(Jorge Hernández).- Gritos de desesperación, estruendos de bombas,
aviones, ráfagas, procesiones por las calles con los muertos, gente
escapando, evacuando la zona, desorientados, sin rumbo fijo... se han convertido
en nuestro cotidiano pan de lágrimas.
El agua escasea. Son ya cuatro días sin electricidad, luego de que las
turbinas fueran destruidas. Escasea la medicina en los hospitales.
En estos últimos días los enfrentamientos han sido particularmente intensos,
por ambas partes, como también ha sido grande el impresionante número de
víctimas que a diario debemos lamentar en esta guerra.
Guerra que, a juzgar por las declaraciones de los responsables, no parece
tener un final cercano, sino todo lo contrario.
Nosotros estamos bien. No han bombardeado la parroquia, como apareció en
algunos medios. Por gracia de Dios seguimos adelante, tranquilos y serenos,
haciendo lo que se puede.
Aprovecho este medio, para agradecer personalmente a la gente de la
Representación Argentina ante la Autoridad Palestina, de la Embajada Argentina
en Israel y de la Embajada Argentina ante la Santa Sede, por la cercanía y la
total disposición para cualquier ayuda o servicio que nos pudiera hacer falta.
El gobierno argentino está ayudando a la parroquia a través de Caritas
Jerusalén. En momentos como estos, estas actitudes son realmente valiosas.
Como también agradezco a las miles de personas que, en todo el mundo,
rezan para que se detenga esta espantosa masacre. A todos, y cada uno de
ellos, vaya nuestro más sentido agradecimiento, con la esperanza cierta de que
nuestro Señor Jesucristo les recompensará según su infinita misericordia, pues
es una obra hecha a Él mismo: "lo que hicieres a uno de estos mis pequeños, a MÍ
me lo hicisteis".
RD
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