San LázaroAmigo de Jesús Siglo I
Del salón en el ángulo oscuro, de su dueña tal vez olvidada, silenciosa y cubierta de polvo veíase el arpa.
¡Cuánta nota dormía en sus
cuerdas como el pájaro duerme en las
ramas, esperando la mano de
nieve que sabe arrancarlas!
?¡Ay! ?pensé?; ¡cuántas veces el
genio así duerme en el fondo del
alma, y una voz, como Lázaro,
espera que le diga: «¡Levántate y
anda!».
Gustavo Adolfo Bécquer
Lázaro
bendito, digno de que sintamos hacia ti una envidia, que tuviste el honor de
recibir del poder inmenso de Jesús un milagro tan sorprendente: dile al Divino
Redentor que en nuestras casas también hay algunos Lázaros muertos: son nuestras
situaciones imposibles de ser arregladas por nuestras solas fuerzas. Para unos
es un vicio que no logran alejar. Para otros una tristeza y un mal genio que
acompañan día por día amargando la vida. Para algunos su Lázaro muerto es su
cuerpo que sufre una dolencia que no se quiere curar, o una debilidad que quita
fuerzas... Sabemos que Cristo, que obró el milagro de Betania, tiene los mismos
poderes y el mismo amor de ese tiempo. Pídele tú a Jesús que por lo menos si no
nos da la salud, nos conceda una gran paciencia para sufrir con paciencia y así
convertir nuestros sufrimientos en escalera preciosa para subirnos a un grado
muy alto en el cielo.
Quien crea
en Mí aunque haya muerto vivirá (Jesucristo).
Lázaro es un nombre significativo en el idioma de Israel. Quiere
decir: "Dios es mi auxilio". El santo de hoy se ha hecho universalmente famoso
porque tuvo la dicha de recibir uno de los milagros más impresionantes de
Jesucristo: su resurrección, después de llevar cuatro días enterrado.
Lázaro era el jefe de un hogar
donde Jesús se sentía verdaderamente amado. A casa de Lázaro llegaba el Redentor
como a la propia casa, y esto era muy importante para Cristo, porque él no tenía
casa propia. El no tenía ni siquiera una piedra para recostar la cabeza (Lc. 9,
58). En casa de
Lázaro había tres personas que amaban a Nuestro Salvador como un
padre amabilísimo, como el mejor amigo del mundo. La casa de Betania es amable
para todos los cristianos del universo porque nos recuerda el sitio donde Jesús
encontraba descanso y cariño, después de las tensiones y oposiciones de su
agitado apostolado.
En la tumba de un gran benefactor
escribieron esta frase: "Para los pies fatigados tuvo siempre listo un descanso
en su hogar". Esto se puede decir de San Lázaro y de sus dos hermanas, Martha y
María.
La resurrección de Lázaro es una de
las historias más interesantes que se han escrito. Es un famoso milagro que
llena de admiración.
Un día se enferma Lázaro y sus dos
hermanas envían con urgencia un mensajero a un sitio lejano donde se encuentra
Jesús. Solamente le lleva este mensaje: "Aquél a quien Tú amas, está enfermo".
Bellísimo modo de decir con pocas palabras muchas cosas. Si lo amas, estamos
seguros de que vendrás, y si vienes, se librará de la muerte.
Y sucedió que Jesús no llegó y el
enfermo seguía agravándose cada día más y más. Las dos hermanas se asoman a la
orilla del camino y... Jesús no aparece. Sigue la enfermedad más grave cada día
y los médicos dicen que la muerte ya va a llegar. Mandan a los amigos a que se
asomen a las colinas cercanas y atisben a lo lejos, pero Jesús no se ve venir. Y
al fin el pobre Lázaro se muere. Pasan dos y tres días y el amigo Jesús no
llega. De Jerusalén vienen muchos amigos al entierro porque Lázaro y sus
hermanas gozan de gran estimación entre la gente, pero en el entierro falta el
mejor de los amigos: Jesús. Él que es uno de esos amigos que siempre están
presentes cuando los demás necesitan de su ayuda, ¿por qué no habrá llegado en
esta ocasión?
Al fin al cuarto día llega Jesús.
Pero ya es demasiado tarde. Las dos hermanas salen a encontrarlo llorando: -"Oh,
¡si hubieras estado aquí! ¡Si hubieras oído cómo te llamaba Lázaro! Sólo una
palabra tenía en sus labios: ‘Jesús’. No tenía otra palabra en su boca. Te
llamaba en su agonía. ¡Deseaba tanto verte! Oh Señor: sí hubieras estado aquí no
se habría muerto nuestro hermano".
Jesús responde: - "Yo soy la
resurrección y la Vida. Los que creen en Mí, no morirán para siempre". Y al
verlas llorar se estremeció y se conmovió. Verdaderamente de Él se puede repetir
lo que decía el poeta: "en cada pena que sufra el corazón, el Varón de Dolores
lo sigue acompañando".
Y Jesús se echó a llorar. Porque
nuestro Redentor es perfectamente humano, y ante la muerte de un ser querido,
hasta el más fuerte de los hombres tiene que echarse a llorar. Dichoso tú
Lázaro, que fuiste tan amado de Jesús que con tu muerte lo hiciste
llorar.
Los judíos que estaban allí en gran
número, pronunciaron una exclamación que se ha divulgado por todos los países
para causar admiración y emoción: "¡Miren cuánto lo amaba!".
¡Lázaro: yo te mando: sal fuera! Es
una de las más poderosas frases salidas de los labios de Jesús. Un muerto con
cuatro días de enterrado, maloliente y en descomposición, que recobra la vida y
sale totalmente sano del sepulcro, por una sola frase del Salvador. ¡Que
milagrazo de primera clase! Con razón se alarmaron los fariseos y Sumos
sacerdotes diciendo: "Si este hombre sigue haciendo milagros como éste, todo el
pueblo se irá con Él".
Cómo nos deben brillar los ojos al
ver lo poderoso que es Nuestro jefe, Cristo. ¡Cómo deberían llenarse de sonrisas
nuestros labios al recordar lo grande y amable que es el gran amigo Jesús!. Sin
tocar siquiera el cadáver. Sin masajes, sin remedios, con sólo su palabra
resucita a un muerto de 4 días de enterrado.
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