Hasta tres veces pidió el Papa a los presentes en el Angelus del domingo en la Plaza de San Pedro que se acercaran al pasaje evangélico del ciego de nacimiento, que era el del día.
El episodio "se abre con un ciego que empieza a ver y se cierra con personas que presuntamente ven y que sin embargo siguen siendo ciegos de alma".
Más que sobre el milagro de la curación, dijo Francisco, San Juan Evangelista quiere que nos fijemos "en lo que sucede después, en las discusiones que suscita". Lo cual también sucede hoy, continuó improvisando: "Muchas veces una obra buena, de caridad, suscita discusiones porque hay algunos que no quieren ver la verdad".
El empecinamiento agresivo en el mal
Y ¿cuál es la verdad de la historia del ciego de nacimiento? Que "al final el ciego curado llega a la fe, que es la gracia más grande que le hace Jesús: no sólo ver, sino verlo a Él como la Luz del mundo".
Al tiempo que "el ciego se acerca a la luz, los doctores de la Ley profundizan cada vez más en su ceguera interior, cerrados en su presunción de creer que ya tienen la luz, y por eso no se abren a la verdad de Jesús: hacen de todo con tal de negar la evidencia".
Su cerrazón "se convierte en algo agresivo y desemboca en la expulsión del tiempo del hombre curado", a quien Jesús abre los ojos por segunda vez "revelándole su Providencia: yo soy el Mesías".
"Este texto del Evangelio nos hace ver el drama de la ceguera interior de mucha gente", dijo el pontífice: "También de la nuestra, nosotros tenemos a veces momentos de ceguera interior. Pero nuestra vida es a veces similar a la del ciego, que se abre a Dios, a la luz, a la gracia". Otras veces, empero, "como los doctores de la ley, desde lo alto de nuestro orgullo juzgamos a los demás, incluso al Señor".
Humildad, paciencia, misericordia
Este domingo, mediante la lectura de este pasaje de las Escrituras, "somos invitados a abrirnos a la luz de Cristo para llevar fruto a nuestra vida y eliminar los comportamientos que no son cristianos. Tenemos que arrepentirnos para caminar decididamente en el camino de la santidad" y comportarnos "como hijos de la Luz, con humildad, paciencia y misericorida", a diferencia de los doctores de la Ley, que "no tenían ni humildad, ni paciencia ni misericordia".
"Hoy os sugiero que cuando volváis a casa cojáis el Evangelios de San Juan y leáis el capítulo 9. Os hará bien, porque veréis el camino de la ceguera de la luz, y el otro camino, el malo, hacia una profunda ceguera. Y preguntémonos: ¿cómo es nuestro corazón? ¿Tengo un corazón abierto o cerrado? ¿Abierto o cerrado a Dios? ¿Abierto o cerrado al prójimo?".
"Siempre tenemos en nosotros alguna cerrazón nacida del pecado, de los errores. No tengamos miedo, abrámonos a la luz de Señor", concluyó Francisco: "Él nos espera siempre para hacernos ver mejor, para perdonarnos. No olvideis esto, él nos espera siempre".
Tras el rezo del Angelus y los acostumbrados saludos a los presentes (entre ellos mencionó varios grupos de españoles), Francisco insistió por dos veces en leer al llegar a casa el Capítulo 9 de San Juan.
Desde ReL les facilitamos cumplir con el deseo del Papa.
Evangelio de San Juan, capítulo 9
Fuente:
Más que sobre el milagro de la curación, dijo Francisco, San Juan Evangelista quiere que nos fijemos "en lo que sucede después, en las discusiones que suscita". Lo cual también sucede hoy, continuó improvisando: "Muchas veces una obra buena, de caridad, suscita discusiones porque hay algunos que no quieren ver la verdad".
El empecinamiento agresivo en el mal
Y ¿cuál es la verdad de la historia del ciego de nacimiento? Que "al final el ciego curado llega a la fe, que es la gracia más grande que le hace Jesús: no sólo ver, sino verlo a Él como la Luz del mundo".
