Ciertos momentos clave del calendario tenían nombre propio. Los idus,
por ejemplo eran los días 13 de cada mes, excepto en marzo, mayo, julio
y octubre que se celebraba el día 15. Entre ellos destaca el conocido
como "idus de marzo" que designaba al día 15 del mes dedicado al dios de la guerra
Marte, el mes de Martius según los romanos. O lo que es lo mismo, el 15
de marzo para los hispanoparlantes. Otras referencias del calendario
romano eran las calendas (el primer día de cada mes) y las nonas (el
quinto día de cada mes excepto en marzo, mayo, julio y octubre, que era
el séptimo día).
Estos días eran jornadas de buenas noticias, sin embargo, los caprichos de la historia hicieron que uno de estos días el propio Julio César fuera asesinado en el año 44 a.C. De hecho, según apuntaba el propio escritor griego Plutarco,
César fue advertido del peligro, pero lo obvió y el idus de marzo de
ese año se tiñó de sangre. Según el texto de Plutarco, "Lo que es más
extraordinario aún es que un vidente le había advertido del grave
peligro que le amenazaba en los idus de marzo, y ese día cuando iba al
Senado, llamó al vidente y riendo le dijo: «Los idus de marzo ya han llegado»; a lo que el vidente contestó compasivamente: «Sí, pero aún no han acabado»".
Incluso años más tarde el propio Shakespeare haría famosa la frase
"¡Cuídate de los idus de marzo!" (Beware of the ides of March, en su
versión anglosajona original) a través de su obra Julio César, de 1599,
en la que recreaba la conspiración que acabó con el asesinato del
mandatario.
A finales de septiembre del año 46 a.C., a lo largo de casi dos semanas,
Julio César celebró en Roma su éxito en cuatro guerras libradas en los años
anteriores: en las Galias, en Egipto, en el Ponto y en África. Cubierto con un
manto púrpura bordado en oro recorrió la ciudad de Roma montado en una cuadriga
y acompañado de varios carros que exhibían al pueblo el cuantioso botín
conseguido. Nunca se había visto en Roma una celebración tan grandiosa como
aquella.
Casi dos años después, el 15 de marzo del año 44 a.C., hace hoy 2.057 años, cayó asesinado en el Senado, víctima de una conspiración orquestada por un grupo de senadores opuestos a sus ambiciones autocráticas. Cayo Casio, Marco Junio Bruto, Décimo Junio y un grupo de más de sesenta personas, los llamados Libertadores, materializaron su funesto plan, durante los idus de marzo, cuando César se hallaba junto a la estatua de Pompeyo, a quien, paradojas del destino, había derrotado cuatro años atrás en la batalla de Farsalia, en Grecia.Tilio Cimbro y Servilio Casca le asestaron los primeros golpes, a los que siguieron varias puñaladas que acabaron con su vida.
En octubre de 2012, un equipo hispano-italiano dirigido por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) anunció el hallazgo del lugar exacto donde fue apuñalado Julio César, en el centro del fondo de la Curia de Pompeyo, en el Largo di Torre Argentina, una plaza muy transitada del centro de Roma. Augusto, el hijo adoptivo y sucesor de Julio César, señaló el lugar en el que se cometió el infame asesinato mediante una estructura de hormigón de tres metros de ancho por más de dos metros de alto. El complejo arqueológico fue descubierto a finales de los años veinte, durante el gobierno de Mussolini, y desde entonces ha servido de refugio para una gran parte de los gatos callejeros de Roma.
Los idus de marzo[1] (en latín, Idus Martii o Idus Martiae) en el calendario romano correspondían a los días 15 del mes de Martius.
Los idus eran días de buenos augurios que tenían lugar los días 15 de marzo, mayo, julio y octubre, y los días 13 del resto de los meses del año.
Aunque marzo (Martius, mes consagrado al dios Marte) fue el tercer mes del calendario juliano, en el calendario romano más antiguo, fue el primer mes del año. Los días de fiesta observados por los romanos desde el primero de los idus reflejan su origen como celebraciones del año nuevo. Los idus de marzo, en los calendarios más antiguos, habrían sido los días correspondientes a la primera luna llena del año nuevo.[2]
Casi dos años después, el 15 de marzo del año 44 a.C., hace hoy 2.057 años, cayó asesinado en el Senado, víctima de una conspiración orquestada por un grupo de senadores opuestos a sus ambiciones autocráticas. Cayo Casio, Marco Junio Bruto, Décimo Junio y un grupo de más de sesenta personas, los llamados Libertadores, materializaron su funesto plan, durante los idus de marzo, cuando César se hallaba junto a la estatua de Pompeyo, a quien, paradojas del destino, había derrotado cuatro años atrás en la batalla de Farsalia, en Grecia.Tilio Cimbro y Servilio Casca le asestaron los primeros golpes, a los que siguieron varias puñaladas que acabaron con su vida.
