TRADUCCIÓN

domingo, 9 de junio de 2019

LAS LEGIONES ROMANAS. ORGANIZACIÓN Y RANGOS.





Muchos de nosotros al ver películas, leer libros o mirar algún documental nos maravillamos ante lo que fueron las Legiones romanas, una máquina de guerra que arrollaba todo a su paso, y que pudo conquistar casi toda Europa a punta de pilum y gladius. Efectivamente, las legiones romanas eran una organización admirable, que aún se estudian en varios ámbitos. Y a pesar de esto, surgen las dudas:
¿Cómo se organizaban estas Legiones romanas? ¿Por qué de esta organización? ¿Cómo estaban comandadas? ¿Hay equivalencia entre los rangos romanos y los actuales? El presente artículo buscará dar una respuesta a dichas preguntas.

Las reformas de Mario
A principios del siglo II A.C. el sistema defensivo romano de Legión manipular quedó en crisis. Urgía un cambio radical si es que Roma, amenazada, quería sobrevivir.
Tipos de Legión manipular tardía (A. McBride)
Tipos de Legión manipular tardía (A. McBride)
manipular
La Legión manipular (Osprey)
Hasta ese momento las legiones romanas se dividían en cohortes, y estas a su vez en manípulos. Había varios tipos de combatientes que eran (de más ligero a más pesado): velites, hastati, príncipes y triarii. El sistema manipular no era malo en sí, había demostrado su éxito a pesar de reveses contra los cartagineses y númidas. Era en definitiva una fuerza de soldados-ciudadanos de clase media, basada en los ingresos y las propiedades de los ciudadanos donde se preveía que los que poseían propiedades de hasta 3000 sestercios iban derecho a las legiones, el resto servía como velites, y que cada ciudadano se proporcionara su propio armamento. Estos legionarios-ciudadanos estaban motivados primero por el mantenimiento de su estatus material, y por consiguiente del mantenimiento de la República.
Pero en este período, la sangría de las guerras púnicas y desastres militares contra cimbrios y teutones redujeron sensiblemente la base de reclutamiento romana, hasta entonces. Roma se había quedado prácticamente sin clase media, sin base para su fuerza de legionarios-ciudadanos.
Con este panorama es que en el año 107 A.C. el recién nombrado cónsul Cayo Mario se marca la difícil tarea de reformar todo el sistema militar romano, buscando solucionar los problemas que aquejaban al correcto funcionamiento del mismo.
Las reformas se realizaron en los siguientes puntos
Reclutamiento
Se eliminaron las condicionantes de propiedad para entrar en la Legión. Con esto, se dispuso de una base de reclutamiento amplísima. Los ciudadanos de las clases más pobres, que carecían de elementos para lograr elevar su estatus social vieron así una posibilidad de mejoras a través de una carrera militar, y se enrolaron en masa. El período de servicio se hizo de 25 años en los cuales el legionario no podía casarse. La República se haría cargo del equipamiento de cada uno de los legionarios, simplificando y unificando el mismo.
Tipo de combatiente
Lo más importante de todo es que se creó una fuerza de carácter permanente, que se entrenaba de forma constante, no cuando la situación lo ameritaba. Al proveer el Estado de armamento, el tipo de tropa se homogeneizó y se eliminaron los tipos de legionarios (velites, hastati, príncipes y triarii). El grueso de la Legión se volvió un tipo de tropa más de Infantería Pesada. Las tareas de Infantería más ligera, de lanzadores de proyectiles (arqueros, honderos) y de Caballería de choque pasaron a formar parte de las tropas auxiliares, que sustituían a las tropas asociadas, y eran tropas extranjeras que combatían por Roma, a cambio de conseguir la ciudadanía al fin de su período de servicio.
A pesar de que el Estado se hacía cargo de proporcionar al Legionario el equipo, éste era enteramente responsable por el mismo, así como de transportar durante las marchas sus enseres personales, mudas de ropa y víveres. Por esta razón los Legionarios pasaron a ser llamados jocosamente “las mulas de Mario”, viendo todo el equipo que cargaban durante la marcha.
Seguía siendo un tipo de soldado-ciudadano, pero las motivaciones para servir eran diferentes. Antes lo era por preservar el estatus que tenía, que el mundo que había creado el ciudadano no se destruyera, típico de alguien de clase media. Ahora en cambio la motivación estaba de la mano con subir en la escala social y hacerse un nombre, llegar a por lo menos ser clase media. Hay casos también de oficiales que desde los estratos más bajos hicieron carrera en la Legión y llegaron al Ordo Equestris.
Estructura
Una Legión constaba ahora de unos 6.000 hombres, de los cuales 4.920 eran soldados (el resto era tropa no combatiente). Cada una de estas legiones estaba constituida por diez cohortes (numeradas del I al X), y a su vez, estas cohortes tenían seis centurias cada una. Al revés que en el sistema manipular, los soldados más veteranos, los de la I Cohorte, combatían en posiciones primordiales del campo de batalla (a la derecha y a la vanguardia), mientras que los más bisoños, los de la X Cohorte, lo hacían en posiciones menos relevantes (segunda o tercera líneas, a la izquierda).
Las Centurias estaban compuestas por 100 hombres, 80 soldados y 20 no combatientes, y estaba al mando de un soldado profesional ascendido de entre la tropa y llamado Centurión. La Centuria era la unidad combativa mínima de la Legión. Acarreaba con ella todas las armas y demás provisiones e instrumentos necesarios para mantener a la unidad. Sólo a efectos de montar campamento, cada una de estas Centurias se dividía a su vez en Contubernia de 8 hombres, que compartían una carpa en el mismo. El Centurión más veterano de cada cohorte, llamado Pilus Prior era el comandante de la misma.
Contubernia en marcha (Angus McBride)
Contubernia en marcha (Angus McBride)
Por lo tanto los Manípulos son sustituidos por las Cohortes, y cada uno de los soldados a cargo de cada cohorte, tenía a su cargo un asistente llamado Optio, junto a otros cargos de suboficiales que se verá más adelante. El Centurión de la I Cohorte era el soldado más experimentado de todos, llamado Primus Pilus (o primipilo), que era un soldado de carrera y asesoraba directamente al Legatus, el comandante de toda la Legión en asuntos de la tropa. En épocas imperiales la I Cohorte era la más importante, y dada su posición de preeminencia dentro de la Legión, se le duplicó el número, 800 hombres en cinco centurias, aumentando la relevancia del Centurión Primus Pilus.
Como tropa adjunta, cada Legión contaba con 120 soldados de Caballería propios de la Legión, que realizaban tareas de reconocimiento y enlace. Era un tipo de fuerza muy ligeramente equipada, típica de las misiones que tenían. Estos soldados de Caballería ya no eran reclutados de entre los estratos más altos de la sociedad, sino que al igual que la Infantería, provenían del pueblo liso y llano. Para el Ejército Romano, la fuerza de Caballería de choque provenía de los auxiliares.
Así que para resumir, la Legión completa contaba con 6.000 hombres, de los cuales 4.920 eran combatientes (con 5.240 en épocas imperiales). A su vez cada Legión se dividía en diez cohortes, del I al X, que eran constituidas por 6 Centurias de 80 hombres cada una, cada una al mando de un Centurión, de los cuales los más veteranos comandaban la Cohorte completa, y el más veterano de todos la I Cohorte. Y los 120 soldados de Caballería.
La Legión imperial (P. Connolly)
La Legión imperial (P. Connolly)
Entonces la suma sería así:
6 Centurias x 80 = 480 – 10 Cohortes x 480 – 4.800 + 120 = 4.920 hombres
Cuando se modificó la I Cohorte la estructura pasó a formar de la siguiente manera:
1 Cohorte x 800 + 9 Cohortes x 480 – 5.120 + 120 = 5.240 hombres
Rangos
La cadena básica de Comando era la siguiente. El comandante de la Legión era el Legatus, comandante de la Cohorte/Centuria era el Centurión. Y entre la tropa, los Milites, se elegía al jefe del Contubernium o Decanus (pero este era sólo un título nominal y no estaba enmarcado dentro de la Legión).
