TRADUCCIÓN

domingo, 17 de febrero de 2013

LA VIRGEN DE CZESTOCHOWA

Desde hace casi dos meses, de forma casi inadvertida para los medios de comunicación, pero recibida por fervorosas multitudes allí por donde pasa, está viajando por España una de las imágenes más sagradas para el Oriente de Europa, que este fin de semana se encuentra ya en Madrid: el Icono de la Virgen de Czestochowa, Patrona de Polonia.
En efecto, poco antes de Navidad, la imagen arribó a España por Guipúzcoa, recorriendo por etapas toda la franja cantábrica, yendo a parar, significativamente, en Covadonga y Santiago de Compostela, santuarios españoles de tradicional resistencia cristiana y nacional. ¡Todo un símbolo! Atravesó después Galicia, León, Castilla y Aragón, recorrió Cataluña, tierras valencianas, las Baleares, Castilla La Nueva, Murcia y las provincias andaluzas, parando siempre en parroquias y monasterios, recibida en todas partes por miles de fieles españoles con rezos, respeto y mucho fervor.
 
La llegada de la Virgen de Czestochowa a nuestra patria se enmarca en el transcurso de una peregrinación ecuménica organizada por cristianos católicos y ortodoxos, denominada De océano a océano, que desde mediados del año pasado recorre toda Asia y Europa, desde Vladivostok, en el Pacífico, hasta Fátima, en el Atlántico. Con el objetivo primordial de defender la vida, la familia y los valores del amor y del cristianismo, frente al materialismo capitalista y relativista de todo tipo, uniendo para ello a hermanos católicos y ortodoxos a través de la Madre de Dios.


 
Escuela de Lucas
Nuestra Señora de Czestochowa es una de las reliquias más sagradas del Cristianismo, muy reconocida en toda Europa, una sagrada imagen venerada tanto por católicos como por ortodoxos, protectora de los valores nacionales y familiares, de la maternidad y de la infancia, considerada por la Iglesia católica Maryja Królowa Polski, o sea, María Reina de Polonia. Está documentado que la imagen fue donada al monasterio de Jasna Gora (“montaña brillante”) por el príncipe polaco Wladyslaw (Ladislao) de Opole en el año 1382, que lo había recibido como regalo de bodas en la actual localidad ucraniana de Belz, procedente de Rusia. Antes, su origen histórico está en Constantinopla, remontándose a época Tardoantigua o Altomedieval; en cualquier caso, de forma previa al Cisma de Oriente y Occidente.
No en vano, es uno de los iconos ortodoxos más antiguos que se conocen, perteneciente a la llamada Escuela de Lucas, que la tradición considera realizado por el propio apóstol; en cualquier caso, un icono antiquísimo y de gran valor y fuerza espiritual, conocido entre los ortodoxos como “victoria invencible”, en cuyo honor se canta, precisamente, el himno Reina victoriosa.
Para la católica Polonia, nación centroeuropea maltratada por sus vecinos y borrada del mapa entre finales del siglo XVIII y principios del XX, Nuestra Señora de Czestochowa, la Virgen Negra, es todo un símbolo nacional, además de religioso, equivalente de alguna forma, para nosotros, como españoles, a la Virgen de Covadonga o la Virgen del Pilar, muy milagrosa, directamente ligada a acontecimientos patrióticos en que la propia existencia del pueblo polaco estuvo en entredicho. Prueba de ello son las heridas que muestra el icono: varios cortes en el cuello y la cara de la Virgen, provocados por sendos ataques, el primero por una flecha tártara musulmana en el siglo XIV y el segundo por una espada hereje husita en el siglo XV. Cortes que al parecer reaparecen siempre, a pesar de varias restauraciones, y que para los cristianos representan una elocuente invitación a entregar la vida si es necesario para defender nuestros principios, nuestros valores y nuestra fe.
‘El diluvio’
Así, y sobre todo, la Virgen Negra animó, inspiró y salvó a los polacos durante el asedio al monasterio de Jasna Gora en el año 1655, en lo que constituyó una auténtica hazaña nacional. En aquella fecha, Polonia se veía invadida desde todos los puntos cardinales por rusos, turcos, cosacos y, también, por las tropas luteranas suecas del rey Carlos Gustavo, que había desembarcado en las costas bálticas del norte del país y progresaba por las llanuras polacas sin oposición. Su avance, sin embargo, se vio detenido bruscamente al atacar el monasterio-fortaleza de Jasna Gora. Allí, el rey de Polonia Juan II Casimiro Vasa, se encomendó a la Virgen de Czestochowa, arrollidándose ante ella y ofreciéndole su corona. Lo que pasó después lo conoce hoy día cada polaco, pues tras una heroica resistencia frente a los repetidos asaltos de la fuerzas suecas, numéricamente muy superiores los patriotas polacos que defendían el Santuario resultaron finalmente victorioso, dando impulso al contraataque y alzamiento nacional de toda Polonia frente a los invasores, tal y como describe el premio nobel de Literatura Henryk Sienkiewicz, magistralmente, en su deliciosa novela El diluvio.
Más recientemente, la imagen, venerada especialmente por Juan Pablo II, que la visitó en su primer viaje a Polonia en 1979, se consideró un símbolo de refugio, unidad y libertad de todos los polacos frente al régimen dictatorial comunista que soportó la nación entre 1948 y 1988, considerándose a la Virgen de Czestochowa como la que liberó al Este de Europa del ateísmo socialista.
(*) Manuel Chacón Rodríquez es profesor de Historia especialista en Europa Centroriental.

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