1.-
Siéntete responsable de tu familia o grupo, de todos y cada uno de los
miembros. Y sirve, pues en el grupo, todos estamos para servir. Sirve aunque
tus compañeros de grupo sean, a veces, comodones.
2.-Respeta a las personas
–aunque éstas tengan sus taras, poca cultura…-, sin intentar jamás manipularlas
para tus fines personales o institucionales. El respeto sincero y profundo
hacia la persona de los otros miembros
del grupo es una actitud fundamental de cara al proceso de crecimiento y
maduración del mismo.
3.-Acepta a los miembros
del grupo como son, sin intentar que sean como te gustaría que fuesen. Todos
tienen derecho, como tú, a ser ellos mismos, a ser “diferentes”. Y tienen a su
pesar, taras como tú, de las que no es fácil desprenderse. No olvides que
tenemos frecuentemente la tentación de hacer a los miembros < a nuestra
imagen y semejanza > o a la medida del ideal personal.
4.-Alaba con naturalidad
las cualidades de tus compañeros de grupo, y celebra sus aciertos, tanto en
presencia, como en ausencia. Haz de esta alabanza y celebración, objeto de
oración gozosa ante Dios, Padre de todos los miembros del grupo. Esta actitud
positiva da cohesión al grupo y lo fortalece notablemente. Es contrario a esta
actitud de competir, envidiar, querer sobresalir sobre los otros, dominar.
5.-Cultiva la educación
en las relaciones comunitarias, con sencillez y naturalidad. Pide las cosas por
favor; si haces algo mal, solicita perdón y rectifica en lo posible. Agradece a
los demás sus pequeñas o grandes atenciones contigo o con el grupo y trata de
tenerlas mayores con todos.
6.-Acoge, estimula,
ayuda, sonríe, defiende, aplaude, alienta, gratifica…, a los miembros del
grupo. Esto influye siempre positivamente en la convivencia, en el trabajo
común y fortalece los vínculos internos del grupo. Y no olvides que la
corrección fraterna, nunca debe brotar como desahogo de la cólera o de la
molestia personal. Es una expresión de amor al otro y debe hacerse en un
ambiente de confianza y cariño. No se le
puede hacer el bien a quien no se le quiere bien.
7.-Sé tú mismo, diáfano,
veraz, auténtico, consecuente…No te permitas la doblez, la falsedad, la
mentira, las máscaras, la doble cara…La convivencia verdaderamente humana se
edifica sólo por y sobre la verdad y desde la sinceridad.
8.-Vive las alegrías y
tristezas de los miembros del grupo como las tuyas. Haz tuyos sus problemas y
preocupaciones. Gózate de los triunfos
del grupo y de sus integrantes, como de los propios. Todas las personas suelen
ser muy sensibles a esta constructiva actitud de solidaridad.
9.-Procura servir a
fondo perdido, sin pasar facturas, ni cobrar comisiones, sin exigir respuestas,
lejos de una actitud mercantilista. Si algo no puede ser objeto de negocio
dentro del grupo es la amistad, el servicio, el amor. Ama lealmente. El amor
leal es el que se ofrece en libertad a alguien aun a sabiendas de la
posibilidad, o más aún, de la certeza de no ser correspondido. Nunca te
coloques en el centro de tu grupo. No es el sitio del que sirve.
10.-Acepta y ama a las
personas del grupo por ellas mismas, no por el provecho que pueden reportarte.
Interesarse continuamente y con sinceridad por los miembros del grupo –aunque
en ocasiones no se interesen por ti o tus cosas- hace provechosa la convivencia
y vivificante la vida del grupo. Y desde luego, es una actitud que construye el
mismo.
11.-Haz un esfuerzo
–grande si fuera necesario- por comprender, perdonar y olvidar los roces,
malentendidos y conflictos que se hayan producido en, el grupo. Son
inevitables. Esto no es lo peor, sino el guardarlos dentro –rumiarlos-,
aumentar su importancia dándoles vueltas…Esto sí que es funesto para el grupo.
La incomprensión y la cerrazón secan las fuentes del dinamismo y la alegría. El
perdón cura y restaura.
12.-No dramatices ni
magnifiques los pequeños roces de cada día. Sin un sentido del humor que nos
impida tomar demasiado en serio nuestras pequeñeces no seremos capaces de crear
grupo sano que signifique un aporte a nuestra sociedad.
13.-Acoge al otro –metiéndote
en su pellejo-, aunque esto sea difícil, y acepta, escucha, comprende, anima y
sirve en la medida en que el quiere ser servido por ti. Vive unido a los
miembros del grupo desde dentro –por el corazón- y no por la mera epidermis de
un mismo lugar, una misma tarea, unas normas comunes, una simple convivencia…
14.-Cultiva con gran
interés el buen humor, la alegría, el optimismo y coopera así al bienestar del
grupo. Este precisa del gozo compartido, del relax comunitario, del sentido
festivo de la vida, para hacer más sencillo y fácil lo difícil de la
convivencia humana.
15.-No critiques jamás
la conducta de los miembros del grupo y menos a sus espaldas. No airees sus
defectos ni los fomentes. ¿Quién no tiene defectos? En este campo, intenta
comprender, animar y ayudar con amor. Hay que querer a los miembros del grupo
como son, incluyendo sus aspectos defectuosos, sin que esto supongo pactar con
el mal.
16.-Empéñate en
descubrir día a día, reunión a reunión –en extensión y profundidad-, lo
positivo que hay en tus compañeros. Y ten muy en cuenta que, cuando se ama
suficientemente a las personas, se encuentra en ellas lo bueno y positivo con
facilidad. Si ves muchos defectos en un miembro de tu grupo, pregúntate si lo
quieres mucho.
17.-Expresa tu ve con naturalidad
y sencillez. Ora y ayuda a que ore el grupo. Una familia que no reza, se
banaliza y pierde la identidad.
18.-Trabaja para que tu
grupo no sea coto cerrado, grupito narcisista sin cohesión con otros grupos.
Cultiva la apertura, la universalidad; procura que el grupo se esfuerce por
vivir con estilo verdaderamente de común unión.
19.-Arrima el hombro a
las cargas de los otros. Con eso cumples la ley de Cristo. Sé paciente, afable.
No tengas envidia. No te jactes ni te engrías. No seas grosero ni busques lo
tuyo. No te exasperes ni lleves cuentas del mal. Disculpa siempre. El amor no
falla nunca. (cfr Ga6, 2;1 Co 13, 4-8). Por este camino se forma un auténtico
grupo cristiano.
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