Los diez mandamientos son diez recetas que Dios te ha dado para
tu bien, para la verdadera felicidad.
1a. sesión. Los Diez Mandamientos
¿Qué son?
Escucha bien lo que nos dice
nuestro Padre Dios en la Biblia. No olvides que la Biblia es la carta que te
escribió a ti, que eres su hijo: Y ahora, Israel, esto es lo único que te
pide el Señor, tu Dios: que le temas y sigas todos sus caminos, que ames y
sirvas al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma, observando sus
mandamientos y sus preceptos, que hoy te prescribo para tu bien
(Deuteronomio 10, 12-13).
Desde el inicio te digo con toda mi convicción
y amor: Los diez mandamientos son diez recetas que Dios te ha dado para tu bien,
para la verdadera felicidad, aquí abajo, y sobre todo diez recetas para
conseguir la felicidad allá arriba. ¿Te parece poco y de poca monta?
¿Quieres ser feliz? Cumple los diez mandamientos. ¿Quieres salvarte, es
decir, salvar tu cuerpo y tu alma? Vive los diez mandamientos, con mucho amor.
Ellos, los mandamientos, son camino seguro de salvación eterna. Sé que esta
palabra, salvación eterna, te queda grande y tal vez te asuste. No temas: es la
realidad más hermosa que existe. Nadie quiere perderse. Todos quieren salvarse,
no sólo aquí abajo, sino después de nuestra muerte, ¿no es así?
Los
mandamientos son semáforos que en tu camino hacia Dios te marcan lo que debes
hacer y lo que debes evitar; te señalan luz verde, luz roja, luz ámbar. ¿Quieres
darte un cacharrazo? Tú sabes lo que pasa cuando no se respetan las señales de
tráfico: accidentes mortales, caos, lágrimas, muchas lágrimas. Pero si respetas
las señales, te irá bien y llegarás a tu destino, sano y salvo.
Tú me
dirás si es o no oportuno hablar hoy día, en pleno siglo XXI sobre los diez
mandamientos. ¿Crees que están pasados de moda?
En la última conferencia
sobre la carta de la tierra en Johannesburgo se pidió quitar el Decálogo, los
diez mandamientos, y se propuso otro decálogo nuevo. El Decálogo que dio Dios a
Moisés está ya desfasado –decían los grandes de la tierra- y, sobre todo, hiere
las sensibilidades de quienes no creen en Dios. Por tanto, “hagamos” otro
decálogo que guste a todos, un decálogo a la carta.
En 1997, el
expresidente soviético Gorbachev dijo lo siguiente, cuando se estaba cociendo lo
de la carta de la tierra 1, donde
Dios está totalmente ausente y promueve el nuevo orden mundial que apoya el
inmanentismo panteísta y muchas cosas más que no puedo explicarte en este
momento: “ Hay que ayudar a la
humanidad a cambiar la visión antropológica del hombre. Se necesita hacer
la transición de la idea del hombre como rey de la naturaleza a la convicción
que el hombre forma parte de ella. Necesitamos encontrar un nuevo paradigma que
reemplace los vagos conceptos antropológicos. Esos nuevos conceptos se deberán
aplicar a todo el sistema de ideas, a la moral y a la ética, y constituirán un
nuevo modo de vida. El mecanismo que usaremos, será el reemplazo de los Diez
Mandamientos, por los principios contenidos en esta Carta o Constitución de la
tierra”.
¿Entendiste a Gorvachev?
Dime si es o no oportuno hablar
hoy de los diez mandamientos cuando en la conferencia mundial sobre la mujer
celebrada hace unos años en Pekín se ha conseguido batir el récord de las
trampas del lenguaje: al asesinato del feto lo han denominado eufemísticamente
“selección sexual prenatal”, como si la trampa del lenguaje pudiera dulcificar
la barbarie.
Nada nuevo bajo el sol: antes ya habían logrado que todo el
mundo hablase de eutanasia, de buena muerte, de “muerte dulce” al referirse a la
“aséptica” liquidación de un enfermo terminal, eso sí, con música de Beethoven
de fondo.
¡Cómo no va a ser oportuno y necesario hablar o escribir sobre
los diez mandamientos cuando hoy llaman al crimen abominable del aborto
“interrupción del embarazo”!
Digamos si es o no necesario y oportuno
hablar o escribir sobre los diez mandamientos hoy, cuando ha aumentado el número
de gente que cree en supersticiones, horóscopos, magia, consulta a adivinos...
en vez de creer y confiar en Dios nuestro Padre; cuando hay gente a quien le da
lo mismo venir o no venir a misa... y no le pasa nada; cuando hay niños que
protestan, insultan a sus padres o maltratan a sus profesores, faltan el respeto
a sus mayores; cuando se están introduciendo leyes nuevas en las naciones
contrarias a la ley de Dios: ley de salud reproductiva, que no es otra cosa que
“vía libre” al aborto, a la promiscuidad, al sexo libre; la ley civil y
religiosa del casamiento de homosexuales; la ley de la eutanasia y otros
desmanes más.
