Puede que el 21 de diciembre no. Pero dentro de una carpa de circo húmeda, recién terminada una función, la sensación es la de que el mundo se ha acabado hace horas. Ni un ruido. El último pase del Circ de Nadal de Valencia es el de Fofito y Mónica Aragón: con El auto de papá, la gallina Turuleca, que pone un huevo, pone dos y pone tres, la abuela de Don Pepito y los demás secundarios.
Fuera, el viento le pone ganas para arrancar del suelo las piquetas mientras el techo aletea. Lo menos que uno espera en esas circunstancias es ver aparecer una amenaza con la cara pintada: un payaso riendo como un loco o saltando por encima de las sillas con una navaja en la mano. Pero no. Alfonso Aragón, Fofito, sale según el canon: zapatones, camiseta roja larga y bombín.
-A lo mejor, esto no sale igual, por falta de práctica, pero... ¿Cómo está usteeeeed?
-Bieeeeeen.
Fofito, hijo de Fofó, sobrino de Gaby y Miliki, ha vuelto a los titulares no porque el circo haya regresado a la ciudad (de hecho, en una misma manzana hay hasta tres carpas instaladas), sino por poner rostro al currículum de todos en un anuncio en el que acaba mandando lonchas de salchichón al FMI.
"Para mí fue una sorpresa que me llamaran y después de que se ha hecho el anuncio todo el mundo me está felicitando", admite. Luego tuerce la nariz de coña. "Se podría hacer mejor. Ha salido muy bonito y la gente está muy contenta pero Fofito es muy exigente. Esto se podía haber hecho en una semana, más tranquilamente".
Hay partes de la entrevista con el payaso en las que las respuestas parecen formar parte de un gag. Contesta con desorden, siempre lo que le da la gana, y a veces su respuesta parece responder a la pregunta de cinco minutos antes, cuando la de entonces tampoco tenía sentido aparente. Le interrogamos ahora por el misterio que hace que los niños del siglo XXI reciten de memoria las partidas de ajedrez del ratón de Susanita o por qué saben que su abuela, que es muy coqueta, toca la trompeta. Y entonces Fofito se olvida de todo y se acuerda de su nieto.
"La única crítica mala que me han hecho del anuncio me la hizo mi nieto, que me preguntó por qué no llevaba la camiseta roja. Le dije que estaba en el circo para trabajar, le expliqué por qué vestía de negro y lo entendió, con tres añitos...", cuenta.
Antes de encender la cámara ya había presumido de nieto. Los profesores de la guardería tuvieron que citar a los padres en tutoría porque el crío se "inventaba" que las canciones de fin de curso eran de su abuelo. "Es que su abuelo es Fofito", le tuvieron que hacer ver a la maestra. Y punto.
"En mi currículum pondría simplemente 'soy Fofito'. Así me conocen en todos lados". No hay más. Iba para médico y ha acabado siendo, tras la muerte de Miliki, un ejemplar de fin de especie de los payasos de la tele. "Me siento un poco desamparado. Ya desde que faltó mi padre... Yo no he tenido un padre, he tenido tres: Gaby, Fofó y Miliki. Gaby me enseñó el saxofón, me enseñó idiomas, tocaba más de 12 instrumentos... La sencillez y la humildad me las enseñó Miliki, que entrara a los despachos con respeto, con educación. Y mi padre me enseñó todos los trucos para poder hacer reír lo mismo a un pequeñajo que en un cabaret para adultos".
¿Y ahora qué? Fofito explica que, una vez terminado el anuncio, se acercó a los responsables de Campofrío y les dijo: "Claro, como hice el primero y el segundo ya no haré el tercero". Mec. La firma de alimentación tiene intención de seguir contando con el payaso y los rostros más conocidos del humor para que protagonicen los próximo anuncios de Navidad.
La compañía, con estas campañas (la primera, con Gila como protagonista y motivo, y la segunda, la que se ha emitido este año), muy mediáticas y marcadas por un optimismo enfermizo, se ha posicionado en unas fechas señaladas como antes lo hicieron otras, como Freixenet con sus burbujitas y alguna que otra cara conocida, o la Lotería con el Sorteo de Navidad y 'el calvo' más entrañable del planeta
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