Esta historia nos
llega por voz de algunas de sus protagonistas directas. Érase el año 1958. En
la ciudad de Úbeda faltaban aulas para atender a niños y niñas con ansias de
aprender. Y érase que en el Hospital de Santiago había dos Hijas de la Caridad
que, antes de la guerra, daban clases a menores. Se trataba de sor Nieves
Mollinedo y sor Patrocinio Saldaña. Terminada la guerra quedaron prestando
servicio a los enfermos. Pero la semilla de la enseñanza no se perdió.
Entonces llegó a
Jaén un nuevo obispo, Félix Romero Mengíbar. Traía nuevas inquietudes, conoció
Úbeda y, según cuenta, se quedó prendado. Como pastor que era, pensó en la
infancia y juventud de la ciudad. Y en el hospital encontró a las hermanas que
la hablaron de su trabajo en la enseñanza. Así volvió a brotar aquella semilla.
En eso que
llegaron otras dos hermanos, sor Magdalena Sánchez y sor Ángeles Marquina. Y
con la implicación de todos los citados se puso en marcha el colegio de La
Milagrosa, que quedó establecido en las dependencias del hospital, con la
condición de que dichas religiosas ayudasen en lo posible en el trabajo con los
enfermos. Después, otras dos religiosas se sumaron al proyecto, sor Francisca
Fernández y sor Ventura Luaces, aumentando el número de profesoras y de aulas.
Trabajando mucho y
bien, llegó la reconsideración por parte del Gobierno español de la situación
de la Enseñanza Primaria en el país. La demanda de plazas para escolarizar
niños aumentó y las aulas escaseaban. En esta tesitura se encontró también el
colegio de La Milagrosa. Por una parte, en el hospital ya no había más sitio
disponible. Y por otra, la Inspección de Enseñanza Primaria apremiaba para que
se buscase un edificio en mejores condiciones.
Ante ello, el
Ayuntamiento, presidido por Jerónimo Garvín, se tomó interés, pero ninguno de
los edificios disponibles reunía las condiciones adecuadas para un centro de
enseñanza. Previamente, el Ministerio de Educación había decidido hacer un
estudio de cada una de las provincias para valorar su situación en cuanto a
población escolar, aulas y enseñantes.
En la provincia de
Jaén lo hizo directamente el director general de Enseñanza Primaria, quien,
lógicamente, visitó Úbeda. Si la memoria de quienes nos cuentan esta historia
no falla, ocurrió en la primavera de 1959. Y para exponerle una visión correcta
de la situación y de los problemas de la educación en la ciudad, el alcalde
reunió a todos los directores de centros, estatales y privados.
En estas
circunstancias, las Hijas de la Caridad, representadas por su superiora y
directora, sor Purificación Díaz, solicitó ayuda para la construcción de un
edificio acogiéndose al decreto de reciente publicación el cual el Ministerio
de Educación y Ciencia concedía, a fondo perdido, el importe de la construcción
a aquellos centros que demostraran la necesidad de dichas instalaciones. El 75
por ciento del importe lo ponía el Ministerio, y el 25 por ciento restante se
lograba mediante una declaración de interés social, a devolver en 30 años al 4 por
ciento.
La noticia corrió
rápidamente por Úbeda. Pilar Lope y Joaquín Palacín invitaron a las hermanas a
su casa (no era la primera vez que lo hacían, pues en verano las monjas
descansaban por turnos en su finca de La Yedra) y en aquella ocasión les ofrecieron
el suelo que necesitasen en los terrenos de su propiedad, junto a la Ermita del
Pilar.
Con toda la
documentación en regla y concedida la subvención (aunque no cobrada), se nombró
arquitecto a Miguel Ángel Hernández Requejo, y aparejador a Baltasar Muñoz
Lara. Y tanto los encargados de obra, como todos lo obreros fueron de Úbeda,
por expreso deseo del entonces Gobernador de Jaén, Juan Manuel Pardo Gayoso,
quien pagó toda la cimentación de los distintos edificios. Fue el obispo Romero
Mengíbar quien presentó a las hermanas al constructor de la obra (de apellido
Navajas) y al asesor jurídico (apellidado Aguillera Siller).
