Sin ataduras, ni dependencias, ni agobios, ni obsesiones... Un amor saludable e inteligente tampoco conoce presiones, posesiones, estrés... Lo cuenta el psicólogo Walter Riso en su nuevo libro «Enamorados o esclavizados», un manifiesto por la independencia afectiva aún teniendo pareja. El autor aboga por tomar las riendas de la propia autonomía emocional junto y al lado de ese o esa compañero/a especial, que cada uno disfrute de su espacio en esta vida con respeto, sin ataduras que anulen el desarrollo de la personalidad. Dice Riso que el amor debe ir «ligero de equipaje, libre y vital». Por eso, en sus páginas desgrana las señales que emiten aquellos que se dejan llevar y siente un amor dañino para la relación y para el otro. Además, ofrece sus consejos y reflexiones para afrontar esos sentimientos que pueden envenenar una pareja hasta destruirla.
El psicólogo considera que estos son los amores más dañinos para una relación.
El amor obsesivo
«La obsesión implica que el amor se vuelve insaciable en la relación. Uno de los miembros de la pareja nunca está satisfecho con su relación, no puede hacer nada sin su pareja, y demuestra una gran dependencia», explica Riso. Un amor de estas características «es empalagoso y no tiene límites», con lo cual genera adversión con el tiempo. Es una de las sensaciones que sentirá la persona que sufre una relación así: al final se verá obligada a dar lo que quiere o no puede ofrecer, a estresarse por lo que exige esa relación amorosa, y hasta sentirse acosada.
«Los que aman demasiado no soportan estar lejos de la persona amada ni un minuto, una separación de días se les convierte en un suplicio», afirma el autor de «Enamorados o esclavizados». Eso conlleva a que sienten la necesidad de estar cada vez más tiempo junto al otro; a tener pensamientos obsesivos (¿qué estará haciendo ahora?); a magnificar las virtudes del amado y creer que roza la perfección; e incluso a aumentar la frecuencia e intensidad de las relaciones sexuales. «Un error —dice Riso—, porque una relación necesita más cosas aparte del deseo: comunicación, buen humor, proyectos, gustos comunes, sintonía y respeto».
Amor fusionado
«Una pareja totalmente fusionada implica que ha perdido la identidad de uno mismo, se pierde el amor propio. Una persona no puede renunciar a lo que es», explica Riso. Si ese rol se establece en la relación es que uno no ama o ama mal, dice el psicólogo. Amar significa dejar que el otro sea como es y uno mismo ser como es.
Muchos enamorados de este tipo terminan adoptado los mismos gestos, chistes y hasta la forma de vestir de su pareja. La imitan. Pero puede llegar a más: aun instinto de posesión (¡eres mío/a!) y a pensar que uno mismo es parte de la otra persona.
El amor temeroso
«El miedo a la pérdida de la relación denota una persona insegura que tiene miedo al fracaso y al abandono», cuenta Walter Riso. Ese mismo miedo trae consigo otros muchos: el miedo a que la persona amada decepcione, a que el amor decaiga sin razón aparente, a que nos sea infiel y a que nos abandonen. «Este es el miedo que más caracteriza a los dependientes emocionales», afirma Riso.
Para hacer frente a todos estos temores, el psicólogo recomienda aceptar y concienciarse de que en el amor no hay certezas, de que es necesario asumir la incertidumbre.
El amor opresivo
Para Walter Riso «el amor debe respeta la Carta de los Derechos Humanos, en el sentido de respetar la libertad de cada uno». Es uno de los principios fundamentales para un amor sano e inteligente según aconseja este psicólogo. Y eso consiste en «respetar que el otro tenga sus propios amigos, actividades, sus propias preferencias, gustos y opiniones». En definitiva, que cada uno respete el desarrollo de la libre personalidad, sus principios, valores, metas esenciales y vitales.
Los cuatro pilares del amor perfecto
1. La confianza es básica. «La certeza de que el otro nunca te va a hacer daño intencionadamente si no tienes esta certeza vas mal», explica Riso.
2. El erotismo, «que fluya el deseo por el otro como un postre».
3. La amistad. Ser compinches, cómplices, tener humor en común y ganas de proteger al otro.
4. El afán de cuidado hacia el otro, «que tu dolor me duela».
M.J. Pérez Barco
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