Se buscará además realizar una comparación con rangos actuales dentro de las Fuerzas Armadas, pero hay que hacer la aclaración de que es difícil encontrar equivalentes modernos dentro de la estructura de la Legión, donde a pesar de ciertas igualdades, el trato social seguía definiendo en muchos casos el rango. A pesar de esto algunos paralelos con la actualidad se incluirán.
A continuación se nombrarán desde el rango más bajo al más alto. Los rangos se discriminan por sueldo.
Tropa
a. Milites – Pedes (Soldado)
Era el rango base de la Legión. La gran mayoría de los legionarios tenían esta graduación. Eran 5.120 en total en la Legión imperial. Sometido a un riguroso entrenamiento y una férrea disciplina, con sus armas Roma conquistó casi toda Europa.
Legionario de la época imperial (A. McBride)
Legionario de la época imperial (A. McBride)
El Legionario comenzaba su carrera militar como Tiro (recluta), donde pasaba por un periodo de adiestramiento de seis meses, para luego pasar al cargo de Munifex o Miles Gregarius. A medida que iba avanzando y aprendiendo especialidades como Discens, podía obtener la consideración de Inmunes, que eran los legionarios que poseían alguna especialidad y podían ser relevados de ciertas tareas de campo, aunque por supuesto no todas.
El equipo estándar consistía en el casco (cassis), de muy buena protección en general, el único ornamento que poseían era una cresta que se colocaba en desfiles. La protección corporal era una coraza hecha de láminas (lorica segmetata) compleja pero con un buen balance entre protección y movilidad, y las siempre presentes sandalias de legionario (caligae), una pieza de vital relevancia y un verdadero avance tecnológico que permitían al legionario realizar largas marchas. Las armas eran dos jabalinas (pilum), el siempre presente gladio y como defensa el gran escudo (scutum) que podía usarse también ofensivamente.
Recibían la paga básica
b. Caballería
Los soldados de Caballería eran también legionarios de rango básico. Realizaban tareas de escolta, exploración y envío de despachos, y no tenían un rol importante en el combate, pues los romanos cedían la Caballería de choque a tropas auxiliares.
Como tal su equipo era más bien ligero, con una lorica hamata (cota de malla), una lanza (hasta) y una espada (spatha). Sus caballos no eran de tan buena calidad como la de los auxiliares, por las tareas que realizaban.
La Caballería legionaria cumplía funciones de exploración y enlace
La Caballería legionaria cumplía funciones de exploración y enlace
Estaban comandados por un Decurio, un rango de suboficial, y dependían de las órdenes del Legatus.
Al igual que los infantes, recibían la paga básica
Suboficiales
a. Cornicen (Cabo Especialista)
Eran quienes tocaban el corno, una especie de trompeta de la antigüedad. Se encargaban de realizar las órdenes sonoras a la Legión. Estas órdenes era por ejemplo, dirigir sonoramente las tropas durante los combates, marcar las cadencias de marcha, marcar las horas y toques durante el campamento (rancho, silencio, fajina, diana, etc.). Poseía el mismo equipo que el legionario común, salvo que su protección era una cota de mallas (lorica hamata). Un detalle distintivo era que estaba tocado por una piel de animal salvaje, generalmente un lobo.
Cornicen
Cornicen
Había uno por Cohorte, es decir 59 en la Legión imperial, y marchaban al frente de ellas. En caso de ausencia de otros subificiales también servían de asistente al Centurión.
Recibían paga 1.5 veces superior a la de tropa.
b. Tesserarius (Cabo de Guardia)
Era el soldado encargado de las guardias en el campamento. Los Tesserarius organizaban y comandaban por ejemplo las guardias nocturnas en campamento durante los acatonamientos o en épocas de guerra.
Tesserarius
Tesserarius
Su nombre proviene de la tessera único equipo diferente al del legionario, una especie de tableta de cera, donde se anotaba el santo y seña del día, para poder entrar al campamento.
Eran, al igual que los Cornicen, uno por Cohorte, en total 59, y también marchaban al frente de ellas. También recibían una paga y media.
c. Optio (Sargento)
Era el segundo al mando luego del Centurión, por lo que había también varios niveles de Optio, desde los segundos de Centuria, pasando por los segundos de Cohorte, hasta los segundos de la I Cohorte.
Podía ser designado por el Centurión o por sus compañeros, valorándose su valor, destreza militar y dotes de mando. Los Optiones (pl. de Optio) eran soldados vitales dentro de la estructura de las Legiones. En orden de marcha y de combate se colocaban siempre en la retaguardia de los legionarios (el Centurión iba al frente), para mantener el orden de las tropas. Las tareas que le eran encomendadas consistían en hacer cumplir las órdenes del Centurión, sucediéndolo en el mando de ser necesario, supervisar a las tropas y llevar tareas administrativas de la Centuria o la Cohorte. Se diferenciaba por el uso de dos plumas en el casco, visibles a los legionarios.
Optio (izquierda) junto a un Centurión (A. García Pinto)
Optio (izquierda) junto a un Centurión (A. García Pinto)
Estaba clasificado de entre los milites principales y poseía la categoría de duplicarius, es decir, estaba rebajado de tareas pesadas y cobraba doble paga. Aspiraba a ser nombrado centurión, y cuando había alcanzado la cualificación suficiente, recibía el título de Optio ad Spem Ordinis (Optio expectante de comisión). Había 59 en toda la Legión.
d. Portaestandartes (Sargento)
Siguientes en la línea de mando venían los portaestandartes, de los cuales habían también varias categorías.
El primero de ellos era el Signifer, era el que llevaba el estandarte (signum) de la Centuria o la Cohorte. Este estandarte era el emblema militar de la unidad, y un elemento importante como referencia visual en el campo de batalla. El estandarte generalmente venía acompañado de philarae (medallones), o también una mano humana abierta (manus) que significaba el juramente de honor de la unidad a Roma. Como se mencionó había un Signifer por Cohorte y Centuria, por lo tanto 59 en total y cobraban paga doble. Al igual que los Cornicen, usaban en combate una piel de lobo sobre su casco. También utilizaban un pequeño escudo llamado Parma en lugar del más grande scutum de sus compañeros, seguramente para mayor movididad.
Signifer
Signifer
El más importante de los portaestandartes era el Aquilifer, que llevaba el Águila de la Legión, el elemento simbólico más importante de la misma. Había uno sólo por toda la Legión, y era generalmente un soldado veterano, curtido y premiado por su conducta y valor. Aparte de servir como el referente simbólico de toda la unidad servía como custodio de los valores de la misma. Tenía una gran responsabilidad a cuestas, pues si el Águila se perdía en combate significaba una deshonra enorme para la Legión. Muchas veces las Legiones combatieron salvajemente para no ceder el Águila al enemigo, algunas veces de forma exitosa, como se nos cuenta pormenorizadamente el El Comentario de la Guerra de las Galias de César, y otras infructuosamente como en Carrhae o Teutoburgo.
Aquilifer y Signifer (A. García Pinto)
Aquilifer y Signifer (A. García Pinto)
El Aquilifer combatía generalmente con una capa de león u oso sobre su equipo, y utilizaban también el escudo más pequeño, el Parma.
Aquilifer (G. Embleton)
Aquilifer (G. Embleton)
El rango equivalente en la actualidad para este soldado en particular sería un Suboficial Mayor (el suboficial de mayor grado en la unidad), y era dentro de los rangos de suboficiales el mejor pago de toda la Legión. En épocas imperiales se creó una figura análoga, la del Imaginifer, que llevaba la imagen del Emperador.
Oficiales subalternos
a. Centurión
Entre la tropa y los oficiales superiores se encontraban los Centuriones. Este es el grado más estudiado de todos los que han compuesto una Legión, pero a su vez es el más complejo si queremos vincularlo con grados militares actuales. Para comenzar con las complejidades, basta señalar que el rango de Centurión no era un rango único.