Al tiempo que "el ciego se acerca a la luz, los doctores de la Ley profundizan cada vez más en su ceguera interior, cerrados en su presunción de creer que ya tienen la luz, y por eso no se abren a la verdad de Jesús: hacen de todo con tal de negar la evidencia".
Su cerrazón "se convierte en algo agresivo y desemboca en la expulsión del tiempo del hombre curado", a quien Jesús abre los ojos por segunda vez "revelándole su Providencia: yo soy el Mesías".
"Este texto del Evangelio nos hace ver el drama de la ceguera interior de mucha gente", dijo el pontífice: "También de la nuestra, nosotros tenemos a veces momentos de ceguera interior. Pero nuestra vida es a veces similar a la del ciego, que se abre a Dios, a la luz, a la gracia". Otras veces, empero, "como los doctores de la ley, desde lo alto de nuestro orgullo juzgamos a los demás, incluso al Señor".
Humildad, paciencia, misericordia
Este domingo, mediante la lectura de este pasaje de las Escrituras, "somos invitados a abrirnos a la luz de Cristo para llevar fruto a nuestra vida y eliminar los comportamientos que no son cristianos. Tenemos que arrepentirnos para caminar decididamente en el camino de la santidad" y comportarnos "como hijos de la Luz, con humildad, paciencia y misericorida", a diferencia de los doctores de la Ley, que "no tenían ni humildad, ni paciencia ni misericordia".
"Hoy os sugiero que cuando volváis a casa cojáis el Evangelios de San Juan y leáis el capítulo 9. Os hará bien, porque veréis el camino de la ceguera de la luz, y el otro camino, el malo, hacia una profunda ceguera. Y preguntémonos: ¿cómo es nuestro corazón? ¿Tengo un corazón abierto o cerrado? ¿Abierto o cerrado a Dios? ¿Abierto o cerrado al prójimo?".
"Siempre tenemos en nosotros alguna cerrazón nacida del pecado, de los errores. No tengamos miedo, abrámonos a la luz de Señor", concluyó Francisco: "Él nos espera siempre para hacernos ver mejor, para perdonarnos. No olvideis esto, él nos espera siempre".
Tras el rezo del Angelus y los acostumbrados saludos a los presentes (entre ellos mencionó varios grupos de españoles), Francisco insistió por dos veces en leer al llegar a casa el Capítulo 9 de San Juan.
Desde ReL les facilitamos cumplir con el deseo del Papa.
Evangelio de San Juan, capítulo 9
Fuente:
Vatican.va
1 Al pasar, vio a un hombre ciego de nacimiento.
2 Sus discípulos le preguntaron: «Maestro, ¿quién ha pecado, él o sus padres, para que haya nacido ciego?».
3 «Ni él ni sus padres han pecado, respondió Jesús; nació así para que se manifiesten en él las obras de Dios.
4 Debemos trabajar en las obras de aquel que me envió, mientras es de día; llega la noche, cuando nadie puede trabajar.
5 Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo»
6 Después que dijo esto, escupió en la tierra, hizo barro con la saliva y lo puso sobre los ojos del ciego,
7 diciéndole: «Ve a lavarte a la piscina de Siloé», que significa "Enviado". El ciego fue, se lavó y, al regresar, ya veía.
8 Los vecinos y los que antes lo habían visto mendigar, se preguntaban: «¿No es este el que se sentaba a pedir limosna?».
9 Unos opinaban: «Es el mismo». «No, respondían otros, es uno que se le parece». El decía: «Soy realmente yo».
10 Ellos le dijeron: «¿Cómo se te han abierto los ojos?».
11 El respondió: «Ese hombre que se llama Jesús hizo barro, lo puso sobre mis ojos y me dijo: «Ve a lavarte a Siloé». Yo fui, me lavé y vi».
12 Ellos le preguntaron: «¿Dónde está?». El respondió: «No lo sé».
13 El que había sido ciego fue llevado ante los fariseos.
14 Era sábado cuando Jesús hizo barro y le abrió los ojos.
15 Los fariseos, a su vez, le preguntaron cómo había llegado a ver. El les respondió: «Me puso barro sobre los ojos, me lavé y veo».
