Cuando uno piensa en el deportista más rico de todos los tiempos, a la cabeza vienen las imágenes de las grandes figuras del momento, aquellos que además de dominar en una especialidad bien pagada, como el fútbol o el baloncesto, son imágenes universales de sus equipos y de distintas marcas.
Pero no, no se trata de Cristiano Ronaldo, ni de Michael Jordan, ni de Roger Federer, ni de Michael Schumacher. Ni siquiera de Tiger Woods, quien según la revista Forbes se convirtió en el primer deportista en superar a lo largo de su carrera los 1.000 millones de dólares en ganancias.
La sorpresa la trajo el profesor Peter Struck, catedrático de la Universidad de Pennsylvania, quien a través de una investigación demostró que ese honor le correspondía a un deportista que desapareció hace más de 20 siglos. Se trata del auriga Cayo Apuleyo Diocles.
Las carreras de cuadrigas eran el gran espectáculo en la época del Imperio Romano. Sus salvajes y agresivas competiciones -una carrera limpia es una carrera aburrida- eran seguidas por grandes masas de aficionados. Y entre todos los aurigas, Diocles destacó por encima de los demás.
Compitió durante 24 años, una carrera inusualmente larga, durante los cuales logró 1.462 victorias, la gran mayoría de ellas ellas además en los eventos más importantes o, lo que es lo mismo, en los que más metálico ofrecían a los vencedores.
De ese modo, según el estudio de Struck, Diocles llegó a acumular una fortuna total de 35.863.120 sestercios, suficiente para, por ejemplo, mantener al ejército romano durante dos meses. El profesor afirma que usando los estándares actuales del ejército de los Estados Unidos, esa cantidad equivaldría hoy en día a unos 15.000 millones de dólares.
¿De origen español o portugués?
Cayo Apuleyo Diocles había nacido en Lusitania, provincia romana que equivaldría actualmente a una parte importante de Portugal, Extremadura y algunos terrenos de las dos Castillas. Cuando comenzó a brillar como auriga se trasladó a Roma, donde se consagró en el circo de Nerón, en la actual Ciudad del Vaticano.
Tolo Leal
NOTA: Podían ser hombres libres o, a veces, esclavos. Y
eran auténticos especialistas en bigas, trigas o quadrigas, en función de
si conducían dos, tres o cuatro caballos. Dirigir una quadriga era muy difícil y
eran muchos los aurigas que no acababan las carreras. La dificultad provenía
tanto de la cantidad de carros que corrían al mismo tiempo (más de 8), como de
la velocidad a la que se tomaban las curvas de la spina del circo.
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