Primero que nada, la definición estricta de Centurión es la del comandante de una Centuria, pero como se verá esta definición va un poco más allá. Es como se verá el rango táctico de mayor relevancia dentro de la Legión, los verdaderos responsables de la expansión del Imperio Romano por el mundo conocido.
Diversos tipos de Centuriones (G. Rava)
Diversos tipos de Centuriones (G. Rava)
Eran hombres que se distinguían del resto de los legionarios, por su sentido táctico y administrativo, por sus dotes de mando, disciplina, resistencia, capacidad de enseñar y templanza. Eran nombrados de acuerdo a esas capacidades por el Legado, a veces siguiendo la recomendación de la misma tropa.
Los Centuriones marchaban al frente ya a la derecha de su Cohorte/Centuria, liderando a los hombres desde la primera línea, por eso la proporción de bajas entre este rango era más elevada que en el resto de la tropa. Como se mencionó anteriormente estaba asistido por los suboficiales, el Optio que era el segundo al mando y marcha en la parte de atrás de la unidad; el Tesserarius, que organizaba las guardias, y el Cornicen que transmitía sonoramente sus órdenes al resto de la tropa.
Centurión (V. Vuksic)
Centurión (V. Vuksic)
En la Legión Imperial había 59 Centuriones en total. Había uno frente a cada Centuria, siendo el más veterano de ellos el comandante de la Cohorte. Cada comando de cada uno de los Centuriones reflejaba el rango que tenía dentro de la Legión. La primera Cohorte tenía 4 a su mando el Centurión más veterano de la Legión, el Primus Pilus, más cuatro Centuriones veteranos. Por contraste el Comandante de la 6ta Centuria de la 10 Cohorte, el Centurión más joven.
Rangos de Centurión (Connolly)
Rangos de Centurión (Connolly)
Por lo tanto los Centuriones podían clasificarse en los siguientes rangos, se pondrá una aproximación a un rango actual entre paréntesis.
  • Primus Pilus (Teniente Coronel): era el Centurión de mayor rango, uno sólo por Legión. Dependía directamente del Legatus.
  • Primi Ordinis (Mayor): eran los Centuriones que comandaban cada una de las restantes Centurias de la Primera Cohorte, 4 en total. Se dividían en orden por: Primus Princeps, Hastatus, Princeps posterior, Hastatus Posterior.
  • Pilus Prior (Capitán): eran los Centuriones que comandaban las restantes 9 Cohortes.
  • Ordinarii (Teniente): el resto de los Centuriones, 36 en total. Estaban divididos en orden por: Pilus Posterior, Princeps Prior, Princeps Posterior, Hastatus Prior, Hastatus Posterior.
Como equipamiento distintivo los Centuriones llevaban una cresta transversal en el casco, que los hacía identificables a la tropa, especialmente durante el combate. Además llevaban una armadura de cota de malla (lorica hamata) o de escamas (lorica squamata), en lugar de la laminar (lorica segmentata), muchas veces cubierta por phalerae (condecoraciones en forma de medallón) y torquex (pulseras colgantes). Cuanto más ornamentos tuviera, más veterano él Centurión y por ende mayor rango. Usaba además protecciones en las piernas (grebas). Portaba la espada corta reglamentaria (gladius) en el lado izquierdo en lugar del derecho, habitual en los simples milites, sujeta al cuerpo mediante un cingulus o cinturón con la funda del arma. Su símbolo de mando era un bastón de mando hecho de una rama de vid.
Centurión Primus Pilus
Centurión Primus Pilus
El Primus Pilus era por lo tanto el Centurión más experimentado, respondía directamente del Comandante de la Legión, y dependiendo de su veteranía podía cobrar un sueldo de hasta 16 veces más que el sueldo base. Era el rango que todo legionario quería llegar, pero era muy difícil acceder a él porque además de todas las capacidades necesarias para ser un Centurión, debía tener considerables habilidades educacionales y administrativas. El rango en principio sólo podía durar de uno a tres años, por lo cual el Primus Pilus podía obtener otras posiciones de privilegio incluso como oficiales superiores dentro de la Legión (Praefectus Castrorum), pudiendo llegar al mismo Orden Ecuestre.
Legionario saludando a un Centurión
Legionario saludando a un Centurión
Oficiales Superiores
a. Tribunos (Coronel/General)
Había seis de estos oficiales en la Legión, cinco del Orden Ecuestre y uno del Orden Senatorial. Estos eran:
Tribunus Angusticlavii (Coronel)
Eran los del rango ecuestre. Tenían tareas administrativas dentro de la Legión, sin mando táctico durante el combate, a pesar de poder tener experiencia militar.
Trinunos Laticlavii (General)
El tribuno de rango ecuestre, servía como segundo al mando de toda la Legión. En general este rango estaba reservado a jóvenes que necesitaban foguearse para seguir para seguir una carrera política en Roma, por lo tanto los conocimientos militares que aportaba a la Legión eran nominales.
Ambos se diferenciaban por las tiras de color púrpura en su toga, los tribunos de menor grado usaban tiras finas (angusticlavi), mientras que el de mayor rango una de tiras más anchas (laticlavi). Formaban parte del Estado Mayor del Legatus.
Tribuno Angusticlavio
Tribuno Angusticlavio
El equipo ya no era el estándar de la Legión, pues aquí los gustos personales influían en la elección del equipo, por lo general usaban una coraza de metal de una sola pieza y casco ático, cuanto más ricamente ornado el equipo mayor rango o más patricia la familia.
b. Praefectus castrorum (Coronel)
El Prefecto del campo (Praefectus castrorum) era el tercer rango en importancia dentro de la Legión, luego del Legatus y del Tribuno Laticlavius. Generalmente era un soldado veterano con mucha experiencia como un Centurión Primus Pilus retirado, elevado al rango ecuestre y reenganchado como evocatus. Por lo tanto era un puesto abierto a todas las clases sociales romanas (desde la clase baja se podía llegar a este cargo y así entrar en clases sociales más privilegiadas).
Las tareas que se reservaban al Prefecto del Campo eran las de la organización de lo referente al mantenimiento y organización del acuartelamiento de la unidad, tanto cuando estaba acantonada como en campaña. Asimismo tenía la tarea de velar por el estado del equipamiento de los legionarios, y ver que estos estén en forma, coordinando con el Primus Pilus no sólo el entrenamiento, sino la organización de las guardias y patrullas.
El equipo era similar al del resto de los oficiales superiores.
c. Legatus (General)
El Legatus es el comandante de la Legión, un hombre designado por el poder político, usualmente de las clases senatoriales patricias romanas. Era nombrado directamente por el Emperador, o el Cónsul en la época de la República.
Legatus junto a un Primus Pilus (G. Embleton)
Legatus junto a un Primus Pilus (G. Embleton)
Usualmente la persona elegida para el rango de Legatus había servido anteriormente como Tribuno Laticlavio (el de mayor rango) en la Legión, por lo cual tenía experiencia previa. Era un cargo muy rentable, pues usualmente el Legado se llevaba parte del botín que pudieran capturar las legiones.
Legatus al frente de su Legión (G. Rava)
Legatus al frente de su Legión (G. Rava)
Se diferenciaba del resto de los oficiales superiores por su coraza musculada más elaborada, y por su paludamentum (capa que se sujetaba al hombro) color escarlata. También tenía alrededor de su coraza un cincticulus, una banda de tela fina escarlata que se anudaba en arco alrededor de su cintura.
Legatus imperial junto a un Cornicen y un Imaginifer (N. Zubkov)
Legatus imperial junto a un Cornicen y un Imaginifer (N. Zubkov)
Conclusión
Esperamos que el artículo haya sido de vuestro agrado, y que sirva su cometido, es decir aclarar cómo era la organización dentro de la Legión romana, y qué paralelismos se pueden trazar con la de los Ejércitos hoy día.
Como podrán ver, hay muchas similitudes entre los rangos romanos y los rangos militares actuales, y es que en cierta medida, así como el mundo romano ha marcado la cultura occidental de una manera u otra, las Legiones Romanas marcaron la forma de ser militar por los siglos venideros.
Vídeos 

