Hasday ibn Shaprut, que aparece en ocasiones con el gentilicio Al-Yayaní - de Yayyan, nombre árabe de Jaén - (Jaén, c. 910 — Córdoba, c. 975)[1] cuyo nombre completo era Hasday Abu Yusuf ben Yitzhak ben Ezra ibn Shaprut (en hebreo: חסדאי בן יצחק בן עזרא אבן שפרוט, Hasdaï ben Yitzhak ben Ezra ibn Shaprut; en árabe: حسداي بن شبروط, Abu Yussuf ibn Shaprut) fue un médico y diplomático judío de Al-Ándalus. Es la primera personalidad hispanojudía cuya vida y obra se conoce con cierto detalle.
Según Heinrich Graetz fue el principal impulsor de la conocida Edad de oro de la cultura judía en España.
Su padre, Ishaq ben Ezrá ibn Shaprut, también natural de Jaén, fue un hombre rico y piadoso, que incluso ejerció el mecenazgo con artistas judíos de su comunidad local y fundó una sinagoga en la almaja hebrea giennense. Aunque sus estudios primarios Hasday los cursó en Jaén, todavía siendo joven marchó a Córdoba, seguramente con motivo de las actividades económicas de su padre, Ishaq (o Isaac).
En su juventud, Hasday aprendió hebreo, árabe y latín, lengua esta última que por entonces sólo era conocida en España por la alta jerarquía eclesiástica cristiana y que la aprendió en Córdoba. También dominaba el romance, incipiente castellano. Estudió también medicina, y fue fama que había descubierto un remedio universal o panacea, llamada "Al-Faruk", una especie de antídoto contra el veneno, según algunos autores. Fue médico del califa Abderramán III (912-961) y gracias a sus cualidades llegó a ser uno de sus principales consejeros, cargos que continuó con su hijo, el califa Alhakén II. Aunque nunca llegó a recibir el título oficial de visir, ejerció funciones similares a las de un ministro de asuntos exteriores actual y supervisaba las aduanas en el puerto de Córdoba. De hecho ostentó el cargo de nasi, una especie de "principado" como máximo responsable de las comunidades judías de al-Ándalus. Estableció alianzas entre el califato de Córdoba y otras potencias, y se encargó de recibir embajadas como la de que en 949 envió a Córdoba el emperador bizantino Constantino VII, que trajo como presente al califa un magnífico códice de la obra botánica de Dioscórides, muy valorado por los médicos y naturalistas árabes. Con la ayuda de un culto monje bizantino llamado Nicolás, Hasday tradujo la obra al árabe.
Prestó importantes servicios al califa tratando con la embajada que, encabezada por Juan, abad de Gorze, fue enviada a Córdoba en 956 por Otón I. El califa, sabiendo que la carta del emperador germánico contenía palabras ofensivas para el Islam, encargó a Hasday que negociase con los enviados. Hasday pronto comprendió que la carta del emperador no podía entregarse al califa sin antes expurgarla de todo aquello que pudiera resultar ofensivo a la fe musulmana. El embajador Juan de Gorze afirmó que no había
"nunca visto un hombre de intelecto tan sutil como el judío Hasday"
Obtuvo también un brillante triunfo diplomático cuando surgieron dificultades entre los reinos de León y Navarra. Sancho I de León había sido depuesto por los partidarios de Ordoño IV. Gracias a las gestiones de Hasday, la abuela de Sancho, la ambiciosa reina Toda de Navarra, pidió ayuda a Abderramán III para volver a instalar en el trono a su nieto. Éste, entretanto, fue curado en Córdoba por el médico judío de su obesidad. Existe la hipótesis de que para la cura de Sancho de León, Hasday le hizo recorrer el camino de Pamplona a Córdoba a pie. Finalmente las tropas coaligadas de musulmanes y navarros vencieron a Ordoño IV y repusieron a Sancho en el trono. A cambio, el rey de León entregó al califa diez castillos en la zona del Duero. Hasday mantuvo su influencia en la corte del hijo y sucesor de Abderramán, Al-Hakim, que incluso sobrepasó a su padre en su interés por la ciencia y la cultura.