Dime, ¿es o no es oportuno y necesario hablar de los diez
mandamientos de la ley de Dios?
Hoy más que nunca es oportuno, necesario
y urgente hablar y escribir sobre los diez mandamientos de la ley de Dios,
aunque no guste a algunos. Si no, ¿quién va a parar esa ola de relativismo,
escepticismo, agnosticismo ante las cosas de Dios? ¿Quién va a parar esa ola de
corrupción, degeneración, malversación de fondos, mentiras, fraudes electorales,
deshonestidades... olas que pretenden ahogarnos? ¿Quién va a parar esa ola de
libertinaje, desenfreno, descaro pornográfico e indecencia en las
películas?
Si no hablamos o escribimos sobre los diez mandamientos,
¿quién va a parar a esos médicos asesinos, a esos políticos inescrupulosos, a
esos abogados comprados, a esos maestros y sacerdotes -pocos gracias a Dios-
pedófilos?
¿Quién va a parar a esas parejas que sin estar casadas, ya
están juntadas, viviendo bajo el mismo techo, en la misma cama, como si fueran
esposo y esposa, y no se ruborizan, y no les importa lo que de ellos digan, pues
“todos lo hacen”?
¿Quién va a parar a esas parejas ya casadas, que ante
la primera dificultad y cambio de aire, ya prefieren dejar su pareja, sus
hijos... y buscar otro compañero sentimental y afectivo, que le llene esa
carencia que necesita?
¿Quién va a parar esa ola de narcotráfico, mafias,
guerras, robos?
¿Urge o no urge hablar de los diez
mandamientos?
Los diez mandamientos son camino de felicidad, de paz, de
armonía, de serenidad, de amor, de limpieza, de honradez. Y sobre todo, son el
modo de demostrar a Dios que de verdad le amas, le pones contento, y demuestras
que eres su hijo bueno.
Hoy debe volver a resonar fuerte la voz de Dios
que dice: “No tendrás otros dioses que yo”. “Amaras al Señor, tu Dios, con
todo el corazón, toda tu alma y todas tus fuerzas y a Él sólo servirás” y
“Amarás a tu prójimo como a ti mismo”.
“Maestro, -le
preguntaba el joven del Evangelio a Cristo- ¿Qué he de hacer yo de bueno para
conseguir la vida eterna?”. Y Jesús le responde: “Si quieres entrar en la vida,
guarda los mandamientos” (Mateo 19, 16-17).
Es necesario que vuelvan
a resonar los diez mandamientos de Dios:
“Amarás a Dios sobre todas las cosas”.
“No tomarás el Nombre de Dios en vano”.
· “Santificarás las fiestas”.
“Honra a tu padre y a tu madre”.
“No matarás”.
“No cometerás actos impuros”.
“No robarás”.
“No dirás falsos testimonios ni mentirás”.
“No desearás la mujer o el varón que no te pertenece...No consentirás
pensamientos ni deseos impuros”.
“No codiciarás los bienes ajenos”.
Y estos mandamientos dicen todo
con claridad.
“No matarás”. No dice: “No interrumpirás el embarazo” o “No
harás una selección sexual prenatal”.
“No mentirás”. No dice: “No
mentirás en algunas ocasiones”.
“No cometerás adulterio”. No dice:
“Cuando no te vaya bien con tu mujer, búscate otra”.
“No robarás”. No
dice: “No robarás al que no te roba”.
A ti que participas en este curso,
te invito a subir conmigo al monte Sinaí con Moisés, para poder escuchar una vez
más, con nuevos oídos interiores, estos diez mandamientos, para grabarlos en tu
conciencia y en tu corazón. ¡Es Dios quién nos los ordenó! Y son para todos:
cristianos, budistas, musulmanes, judíos, creyentes o ateos. Nadie está
dispensado de ellos: El Papa, los sacerdotes, los presidentes, los reyes, los
pobres y ricos, niños, adolescentes, jóvenes, adultos, ancianos. ¡Son para
todos!
Estos diez mandamientos que te iré explicando con claridad y amor
deben ser una bocanada de oxígeno y una ráfaga de luz en la oscuridad, un punto
de referencia y una sacudida moral en medio de nuestra buscada y confusa, pero
comodísima ambigüedad. Este es el código moral más antiguo de la humanidad y el
único válido para construir una hermosa civilización.