Bibliografía
Y. Le Bohec, El ejército romano: instrumento para la conquista de un imperio, Ed. Ariel, Barcelona, 2004.
A. Goldsworthy, El ejército romano, Ed. Akal, Madrid, 2005.
Connolly, Peter, The Roman Army, McDonald, Londres, 1978.
R. D’Amato et G. Rava, Roman Centurions 31 BC–AD 500, Osprey Publishing, Londres, 2012.
M. Simkins et G. Embleton, The Roman Army From Caesar To Trajan, Osprey Publishing, Londres, 1984
M. Windrow et A. McBride, Imperial Rome at War, Concord Publications Company, Hong Kong 1998.

Tomado de
  
Gracias

jueves, 23 de mayo de 2019

GIROLAMO SAVONAROLA

Girolamo Savonarola

 Fraile reformista italiano que tomó el poder en Florencia. Nacio en Ferrara el 21 de septiembre de 1452  Era prior de un convento de dominicos de Florencia, adonde había llegado gracias a su fama como predicador y a la influencia de personajes como Pico della Mirandola y Lorenzo de Médicis el Magnífico, organizador de las célebres hogueras de las vanidades donde los florentinos estaban invitados a arrojar sus objetos de lujo y sus cosméticos, además de libros que consideraba licenciosos Desde allí se empeñó en la reforma de la vida monástica, criticando la corrupción moral del clero renacentista. 
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Sus exaltados sermones atacaban con igual contundencia a la jerarquía eclesiástica, al papa, a la aristocracia y a las autoridades políticas, despertando la indignación revolucionaria de las masas. Cuando la invasión francesa de Toscana puso en peligro el poder de los Médicis, Savonarola contribuyó a expulsarlos de la ciudad mediante una revolución popular e intentó que los franceses continuaran su avance contra Roma (1494).

