TRADUCCIÓN

martes, 9 de diciembre de 2014

JUAN DIEGO CUAUHTLATOATZIN

 Juan Diego Cuauhtlatoatzin (Cuauhtlatoatzin significa "el águila que habla" en idioma náhuatl), también conocido como San Juan Diego (¿? de 1474 - 30 de mayo de 1548), fue el indígena de la América Hispana que según la iglesia presenció la aparición de la Virgen de Guadalupe en 1531. Fue beatificado en 1990 y canonizado en 2002, en ambos casos por el papa Juan Pablo II.

La primera mención que se hizo de Juan Diego fue en el libro Nican Mopohua publicado por Luis Lasso de la Vega y atribuido a Antonio Valeriano, quien escribió el Nican Mopohua hacia la década de 1550, es decir, diecisiete años después de las apariciones de la Virgen de Guadalupe.


San Juan Diego era de la etnia indígena de los chichimecas. Nació el 5 de abril o mayo de 1474 en Cuautitlán, en el barrio de Tlayácac, región que pertenecía al reino de Texcoco; fue bautizado por los primeros misioneros franciscanos en torno al año de 1524.

Juan Diego era un hombre considerado piadoso por los franciscanos asentados en Tlatelolco, donde aún no había convento, sino lo que se conoce como doctrina, donde se oficiaba misa y se catequizaba. Juan Diego hacía un gran esfuerzo al trasladarse cada semana saliendo "muy temprano del pueblo de Tulpetlac, que era donde en ese momento vivía, y caminar hacia el sur hasta bordear el cerro del Tepeyac."

Según la tradición, la mañana del 9 de diciembre de 1531, ocurrió la primera de cuatro apariciones de la “Patrona de México” al indígena oriundo de Cuautitlán. ¿Qué sucedió en esos milagrosos encuentros?

Poco después de la conquista de México, en manos de Hernán Cortés, vino un periodo conocido como la Conquista espiritual.

 Durante esta etapa, ocurrida durante los primeros años de la Colonia, aparecieron las primeras familias indígenas cristianas en los alrededores de la antigua Tenochtitlan. Juan Diego pertenecía a una de estas familias y nació en Cuautitlán, aldea ubicada al norte de la Villa de Guadalupe, en 1474.

Su nombre nativo era Cuauhtlatóhuac, "el que habla como águila". Su oficio era la manufactura de petates que vendía en Tlatelolco.
Según la leyenda, a los 53 años tuvo la aparición milagrosa que daría inicio a la adoración de la Virgen de Guadalupe en México. La historia fue así: Juan Diego vivía con su mujer y su tío Juan Bernardino en Tulpetac, lugar donde no había iglesias por lo cual tenían que ir a misa hasta Santa Cruz de Tlatelolco.

El sábado 9 de diciembre de 1531, Juan Diego se encaminaba hacia ahí y al pasar por el cerro del Tepeyac oyó un canto que no era de esta tierra. Se detuvo a gozar de él y cuando miró arriba vio un sol resplandesciente y enmedio a una señora en actitud de oración (1a aparición), él fue a saludarla y ella le dijo que era su deseo que le labrase un templo en ese llano y le encomendó también que le comunicara ese deseo al señor obispo.

El obispo no lo tomó
 en serio y le pidió que volviese otra vez al lugar a ver si sus ojos no lo habían traicionado. Regresó desconsolado Juan Diego y la Santísima Virgen se le apareció otra vez (2da aparición) para decirle que volviera el domingo a ver al señor obispo. Así lo hizo Juan Diego, pero el obispo le pidió una señal comprobatoria de la voluntad de la Virgen. La señora se le apareció de nuevo (3ra aparición) y le pidió que volviera al día siguiente.

El lunes, día de la cita, se enfermó de cuidado el tío Juan Bernardino y hasta el martes no pudo salir Juan Diego que se dirigió a la ciudad a buscar a un sacerdote para que le administrara los últimos sacramentos. Iba por allí, ese día 12 de diciembre, cuando al pasar de nuevo por el Tepeyac se le volvió a aparecer la Virgen (cuarta aparición) y le preguntó qué le pasaba. El le contó lo de la enfermedad de su tío y ella le dijo que no se preocupara porque su tío ya estaba sano, después le pidió que subiera al cerro a recoger unas flores.


Fue Juan Diego y en efecto encontró muy bellas rosas de las que no era temporada y que nunca se habían dado allí. Ya con ellas en su ayate, la Santísma Virgen dijo que las llevara donde el señor obispo pero que no desplegase su ayate ni lo mostrara a nadie más. Así lo hizo Juan Diego.


Después de conseguir entrar en el obispado, le dijo a Zumárraga, el obispo, que ahí le llevaba la prueba que le había pedido. En ese momento soltó su ayate y apareció en él pintada "como por los ángeles", la imagen de la Virgen de Guadalupe.

Poco tiempo despúes, inició la construcción del primer templo dedicado a la Virgen Morena, en el barrio hoy conocido como La Villa.

Por su parte, Juan Diego ha sido elevado a santo por la iglesia católica (en 2002). Y como un homenaje a este nativo de Cuautitlán, la leyenda al pie de su imagen -ubicada en la plaza de la Basílica de Guadalupe-, refiere lo siguiente:

"Personificación de nuestro pueblo, a quien la excelsa Madre de Dios tituló: hijo predilecto de su corazón y le mandó pedir al obispo un templo donde mostrar su misericordia. Al entregar las flores recibidas como señal, apareció estampada en su tilma la maravillosa imagen de la Virgen de Guadalupe, el 12 de diciembre de 1531, año metlactli omey acatl, 13-caña, fecha inmortal para todos los mexicanos."

Según lo escrito por Luis Lasso de la Vega, fue así que en 1531, diez años después de la conquista de Tenochtitlan, Juan Diego presenció la aparición de la Virgen, cuando tenía cerca de 57 años y narró los acontecimientos a don Antonio Valeriano de Azcapotzalco un indígena letrado por conventos jesuitas en la crónica del Nican Mopohua.

Murió en la Ciudad de México en el año 1548[1] a la edad de 74 años en la fecha atribuida del 30 de mayo.


  !Dichoso Juan Diego, hombre fiel y verdadero! Te encomendamos a nuestros hermanos y hermanas laicos, para que, sintiéndose llamados a la santidad, impregnen todos los ámbitos de la vida social con el espíritu evangélico. Bendice a las familias, fortalece a los esposos en su matrimonio, apoya los desvelos de los padres por educar cristianamente a sus hijos. 
 
Mira propicio el dolor de los que sufren en su cuerpo o en su espíritu, de cuantos padecen pobreza, soledad, marginación o ignorancia. Que todos, gobernantes y súbditos, actúen siempre según las exigencias de la justicia y el respeto de la dignidad de cada hombre, para que así se consolide la paz.  

¡Amado Juan Diego, «el águila que habla»! Enséñanos el camino que lleva a la Virgen Morena del Tepeyac, para que Ella nos reciba en lo íntimo de su corazón, pues Ella es la Madre amorosa y compasiva que nos guía hasta el verdadero Dios. Amén. 

ESTA ORACION LA DIJO EL PAPA PABLO II, EN LA CANONIZACION DEL INDIO JUAN.

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