Dijo el Papa
Benedicto XVI el domingo 8 de enero de 2006: «Los mandamientos son un "sí" a
un Dios que da sentido, en los primeros mandamientos; "sí" a la familia, cuarto
mandamiento; "sí" a la vida, quinto mandamiento; "sí" al amor responsable, sexto
mandamiento; "sí" a la solidaridad y a la responsabilidad social y a la
justicia, séptimo mandamiento; "sí" a la verdad. Esta es la filosofía de la vida
y la cultura de la vida que se hace concreta, posible y bella en la comunión con
Cristo».
Oración
Señor, amo tus mandamientos,
grábamelos a fuego en mi corazón. Que los viva con alegría, pues son camino para
amarte y son también camino de felicidad y realización personal.
Resumen del Catecismo de la Iglesia católica
2075
"¿Qué he de hacer yo de bueno para conseguir la vida eterna?" - "Si quieres
entrar en la vida, guarda los mandamientos" (Mt 19,16-17).
2076
Por su modo de actuar y por su predicación, Jesús ha atestiguado el valor
perenne del Decálogo.
2077 El don del Decálogo fue concedido en el
marco de la alianza establecida por Dios con su pueblo. Los mandamientos de Dios
reciben su significado verdadero en y por esta Alianza.
2078 Fiel
a la Escritura y siguiendo el ejemplo de Jesús, la Tradición de la Iglesia ha
reconocido en el Decálogo una importancia y una significación
primordial.
2079 El Decálogo forma una unidad orgánica en la que
cada "palabra" o "mandamiento" remite a todo el conjunto. Transgredir un
mandamiento es quebrantar toda la ley.
2080 El Decálogo contiene
una expresión privilegiada de la ley natural. Lo conocemos por la revelación
divina y por la razón humana.
2081 Los diez mandamientos, en su
contenido fundamental, enuncian obligaciones graves. Sin embargo, la obediencia
a estos preceptos implica también obligaciones cuya materia es, en sí misma,
leve.
2082 Dios hace posible por su gracia lo que
manda.Del Compendio del Catecismo de la Iglesia
católica
434. Maestro, ¿qué he de hacer de bueno para conseguir la
vida eterna? (Mt. 19,16)
Al joven que le pregunta “Maestro, ¿qué
he de hacer de bueno para conseguir la vida eterna?”, Jesús responde: “Si
quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos”, y después añade: “Ven y
sígueme” (Mt.19,16). Seguir a Jesús implica cumplir los Mandamientos. La Ley no
es abolida. Por el contrario, el hombre es invitado a encontrarla en la persona
del divino Maestro, que la realiza perfectamente en sí mismo, revela su pleno
significado y atestigua su perennidad.
435. ¿Cómo interpreta
Jesús la Ley?
Jesús interpreta la Ley a la luz del doble y único
mandamiento de la caridad, que es su plenitud: “Amarás al Señor tu Dios con todo
tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Éste es el mayor y primer
mandamiento. El segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti
mismo. De estos dos mandamientos penden toda la Ley y los profetas”
(Mt.22,37-40)
436. ¿Qué
significa”Decálogo”?
Decálogo significa las “Diez palabras” que
recogen la Ley dada por Dios al pueblo de Israel durante la Alianza hecha por
medio de Moisés (Ex.34,28). El decálogo, al presentar los mandamientos del amor
a Dios (los tres primeros) y al prójimo (los otros siete), traza, para el pueblo
elegido y para cada uno en particular, el camino de una vida liberada de la
esclavitud del pecado.
437. ¿Cuál es el vínculo del Decálogo
con la Alianza?
El Decálogo se comprende a la luz de la Alianza,
en la que Dios se revela, dando a conocer su voluntad. Al guardar los
Mandamientos, el pueblo expresa su pertenencia a Dios, y responde con gratitud a
su iniciativa de amor.LECTURA: Texto extraído
del libro de monseñor Tihamer Toth “Los diez mandamientos” en la
conclusión
¿Hay que someter el Decálogo a una reforma? ¡Oh, el hombre
no puede tocarlo! Refiriéndose al Decálogo dice Nuestro Señor Jesucristo: “No
he venido a destruir la doctrina de la ley ni de los profetas…sino a darle su
cumplimiento” (Mateo 5, 17).
De modo que con la venida de Nuestro
Señor Jesucristo no queda derogado el Decálogo, sino que debemos observarlo con
una conciencia más delicada todavía aún, porque ayudando Él adquirimos fuerzas
para cumplirlo. Por eso agrega el Señor a la frase anterior: “Con toda verdad
os digo que antes faltarán el cielo y la tierra, que deje de cumplirse
perfectamente cuanto contiene la ley, hasta una sola jota o ápice de ella”
(Mateo 5, 18).