Nuestro Insolito Universo "Girolamo Savonarola"

En Florencia se instauró un régimen republicano mixto, con elementos democráticos y teocráticos (Jesucristo fue proclamado rey); el propio Savonarola controlaba el poder y lo empleaba para imponer rigor moral extremo (su lucha contra el paganismo implícito en la cultura renacentista le llevó a quemar públicamente los libros de Boccaccio y Petrarca). El papa Alejandro VI, blanco de los ataques de Savonarola, le excomulgó en 1497. 

Sus propios partidarios en Florencia consideraron excesiva la dictadura que había implantado y le derrocaron en 1498. Fue encarcelado, torturado, acusado de herejía y quemado públicamente en Florencia el 23 de mayo de 1498

lunes, 13 de mayo de 2019

martes, 9 de abril de 2019

miércoles, 6 de marzo de 2019

jueves, 28 de febrero de 2019

domingo, 17 de febrero de 2019

AVE MARÍA EN ARAMEO


CÓMO MURIERON LOS APÓSTOLES Y ALGUNOS MÁS CERCANOS A JESÚS

   

1. Mateo 
 Sufrió el martirio en Etiopía, asesinado por una herida de espada.

2. Marcos 
 Murió en Alejandría, Egipto, después de ser arrastrado por caballos por las calles hasta que murió.

3. Lucas
 Fue ahorcado en Grecia como resultado de su tremenda predicación a los perdidos.

4. Juan
 Enfrentó el martirio cuando fue hervido en una enorme vasija de aceite hirviendo durante una ola de persecución en Roma. Sin embargo, fue liberado milagrosamente de la muerte. Juan fue sentenciado a las minas en la prisión de la isla de Patmos. Escribió su profético Libro del Apocalipsis en Patmos. El apóstol Juan luego fue liberado y regresó para servir como obispo de Edesa en Turquía moderna. Murió como un anciano, el único apóstol en morir pacíficamente

5. Pedro
Fue crucificado cabeza abajo en una cruz en forma de X.
Según la tradición de la iglesia, fue porque le dijo a sus torturadores que se sentía indigno de morir de la misma manera que Jesucristo había muerto.


6. Santiago el Menor El líder de la iglesia en Jerusalén, fue arrojado a más de treinta metros del pináculo sureste del Templo cuando se negó a negar su fe en Cristo. Cuando descubrieron que sobrevivió a la caída, sus enemigos golpearon a Santiago hasta la muerte.
* Este fue el mismo pináculo donde Satanás se había llevado a Jesús durante la Tentación.

7. Santiago el hijo de Zebedeo,
era un pescador de profesión cuando Jesús lo llamó a toda una vida de ministerio. Como un fuerte líder de la iglesia, Santiago fue decapitado en Jerusalén. El oficial romano que custodiaba a Santiago miró sorprendido como Santiago defendió su fe en su juicio. Más tarde, el oficial Caminó junto a Santiago al lugar de ejecución. Vencido por convicción, declaró su nueva fe al juez y se arrodilló junto a Santiago para aceptar la decapitación como cristiano.

8. Bartolomé
También conocido como Nathaniel Era un misionero en Asia. Fue testigo de nuestro Señor en la Turquía actual. Bartolomé fue martirizado por su predicación en Armenia, donde fue azotado con un látigo.


9. Andrés
Fue crucificado en una cruz en forma de X en Patras, Grecia. Después de ser azotado severamente por siete soldados, ataron su cuerpo a la cruz con cuerdas para prolongar su agonía. Sus seguidores informaron que, cuando fue llevado' hacia la cruz, Andrés lo saludó con estas palabras: "Hace mucho que deseaba y esperaba esta hora feliz. La cruz ha sido consagrada por el cuerpo de Cristo colgado de ella ". Siguió predicando a sus verdugos durante dos días hasta que expiró.


10. Tomás
Fue apuñalado con una lanza en India durante uno de sus viajes misioneros para establecer la iglesia en el subcontinente.


11. Judas Tadeo
Fue asesinado con flechas cuando se negó a negar su fe en Cristo.


12. Matías
El apóstol elegido para reemplazar al traidor Judas Iscariote, fue apedreado y luego decapitado.


13. Pablo Fue torturado y luego decapitado por el malvado emperador Nerón en Roma en el año 67. Pablo sufrió un largo encarcelamiento que le permitió escribir sus muchas epístolas a las iglesias que él había formado a través del Imperio Romano. Estas cartas, que enseñaron muchas de las Doctrinas fundacionales del cristianismo, forman una gran parte del Nuevo Testamento.

Tal vez esto es un recordatorio para nosotros de que nuestros sufrimientos aquí son de hecho menores en comparación con la intensa persecución y la fría crueldad que enfrentaron los apóstoles y discípulos durante su tiempo por el bien de la fe.
Y seréis aborrecidos de todos por causa de mi nombre; pero el que persevere hasta el fin, será salvo.
 La imagen puede contener: una o varias personas, personas de pie y exterior

domingo, 10 de febrero de 2019

martes, 29 de enero de 2019

EL IMPLACABLE VESPASIANO


La barbarie que las legiones romanas demostraron en el año 70 contra los judíos sublevados en Jerusalén asombró tanto al historiador Flavio Josefo, que este decidió dejar constancia de ella en sus escritos. «No tuvieron matanza más cruel los judíos entre todas cuantas padecieron como esta: porque en una noche abrieron las entrañas de 2.000 hombres». También añadió que los combatientes «dieron saco al templo» de la ciudad y «hurtaron muchas cosas» antes de prenderle fuego. Pero la tragedia quedó ensombrecida por la brutalidad que vendría después. Y es que, Tito Flavio Sabino Vespasiano capturó a los supervivientes, trasladó a muchos hasta la capital y les obligó a levantar el Coliseo.
En total, se calcula que unos 12.000 esclavos participaron en la edificación del monumento más famoso de la ciudad. Aunque la barbarie no quedó en ese punto ya que, poco después de que se finalizara su construcción, muchos de los reos fueron arrojados a las fauces de las bestias de los juegos. Los historiadores judíos han definido este episodio como una humillación sin precedentes para un pueblo que, ya en el año 63 a.C. fue obligado a tributar a Roma como uno de sus estados vasallos. Autores como Juan Pedro Cavero Coll respaldan la teoría de que los emperadores abusaron de los semitas y tilda a estos últimos de «súbditos molestos del Imperio» en su obra «Breve historia de los judíos» (Nowtilus, 2011).
La construcción del Coliseo se sumó a otros tantos destinos igual de terribles. Según el propio Josefo, Tito también sacrificó a más de 2.500 reos en los juegos que celebró tras la destrucción de Jerusalén, y un número indeterminado más meses después durante las fiestas romanas. Otros fueron enviados a las minas de Egipto o, incluso, se vieron obligados a participar en la edificación de todo tipo de obras públicas.

