TRADUCCIÓN

lunes, 11 de agosto de 2014

NASARAH, PERSEGUIDO Y OLVIDADO

El 1 de abril de 1933 los nazis pintaron la estrella de David y la palabra "Jude" en los comercios propiedad de judíos en Alemania, pero a veces, a causa de las prisas, solo escribieron una "j" en la fachada.


En julio pasado los yihadistas del Estado Islámico pintaron en rojo el equivalente de la "n" en árabe, primera letra de la palabra "nasarah" (cristiano), en las fachadas de las casas de los fieles de esa religión en Mosul (Irak). Ochenta años después la historia se repite.


                                                   Presos iraquíes del Estado Islámico a punto de ser ejecutados.


Aquellas pintadas fueron el principio de la eliminación de una de las grandes minorías religiosas asentada en el norte de Irak desde hace 20 siglos, mucho antes de que brotase el islam, gracias a San Tomás y a San Tadeo. Aunque en teoría se les dio la posibilidad de convertirse al islam para salvarse, más de cien mil cristianos fueron despojados de sus bienes y expulsados del recién creado Estado Islámico. Sus propiedades y las iglesias fueron incautadas, los símbolos religiosos destruidos, los manuscritos quemados en unos pocos días, según coinciden todos los testimonios.



Hay también acusaciones más graves sobre hombres cristianos crucificados, niños decapitados en un parque, para sembrar el pánico entre la comunidad, y mujeres convertidas en esclavas de los nuevos dueños de Mosul. Con el tiempo se verá si se confirman todas ellas, pero a día de hoy ya está claro que los seguidores del autoproclamado califa Al Bagdadi, el líder del Estado Islámico, han cometido todo tipo de atrocidades.


De los 1,5 millones de cristianos que había en Irak en 2003, cuando EE UU intervino para derrocar a Sadam Husein, quedan ahora menos de 400.000 porque los demás han huido del acoso y los ataques que padecen. Solo este dato basta para medir el desastre que a la postre ha sido aquella invasión.


Hay otra minoría en esa región septentrional de Irak, los kurdos yazidies, a los que los yihadistas tratan de exterminar. Su religión no es del Libro, es politeísta. A ojos de los islamistas más radicales son adoradores del diablo y solo merecen la muerte. Acorralados en la cordillera de Sinjar, donde han huido varias decenas de miles, cientos de yazidies, acaso miles, ya han fallecido de deshidratación, de agotamiento etcétera. Intentan refugiarse en el Kurdistán iraquí que el Estado Islámico quiere también conquistar.


A mediados de la década de los noventa la OTAN, con EE UU a la cabeza, lanzó dos operaciones militares sucesivas en la antigua Yugoslavia, Deny Flight y Deliberate Force, para evitar que las fuerzas serbias de Slobodan Milosevic y sus satélites (la República de Srpska) aplastasen a los musulmanes bosnios. Se llegó tarde, pero aún así se salvaron muchas vidas. España participó entonces con ocho aviones F-18 y acogió en su territorio a más de 2.000 refugiados bosnios.


Veinte años después de aquella intervención en Bosnia, ante lo que acabará siendo considerado como un genocidio en Irak, solo EE UU ha reaccionado militarmente con bombardeos aéreos para frenar al Estado Islámico. Dos países europeos, Francia y el Reino Unido, han manifestado su disposición a hacer llegar ayuda humanitaria a cristianos y yazidies. La reacción es más bien escasa.

"Muchos cristianos entrevistados expresan una sensación de completo abandono y de desesperanza", escribe el diario The New York Times. Recalcan que el repicar de las campanas de las iglesias mezclado con los llamamientos a la oración de los musulmanes -uno de los símbolos de la larga tradición de tolerancia de Mosul- "nunca más volverá a ser oído".


El papa Francisco ha hecho llamamientos, el último el domingo 10, pidiendo oraciones por los cristianos perseguidos y denunciando hechos que "ofenden gravemente a Dios y a la humanidad". Entre los grandes países europeos es en Francia, el Estado más laico, donde esa cacería religiosa ha suscitado más solidaridad.


Los ministros franceses de Asuntos Exteriores, Laurent Fabius, y de Interior, Bernard Cazeneuve, hicieron el 28 de julio, una declaración conjunta ofreciendo agilizar el asilo para los perseguidos; el presidente François Hollande pidió a continuación a la UE que se movilice; la conferencia episcopal francesa envió a una delegación a Irak encabezada por el cardenal Philippe Barbarin, arzobispo de Lyon; y el domingo, en algunas iglesias de Francia, se rezó y se hicieron colectas por los cristianos de Oriente Próximo.


Hasta en México, tan alejado de Oriente Próximo, la conferencia episcopal emitió un comunicado y pidió que se celebrase el domingo pasado, en la Basílica de Guadalupe, en la capital, una misa especial por los cristianos de Irak. A ellos les dedicó su homilía el padre Ángel Luis Lorente. 


