ADIOS DON CAMILO
(J. C. R. García Paredes, en Más de Cerca).- Acaba de dejarnos el hombre que sonrió en todos los continentes y llevó ánimo a los desalentados por el sistema. Llevaba consigo una felicidad paradójica. Sonreía y hacía sonreír a pesar de la tela de araña que lo acosaba. Cuando salía de sus silencios, era una delicia escuchar sus relatos, y oirle decir sin tapujos la verdad de aquello que ocurría. No tenía fijaciones. Dijo la verdad, fue testigo de la verdad y nunca pactó con la hipocresía. No se defendía a sí mismo, sino a sus hermanas y hermanos de calumnias, de ofensas (primero del Carmelo, después a sus hermanos y hermanas religiosos -como presidente de la Unión de Superiores Generales-, y, sobre todo a los más pobres y oprimidos del planeta). Camilo sabía demasiado, conocía los entresijos del poder... y por eso resultaba difícil atacarle, o condenarlo. Era un gran creyente. Hablaba con Dios. Siempre amanecía en la presencia de Dios. Le apasionaba la Palabra, siempre fuego ardiente en su corazón. Hizo de ella su espada, la fuente de su teología, de su espiritualidad. Su teología nacía de la Palabra. Por eso era sencilla, popular, accesible. Rehuía las formulaciones abstractas, las complejas estructuras teóricas de ciertos pensadores. Fue promotor -junto con Carlos Mesters y otros- del proyecto de la CLAR "Palabra y Vida". Fue desaprobado por el Episcopado Latinoamericano y altas instancias. Pero después el Espíritu hizo que el proyecto resurgiera en las más variadas formas.
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