El germen del odio

¿Cómo es posible que el Imperio romano cometiera tal atrocidad? La historia, como me afirmaba hace algunos días un investigador del CSIC, no siempre es blanca o negra. Y este caso es un ejemplo claro. Las raíces del conflicto y de la inquina de los emperadores contra el pueblo semita hay que buscarlas en el 64 d.C., cuando llegó hasta Judea el tiránico procurador Gesio Floro. Su brutalidad pronto hizo aflorar el odio de los habitantes. Al poco, los disturbios se generalizaron y, con ellos, comenzó la turbia relación entre estos dos pueblos.
Al final, el poder de las legiones se hizo valer y, apenas dos años después (en el 66 d.C.), el político aplastó los diferentes alzamientos a golpe de gladius y permitió que sus hombres saquearan los barrios más ricos de la urbe como castigo. Una pésima forma de calmar los ánimos que no logró apaciguar (ni meter el miedo en el cuerpo) a los judíos. Acababa de dar comienzo a una década de muerte.
Tras aquella tropelía, los judíos clamaron justicia ante los superiores de Floro, pero solo obtuvieron el silencio por respuesta. Fue entonces cuando las pequeñas desavenencias derivaron en una auténtica guerra. La revuelta volvió a estallar de manos de Eleazar, capitán de la guardia del templo de Jerusalén. Este guerrero puso en jaque de nuevo a Roma al sitiar con miles de soldados a una cohorte de la legión III Gallica. Por si fuera poco, los ciudadanos apoyaron su alzamiento.
Vespasiano
Vespasiano
Pintaban mal las cosas para el Imperio. Y así quedó claro cuando, tras abandonar la urbe, se hizo recuento de los fallecidos (1.500 legionarios) y del territorio perdido (una buena parte de Judea).
Tal afrenta no fue pasada por alto. Al poco, el gobernador de Siria Cestio Galo tomó las armas y aplastó con fiereza la ciudad de Jotapata. Poco después se plantó ante la mismísima Jerusalén. La urbe, rodeada por tres murallas, desafiaba inmaculada el poder de Roma. Los invasores la sitiaron durante cinco días creyendo que solo era cuestión de tiempo que los defensores se rindieran... Pero no podían estar más equivocados.
Según explica el historiador Stephen Dando-Collins en su obra « Legiones de Roma», la guerrilla local desangró a los invasores a golpe de ataques sorpresa hasta que les obligaron a regresar por dónde habían venido. Su empuje fue tan fuerte que 400 valientes de la legión XII Fulminata tuvieron que sacrificarse para cubrir la retirada del resto del ejército. Su gesta permitió que sus compañeros se salvaran, pero les llevó a perder su estandarte, una de las mayores vergüenzas para una unidad de la época.

Venganza y nuevo emperador

Para Roma, aquello fue como un cuchillo clavado en el corazón. No ya por la derrota de sus legiones, sino por la pérdida del águila de la XII Fulminata. Quizá por ello, o por la mera locura del entonces emperador Nerón (despótico, belicoso y obsesionado con las conspiraciones contra su gobierno), el veterano general Tito Flavio Vespasiano recibió órdenes de sofocar la revuelta judía por la fuerza.
Tras solicitar a su hijo Tito que reuniera todas las legiones que pudiera en Egipto, el veterano líder militar (sumaba 56 años a sus espaldas e innumerables campañas) se puso en marcha durante el verano del 67. Este contingente actuó como un rodillo contras las ciudades de Jotapata, Tarichaeae y Gamala. En todas ellas, la caballería y las máquinas de asedio imperiales destrozaron a los aterrados defensores.
Pero ni las victorias aplacaron la sed de venganza de los romanos. Tal y como explica Dando-Collins en su obra, el revanchismo imperial quedó claro cuando el mismo Vespasiano se topó con el mar Muerto. El general había oído hablar de su flotabilidad, pero desconocía si era realidad o mito. ¿Cómo podía comprobarlo sin poder en riesgo a sus hombres? Al final, no se le ocurrió otra cosa que arrojar a las aguas a varios reos judíos para comprobar si las habladurías eran verdad o no. Por suerte para ellos, no se ahogaron.
Tito
Tito
Vespasiano podría haber continuado su exitosa campaña hasta la misma ciudad de Jerusalén, pero decidió volver a los cuarteles cuando recibió una carta en la que el gobernador de Hispania, Sulpicio Galba, le solicitaba ayuda para marchar sobre la mismísima Roma y acabar con el despótico Nerón. Por el momento, consideró, era mejor esperar a que los peligrosos vientos de la política amainaran.
Es probable que, por entonces, no supiera que iba a sucederse una de las épocas más turbulentas del Imperio. Y es que, mientras todavía estaba en Judea, recibió la noticia de que el emperador había sido asesinado.
A partir de entonces comenzó una carrera por el trono que terminó con la sucesión de tres emperadores hasta que el propio Vespasiano se hizo con la poltrona. Conocedor de los entresijos de la corte, militar respetado y hombre con grandes capacidades políticas, el general se hartó de ver pasar frente a sí líderes mediocres y aprovechó su poder para hacerse con la poltrona.
A la postres, no obstante se terminó convirtiendo en aquello que más odiaba al dejarse cegar por las riquezas. Así lo atestiguó el historiador Cayo Suetonio con esta curiosa anécdota: «Su hijo Tito le censuraba un día no haber olvidado un impuesto hasta sobre la orina; Vespasiano le presentó ante la nariz el primer dinero cobrado por aquel impuesto y le preguntó si olía mal».