Hasday intervino ante la emperatriz Elena Lecapena, hija del emperador bizantino Romano I Lecapeno en defensa de una comunidad judía del sur de Italia que el emperador quería obligar a convertirse al cristianismo. Desde el siglo XI circuló en las comunidades judías de al-Ándalus una carta en hebreo escrita por él y dirigida al rey de los jázaros, pueblo que habitaba al norte del Mar Negro y había abrazado el judaísmo como religión oficial. En la carta, Hasday pedía información acerca del país de los jázaros, e informaba a su vez sobre la situación de los judíos en Occidente. Algunos autores, como Baer, dudan sin embargo de que dicha carta, que fue publicada en el siglo XVI, sea realmente obra de Shaprut.[2]
Mantuvo relación con varias escuelas rabínicas de Oriente, como las de Kairuán y Constantina, y las de Babilonia. Fomentó los estudios rabínicos, nombrando a Moses ben Hanoch director de una escuela en Córdoba, y consiguiendo que el pensamiento judío de Occidente se independizase de la influencia babilónica y llegara a convertirse en el epicentro del saber judío a nivel internacional. Su figura marca el principio de la floreciente cultura judía andalusí. Estimuló el estudio de la literatura hebrea, y apoyó a intelectuales como Menahem ben Saruq de Tortosa, que fue protegido de su padre; y Dunash ben Labrat. Ambos dedicaron poemas a su protector.
HASDAY IBN SHAPRUT “Príncipe de las comunidades sefardíes de al-Andalus”
HASDAY IBN SHAPRUT
“Príncipe de las comunidades sefardíes de al-Andalus”
Por Elisa Simon
En esta ocasión les voy a contar la importancia de este personaje sefardí del siglo X, época de máximo esplendor en al-Andalus. Se trata de Hasday ibn Shaprut, quien protagonizó el nacimiento y desarrollo de la cultura judía andalusí. Las circunstancias políticas y sociales era propicias y así Hasday se convirtió en uno de los hombres más relevantes tanto dentro de su comunidad como en la corte del califa Abd ar-Rahman III, apodado an-Nasí (el Victorioso).
No fue una tarea fácil redactar este artículo, ya que tanto la figura de Hasday como los hechos históricos ocurridos en torno a él y de los que el propio Hasday formó parte, son extensos y merecen atención particular. Así que comenzaré con este artículo, al que seguirán otros, donde me explayaré contándoles con más detalles los acontecimientos más sobresalientes de su vida. Dichos artículos llevarán el título de “anécdotas de Hasday”.
Hasday ibn Shaprut nació en Jaén hacia 915 en el seno de una rica familia aristocrática. Tal como era costumbre recibió una esmerada educación en Jaén. Su padre Yishaq se trasladó con su familia a Córdoba, atraído por la corte del Emir Omeya. En esta ciudad Hasday completó sus estudios de la ciencia del Talmud y se especializó en medicina. Desde joven, sintió atracción por los idiomas, aprendió el árabe, latín y romance, además del hebreo.
Por aquellos años ostentaba el poder Abd ar-Rahman III aún con el título de Emir. Era éste un hombre amante del saber, de la vida lujosa y ostentosa. Bajo sus casi 30 años de gobierno reinó, generalmente, la paz. Si bien contaba con poderosos enemigos fuera de al-Andalus. Dentro de sus dominios imperó la tolerancia entre religiones, la vida en al-Andalus era próspera y su economía boyante. Todas estas circunstancias llevaron a que Abd ar-Rahman III fijara su atención en promover y patrocinar las ciencias, la investigación, apoyar la cultura y las artes.
