“En el año 1986, empezamos a estudiar el caso del alumnado que llegaba a COU
y se veía obligado a dejar las actividades extraescolares, como los adolescentes
que competían en natación o tocaban un instrumento muy bien, para aprobar”,
explica Montserrat a El Confidencial. “Eso no era bueno, una persona
competente debe ser capaz de hacerlo todo”. Poco a poco, sus investigaciones les
hicieron centrarse en la organización neurológica del cerebro durante la primera
infancia y, más tarde, en las teorías del autor de La nueva ciencia de la
mente (Paidós). El proyecto estaba en marcha.
“Nos dimos cuenta de que esto nos llevaba a que el alumno fuese protagonista
de su propio aprendizaje y a una serie de metodologías
proactivas”, explica Del Pozo, nueva emprendedora de la red Ashoka desde
este mismo año. “Lo importante es que el alumno y el centro se lo crean en todas
las actividades que llevan a cabo para que el alumno no se limite a escuchar y
transmitir lo que dice el profesor, sino que sea él quien responda y plantee
otras preguntas al profesor”. Una visión innovadora de la educación que ha
conseguido que el Colegio Montserrat sea uno de los centros privados mejor valorados de Cataluña.
Se trata de un enfoque ecléctico, como explica la religiosa: “Se basa en
ideas de neurólogos, de pedagogos, de economistas, de psicólogos, de
sociólogos…”, resume. “Se trabaja el aprendizaje cooperativo, la inteligencia
interpersonal y la intrapersonal, la psicología del optimismo de Martin
Seligman y lo racional-emotivo”. Ello también se traduce en la
forma en que las clases se imparten, y que no tienen nada que ver con la
lección magistral, sino que se utilizan juegos, fichas o relatos para
impartir los conocimientos.
La fórmula del éxito
¿En qué se refleja esta metodología innovadora? El alumno que estudia en el
colegio Montserrat arranca su jornada con unos breves momentos de reflexión en
los que toma conciencia de que el día ha empezado. Justo después,
desarrolla el plan de la jornada y sus objetivos, tanto para el
mismo día como para la semana o el mes en el que se encuentra. Estas notas son
contrastadas con su profesor-coach y sus dos compañeros del
grupo base. Las clases se desarrollan a lo largo de varias
horas y en ellas se llevan a cabo proyectos interdisciplinares. Por ejemplo,
durante la pasada semana, los estudiantes desarrollaron un proyecto sobre el
Renacimiento que expondrán a sus padres y para el que han escrito poesías, han
pintado cuadros y han analizado textos.
Una vez han invertido parte de su mañana en este proyecto, los alumnos se
concentran en los de otras materias, como Física y Matemáticas o, por la tarde,
de Lengua. “El alumno es autónomo, no es ‘¡pip!’ y cambio de clase, sino que
tienen que gestionar ellos mismos su tiempo para hacer todo lo
que deben hacer y sacar el máximo rendimiento, y luego confrontarlo con el
profesor y su grupo para que esto se convierta en realidad”. Una realidad que no
sería posible sin los profesores. ¿Cómo debe ser un docente que trabaje en el
colegio Montserrat? La religiosa destaca “sus ganas de aprender y de ser un
investigador en el aula”. Da igual su edad o formación, puesto que como
recuerda, todo se puede aprender; lo importante son sus ganas y dedicar tiempo a
su profesión.
Por supuesto, un sistema tan innovador puede despertar suspicacias entre los
padres y alumnos. ¿Cuáles son las más frecuentes? “A veces les ha costado
comprender este tipo de educación en la que el alumno disfruta con lo que hace,
porque hay padres que siguen pensando que la letra con sangre entra y que
la educación debe ser costosa”, explica la educadora nacida en
Venezuela. Tampoco todos los alumnos, ni siquiera los más estudiosos, están
siempre dispuestos a cambiar su visión de las cosas. “Hay un tipo de alumno que
quiere las cosas hechas, y es competente, porque quiere estudiar, hacer el
examen y ya está. En nuestro sistema no se sacan buenas notas con un examen,
sino en el día a día y presentando las cosas cuando tocan”.
No obstante, los buenos resultados han terminado por dar la razón a la
conocida como Sor Innovación, como fue bautizada por Manuel Campo
Vidal. “Muchos papás han terminado viendo que la mejor manera es
trabajar en grupo, saber discutir proyectos, ver más allá, generar interrogantes
y nuevos planteamientos…”, explica Montserrat. No obstante, y a pesar de que
algunos colegios han seguido sus métodos, aún estamos muy lejos de vivir una
revolución semejante a la que su centro ha promovido. ¿Por qué? “Nuestro
paradigma es el proceso, pero antes de implantar la renovación ya se
piensa en los resultados. Hay gente que piensa que la educación debería ser de
una determinada manera, pero ya dijo Bauman que todo es
líquido. Si se cuida el proceso, todo saldrá bien”.
Un nuevo estudiante para un contexto cambiante
¿Qué distingue al egresado del colegio Montserrat de otros de su misma
generación? Para Del Pozo, tres factores: la confianza en sí
mismo (“si va a una entrevista y no le sale bien, pensará en cómo hacer otra; si
al profesor en la Universidad no le gusta, hablará con él”); disponen de muchos
recursos, producto de su educación en las inteligencias; y
gozan de un espíritu de emprendimiento social (“lo que han
aprendido es para darlo a la sociedad”). El centro se ha adaptado así a los
cambios que desde los años 80 se han producido en la sociedad, y que tan sólo se
han asomado tímidamente a los colegios: “La educación muchas veces no responde a
ese contexto, las acciones son lentas; nosotros tenemos la audacia de generar
una formación para el profesorado que da lugar a un cambio sistémico en el
colegio y en toda la cultura del centro, no en una sola aula o un único
profesor”.
Sin embargo, algunas de sus herramientas, como el desarrollo de las
competencias o el trabajo por proyectos sí han sido recogidas por el Plan
Bolonia o la reciente Ley Orgánica para la Mejora de la Educación (LOMCE),
aunque Del Pozo cree que no se ha llegado lo suficientemente lejos. “Lo bueno
habría sido que el cambio fuese total”, explica. “Hay quien incorpora proyectos,
pero sin otros cambios, eso genera una tensión entre el centro y el alumnado.
Las cosas a medias hacen daño”.
No obstante, Montserrat es una optimista, en parte por su visión religiosa
del mundo, en parte porque cree que estamos en un momento en el que la
unanimidad respecto a la necesidad de un cambio educativo favorecerá que este se
produzca. “Ojalá el profesorado
se crea que es el protagonista del cambio y genere un tipo de formación que se
pueda llevar a las aulas”, concluye. “Estamos en un momento sensible, lo que
pasa es que hay una serie de políticas o circunstancias que hacen difícil que el
profesorado haga en las aulas lo que considera que es mejor. Me gustaría que
hubiese una mayor autonomía de centros en la presentación de
proyectos y que se destinasen recursos para que estos se lleven a cabo”.
Héctor G. Barnés
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