Asedio y barbarie

La llegada al poder de Vespasiano no le hizo olvidar la revuelta que le esperaba en Judea. Aunque, en este caso, prefirió enviar a su hijo Tito a acabar de una vez por todas con los rebeldes. El flamante militar hizo llamar a los hombres de la XII Fulminata en un intento de que borraran el agravio hecho contra su águila.
En este caso, sin embargo, no hubo pasos previos y el general plantó a sus tropas en las mismas puertas de Jerusalén. «Estaba terminando abril cuando Tito llegó a Jerusalén con la V Macedónica, la XII Fulminata y la XV Apollinaris, que de inmediato emprendieron la construcción de un vasto campamento al oeste de la ciudad. Al día siguiente, la legión X Fretensis llegó desde Jericó y comenzó a establecer su campamento en el Monte de los Olivos», añade el autor.
El sitio se extendió hasta mayo, cuando el general se armó de valor y comenzó el ataque como tal. Durante el mismo, las catapultas y los escorpiones de la X legión se destacaron por su brutalidad. Sus armas de asedio dispararon sin descanso descargas de dardos y piedras de hasta 45 kilogramos de peso. Todo ello, contra una ciudad en la que residían, aproximadamente, un millón de judíos. Tres meses e incontables combates después, los legionarios lograron al fin acceder al corazón de Jerusalén e iniciaron una destrucción que todavía se recuerda a día de hoy. El cronista Flavio Josefo (un antiguo general judío que se había cambiado de bando) dejó constancia de esta barbarie en su obra «La guerra de los judíos»:
Flavio Josefo
Flavio Josefo
«Se metieron por las callejuelas con sus espadas en las manos, mataron sin hacer distinción a todos los que se encontraron e incendiaron las casas con la gente que se había refugiado en ellas. En muchos de sus saqueos, cuando pasaban dentro para hacer sus rapiñas, se encontraban con familias enteras de cadáveres y con sus habitaciones repletas de víctimas del hambre . Entonces, llenos de horror ante la visión de este espectáculo, salían con las manos vacías. A pesar de que se compadecían de los que morían de esta forma, sin embargo, no tuvieron los mismos sentimientos con los vivos, sino que degollaron a todo el que se toparon, con sus cadáveres taponaron las estrechas calles e inundaron de sangre toda la ciudad, de modo que muchos incendios fueron también apagados por esta carnicería. Los romanos dejaron esta actividad sanguinaria al atardecer».
Al acceder a la ciudad, Tito se vanaglorió de que un poder divino había permitido a Roma vencer aquella resistencia. «Hemos luchado con la ayuda de Dios y es Dios el que ha expulsado a los judíos de estas fortalezas», afirmó. Poco después, el templo de Jerusalén comenzó a arder. Los historiadores coinciden en que fue provocado por las legiones romanas. Sin embargo, Josefo sostuvo después que, aunque había sido un soldado el que había extendido las llamas, el general había ordenado expresamente que no se atacara este edificio.
En todo caso, el saqueo se generalizó entre los legionarios romanos. De hecho, cuando Tito regresó un año después a la ciudad para saber en qué punto se encontraban las labores de reconstrucción (pues había sido derruida hasta los cimientos) se encontró con una curiosa estampa: vio como los hombres de la X Fretensis (que habían recibido la orden de quedarse en la urbe para asegurar que no se sucedía una nueva revuelta) excavaban entre los escombros con sus propias manos para desenterrar las riquezas escondidas bajo los escombros de las viviendas.

Rumbo a Roma

En palabras de Josefo, murieron un millón de personas durante el asedio y, tras la conquista, miles de supervivientes fueron capturados y diseminados por todo el Imperio como esclavos. Según explica el filósofo y estudioso Thomas A. Idinopulos en su obra « Jerusalén», «los que sobrevivieron a la masacre envidiaron a los muertos» ya que los que estaban en buenas condiciones físicas fueron enviados a «las minas de Egipto o Cerdeña» o a «construir un gran canal cuya excavación en Corinto había ordenado Nerón».
Los más robustos fueron convertidos en gladiadores y, por último, las mujeres y los niños fueron vendidos como esclavos. El número concreto de reos es desvelado por el propio cronista romano:
«Todos los prisioneros que fueron capturados en el conjunto de la guerra sumaron noventa y siete mil, y los que perecieron en la totalidad del asedio fueron un millón cien mil. La mayoría de éstos eran judíos, pero no eran naturales de Jerusalén, puesto que se había concentrado gente de todo el país para la fiesta de los Ácimos, cuando de repente les sorprendió la guerra. En consecuencia, en un primer momento la estrechez del lugar les propició una peste destructiva y más tarde un hambre voraz. La cantidad de habitantes que había en la ciudad se deduce del censo elaborado en tiempos de Cestio».
El mismo Josefo también incide en que, durante su estancia en Cesarea, «Tito festejó con esplendor el cumpleaños de su hermano, en cuyo honor ejecutó una gran cantidad de prisioneros judío». En sus palabras, el número de los que «perecieron luchando con las fieras, abrasados por las llamas y en peleas entre ellos alcanzó más de dos mil quinientos».
El espectáculo, lejos de repugnar a los romanos, les agradó. Como mucho, les «pareció un castigo menor». Esta triste práctica se repitió poco espués. «A continuación llegó a Berito, una ciudad fenicia colonia de los romanos. Allí hizo una parada más larga y celebró con una brillantez aún mayor el aniversario de su padre con magníficos espectáculos y con otros dispendios que desplegó con ingenio. Al igual que ocurrió antes, también fue ejecutada una gran cantidad de prisioneros de guerra», añadió el cronista.
Según explican todo tipo de historiadores decimonónimos (entre ellos el monje Ferdinand freiherr von Geramb o Marien Vasi) el último destino de los reos judíos no fue mejor. Y es que, 12.000 de ellos (20.000, según otras fuentes) fueron enviados a Roma para terminar de levantar el Coliseo con su trabajo.
Así lo confirma, entre otros, el investigador español José María Zavala en su obra « Las páginas secretas de la historia»: «Vespasiano empezó a levantar el Coliseo en el año 69 de nuestra era, y Tito lo terminó doce años después. En realidad fueron cuatro años de intenso trabajo con la ayuda de doce mil judíos cautivos llevados a Roma por Tito tras la conquista y destrucción de Jerusalén, muchos de los cuales perecieron luego en la arena devorados por las fieras en los juegos públicos. Así pagaba el César a sus deslomados esclavos». Por si fueran pocas afrentas, el Coliseo también se financió con parte de las riquezas saqueadas de Jerusalén. 