El España el Ministerio de Asuntos Exteriores publicó, el 8 de agosto, un comunicado manifestando su "profunda preocupación" y su apoyo a los bombardeos de EE UU sobre el Estado Islámico. Eso fue todo. No se ofreció asilo a las víctimas. Ningún ministro, ni siquiera el de Asuntos Exteriores, ha dicho una palabra; la conferencia episcopal guarda silencio -solo se sumó a una nota de los obispos de Europa-, como también permanecen callados los partidos políticos y la sociedad civil. En las homilías pronunciadas el domingo pasado en muchas iglesias de España. y colgadas en Internet. se habló de todo un poco, pero no se mencionó a los "hermanos de Irak".


¿Sigue siendo España un país católico? Su voz, en todo caso, no llega a los cristianos iraquíes.
Ignacio Cembrero El Mundo 


                     Juan Luis Ney Sotomayor, cirujano de guerra, en Erbil (Kurdistán iraquí.)
No puedo cerrar los ojos ante la barbarie. Forma parte de mi trabajo. Aparece delante de mí todos los días. Y no pienso darle la espalda. Si lo hiciera traicionaría mis principios y mi forma de entender la vida. Veo miles de cuerpos quebrados por el dolor. 

Escucho cientos de relatos, a cada cual más cruel, del sufrimiento vivido. Siento los sollozos interminables de los niños. Sus lágrimas es lo que más me afecta. Son miradas que reflejan todo el horror padecido. Por la noche cuando duermo, no son pesadillas lo que me desvela, sino las llamadas de los responsables del gobierno autónomo del Kurdistán avisándome de la llegada de nuevos refugiados, o del traslado urgente de heridos a un hospital víctimas de un atentado o de nuevas acciones de guerra. Y la aparición constante de grupos de niños solos. Los niños y la guerra, un binomio que va unido y que, desgraciadamente, ya había vivido. Pero nunca de una manera tan cruel como ahora. Esta guerra me está afectando mucho más que cualquier otra. 

Es un genocidio medieval. El terror por el terror. Lo más duro ha sido recoger críos heridos después de un ataque yihadista contra una columna de refugiados, y no poder trasladarlos a todos. Es una sensación de impotencia brutal. Me gustaría salvarlos a todos. 

Llevarlos a España. Apartarles de este horror. No puedo. Los hay de todas las edades: recién nacidos, lactantes, niños pequeños y adolescentes. Lo que más me duele es no poder atenderlos como necesitan.

Crucifixión de infieles

Los yihadistas están a 50 km del lugar donde me encuentro, la ciudad de Erbil, capital administrativa del estado autónomo del Kurdistán iraquí. Mi nombre es Juan Luis Ney Sotomayor, tengo 46 años y soy de Barcelona. Soy médico cirujano y mi especialidad la cirugía de guerra. Me he formado en Francia y Alemania. Mi vida la he dedicado a la cooperación internacional y he participado en más de 10 misiones humanitarias: Liberia, Malí, Palestina, Irak, Afganistán, Sudán... Llevo viviendo en Erbil desde hace tres meses, contratado por el gobierno autónomo del Kurdistán y colaborando con diversas organizaciones no gubernamentales. Mi misión era, en un principio, dar formación a cirujanos locales hasta que estalló la catástrofe. Ahora hago de todo. Estamos desbordados: se calcula que más de medio millón de personas han huido por el terror yihadista y solamente en Erbil hay unos cien mil refugiados. Y no se ve el final.

Todo comenzó hace apenas dos meses, cuando Mosul (la segunda ciudad más importante de Irak) cayó en manos de los yihadistas del IS (siglas en inglés de Estado Islámico). A partir de ese momento se instauró el terror. Después se apoderaron de otras ciudades importantes como Kirkuk. En todas ellas han tenido lugar las más horribles matanzas: degollamientos públicos, fusilamientos masivos, crucifixión de infieles, enterramiento de mujeres y niños vivos. Lo más espantoso que uno pueda imaginar ha sido superado por la realidad. Testigos directos me han relatado como la ciudad de Mosul está repleta de cabezas cortadas colgadas del tendido eléctrico.

Esas imágenes, distribuidas por las redes sociales, han expandido el terror y el pánico se ha apoderado de la población. Ahí comenzó la estampida. Primero les tocó el turno a los cristianos (con ellos se inauguró la masacre), pero luego huyeron los turcomanos, los yazidíes, que ya estaban señalados, vinieron poco después pero, como en el famoso verso de Bertolt Brecht, incluso los que no esperaban verse afectados por la persecución, chiítas y moderados sunitas, también han salido corriendo al convertirse en objetivo señalado por los más extremistas.

Y a los crímenes de guerra les ha seguido la catástrofe humanitaria. Centenares de miles de personas perdidas en el desierto sin víveres, sin agua, andando descalzos, soportando temperaturas de 55º C. No se sabe la cantidad de personas que han muerto así. Seguramente las más débiles: ancianos, mujeres, enfermos, niños y los que tenían menos alimentos. Muchas de estas columnas de refugiados han sido atacadas con fuego de artillería por las milicias del IS. Yo denuncio abiertamente la comisión de un genocidio contra la población civil en Irak.

