TRADUCCIÓN

domingo, 23 de marzo de 2014

EL CORAZÓN ABIERTO A LA PALABRA DE DIOS

Para no “matar” en el corazón la Palabra de Dios,
es necesario ser humildes y capaces de rezar.

Dos actitudes que el Papa Francisco indicó

esta mañana al comentar el Evangelio en su
homilía de la Misa matutina celebrada en la
 Capilla de la Casa de Santa Marta.

Es posible -pero injusto- "adueñarse"

 de la Palabra de Dios y disponer de
 ella según el propio gusto, si un
cristiano no es humilde y no reza
 
 
 




 Para poner en guardia ante esta insidia el Papa
 desarrolló esta idea basándose en el Evangelio
 del día, en el que Jesús relata la parábola
 de los viñadores homicidas que primero
asesinan a los siervos y, por último, al hijo
 del dueño de la viña, con la intención
 de adueñarse de su herencia. Parábola
 que escucharon los fariseos, los ancianos
 y los sacerdotes, a los cuales – explicó
Francisco – Jesús se dirige para hacerles
 comprender “dónde han caído” por no
 tener “el corazón abierto a la Palabra de Dios”:

“Éste es el drama de esta gente, ¡y también

 nuestro drama! Se adueñaron de la Palabra
 de Dios. Y la Palabra de Dios se vuelve
palabra de ellos, una palabra según su
 interés, sus ideologías, sus teologías
 pero a su servicio. Y cada uno la
interpreta según su propia voluntad,
según su propio interés. Éste es el
 drama de este pueblo. Y para
conservar esto, asesinan. Esto sucedió
 a Jesús”.

“Los jefes de los sacerdotes y de los fariseos

 – prosiguió diciendo el Papa
– comprendieron que hablaba de ellos
 cuando escucharon esta palabra
de Jesús. Trataron de capturarlo y
hacerlo morir”.

De este modo – afirmó Francisco – “la

Palabra de Dios se vuelve muerta, se vuelve
prisionera, el Espíritu Santo está enjaulado
 en los deseos de cada uno de ellos”.

Y es exactamente lo que nos sucede a nosotros,

 observó el Papa, “cuando no estamos abiertos a
 la novedad de la Palabra de Dios, cuando no somos
 obedientes a la Palabra de Dios”:

“Pero hay una frase que nos da esperanza. La Palabra

 de Dios está muerta en el corazón de esta gente;
¡también puede morir en nuestro corazón! Pero no
 termina, porque está viva en el corazón de los
sencillos, de los humildes, del pueblo de Dios.
Trataban de capturarlo, pero tuvieron miedo de
 la muchedumbre del pueblo de Dios, porque
lo consideraba un profeta. Esa muchedumbre
sencilla – que iba detrás de Jesús, porque lo
 que Jesús decía les hacía bien al corazón, daba
calor al corazón – esta gente no se había equivocado:
 no usaba la Palabra de Dios para su propio interés.
 Sentía y trataba de ser un poco más buena”.

Al concluir su homilía Francisco se preguntó:

¿“Y nosotros, qué podemos hacer para no
matar la Palabra de Dios”, para “ser dóciles”,
 “para no enjaular al Espíritu Santo”? Su respuesta
 fue: “Dos cosas sencillas”:

Ésta es la actitud de quien quiere escuchar

 la Palabra de Dios: primero, humildad; segundo,
 oración. Esta gente no rezaba. No tenía necesidad
 de rezar. Se sentían seguros, se sentían fuertes, se
 sentían ‘dioses’. Humildad y oración: con la
humildad y la oración vamos adelante para escuchar
 la Palabra de Dios y obedecerle. En la Iglesia.
 Humildad y oración en la Iglesia. Y así, no nos
 sucederá a nosotros lo que le pasó a esta gente:
no mataremos para defender la Palabra de Dios,
esa palabra que nosotros creemos que es la Palabra
de Dios, pero que es una palabra totalmente alterada
 por nosotros”.

 

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