Los Shaprut se convirtieron en una de las familias más prósperas de la comunidad judía cordobesa. Tanto que el padre de Hasday sufragó la construcción de una sinagoga. Yishaq contrató un secretario personal llamado Menahem ben Saruq, quien no solo se ocupaba de los trabajos administrativos de la familia, sino que era poeta y componía versos en honor a los Shaprut en las fiestas familiares y actos sociales. Menahem será uno de los protagonistas de“anécdotas de Hasday”.
Ibn Shaprut era un hombre curioso e inquieto. Dentro del campo de su profesión, se interesó por investigar en los medicamentos simples y compuestos. Siendo ya un renombrado médico, elaboró un fármaco como antídoto contra el veneno, que llamó al-Faruk. Se trató de la primera panacea universal. Esta gran noticia llegó pronto a oídos del califa quien lo mandó llamar. Fue así cómo Hasday entró a formar parte de la corte del califa Abd ar-Rahman III. No sólo se convirtió en su médico particular sino que le confió el control de la aduana y las cuotas de buques en el puerto de Córdoba. Esta partida de los impuestos se convirtió en una gran fuente de ingresos en las arcas de los Omeya.
Hasday era un hombre de carácter noble y honesto. Era tenaz, astuto e inteligente. Su fuerte personalidad y su seguridad en sí mismo, gustó al Emir, al igual que su tono de voz suave y tranquila, su forma de expresarse y sus modales educados y suaves.
Estas características, el dominio de varios idiomas y la fidelidad demostrada al Omeya, lo convirtieron en su hombre de confianza.
En el año 929 el Emir Abd ar-Rahman III dio un giro
drástico a su política y a la historia de al-Andalus. Se
autoproclamó califa de al-Andalus y dejó de prestar
obediencia al califa abassí de Bagdad. Fue el inicio de
un largo período bienestar económico, social y en
todos los campos. A partir de ese momento se puede
decir que comenzó la época de máximo esplendor. El
flamante califa ordenó construir hermosos edificios,
ampliar la mezquita y sobre todo construir una nueva
ciudad a pocas millas de Córdoba, llamada Medina
Zahra, en honor a su favorita.
Entre las paredes estucadas del Salón Rico floreció la cultura, se desarrolló la ciencia y la investigación. Los poetas vertieron sus sensibilidades en bellas estrofas, los músicos se dejaron llevar por los ritmos de la tolerancia y entre todos disfrutaron de la paz reinante.
En este ambiente de opulencia dedicó Hasday parte de su vida a servir al califa y a ocuparse por el bienestar de los sefardíes andalusíes, ya que fue nombrado nagid o “príncipe de las comunidades sefardíes de al-Andalus”. No satisfecho con esta tarea honorable, se preocupó por llevar el bienestar a todas las comunidades judías del mundo conocido. Cuando su padre murió, Hasday tomó como su secretario a Menahem ben Saruq quien prosiguió ejerciendo la misma labor bajo las ordenes de Hasday. Le encargó a Menahem que redactara una carta a la Emperatriz bizantina Helena, donde exigía un mejor trato a los judíos del sur de Italia. Hasday se quejó de la penosa situación de estos judíos, que estaban siendo forzados a la conversión.
En otra ocasión, supo de la existencia de una comunidad judía en un lugar remoto de Asia Central, en el Cáucaso norte a orillas del mar Caspio. Por orden de Hasday, Menahem escribió una carta al rey Yosef de dicha comunidad expresando su sorpresa e interesado en saber cómo era su forma de vida en aquel rincón del mundo. Aviso que este hecho tendrá su correspondiente “anécdotas de Hasday” en próximas publicaciones.