En octubre de 2012, un equipo hispano-italiano dirigido por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) anunció el hallazgo del lugar exacto donde fue apuñalado Julio César, en el centro del fondo de la Curia de Pompeyo, en el Largo di Torre Argentina, una plaza muy transitada del centro de Roma. Augusto, el hijo adoptivo y sucesor de Julio César, señaló el lugar en el que se cometió el infame asesinato mediante una estructura de hormigón de tres metros de ancho por más de dos metros de alto. El complejo arqueológico fue descubierto a finales de los años veinte, durante el gobierno de Mussolini, y desde entonces ha servido de refugio para una gran parte de los gatos callejeros de Roma.
Los idus de marzo[1] (en latín, Idus Martii o Idus Martiae) en el calendario romano correspondían a los días 15 del mes de Martius.
Los idus eran días de buenos augurios que tenían lugar los días 15 de marzo, mayo, julio y octubre, y los días 13 del resto de los meses del año.
Aunque marzo (Martius, mes consagrado al dios Marte) fue el tercer mes del calendario juliano, en el calendario romano más antiguo, fue el primer mes del año. Los días de fiesta observados por los romanos desde el primero de los idus reflejan su origen como celebraciones del año nuevo. Los idus de marzo, en los calendarios más antiguos, habrían sido los días correspondientes a la primera luna llena del año nuevo.[2]
Los idus de marzo en la cultura
Estos idus de marzo eran los más famosos de los idus por estar marcados por
varias observancias religiosas y por
haberse producido en esa fecha el asesinato de Julio César en 44 a. C., considerado un punto de inflexión en la historia de la Antigua Roma,
marcando la transición del período histórico conocido como República Romana al Imperio Romano.[3]
Según el escritor griego Plutarco, César habría sido advertido del peligro,
pero había desestimado la advertencia:
Lo que es más extraordinario aún es que un vidente le había advertido del grave peligro que le amenazaba en los idus de marzo, y ese día cuando iba al Senado, Julio César encontró al vidente y riendo le dijo: «Los idus de marzo ya han llegado»; a lo que el vidente contestó compasivamente: «Sí, pero aún no han acabado».
Plutarco
Aunque el calendario romano fue sustituido por los días de la semana modernos
alrededor del siglo III, los
idus se siguieron usando coloquialmente como referencia durante los siglos
siguientes. Shakespeare en su obra Julio César en 1599 los citaba al escribir la famosa frase:
- «¡Cuídate de los idus de marzo!».
Observancias religiosas
Los idus de cada mes estaban consagrados a Júpiter, el dios supremo de los
romanos. El Flamen
Dialis, sumo sacerdote de Júpiter, llevaba la "oveja de los idus" (ovis
Idulius) en procesión por la Vía Sacra hasta el Arx, donde era
sacrificada.[4]
Además de este sacrificio mensual, en los idus de marzo también se celebraba
la Fiesta de Anna Perenna,
una diosa del año (en latín, annus), cuya festividad originalmente
concluía con las ceremonias del nuevo año. Este día era celebrado con entusiasmo
por el pueblo con comidas en el campo, bebida y mucha diversión.[5]
Una de las fuentes de la antigüedad tardía también sitúa las
Mamuralias en los idus de marzo.[6] Esta celebración, que tiene aspectos
de chivo
expiatorio o de antiguos rituales
pharmacos griegos, implicaba dar una paliza a un anciano vestido con
pieles de animales y probablemente se le llevaba fuera de la ciudad. Este ritual
podía haber formado parte de la fiesta de año nuevo, representando la expulsión
del viejo año.[7]
En el período
imperial tardío, los idus comenzaban una "semana santa" de fiestas[8]
de Cibeles y Attis. Los idus eran los días del Canna
intrat ("El junco entra"), cuando Atis nació y fue expuesto
(abandonado) cuando era todavía lactante entre los juncos de un río de Frigia.[9]
Atis fue descubierto, dependiendo de la versión del mito, por pastores o por la
diosa Cibeles, que también era conocida como la Magna Mater, "Gran
Madre".[10]
Una semana después, cada 22 de marzo, los días de la fiesta del Arbor
intrat ("El árbol entra") se conmemora la muerte de Atis bajo un pino
piñonero. Un colegio de sacerdotes llamados los "portadores del árbol", los
dendróforos
(dendrophoroi) cortaban un árbol,[11] lo engalanaban y suspendían de él una
imagen de Atis,[12]
y lo transportaban al templo de la Magna Mater en medio de lamentaciones.
