Sin el hijo que tanto deseaba;
sin los besos de una mujer compañera;
lidiando todo el día con lo austero.
Así la soledad me miró.
Y Dios me hice feliz de otra manera.
Dentro de paredes y rigurosa clausura
el cielo y la tierra mis fronteras,
en la rutina monástica y seria,
sólo con la aventura de la fe.
Y Dios me hace feliz de otra manera.
Como una nube que vuela solitaria,
bella parábola del grano de trigo,
así vivo en mi celda sin testigo,
ningún otro entretenimiento que mi oración.
Y Dios me hace feliz, y yo lo bendigo.
Vibro con mi cuerpo consagrado
como piedra esculpida en la minería;
a la espera de la Eterna Primavera
suspirando así tanto como yo soñaba.
Y Dios me hace feliz de otra manera.
Domino el corazón con la castidad,
la humanidad sin ninguna dificultad;
en silencio en mi celda, a la espera
sin nada que suavice mi soledad.
Y Dios me hace feliz, y ¡cómo!
(un cartujo)
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