Manuel P. Villatoro@ABC_Historia

jueves, 24 de enero de 2019

sábado, 19 de enero de 2019

PERSONAS MINIPULADORAS

De alguna forma, se puede decir que todos desde que nacemos intentamos manipular nuestro entorno. Los bebés lo hacen sin ser conscientes de ello, para poder sobrevivir y cubrir sus necesidades más básicas. Así, cualquier cachorro al nacer tiene unos rasgos físicos que lo hace ser adorable en su entorno y reclama la atención con sonoros lloros irresistibles al oído de sus adultos.
Esa facultad irá desapareciendo según vamos creciendo, para adquirir otras habilidades, pero hay personas que no solo la conservan, sino que además hacen una filosofía de vida de la manipulación para conseguir lo que quieren y en ocasiones utilizan esa facultad como arma peligrosa para los demás. Suelen ser personas que intentarán cambiar el modo de pensar de otras personas para beneficio propio.
Los psicólogos hacen distinción de las diferentes “presiones” que estas personas pueden ejercer a su “víctima”. Si la presión es muy grande es denominada perversión narcisista.
Esta perversión la ejecutan intentando convencer al otro de que cambie sus ideas, para su conveniencia, y lo hacen de forma muy sutil y que suele tener una efectividad arrolladora. 
Los manipuladores suelen tener el don de captar los puntos débiles de otras personas y recurrirán al chantaje emocional, al miedo y en ocasiones pueden llegar a tener conductas agresivas. 
¡Ojo! El miedo es un arma muy poderosa para la manipulación no sólo en personas individuales sino también para colectivos. Aprender a reconocer tus miedos es la primera fase para superarlos y así evitar, que los manipuladores se aprovechen de ellos.
Claro está que, dentro del grupo familiar, personal o íntimo es mucho más fácil que un manipulador despliegue sus redes. Y en este entorno, la persona manipulada puede estar toda la vida siendo víctima de su manipulador.
Una persona manipuladora puede llegar a alimentarse de la energía positiva de su manipulado/a y aunque aparentemente la persona manipulada necesite de ayuda psicológica para deshacerse del “parásito”, es el manipulador el que seguramente necesite de ayuda psicológica.
Pero hay que dejar claro que no todo el mundo sirve para manipular a las personas ni a todo el mundo le gusta hacerlo. Para ello hay que ser inteligente y tener buena memoria ya que se deben tener en cuenta muchos aspectos. Estos aspectos deben estar dominados a la perfección para que la manipulación sea efectiva y la persona manipuladora pueda conseguir su objetivo.
Todos alguna vez nos hemos topado con un manipulador/a y hay que tener una buena fuerza mental y una gran autoestima para no caer en su red.
Una persona manipuladora intentará que dudes de tus capacidades y que te sientas inferior a él o a los demás y su gran fortaleza es la facilidad de manejar las emociones haciéndote, en muchas ocasiones, tener un gran sentimiento de culpabilidad.
Como resumen podemos decir que las características de un manipulador son las siguientes:
  • Especialistas en detectar los puntos flacos de los demás.
  • Nunca se detienen hasta conseguir lo que quieren.
  • En sí, la manipulación es una fuerza poderosa y por ello, necesitan cada vez más de ese poder, por lo que pueden no tener límites. Es como una droga.
  • Son personas con necesidad de control y de superación (necesitan sentir que son superiores a los demás).
Pero no todos los manipuladores son iguales, hay una gran diversidad de ellos, aquí vamos a indicar las características de algunos.

El narcisista que desprestigia

Es una persona que cree en su perfección, nunca se equivoca así que siempre te hará sentir que estás equivocado y hará resaltar tus defectos.

El maquiavélico

Suele ser retorcido, cambia tus palabras o su sentido y conseguirá que desees no haber hablado, llegando incluso a hacerte sentir muy mal, pues se las arreglará para hacer ver que has hecho daño a otra persona. Puede conseguir que los demás también se lo crean.

El agresivo

Esta persona hace ver su fuerza con agresividad, por lo que consigue que los demás cedan a sus necesidades o deseos para ahorrarse el amargo trago de enfrentamientos físicos o verbales. Estos enfrentamientos le generan a la víctima un alto nivel de ansiedad al sentir esa amenaza inminente, siendo así más proclive a la manipulación. 

El “pelota”

Este manipulador se va a servir de ti subiéndote el ego y haciendo que te sientas superior. Consigue que hagas todo aquello que desea metiéndote en tu consciente la idea de que tienes que hacerlo ya que él es incapaz. Puede llegar a agotarte en la dura tarea de hacer todo lo que él no quiere hacer. 

Una pobre víctima de la vida

Reconocerás a este manipulador porque siempre te contará todo lo malo que le pasa, que por lo general es “todo”. Es la persona con menos suerte en esta vida y todos abusan de él. Se aprovechan de la lástima que sientes por él para obligarte a hacer lo que quieren. 
A estas alturas seguro que has reconocido a más de uno de tu entorno. 
Y es difícil pero prioritario para nosotros mismos reconocerlos a tiempo y apartarnos de ellos, o al menos conseguir no ser su víctima. Para ello deberemos siempre tener nuestras propias prioridades, defendernos emocionalmente e incluso si es necesario físicamente, saber decir “no” sin sentirnos culpables y sobre todo respetarnos a nosotros mismos más que a nadie.
Tenemos que notar conscientemente el intento de manipulación, no es que estemos siempre pendientes y de ser mal pensadores, pero sí haber ejercitado la idea de que tenemos derechos que no se deben traspasar o violar.
Si estamos seguros de nuestros derechos será más difícil que nos consigan manipular, y si nos sentimos menospreciados en alguna ocasión debemos reaccionar rápidamente poniendo las cosas en su sitio. 
Pensar es bueno siempre, así que antes de realizar alguna solicitud reflexiona, la gran mayoría de las manipulaciones se hacen con la presión del tiempo, el manipulador siempre intenta meterte prisa.
No hay que dejar que nadie invada nuestro espacio personal y con ello nuestras emociones, así nadie nos podrá hacer daño.
Sobre todo, y lo más importante si caes en las redes de un manipulador, no te sientas mal, lucha por salir de esas relaciones tóxicas y siempre pensando que tú no has tenido la culpa.
Y no dudes nunca de tus ideas, estos “ácaros sociales” son muy hábiles al interpretar la comunicación no verbal y utilizarán sus artes persuasorias para anularte. 

Cintia de la Paz

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