Finalmente, el día fue formalizado como parte del calendario oficial romano
en tiempos de Claudio.[13]
Y le hicieron seguir un período de tres días de duelo,[14]
que culminaría con el renacimiento de Atis, el 25 de marzo, fecha del equinoccio de primavera en el calendario
juliano.[15]
Marco Bruto
Adorado por sus amigos, admirado por los buenos, y no odiado por
nadie, ni siquiera por sus enemigos, pues era un hombre de carácter
benigno, magnánimo, ajeno a la ira, a la lujuria y a la ambición, y de
ánimo firme e inflexible en lo honesto y en lo justo». Tal era la imagen
de Marco Bruto ante sus contemporáneos, según recoge Plutarco en su
biografía; un ejemplo del romano íntegro y patriota. Pero este mismo
hombre fue el instigador, y uno de los ejecutores, de uno de los
asesinatos políticos más célebres de la historia: el de Julio César.
Marco
Junio Bruto nació hacia el año 85 a.C., en el seno de una ilustre
familia romana. Todos los romanos recordaban a uno de sus antepasados,
Lucio Junio Bruto, que en torno al año 509 a.C. acabó con el último rey
de Roma, Tarquinio el Soberbio, dando así paso a la República. Su padre
participó de lleno en las luchas civiles de la fase final de la
República romana y pagó un alto precio por ello, pues en el año 77 a.C.,
cuando el joven Marco tenía apenas ocho años, fue ejecutado por Pompeyo
tras ser capturado en Módena. Su madre fue Servilia Cepiona, mujer
dominante a la vez que inteligente y rica, una de esas audaces romanas
que participaron activamente en la vida política y social de finales de
la República. Servilia era hermana de Servilio Cepión, de quien Bruto se
convertiría en hijo adoptivo, y medio hermana de otro personaje
insigne, Catón el joven, que le serviría de mentor. Pero el parentesco
más discutido de Bruto fue el que se le atribuyó con el mismo Julio
César. En efecto, su madre Servilia contrajo un segundo matrimonio con
Junio Silano, durante el cual mantuvo una relación adúltera con Julio
César. Los historiadores antiguos supusieron que César fue el verdadero
padre de Bruto y que por ello el dictador mostró siempre una especial
consideración a quien creía su hijo. Sin embargo, esto resulta
prácticamente imposible, pues cuando Bruto nació César tenía tan sólo
catorce o quince años y su relación con Servilia fue bastante posterior.
Un filósofo en campaña
Desde
su adolescencia, Bruto emprendió la carrera de honores habitual de los
aristócratas romanos. Tras ingresar muy pronto en el Senado, sirvió en
el ejército, primero en Chipre, bajo el mando de su tío Catón, y luego
en Cilicia. Su matrimonio con una joven de la familia Claudia, Claudia
Pulcra, lo alineó con la facción más conservadora del Senado, opuesta a
los ambiciosos políticos que trataban de conquistar el poder, como
Pompeyo y César. En esta época, Bruto se había convertido ya en un
hombre muy rico debido no sólo a su patrimonio familiar y al de su padre
adoptivo, sino también a sus negocios privados, incluido el de
prestamista a alto interés, y a lo que pudo requisar del patrimonio
público durante su estancia en Chipre. Eso no le impidió cultivar sus
intereses intelectuales, en particular la filosofía y la historia.
Durante las campañas militares empleaba las horas libres en leer y
escribir. Plutarco cuenta que en vísperas de una batalla, un día de gran
calor, sin esperar a que llegaran los soldados con la tienda, comió un
bocado «y mientras los demás dormían o pensaban en lo que ocurriría al
día siguiente, él pasó toda la tarde escribiendo, ocupado en elaborar un
compendio del historiador Polibio».
n el año 50 a.C., los senadores se enfrentaron a un dilema dramático:
debían optar entre defender la causa de la República bajo un líder
desacreditado, Pompeyo, o sumarse al golpe de Estado del mejor general
romano del momento, Julio César. Bruto odiaba a Pompeyo por haber
ordenado la muerte de su padre y su abuelo, que habían prestado su apoyo
a la revuelta del ex cónsul Lépido tras la muerte del dictador Sila;
Plutarco recuerda que Bruto, «cuando se encontraba con Pompeyo ni
siquiera le saludaba». Pero también tenía motivos para odiar a César,
por la relación de éste con su madre (y, según algunos, también con su
hermanastra Junia). Finalmente, como republicano de corazón que era,
optó por Pompeyo por considerar que su causa era más justa que la de
César y marchó a alistarse en su ejército.
