, 18) y cuarenta pasó Moisés en el Sinaí, en oración y ayuno, antes de recibir las Tablas de la Ley (Ex 24,18; 34,28). También Elías camina cuarenta días y noches con la fuerza del alimento misterioso que le da un ángel.
Jesús permanece
asimismo cuarenta días y noches a solas en el desierto, antes de iniciar su
misión pública en medio de Israel (Mc 1,13). Cuarenta horas permanece muerto. Y
una vez resucitado, antes de ascender al cielo, se aparece a sus discípulos
durante cuarenta días (Hch 1,3).
En el siglo XVI,
esta devoción comenzó a adquirir mucha importancia en las iglesias de Milán y
de Roma. Eran muy graves las situaciones que atentaban contra la Iglesia
(Reforma Protestante e invasiones de los turcos). Además eran también tiempos
de relajación de costumbres, producto de la época renacentista. Fueron muchos
los santos sacerdotes que contribuyeron en el afianzamiento y extensión de esta
devoción, especialmente San Carlos Borromeo, que fue quien le dio su actual
configuración: Jubileo de Cuarenta Horas, en el que se expone solemnemente al
Santísimo Sacramento para que los fieles, en el curso de tres días, puedan
adorar al Señor sacramentado, con la oración y la penitencia. Posteriormente,
en el siglo XIX, esta devoción se fortaleció nuevamente, cuando la Sede de
Pedro estaba sufriendo las humillaciones de la época napoleónica. La Iglesia
rogó mucho ante el Santísimo Sacramento por el feliz regreso del Papa a
Roma.
A partir de este
momento la devoción se afianzó en Roma y comenzó a extenderse por el mundo
católico.
En consonancia con
este deseo de la Iglesia, la piedad eucarística del Jubileo de las 40 Horas,
por su carácter expiatorio, suplicante y eucarístico, ayuda a muchos fieles a
configurarse con Cristo y de estar en sintonía con su obra redentora, a través
de la oración, que "es el medio privilegiado para relacionarnos con
Cristo, para contemplar su rostro y aprender a servir a los hermanos.
En este sentido, el Jubileo de la 40 Horas, desde sus orígenes, ha enseñado a los fieles a unirse a Cristo resucitado, presente en el Santísimo Sacramento del Altar, recordando el momento de su Pasión: su permanencia en el sepulcro muerto por tres días. Esto es posible porque la institución del Sacrificio Eucarístico, desde su nacimiento, tiene inscrito de forma indeleble el acontecimiento de la pasión y muerte del Señor, que no sólo la evoca sino que la hace presente sacramentalmente.
En este sentido, el Jubileo de la 40 Horas, desde sus orígenes, ha enseñado a los fieles a unirse a Cristo resucitado, presente en el Santísimo Sacramento del Altar, recordando el momento de su Pasión: su permanencia en el sepulcro muerto por tres días. Esto es posible porque la institución del Sacrificio Eucarístico, desde su nacimiento, tiene inscrito de forma indeleble el acontecimiento de la pasión y muerte del Señor, que no sólo la evoca sino que la hace presente sacramentalmente.
Terminamos
aclarando que se denomina “circular” porque va celebrándose en distintos
templos que lo tienen concedido, cubriendo los 365 días del años.
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