El califa omeya confió a nuestro protagonista las misiones diplomáticas más delicadas, no solo por sus dotes lingüísticas, sino por su carácter y su forma de ser. Entre estas misiones hay tres que sobresalieron y pasaron a la historia:
En el año 944 se encargó de recibir y atender a la embajada llegada de Bizancio. Las relaciones diplomáticas entre Bizancio y al-Andalus fueron fluidas, ya que ambos dirigentes tenían en común un enemigo; los fatimíes. Además tanto Abd ar-Rahman III como el Emperador Constantino VII eran mecenas, amantes de las ciencias, el arte y la cultura. Uno de los regalos del Emperador Constantino VII fue un ejemplar de la Materia Médica de Dioscórides escrita en griego. Se trata de cinco volúmenes donde se describen unas 600 plantas, 90 minerales y alrededor de 30 sustancias de origen animal. El califa quedó encantado con el regalo y encargó a Hasday que lo tradujera al árabe. Para ello Hasday consiguió traer a Córdoba un sabio bizantino que dominaba el griego, el monje Nicolás. Ambos trabajaron codo a codo durante años entre las bibliotecas hasta lograr traducir Materia Médica tanto al latín como al árabe. Ni que decir que seguirá su correspondiente “anécdotas de Hasday”.
En el año 956 llegó a Medina Zahra la comitiva alemana en representación del Kaiser Ottón I. Fue ésta una misión delicada, ya que tanto Ottón I como el califa cordobés no simpatizaban. Esta embajada estuvo encabezada por el abad Johannes von Görtz (Juan de Gorze) y Garamannus. Para que se den una idea de la complicada situación, el califa tuvo esperando a la embajada alemana durante unos dos años en Córdoba, hasta que finalmente fueron recibidos en el salón Rico de Medina Zahra. Es ésta una larga historia que requiere varias explicaciones y cuenta con muchas anécdotas.
En el año 958 Hasday realizó una labor tanto médica como diplomática cuando la reina Toda de Navarra, pidió ayuda al califa para reponer en el trono a su depuesto nieto, Sancho “El Craso”. Hasday fue además el médico que logró que Sancho volviera a recuperar su peso, después de haber engordado tanto hasta quedar casi deforme e incapaz de caminar sin ayuda. Este acontecimiento es conocido por muchos, pero muy extenso para ser relatado en este artículo. No se incomoden, porque ya cuenta con su “anécdota de Hasday”.
En cuanto a la labor que Hasday realizó en calidad de príncipe de las comunidades sefardíes fue vasta y continua. Gracias a su mecenazgo convirtió a Córdoba en el centro del saber, estableciéndose en esta ciudad uno de los gaonim de las grandes Academias de Babilonia, rabí Moseh ben Hannoch, cuya historia es fascinante y se merece un artículo especial.
Además Hasday atrajo a otros sabios sefardíes y de fuera de al-Andalus para que desarrollaran en Córdoba los estudios del Talmud, la poesía, la ciencia y las artes. Así arribó a estas tierras uno de los discípulos del gran gaón Se´adyah, el poeta Dunas ben Labrat, gracias a él floreció la poesía sefardí.
Patrocinlo la adquisición de libros de Oriente y todos los rincones del mundo para ser traducidos y así ampliar el saber en al-Andalus. Hasday sentó las bases para alcanzar el esplendor de la cultura sefardí andalusí en todos los campos del saber.
Hasday le encargó a su secretario Menahem ben Saruq la redacción del primer diccionario-hebreo de las raíces bíblicas, llamado “Mahberet”. Se tomó muy en serio su tarea. Fue agrupando las palabras hebreas según sus raíces biconsonanticas, uniconsonanticas y triconsonanticas. Explicó el significado de la raíz de cada palabra en lengua hebrea. Ocurrió que en cuanto este diccionario se dio a conocer, comenzó una gran discusión de tipo gramatical, semántica y filológica entre los eruditos. Los defensores y detractores del diccionario dividieron a los sefardíes. Sin embargo, dejando aparte todo el lio que se armó, es relevante la importancia de ser el primer diccionario hebreo, que daría lugar al desarrollo de la lengua hebrea en al-Andalus. Esta parte de la historia es fascinante y como intervienen varios personajes lo dejaré para otro apartado de “anécdotas de Hasday”.
