Bobastro, la pesadilla de los omeyas cordobeses
En el
término municipal de Ardales, en un lugar intermedio entre el maravilloso Paraje de
El Chorro y el espectacular Desfiladero de los Gaitanes, se encuentra una de las
ruinas más importantes del periodo de dominio musulmán en la península ibérica.
Su importancia no estriba ni en su tamaño ni en su singularidad, sino en los
acontecimientos que desde allí se gestaron y que pusieron en evidencia al
todopoderoso Emirato de Córdoba.
En una zona apartada de caminos tradicionales, al
amparo de peñas pobladas de bosques y de recovecos naturales que hacían
prácticamente invisible su existencia al viajero, se encontraba una de las
poblaciones medievales más conflictivas de las existentes en la al-Ándalus
musulmana: Bobastro. Un lugar cuya mera mención causaba recelo y miedo entre los
que, por las razones más diversas, veían cómo el caprichoso destino los guiaba a
una zona cargada de leyenda negra.
Los asaltos a viajeros y caravanas foráneas eran
una realidad; las emboscadas se convirtieron en una forma de vida.
Los cautiverios, violaciones y asesinatos, una
marca vital del asentamiento rebelde. Tal era el grado de temor que generaba en
la población del emirato que hasta los curtidos militares del ejército omeya
evitaban adentrarse en sus dominios con grupos pequeños de efectivos.
De hecho, Bobastro era para muchos una ciudad de
malhechores y renegados; para otros, sin embargo, el símbolo de una rebelión que
puso en jaque los intereses militares y económicos del emirato cordobés. En
definitiva, un lugar cuya incómoda existencia se sustentó en el tiempo más de lo
esperado (buena parte del final del siglo IX y principios del X), porque mantuvo
estrechos lazos con poblaciones vecinas que ampararon el acoso al poder de
Córdoba, y que acabaría abruptamente con la destrucción completa del complejo
por orden directa de Abderramán III en el 928, y el sometimiento férreo de esas
poblaciones cercanas díscolas.
Un asentamiento casi
secreto.
Hoy es relativamente fácil llegar a las ruinas de
Bobastro. Carretera asfaltada prácticamente hasta una de sus faldas,
señalización con cartelería y numerosa información tanto escrita como digital
sitúan, con exagerada certeza, el punto exacto donde se encuentran sus restos.
Pero en pleno siglo IX, donde los caminos no estaban definidos, donde las horas
de luz y las de oscuridad jugaban papeles más que importantes en la orientación
de los viajeros y los ejércitos, donde el conocimiento de zonas abruptas y
boscosas era la base para la supervivencia de un grupo de personas (sobre todo
marginados), la localización de la antigua Bobastro era uno de los enigmas mejor
guardados de aquella al-Ándalus medieval. Especialmente por sus habitantes, que
no dudaban en mantener el secreto de su existencia a costa de todo y de
todos.
Bobastro estaba situada en plena serranía, en un
recoveco natural enorme generado en la propia roca. De hecho, la base de sus
ruinas está asentada sobre una enorme meseta arenisca conocida como Las Mesas de
Villaverde. La espalda del conjunto poblacional está al amparo de una muralla de
roca; su frontal tiene acantilados y pendientes que no sólo la protegían de un
acceso generalizado, sino que le daban una visión del entorno privilegiada para
prevenir ataques y organizar emboscadas. Si a eso se le suma los bosques que
rodean la zona y que estaba apartada de cualquier ruta comercial, aquella
población era en sí una fortaleza natural.
Dicho todo lo anterior, nos queda concretar la
razón del celo de sus habitantes por mantener en secreto el conjunto
poblacional. ¿La respuesta? Su caudillo: Umar ibn Hafsūn ibn Ya`far ibn Sālim,
conocido por la historia como Omar Ben Hafsún.
El renegado Samuel.
