TRADUCCIÓN

domingo, 1 de febrero de 2015

INNOVACIÓN EN LA ESCUELA


El 11 de mayo de 2011, el psicólogo Howard Gardner, creador de la teoría de las inteligencias múltiples, recogió en Oviedo el Premio Príncipe de Asturias de las Ciencias Sociales. Le acompañaba la madre Montserrat del Pozo, directora del colegio Montserrrat de Vallvidrera, centro que el profesor de la Universidad de Harvard había visitado esa misma mañana. ¿Qué hacía un hombre así en un sitio como ese? Conocer de primera mano los frutos que su trabajo había dado: el centro implantó a mediados de los noventa un método educativo basado en sus teorías.
“En el año 1986, empezamos a estudiar el caso del alumnado que llegaba a COU y se veía obligado a dejar las actividades extraescolares, como los adolescentes que competían en natación o tocaban un instrumento muy bien, para aprobar”, explica Montserrat a El Confidencial. “Eso no era bueno, una persona competente debe ser capaz de hacerlo todo”. Poco a poco, sus investigaciones les hicieron centrarse en la organización neurológica del cerebro durante la primera infancia y, más tarde, en las teorías del autor de La nueva ciencia de la mente (Paidós). El proyecto estaba en marcha.

“Nos dimos cuenta de que esto nos llevaba a que el alumno fuese protagonista de su propio aprendizaje y a una serie de metodologías proactivas”, explica Del Pozo, nueva emprendedora de la red Ashoka desde este mismo año. “Lo importante es que el alumno y el centro se lo crean en todas las actividades que llevan a cabo para que el alumno no se limite a escuchar y transmitir lo que dice el profesor, sino que sea él quien responda y plantee otras preguntas al profesor”. Una visión innovadora de la educación que ha conseguido que el Colegio Montserrat sea uno de los centros privados mejor valorados de Cataluña.
Se trata de un enfoque ecléctico, como explica la religiosa: “Se basa en ideas de neurólogos, de pedagogos, de economistas, de psicólogos, de sociólogos…”, resume. “Se trabaja el aprendizaje cooperativo, la inteligencia interpersonal y la intrapersonal, la psicología del optimismo de Martin Seligman y lo racional-emotivo”. Ello también se traduce en la forma en que las clases se imparten, y que no tienen nada que ver con la lección magistral, sino que se utilizan juegos, fichas o relatos para impartir los conocimientos.


La fórmula del éxito
¿En qué se refleja esta metodología innovadora? El alumno que estudia en el colegio Montserrat arranca su jornada con unos breves momentos de reflexión en los que toma conciencia de que el día ha empezado. Justo después, desarrolla el plan de la jornada y sus objetivos, tanto para el mismo día como para la semana o el mes en el que se encuentra. Estas notas son contrastadas con su profesor-coach y sus dos compañeros del grupo base. Las clases se desarrollan a lo largo de varias horas y en ellas se llevan a cabo proyectos interdisciplinares. Por ejemplo, durante la pasada semana, los estudiantes desarrollaron un proyecto sobre el Renacimiento que expondrán a sus padres y para el que han escrito poesías, han pintado cuadros y han analizado textos.

Una vez han invertido parte de su mañana en este proyecto, los alumnos se concentran en los de otras materias, como Física y Matemáticas o, por la tarde, de Lengua. “El alumno es autónomo, no es ‘¡pip!’ y cambio de clase, sino que tienen que gestionar ellos mismos su tiempo para hacer todo lo que deben hacer y sacar el máximo rendimiento, y luego confrontarlo con el profesor y su grupo para que esto se convierta en realidad”. Una realidad que no sería posible sin los profesores. ¿Cómo debe ser un docente que trabaje en el colegio Montserrat? La religiosa destaca “sus ganas de aprender y de ser un investigador en el aula”. Da igual su edad o formación, puesto que como recuerda, todo se puede aprender; lo importante son sus ganas y dedicar tiempo a su profesión.

Por supuesto, un sistema tan innovador puede despertar suspicacias entre los padres y alumnos. ¿Cuáles son las más frecuentes? “A veces les ha costado comprender este tipo de educación en la que el alumno disfruta con lo que hace, porque hay padres que siguen pensando que la letra con sangre entra y que la educación debe ser costosa”, explica la educadora nacida en Venezuela. Tampoco todos los alumnos, ni siquiera los más estudiosos, están siempre dispuestos a cambiar su visión de las cosas. “Hay un tipo de alumno que quiere las cosas hechas, y es competente, porque quiere estudiar, hacer el examen y ya está. En nuestro sistema no se sacan buenas notas con un examen, sino en el día a día y presentando las cosas cuando tocan”.

No obstante, los buenos resultados han terminado por dar la razón a la conocida como Sor Innovación, como fue bautizada por Manuel Campo Vidal. “Muchos papás han terminado viendo que la mejor manera es trabajar en grupo, saber discutir proyectos, ver más allá, generar interrogantes y nuevos planteamientos…”, explica Montserrat. No obstante, y a pesar de que algunos colegios han seguido sus métodos, aún estamos muy lejos de vivir una revolución semejante a la que su centro ha promovido. ¿Por qué? “Nuestro paradigma es el proceso, pero antes de implantar la renovación ya se piensa en los resultados. Hay gente que piensa que la educación debería ser de una determinada manera, pero ya dijo Bauman que todo es líquido. Si se cuida el proceso, todo saldrá bien”.

Un nuevo estudiante para un contexto cambiante
¿Qué distingue al egresado del colegio Montserrat de otros de su misma generación? Para Del Pozo, tres factores: la confianza en sí mismo (“si va a una entrevista y no le sale bien, pensará en cómo hacer otra; si al profesor en la Universidad no le gusta, hablará con él”); disponen de muchos recursos, producto de su educación en las inteligencias; y gozan de un espíritu de emprendimiento social (“lo que han aprendido es para darlo a la sociedad”). El centro se ha adaptado así a los cambios que desde los años 80 se han producido en la sociedad, y que tan sólo se han asomado tímidamente a los colegios: “La educación muchas veces no responde a ese contexto, las acciones son lentas; nosotros tenemos la audacia de generar una formación para el profesorado que da lugar a un cambio sistémico en el colegio y en toda la cultura del centro, no en una sola aula o un único profesor”.

Sin embargo, algunas de sus herramientas, como el desarrollo de las competencias o el trabajo por proyectos sí han sido recogidas por el Plan Bolonia o la reciente Ley Orgánica para la Mejora de la Educación (LOMCE), aunque Del Pozo cree que no se ha llegado lo suficientemente lejos. “Lo bueno habría sido que el cambio fuese total”, explica. “Hay quien incorpora proyectos, pero sin otros cambios, eso genera una tensión entre el centro y el alumnado. Las cosas a medias hacen daño”.

No obstante, Montserrat es una optimista, en parte por su visión religiosa del mundo, en parte porque cree que estamos en un momento en el que la unanimidad respecto a la necesidad de un cambio educativo favorecerá que este se produzca. “Ojalá el profesorado se crea que es el protagonista del cambio y genere un tipo de formación que se pueda llevar a las aulas”, concluye. “Estamos en un momento sensible, lo que pasa es que hay una serie de políticas o circunstancias que hacen difícil que el profesorado haga en las aulas lo que considera que es mejor. Me gustaría que hubiese una mayor autonomía de centros en la presentación de proyectos y que se destinasen recursos para que estos se lleven a cabo”. 
Héctor G. Barnés

 
Sor Innovación, la monja que está revolucionando la educación española

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