TRADUCCIÓN

viernes, 26 de diciembre de 2014

CAMBIO DE CALENDARIO ROMANO

La festiva noche del 31 de diciembre, ese tránsito celebrado entre un año que acaba y otro que empieza, tiene su origen en un hecho nada amistoso sino sangriento: la guerra, la que declaró la expansiva Roma contra los belos, la etnia celtíbera que dominaba una amplia extensión geográfica del nordeste peninsular y que tenía un poderoso centro social y administrativo en Segeda —actual término municipal de Mara, en la provincia de Zaragoza—.

Años de convivencia pacífica acabaron en guerra. Roma decidió poner fin a la autonomía de los belos. Consideró que habían roto los pactos y usó como argumento el hecho de que Segeda hubiera procedido a ampliar las murallas de la ciudad, lo que atentaba al pacto de paz que habían firmado en el año 179 antes de Cristo.

Así que, 25 años después de aquel acuerdo, la paz se rompió y se transmutó en guerra. Fue en el 154 antes de Cristo. Hasta entonces —y ahí está la razón de que la Nochevieja caiga el 31 de diciembre— el año administrativo en los dominios de Roma acababa el 14 de marzo; y lo que hoy es el día de Añonuevo tocaba el 15 de marzo, jornada en la que arrancaba el calendario y en la que se elegían a los cónsules.


La operación bélica de Roma contra Segeda fue de una gran dimensión. Y para dirigirla hacía falta un cónsul —en vez de un pretor, de rango inferior—. Roma decidió actuar con rapidez, no esperar a la fecha del 15 de marzo para cumplimentar el proceso de elección de cónsules. Así que, para ganar tiempo, tomó la rotunda decisión de cambiar el calendario político-administrativo que había regido hasta entonces, de forma que el primer día del año pasó a ser el 1 de enero.

Aquello quedó para la posteridad. Fue el origen del calendario occidental que ha llegado a nuestros días y, po rtanto, el origen de que la Nochevieja tenga lugar el 31 de diciembre.

El Senado romano movilizó un ejército de 30.000 hombres para atacar a Segeda, el doble de lo que hasta entonces era habitual en los contingentes que llegaban a la Península.

Segeda fue solo el principio, la punta de lanza de una campaña bélica que sembró de sangre las tierras de Hispania. Tras arrasar esta ciudad celtíbera, los romanos fueron a por Numancia.
R. Pérez

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