Omar Ben Hafsún es conocido por ser el caudillo
que encabezó la rebelión contra el emirato cordobés a finales del s. IX. De
familia muladí (conversos del cristianismo al Islam), sus andanzas comienzan muy
joven en las cercanías de Parauta (pueblo donde se cree que nació, en la
serranía de Ronda), cuando en una pelea acaba con la vida de uno de sus vecinos.
Perseguido por la justicia, huye al norte de África donde empieza a trabajar
como aprendiz de sastre para poder subsistir.
Pero en el año 880 regresa a al-Ándalus
aprovechando el caos de enfrentamientos entre facciones en el que está sumida,
haciendo suya una profecía que considera que un descendiente de noble familia
conseguiría ser rey en la nueva tierra musulmana. Él, cuyo linaje parecía
contener ramificaciones que llegaban al rey visigodo Watiza, se ve reflejado
como elegido de la profecía y se refugia en Bobastro, pequeño bastión donde se
hace fuerte, se rodea de otros marginados y comienza su periodo de
terror.
Robos, asesinatos, cautiverios y demás
despropósitos comienzan a ser seña de identidad de éste personaje, que se
revuelve contra el poder establecido erigiéndose como caudillo libertador de la
opresión del emirato. Evidentemente, en una época donde la concepción de lo
bueno y lo malo era tan difusa como la época convulsa que les tocó vivir, donde
la vida humana era algo con tan poco valor como para que al arrebatarla las
conciencias no se inmutasen, y donde la supervivencia del más fuerte primaba sin
dilaciones ante cualquier otra condición, la figura de Ben Hafsún destacó entre
sus acólitos. Seguidores que veían en él, ciertamente, no a un despiadado
caudillo, sino a un libertador.
Hasta tal punto llegó el grado de desprecio de
Ben Hafsún a todo lo relacionado con el emirato y lo que representaba que en los
últimos años de subida se convirtió al cristianismo (año 899), renegando del
nombre por el que era conocido y temido y tomando como nuevo el de Samuel. No
fue el único en hacerlo en aquella ciudad fortaleza, pues la inmensa mayoría de
quienes se resguardaban y vivían allí adoptaron el cristianismo como religión,
más como símbolo de protesta que como elección personal.
Fue esa decisión y su convencimiento de que
llegaría a ser rey y forjar sobre aquel lugar su reino lo que llevó a Ben Hafsún
a erigir en aquel emplazamiento el que sería el único monumento de su especie en
todo al-Ándalus: la iglesia mozárabe rupestre de Bobastro.
La originalidad de unas
ruinas.
No queda mucho de la antigua fortaleza, pero sí
vestigios que dan buena cuenta de lo que en aquel espacio y en aquella época
supuso la existencia de un reducto feroz y cristiano en pleno corazón de una
tierra musulmana. Uno de ellos es sin duda la iglesia mozárabe, excavada en
plena roca y con planta basilical.
Pese a sus escasas dimensiones (aproximadamente
unos 17 x 11 metros), cuenta con tres naves separadas por arcos de herradura,
transepto y cabecera de tres ábsides, destacando el central en arco de herradura
y los de los laterales de formas rectangulares.
Se da la circunstancia de que nuevos estudios
arqueológicos (datan de 1986) destaparon la construcción de un monasterio en el
lugar, que incluiría en su interior dicha iglesia mozárabe, por lo que aquella
circunstancia provocaría la existencia de una nueva denominación acuñable a
Bobastro: la de monasterio mozárabe suburbano.
Francisco J. Vázquez
Francisco J. Vázquez
Bibliografía:Málaga Musulmana (siglos VIII-XIII). Historia de Málaga. Manuel Acien Almansa (Diario SUR, Málaga 1994).
Monasterios y Conventos Andaluces. VV.AA. (Consejería de Cultura, Junta de Andalucía, Sevilla 1999).
Web Excmo. Ayto. de Ardales.
Bobastro. Arqueomanía (RTVE, 2013).
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