El perdón de César
La
participación de Bruto en la guerra civil entre Pompeyo y César no fue
muy destacada. Tras pasar algún tiempo acantonado en Sicilia, viendo que
allí había poco que hacer, viajó por sus propios medios a Macedonia
justo a tiempo para participar en la batalla final entre Pompeyo y
César, en Farsalia, en el año 48 a.C. Según Plutarco, Pompeyo se
maravilló de verle llegar a su tienda, y venciendo el desdén que sentía
por su antiguo adversario «se levantó de su asiento y le abrazó como a
persona muy distinguida y aventajada». En cuanto a César, ordenó a sus
oficiales que respetaran la vida de Bruto; en caso de que se resistiera a
ser capturado deberían dejarlo marchar. Sin duda pensaba en complacer
así a su amante Servilia.
Tras su victoria en Farsalia, César
perdonó la vida a Bruto, no se sabe si porque éste le escribió
pidiéndole perdón o a ruegos de Servilia. En todo caso, Bruto se pasó
decididamente al bando del vencedor. No tuvo reparo en descubrir que
Pompeyo se había fugado a Egipto, donde el líder derrotado encontraría
la muerte. En una de sus típicas muestras de clemencia calculada, César
recompensó sus servicios concediéndole el cargo de gobernador de la
Galia Cisalpina. Al año siguiente, cuando llegó el momento de decidir
quién sería el próximo pretor urbano (la máxima autoridad judicial en
Roma), César descartó al candidato que parecía más adecuado, Casio, y se
inclinó por Bruto; otra muestra de favoritismo que alentó las sospechas
sobre la paternidad secreta del dictador.
El salvador de la República
Bruto,
sin embargo, no se sentía cómodo en su nueva situación, y fue así como
en el año 45 a.C. decidió divorciarse de su mujer –en contra de la
voluntad de su madre y provocando un gran escándalo en Roma– para
casarse con Porcia, la hija de Catón el joven, el archienemigo de César,
que acababa de suicidarse en Útica cuando se hallaba acorralado por las
fuerzas del dictador. Sin duda, su nuevo matrimonio significaba una
clara toma de partido por parte de Bruto. Algunos advirtieron a César de
que su favorito se estaba volviendo en su contra, pero el dictador
desechó las acusaciones y, tocándose el cuerpo con una mano, les decía:
«Pues qué, ¿os parece que Bruto no ha de esperar el fin de esta carne?».
Con esta frase quería decir que Bruto tenía en su mano convertirse en
su sucesor natural en la más alta magistratura romana.
Pero Bruto
empezó a escuchar los argumentos de Casio, que lo instaba a sublevarse
contra el hombre que había acaparado todo el poder y actuaba como un
tirano, pisoteando la libertad y dignidad de los auténticos romanos.
Otros amigos le mostraban las estatuas de su antepasado Bruto, el que
derrocó a Tarquinio, y le dejaban mensajes al pie de su tribunal de
pretor que decían: «Bruto, ¿duermes?» y «En verdad que tú no eres
Bruto». Finalmente, Bruto se implicó en la conspiración para matar a
Julio César. Durante los preparativos de la acción, por la noche no
podía ocultar a su esposa la agitación que lo embargaba, hasta que ésta
le arrancó el secreto después de hacerse un profundo corte en el muslo
para demostrarle su determinación. Fijado el día para el atentado, Bruto
no faltó a la cita y fue uno más de los que clavaron su daga en el
cuerpo de César hasta acabar con su vida.
Muerte en Filipos
Tras
el magnicidio, Bruto y sus compañeros marcharon al Capitolio «con las
manos ensangrentadas y, mostrando los puñales desnudos, llamaban a los
ciudadanos a la libertad». Pero el pueblo romano, hábilmente manejado
por Marco Antonio, reprobó la acción. Bruto marchó a Asia con una misión
oficial, y de allí pasó a Creta y luego a Grecia.
A diferencia de
Cicerón rechazó llegar a un acuerdo con Marco Antonio y Octavio, el
futuro Augusto, pues «tenía firmemente resuelto no ser esclavo y miraba
con horror una paz ignominiosa e indigna». De modo que en 43 a.C.
organizó en Oriente, junto a Casio, un ejército para defender la causa
de la República frente a Antonio y Octavio.
El choque definitivo
tuvo lugar en las llanuras de Filipos, en el año 42 a.C. En realidad se
libraron dos batallas. En la primera, Bruto derrotó a las fuerzas de
Octavio, pero Casio fue vencido por Antonio y se quitó la vida. Tres
semanas después, fue Bruto el derrotado. En un paraje retirado,
desesperado ya de la vida y entre confusas parrafadas filosóficas, Bruto
se suicidó arrojándose contra una espada sostenida con firmeza por su
buen amigo y compañero en sus estudios de retórica, el griego Estratón.
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