Sin desfallecer prosiguió con su leal servicio de médico y hombre de estado hasta la muerte del califa en el año 961. Heredó el próspero califato al-Hakam II que continuó las directrices de su padre y mantuvo a su lado a Hasday ibn Shaprut, hasta que la edad comenzó a alejarlo poco a poco de tantas responsabilidades. Murió Hasday hacia el año 970, después de haber dedicado su vida tanto a los Omeyas como a su comunidad y haber contribuido con todo ímpetu al nacimiento y desarrollo de la cultura sefardí andalusí, de la cual han aprovechado las generaciones siguientes.
No fue una tarea fácil redactar este artículo, ya que tanto la figura de Hasday como los hechos históricos ocurridos en torno a él y de los que el propio Hasday formó parte, son extensos y merecen atención particular. Así que comenzaré con este artículo, al que seguirán otros, donde me explayaré contándoles con más detalles los acontecimientos más sobresalientes de su vida. Dichos artículos llevarán el título de “anécdotas de Hasday”.
Hasday ibn Shaprut nació en Jaén hacia 915 en el seno de una rica familia aristocrática. Tal como era costumbre recibió una esmerada educación en Jaén. Su padre Yishaq se trasladó con su familia a Córdoba, atraído por la corte del Emir Omeya. En esta ciudad Hasday completó sus estudios de la ciencia del Talmud y se especializó en medicina. Desde joven, sintió atracción por los idiomas, aprendió el árabe, latín y romance, además del hebreo.
Por aquellos años ostentaba el poder Abd ar-Rahman III aún con el título de Emir. Era éste un hombre amante del saber, de la vida lujosa y ostentosa. Bajo sus casi 30 años de gobierno reinó, generalmente, la paz. Si bien contaba con poderosos enemigos fuera de al-Andalus. Dentro de sus dominios imperó la tolerancia entre religiones, la vida en al-Andalus era próspera y su economía boyante. Todas estas circunstancias llevaron a que Abd ar-Rahman III fijara su atención en promover y patrocinar las ciencias, la investigación, apoyar la cultura y las artes.
Los Shaprut se convirtieron en una de las familias más prósperas de la comunidad judía cordobesa. Tanto que el padre de Hasday sufragó la construcción de una sinagoga. Yishaq contrató un secretario personal llamado Menahem ben Saruq, quien no solo se ocupaba de los trabajos administrativos de la familia, sino que era poeta y componía versos en honor a los Shaprut en las fiestas familiares y actos sociales. Menahem será uno de los protagonistas de“anécdotas de Hasday”.
Ibn Shaprut era un hombre curioso e inquieto. Dentro del campo de su profesión, se interesó por investigar en los medicamentos simples y compuestos. Siendo ya un renombrado médico, elaboró un fármaco como antídoto contra el veneno, que llamó al-Faruk. Se trató de la primera panacea universal. Esta gran noticia llegó pronto a oídos del califa quien lo mandó llamar. Fue así cómo Hasday entró a formar parte de la corte del califa Abd ar-Rahman III. No sólo se convirtió en su médico particular sino que le confió el control de la aduana y las cuotas de buques en el puerto de Córdoba. Esta partida de los impuestos se convirtió en una gran fuente de ingresos en las arcas de los Omeya.
Hasday era un hombre de carácter noble y honesto. Era tenaz, astuto e inteligente. Su fuerte personalidad y su seguridad en sí mismo, gustó al Emir, al igual que su tono de voz suave y tranquila, su forma de expresarse y sus modales educados y suaves.
Estas características, el dominio de varios idiomas y la fidelidad demostrada al Omeya, lo convirtieron en su hombre de confianza.