16 Algunos fariseos decían: «Ese hombre no viene de Dios, porque no observa el sábado». Otros replicaban: «¿Cómo un pecador puede hacer semejantes signos?». Y se produjo una división entre ellos.
17 Entonces dijeron nuevamente al ciego: «Y tú, ¿qué dices del que te abrió los ojos?». El hombre respondió: «Es un profeta».
18 Sin embargo, los judíos no querían creer que ese hombre había sido ciego y que había llegado a ver, hasta que llamaron a sus padres
19 y les preguntaron: «¿Es este el hijo de ustedes, el que dicen que nació ciego? ¿Cómo es que ahora ve?».
20 Sus padres respondieron: «Sabemos que es nuestro hijo y que nació ciego,
21 pero cómo es que ahora ve y quién le abrió los ojos, no lo sabemos. Pregúntenle a él: tiene edad para responder por su cuenta».
22 Sus padres dijeron esto por temor a los judíos, que ya se habían puesto de acuerdo para excluir de la sinagoga al que reconociera a Jesús como Mesías.
23 Por esta razón dijeron: «Tiene bastante edad, pregúntenle a él».
24 Los judíos llamaron por segunda vez al que había sido ciego y le dijeron: «Glorifica a Dios. Nosotros sabemos que ese hombre es un pecador».
25 «Yo no sé si es un pecador, respondió; lo que sé es que antes yo era ciego y ahora veo».
26 Ellos le preguntaron: «¿Qué te ha hecho? ¿Cómo te abrió los ojos?».
27 El les respondió: «Ya se lo dije y ustedes no me han escuchado. ¿Por qué quieren oírlo de nuevo? ¿También ustedes quieren hacerse discípulos suyos?».
28 Ellos lo injuriaron y le dijeron: «¡Tú serás discípulo de ese hombre; nosotros somos discípulos de Moisés!
29 Sabemos que Dios habló a Moisés, pero no sabemos de dónde es este».
30 El hombre les respondió: «Esto es lo asombroso: que ustedes no sepan de dónde es, a pesar de que me ha abierto los ojos.
31 Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, pero si al que lo honra y cumple su voluntad.
32 Nunca se oyó decir que alguien haya abierto los ojos a un ciego de nacimiento.
33 Si este hombre no viniera de Dios, no podría hacer nada».
34 Ellos le respondieron: «Tú naciste lleno de pecado, y ¿quieres darnos lecciones?». Y lo echaron.
35 Jesús se enteró de que lo habían echado y, al encontrarlo, le preguntó: «¿Crees en el Hijo del hombre?».
36 El respondió: «¿Quién es, Señor, para que crea en él?».
37 Jesús le dijo: «Tú lo has visto: es el que te está hablando».
38 Entonces él exclamó: «Creo, Señor», y se postró ante él.
39 Después Jesús agregó: «He venido a este mundo para un juicio: Para que vean los que no ven y queden ciegos los que ven».
40 Los fariseos que estaban con él oyeron esto y le dijeron: «¿Acaso también nosotros somos ciegos?».
41 Jesús les respondió: «Si ustedes fueran ciegos, no tendrían pecado, pero como dicen: "Vemos", su pecado permanece».
ReL
1 Al pasar, vio a un hombre ciego de nacimiento.
2 Sus discípulos le preguntaron: «Maestro, ¿quién ha pecado, él o sus padres, para que haya nacido ciego?».
3 «Ni él ni sus padres han pecado, respondió Jesús; nació así para que se manifiesten en él las obras de Dios.
4 Debemos trabajar en las obras de aquel que me envió, mientras es de día; llega la noche, cuando nadie puede trabajar.
5 Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo»
6 Después que dijo esto, escupió en la tierra, hizo barro con la saliva y lo puso sobre los ojos del ciego,
7 diciéndole: «Ve a lavarte a la piscina de Siloé», que significa "Enviado". El ciego fue, se lavó y, al regresar, ya veía.