¿Es lícito, pues, enmendarla en algo? Y prosigue el
Señor: “Y así el que violare uno de estos Mandamientos, por mínimos que
parezcan, y los enseñare a los hombres a que hagan lo mismo, será tenido por el
más pequeño en el reino de los cielos” (Mateo 5, 19).
¿Reformar el
Decálogo? Si se dejara en manos de los hombres, lo reformarían con gusto. Pero,
gracias a Dios no está en nuestras manos. Porque es necesario que haya reglas
morales que no provengan de nosotros, con las cuales no podamos contemporizar,
de las cuales no nos sea lícito cambiar ni un ápice.
Al introducir el
sistema métrico para medir, y convenir los hombres en que la diezmillonésima
parte del cuadrante de un meridiano terrestre sería “un metro”, aún fue preciso
vencer la gran dificultad de hacer “un metro” que sirviera de modelo auténtico.
Hoy día este metro modelo se guarda en París, y con él han de coincidir todos
los metros del mundo. Pero ¡cuántos cálculos y ensayos hasta llegar a un
acuerdo!: de qué materia tenía que fabricarse para sufrir lo menos posible de
los cambios de temperatura y de la presión del aire. Porque sería un grave
contratiempo, ocasionaría increíbles conflictos en la vida de la humanidad, si
el metro fuese más corto un día y otro más largo, según la temperatura más fría
o más caliente, según la presión menor o mayor del aire…
Por tanto, al
ver que sin el Decálogo se dibujan en el rostro de la humanidad las señales del
marchitarse y del perecer, de la desazón y de la infelicidad, se nos presenta la
cuestión: ¿Qué haremos para no perecer?
Os digo lo que dijo Moisés a su
pueblo después de promulgar el Decálogo: “Ya véis que hoy os pongo delante la
bendición y la maldición. La bendición, si obedecéis a los Mandamientos de Dios,
que yo os prescribo hoy; la maldición, si desobedecéis dichos Mandamientos del
Señor Dios vuestro, desviándoos del camino que yo ahora os muestro…Yo invoco hoy
por testigo al cielo y a la tierra, de que he propuesto la vida y la muerte, la
bendición y la maldición. Escoge desde ahora la vida” (Deuteronomio, 11,
26-28; 30, 19).--------------------------
No sé si te interesa saber cuáles son los principios o “mandamientos” de
la carta de la tierra que deben sustituir el Decálogo. Léelos despacio, pues
Dios está descartado totalmente; observa las frases o palabras ambiguas, que no
sabe uno lo que significan. Ahí te van:
. Respetar la Tierra y la vida
en toda su diversidad. . Cuidar la comunidad de la vida con entendimiento,
compasión y amor. · Construir sociedades democráticas que sean justas,
participativas, sostenibles y pacíficas. · Asegurar que los frutos y la
belleza de la Tierra se preserven para las generaciones presentes y
futuras. · Proteger y restaurar la integridad de los sistemas ecológicos de
la Tierra, con especial preocupación por la diversidad biológica y los procesos
naturales que sustentan la vida. · Evitar dañar como el mejor método de
protección ambiental y cuando el conocimiento sea limitado, proceder con
precaución. · Adoptar patrones de producción, consumo y reproducción que
salvaguarden las capacidades regenerativas de la Tierra, los derechos humanos y
el bienestar comunitario. · Impulsar el estudio de la sostenibilidad
ecológica y promover el intercambio abierto y la extensa aplicación del
conocimiento adquirido. · Erradicar la pobreza como un imperativo ético,
social y ambiental. · Asegurar que las actividades e instituciones
económicas, a todo nivel, promuevan el desarrollo humano de forma equitativa y
sostenible. · Afirmar la igualdad y equidad de género como prerrequisitos
para el desarrollo sostenible y asegurar el acceso universal a la educación, el
cuidado de la salud y la oportunidad económica. · Defender el derecho de
todo, sin discriminación, a un entorno natural y social que apoye la dignidad
humana, la salud física y el bienestar espiritual, con especial atención a los
derechos de los pueblos indígenas y las minorías. · Fortalecer las
instituciones democráticas en todos los niveles y brindar transparencia y
rendimiento de cuentas en la gobernabilidad, participación inclusiva en la toma
de decisiones y acceso a la justicia. · Integrar en la educación formal y el
aprendizaje a lo largo de la vida, las habilidades, el conocimiento y los
valores necesarios para un modo de vida sostenible. · Tratar a todos los
seres vivientes con respeto y consideración · Promover una cultura de
tolerancia, no violencia y paz.
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