En el año 929 el Emir Abd ar-Rahman III dio un giro
drástico a su política y a la historia de al-Andalus. Se
autoproclamó califa de al-Andalus y dejó de prestar
obediencia al califa abassí de Bagdad. Fue el inicio de
un largo período bienestar económico, social y en
todos los campos. A partir de ese momento se puede
decir que comenzó la época de máximo esplendor. El
flamante califa ordenó construir hermosos edificios,
ampliar la mezquita y sobre todo construir una nueva
ciudad a pocas millas de Córdoba, llamada Medina
Zahra, en honor a su favorita.
Entre las paredes estucadas del Salón Rico floreció la cultura, se desarrolló la ciencia y la investigación. Los poetas vertieron sus sensibilidades en bellas estrofas, los músicos se dejaron llevar por los ritmos de la tolerancia y entre todos disfrutaron de la paz reinante.
En este ambiente de opulencia dedicó Hasday parte de su vida a servir al califa y a ocuparse por el bienestar de los sefardíes andalusíes, ya que fue nombrado nagid o “príncipe de las comunidades sefardíes de al-Andalus”. No satisfecho con esta tarea honorable, se preocupó por llevar el bienestar a todas las comunidades judías del mundo conocido. Cuando su padre murió, Hasday tomó como su secretario a Menahem ben Saruq quien prosiguió ejerciendo la misma labor bajo las ordenes de Hasday. Le encargó a Menahem que redactara una carta a la Emperatriz bizantina Helena, donde exigía un mejor trato a los judíos del sur de Italia. Hasday se quejó de la penosa situación de estos judíos, que estaban siendo forzados a la conversión.
En otra ocasión, supo de la existencia de una comunidad judía en un lugar remoto de Asia Central, en el Cáucaso norte a orillas del mar Caspio. Por orden de Hasday, Menahem escribió una carta al rey Yosef de dicha comunidad expresando su sorpresa e interesado en saber cómo era su forma de vida en aquel rincón del mundo. Aviso que este hecho tendrá su correspondiente “anécdotas de Hasday” en próximas publicaciones.
El califa omeya confió a nuestro protagonista las misiones diplomáticas más delicadas, no solo por sus dotes lingüísticas, sino por su carácter y su forma de ser. Entre estas misiones hay tres que sobresalieron y pasaron a la historia:
En el año 944 se encargó de recibir y atender a la embajada llegada de Bizancio. Las relaciones diplomáticas entre Bizancio y al-Andalus fueron fluidas, ya que ambos dirigentes tenían en común un enemigo; los fatimíes. Además tanto Abd ar-Rahman III como el Emperador Constantino VII eran mecenas, amantes de las ciencias, el arte y la cultura. Uno de los regalos del Emperador Constantino VII fue un ejemplar de la Materia Médica de Dioscórides escrita en griego. Se trata de cinco volúmenes donde se describen unas 600 plantas, 90 minerales y alrededor de 30 sustancias de origen animal. El califa quedó encantado con el regalo y encargó a Hasday que lo tradujera al árabe. Para ello Hasday consiguió traer a Córdoba un sabio bizantino que dominaba el griego, el monje Nicolás. Ambos trabajaron codo a codo durante años entre las bibliotecas hasta lograr traducir Materia Médica tanto al latín como al árabe. Ni que decir que seguirá su correspondiente “anécdotas de Hasday”.
En el año 956 llegó a Medina Zahra la comitiva alemana en representación del Kaiser Ottón I. Fue ésta una misión delicada, ya que tanto Ottón I como el califa cordobés no simpatizaban. Esta embajada estuvo encabezada por el abad Johannes von Görtz (Juan de Gorze) y Garamannus. Para que se den una idea de la complicada situación, el califa tuvo esperando a la embajada alemana durante unos dos años en Córdoba, hasta que finalmente fueron recibidos en el salón Rico de Medina Zahra. Es ésta una larga historia que requiere varias explicaciones y cuenta con muchas anécdotas.