8 Los vecinos y los que antes lo habían visto mendigar, se preguntaban: «¿No es este el que se sentaba a pedir limosna?».
9 Unos opinaban: «Es el mismo». «No, respondían otros, es uno que se le parece». El decía: «Soy realmente yo».
10 Ellos le dijeron: «¿Cómo se te han abierto los ojos?».
11 El respondió: «Ese hombre que se llama Jesús hizo barro, lo puso sobre mis ojos y me dijo: «Ve a lavarte a Siloé». Yo fui, me lavé y vi».
12 Ellos le preguntaron: «¿Dónde está?». El respondió: «No lo sé».
13 El que había sido ciego fue llevado ante los fariseos.
14 Era sábado cuando Jesús hizo barro y le abrió los ojos.
15 Los fariseos, a su vez, le preguntaron cómo había llegado a ver. El les respondió: «Me puso barro sobre los ojos, me lavé y veo».
16 Algunos fariseos decían: «Ese hombre no viene de Dios, porque no observa el sábado». Otros replicaban: «¿Cómo un pecador puede hacer semejantes signos?». Y se produjo una división entre ellos.
17 Entonces dijeron nuevamente al ciego: «Y tú, ¿qué dices del que te abrió los ojos?». El hombre respondió: «Es un profeta».
18 Sin embargo, los judíos no querían creer que ese hombre había sido ciego y que había llegado a ver, hasta que llamaron a sus padres
19 y les preguntaron: «¿Es este el hijo de ustedes, el que dicen que nació ciego? ¿Cómo es que ahora ve?».
20 Sus padres respondieron: «Sabemos que es nuestro hijo y que nació ciego,
21 pero cómo es que ahora ve y quién le abrió los ojos, no lo sabemos. Pregúntenle a él: tiene edad para responder por su cuenta».
22 Sus padres dijeron esto por temor a los judíos, que ya se habían puesto de acuerdo para excluir de la sinagoga al que reconociera a Jesús como Mesías.
23 Por esta razón dijeron: «Tiene bastante edad, pregúntenle a él».
24 Los judíos llamaron por segunda vez al que había sido ciego y le dijeron: «Glorifica a Dios. Nosotros sabemos que ese hombre es un pecador».
25 «Yo no sé si es un pecador, respondió; lo que sé es que antes yo era ciego y ahora veo».
26 Ellos le preguntaron: «¿Qué te ha hecho? ¿Cómo te abrió los ojos?».
27 El les respondió: «Ya se lo dije y ustedes no me han escuchado. ¿Por qué quieren oírlo de nuevo? ¿También ustedes quieren hacerse discípulos suyos?».
28 Ellos lo injuriaron y le dijeron: «¡Tú serás discípulo de ese hombre; nosotros somos discípulos de Moisés!
29 Sabemos que Dios habló a Moisés, pero no sabemos de dónde es este».
30 El hombre les respondió: «Esto es lo asombroso: que ustedes no sepan de dónde es, a pesar de que me ha abierto los ojos.
31 Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, pero si al que lo honra y cumple su voluntad.
32 Nunca se oyó decir que alguien haya abierto los ojos a un ciego de nacimiento.
33 Si este hombre no viniera de Dios, no podría hacer nada».
34 Ellos le respondieron: «Tú naciste lleno de pecado, y ¿quieres darnos lecciones?». Y lo echaron.
35 Jesús se enteró de que lo habían echado y, al encontrarlo, le preguntó: «¿Crees en el Hijo del hombre?».
36 El respondió: «¿Quién es, Señor, para que crea en él?».
37 Jesús le dijo: «Tú lo has visto: es el que te está hablando».
38 Entonces él exclamó: «Creo, Señor», y se postró ante él.
39 Después Jesús agregó: «He venido a este mundo para un juicio: Para que vean los que no ven y queden ciegos los que ven».
40 Los fariseos que estaban con él oyeron esto y le dijeron: «¿Acaso también nosotros somos ciegos?».
41 Jesús les respondió: «Si ustedes fueran ciegos, no tendrían pecado, pero como dicen: "Vemos", su pecado permanece».
ReL
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