Para mí no existen horarios. Cooperantes y médicos dependemos de las necesidades que surjan en cada momento. Presto asistencia en varios hospitales de la ciudad. Ha habido días que he tenido que trabajar 24 horas seguidas atendiendo a refugiados. Lo habitual es descansar dos, cuatro o seis horas como máximo al día, pero un ataque, la llegada de una nueva columna de refugiados, un atentado nos obligan a dejar lo que estamos haciendo para acudir y prestar asistencia a las victimas. Vivo en un chalet alquilado con otros cooperantes y cuento con la asistencia de un chofer que me traslada a cualquier punto de la ciudad y de sus alrededores.

Han muerto miles de personas, especialmente mujeres y de niños. Muchos de ellos no han podido ser enterrados. El caso más dramático quizá sea el de los integrantes de la religión yazidíe. 

Aunque existe mucha leyenda en torno a ellos, son personas absolutamente normales, como cualquiera de nosotros. No se les diferencia étnicamente. Practican una religión y unas tradiciones de hace miles de años. Se calcula que 50.000 yazidíes, en su éxodo hacia el este, han quedado aislados en las montañas de Sinjar, junto a la frontera con Siria. EEUU ya ha mandado ayuda humanitaria a través de aviones y helicópteros... Sin la intervención internacional la masacre está asegurada.

La dinámica que han impuesto los terroristas del IS consiste en un ataque sistemático y sin distinciones contra la población civil. Esta es la verdadera situación que vivimos. Sin dramatismos ni exageraciones. Aunque revisten sus acciones como parte de la guerra santa para instaurar un nuevo Califato, la realidad es que usan la religión como instrumento del terror. No es una guerra contra los cristianos, ni tampoco una entre sunitas y chiítas. Es una guerra del terrorismo internacional contra todos. Son especialmente crueles. Atacan hospitales, ejecutan familias enteras. Realizan crímenes masivos que filman y distribuyen por las redes. La propaganda de sus horrores les hace más fuertes.

Los integrantes del IS son en su mayoría mercenarios. Han venido de todos los países a engrosar sus filas: Arabia, Australia, Alemania, Inglaterra... también España. Recientemente recibí la información de que dos mujeres con pasaporte español habían sido detenidas en la frontera con Siria. Aunque el banderín de enganche es la yihad (la guerra santa) una vez en combate lo que más les atrae es el dinero y, en un país como Irak donde no funcionan los bancos y todos los pagos son en metálico, la toma de ciudades les permite engrosar sus ganancias y repartir sus botines.

El botín de Mosul

Es el caso de Mosul, una ciudad con más de dos millones de habitantes, que está bajo su poder. Allí se han apoderado de ingentes cantidades de dinero (se habla de cientos de millones de dólares) que han utilizado para la compra de material de guerra y suministros. Aún sigue siendo un misterio cómo y de dónde consiguen el apoyo que reciben: armamentos, víveres, información... Con dinero se obtiene casi todo, pero ellos han contado con apoyo logístico y militar desde el principio. Al Qaeda estuvo en el origen de este grupo, pero ahora la organización madre les ha repudiado y los terroristas del IS actúan aparentemente por si solos, no respondiendo a otras órdenes y estrategia que a los de su propia organización.

Tienen un único fin: provocar el pánico y vencer, anulando, cualquier resistencia. Hasta ahora lo han conseguido y si no llega pronto más ayuda internacional (tanto militar como humanitaria) seguirán avanzando y extenderán el conflicto hasta Irán. Este es su objetivo, y sería terrible. La guerra sería total y la crisis humanitaria alcanzaría niveles hasta ahora desconocidos.

Aquí, en Erbil, se agradece la intervención de EEUU y la ayuda que prestan Francia e Inglaterra. España también debería intervenir con ayuda humanitaria. Al no poder actuar las ONG tiene que ser a través del Gobierno y de la Unión Europea. No tenemos mucho tiempo. Es cuestión de semanas. Nosotros ya tenemos preparados diversos planes de evacuación. Todo el personal occidental sabe que es objetivo principal de las milicias del IS. Nuestra captura puede ser utilizada tanto para la obtención de un rescate o como propaganda suya para mostrar cómo se realiza el exterminio de infieles. Sabemos que tienen informadores y terroristas dentro de la ciudad. Existe la alerta de inminentes atentados con coches bomba en puntos estratégicos de Erbil. Esto ha sido lo que ha precipitado la evacuación de personal diplomático y de grandes empresas. Se piensa que los atentados están destinados a bloquear la capacidad de respuesta de la ciudad. Mi intención es permanecer en Erbil hasta el último momento. Pero sé que cuando me vaya, detrás de mí siempre quedarán los niños.
La transcripción y la edición del relato del médico Juan Luis Ney Sotomayor han sido realizadas por Javier Castro-Villacañas.

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