En el año 958 Hasday realizó una labor tanto médica como diplomática cuando la reina Toda de Navarra, pidió ayuda al califa para reponer en el trono a su depuesto nieto, Sancho “El Craso”. Hasday fue además el médico que logró que Sancho volviera a recuperar su peso, después de haber engordado tanto hasta quedar casi deforme e incapaz de caminar sin ayuda. Este acontecimiento es conocido por muchos, pero muy extenso para ser relatado en este artículo. No se incomoden, porque ya cuenta con su “anécdota de Hasday”.
En cuanto a la labor que Hasday realizó en calidad de príncipe de las comunidades sefardíes fue vasta y continua. Gracias a su mecenazgo convirtió a Córdoba en el centro del saber, estableciéndose en esta ciudad uno de los gaonim de las grandes Academias de Babilonia, rabí Moseh ben Hannoch, cuya historia es fascinante y se merece un artículo especial.
Además Hasday atrajo a otros sabios sefardíes y de fuera de al-Andalus para que desarrollaran en Córdoba los estudios del Talmud, la poesía, la ciencia y las artes. Así arribó a estas tierras uno de los discípulos del gran gaón Se´adyah, el poeta Dunas ben Labrat, gracias a él floreció la poesía sefardí.
Patrocinlo la adquisición de libros de Oriente y todos los rincones del mundo para ser traducidos y así ampliar el saber en al-Andalus. Hasday sentó las bases para alcanzar el esplendor de la cultura sefardí andalusí en todos los campos del saber.
Hasday le encargó a su secretario Menahem ben Saruq la redacción del primer diccionario-hebreo de las raíces bíblicas, llamado “Mahberet”. Se tomó muy en serio su tarea. Fue agrupando las palabras hebreas según sus raíces biconsonanticas, uniconsonanticas y triconsonanticas. Explicó el significado de la raíz de cada palabra en lengua hebrea. Ocurrió que en cuanto este diccionario se dio a conocer, comenzó una gran discusión de tipo gramatical, semántica y filológica entre los eruditos. Los defensores y detractores del diccionario dividieron a los sefardíes. Sin embargo, dejando aparte todo el lio que se armó, es relevante la importancia de ser el primer diccionario hebreo, que daría lugar al desarrollo de la lengua hebrea en al-Andalus. Esta parte de la historia es fascinante y como intervienen varios personajes lo dejaré para otro apartado de “anécdotas de Hasday”.
Sin desfallecer prosiguió con su leal servicio de médico y hombre de estado hasta la muerte del califa en el año 961. Heredó el próspero califato al-Hakam II que continuó las directrices de su padre y mantuvo a su lado a Hasday ibn Shaprut, hasta que la edad comenzó a alejarlo poco a poco de tantas responsabilidades. Murió Hasday hacia el año 970, después de haber dedicado su vida tanto a los Omeyas como a su comunidad y haber contribuido con todo ímpetu al nacimiento y desarrollo de la cultura sefardí andalusí, de la cual han aprovechado las generaciones siguientes.
BIBLIOGRAFIA:
< !--[if !supportLists]-->- “Judíos españoles de la Edad de Oro” Antonio Antelo Iglesias – Fundación Amigos de Sefarad, Madrid 1991
< !--[if !supportLists]-->- “Literatura hebrea en la España medieval” Ángel Sáenz-Badillos – Fundación Amigos de Sefarad, Madrid 1991
< !--[if !supportLists]-->- “Poetas hebreos de al-Andalus” Ángel Sáenz-Badillos y Judit Targarona Borrás – Ediciones El Almendro, Córdoba
< !--[if !supportLists]-->- “Diccionario de autores judíos” Ángel Sáenz-Badillos y Judit Targarona Borrás – Ediciones El Almendro, Córdoba
< !--[if !supportLists]-->- “Historia de los musulmanes de España” Tomo III Reinhart Dozy – Ed. Turner
< !--[if !supportLists]-->- “Los judíos de Sefarad” Francisco Bueno García –Ediciones Miguel Sanchez, Granada
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