Así, se dio
comienzo a la intervención el día de la Virgen del Pilar de 1965 (el 12 de
octubre).
Cuando el
constructor tenía realizada la tercera parte de las obras, rogó que se hiciera
un adelanto del importe, pero el ministerio no entregaba la mitad de la
subvención hasta no haber cubierto aguas(tejados). Por ello, se hizo una
consulta al Banco Central y su director, Antonio Guerrero, concedió un crédito
puente avalado por Sebastián Villar Arroyo, Julio Corzo y un tercero apellidado
Espinar.
Pasaron los meses.
Y recibido el total de la subvención, en los primeros días de enero de 1967 las
alumnas se trasladaron al nuevo centro tras haber sido equipado con los muebles
de las aulas del hospital. Los elementos de la capilla y el material para
amueblar las nuevas aulas se construyeron en los talleres de SAFA con el mínimo
coste y fueron pagados con cuenta gotas. El crucifijo de la capilla, una talla
de Ramón Cuadra y Marcelo Góngora, fue regalo del constructor del colegio. Y
cabe añadir que tanto el arquitecto como el aparejador renunciaron a sus
honorarios.
Los ingresos que
recibía el colegio procedían de la aportación de 10 pesetas por cada alumna,
con lo que se les pagaba a las profesoras un sueldo mísero, que no era de
justicia. Así, el centro se encontró en un callejón sin salida. En una de las
visitas del inspector de la Delegación de Jaén, se informó a las hermanas que
el Ministerio estaba estudiando crear centros privados subvencionados. Para
entonces ya funcionaba la Asociación de Padres de Alumnos (APA), con una
directiva formada por Rafael Vañó, José Luque, Eduardo García Valero y Luis
Molina. De esta forma, se estudió la manera de poder llegar al Ministerio y
recibir información suficiente para hacer la petición.
Con la
documentación acreditativa, avalada por el informe muy favorable de la
Inspección de Enseñanza Primaria, la dirección del centro y la directiva de la APA,
fueron recibidas por el director general de Programación e Inversiones, quien
quedó sorprendido de cómo le expusieron la realidad y situación del colegio.
El tema de los
centros privados subvencionados estaba en estudio, pero los de Úbeda se mostraron
decididos. Pasados unos días, el propio director general José Ramón de Villa
Elizaga se puso personalmente en comunicación con el centro ubetense para pedir
que de nuevo se presentasen en el Ministerio y así ultimar las condiciones para
la concesión de lo solicitado.
Con ello, La
Milagrosa empezó su andadura como colegio privado subvencionado, su personal
quedó incluido en la Seguridad Social y además la enseñanza empezaría a ser
mixta. En dos meses se recibieron los sueldos del profesorado de Enseñanza Primaria.
Y para las profesoras de Párvulos, que no quedaban incluidas en la subvención,
la comunidad decidió ceder sus propios sueldos para poder pagarles y evitar
desigualdades.
El colegio siguió
funcionando y, con el paso de los años, fue adaptándose a la realidad de cada
momento hasta llegar a nuestros días en perfecto estado de salud. Pero eso ya
es otra historia.
Ideal Úbeda
HIMNO DEDICADO
AL COLEGIO
"LA MILAGROSA"
A ti
nunca te cueste creer
que en este Colegio de monjas
personas libres han de crecer.
A ti
nunca te cueste pensar
que
en este sencillo colegio
siempre enseñan a saberse dar.
....
Colegio de La Milagrosa
prenda del más hermoso ideal,
legado de Luisa y Vicente,
lección de amor para esta ciudad.
Bajo tu porche sólo pienso
en
un futuro mucho mejor,
donde todos seamos uno
transformados por la educación.
Santo y seña de mi identidad,
tú me haces un infinito bien
y me abres a la realidad
Colegio que dibujas mi ser
con pinceladas de humanidad;es el progreso tu fiel norte
para ofrecerlo a la sociedad.
Trabajo, saber y deporte,
salen de unas manos expertas,fijos los ojos en horizontes,
que Jesús fijó como metas.
Colegio de La Milagrosa
¡siempre adelante, nunca
hacia atrás!,corazón y mente prendidos
dando a todos paz y libertad.
P.G.L.
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