TRADUCCIÓN

martes, 2 de abril de 2013

FERNANDO III

Fernando III es, sin duda, uno de los más relevantes reyes hispanos, no sólo de la Edad Media, sino de toda la historia española. Durante su largo reinado y como consecuencia de su política, se produjeron una serie de importantísimos acontecimientos que marcarían el devenir de España durante siglos.

Fernando II el Santo. Estatua en Sevilla
Fernando III reinó en Castilla tras la muerte de su tío Enrique I y la abdicación de su madre Berenguela, hija de Alfonso VIII de Castilla, desde 1217 hasta su muerte en 1252. También se ciñó la corona de León en 1230 al morir su padre Alfonso IX.
Durante la primera etapa de su reinado se concentró en apaciguar algunas rebeliones contra su persona, lo cual no era novedad por aquellos siglos, pues era frecuente que los nuevos reyes se encontrasen, al principio de su mandato, con luchas de poder y enfrentamientos entre facciones.
Desde mediados de la tercera década del siglo XIII y aprovechando la progresiva desintegración del estado almohade (que conduciría, incluso, a la formación de las denominadas Terceras Taifas) acometió campañas de conquista contra las ciudades más importantes del Valle del Guadalquivir de A-Andalus.
Así, combinando la diplomacia y la guerra, logra entrar victorioso en Baeza (1227), Córdoba (1236), Jaén (1246), Sevilla (1248) y así sucesivamente con otras ciudades del Valle Andaluz.
Si la conquista de Córdoba tuvo el valor simbólico de dominar la ciudad desde la que emires y califas, siglos atrás, enviaban ejércitos para asolar los territorios cristianos, la de Sevilla suponía tomar el centro neurálgico de la Andalucía almohade.
Doña Berenguela, madre de Fernando

Hay que hacer notar que este empuje conquistador coincide con el de otro rey vecino, Jaime de Aragón, que hace lo propio tomando ciudades tan emblemáticas como Valencia (1238).
Fernando III muere en 1252 mientras organizaba una intervención en el norte de África que impidiese la reactivación de la amenaza musulmana que siempre procedía de estos territorios.
Sólo unos años después de su muerte, hacia la sexta década del siglo XIII se da por finalizada la conquista de Al-Andalus por parte de su hijo Alfonso X el Sabio, salvo los territorios del Reino de Granada que ocupaba aproximadamente la extensión de las actuales provincias de Málaga, Granada y Almería, gracias a la barrera natural que suponen las montañas de los Sistemas Bético y Penibético.
Estatua barroca idealizada de Fernando III El Santo situada en los Jardines de Sabatini de Madrid
En 1671 fue canonizado por el papa Clemente X, de ahí de que se le conozca como Fernando III el Santo o San Fernando.
Hechos transcendentes del reinado de Fernando III
Unión definitiva de León y Castilla
Es con Fernando III cuando los Reinos de León y Castilla se fusionan definitivamente, tras siglos de uniones, divisiones y desencuentros.
Conquista de la mayor parte de Al-Andalus
Fernando III dio, junto a Jaime el Conquistador, un empuje tal a la Reconquista que se puede decir que en tan solo tres décadas se avanzó más que en casi el resto de siglos anteriores.
Arquerías de la Mezquita. Arte Califal
Durante el reinado de estos dos monarcas cayeron bajo posesión cristiana todos los territorios del sur de lo que hoy es Castilla La Mancha, Extremadura, el sur de Aragón. La Comunidad Valenciana, Murcia, parte de Baleares y los territorios andaluces al norte de los Sistemas Béticos.
Concentración de latifundios en manos de órdenes Militares y grandes Señores
El rápido e inmenso territorio reconquistado obligó a una forzada repoblación que dejó bastante exhaustos ciertos territorios del norte. Además, por el sistema de Repartimientos, grandes extensiones fueron donadas a quienes habían colaborado en la conquista, con un papel relevante de las Órdenes Militares.
En estos señoríos se va ejercer una autoridad que se parece al sistema feudal, poco conocido en los siglos anteriores, al menos en Castilla.
Para muchos de los historiadores, estos fenómenos tan rápidos y profundos en la sociedad y geografía hispana va a establecer una parte las bases para las crisis políticas del siglo XIV en España, (a la que hay que unir las pestes y otras calamidades de origen extranacional).



Panorama Artístico en España durante el reinado de Fernando III
Durante el largo reinado de Fernando III el panorama artístico en España supone, probablemente, uno de los momentos de mayor diversidad y riqueza en matices de nuestra historia.
Como veremos, en estas cuatro décadas van a convivir el románico en su etapa terminal, una arquitectura de raigambre románica pero con abovedamientos evolucionados que sobre todo ponen de moda los monasterios cistercienses, el gótico clásico de carácter foráneo (francés) en algunas catedrales puntuales, el mudéjar en sus primeras manifestaciones y distintas características regionales y el arte andalusí almohade.
Románico inercial en el ámbito rural
El Reinado de Fernando III el Santo no va a ver finiquitado el románico en el mundo rural. De hecho, muchos autores creen que, especialmente en el sur de la Castilla Vieja y Aragón la construcción de iglesias concejiles de una sola nave y dimensiones reducidas, pero en un más o menos correcto lenguaje formal románico, son de las primeras décadas del siglo XIII.
Ermita de los Santos Mártires Nereo, Aquileo, Pancario y Domitila de Garray, Soria
Quedan inscripciones epigráficas de algunas de estas iglesias que así lo demuestran, como el caso de la alavesa iglesia de Marquínez (1226) o la soriana de Garray (1231)
Románico de la Montaña Alavesa: Marquínez
Arquitectura de transición
Aunque no nos gusta esta denominación, la aplicamos a aquellas iglesias de monasterios y templos más importantes, donde trabajan artistas más avanzados que aunque siguen una planimetría tardorrománica, emplean ya el arco apuntado y las bóvedas de crucería de manera generalizada. Tres insignes edificios construidos en el reinado de Fernando III ejemplifican esta arquitectura como son la Catedral de Lleida, Burgo de Osma, la Colegiata de Castrogeriz.
Se trata en general de templo que no adquieren la verticalidad ni la luminosidad del auténtico gótico.
Mudéjar
En la segunda mitad del siglo XII y como consecuencia del avance reconquistador de los reinos cristianos va a aparecer de manera titubeante un arte mestizo y exclusivo de lo hispano que es el mudéjar. La habilidad y baratura del trabajo de los alarifes va a permitir que el románico pierda algunas de sus propiedades y se combine con estéticas y técnicas musulmanas para hacer nacer el mudéjar.
Este fenómenos aparece en Sahagún (León) y Daroca (Aragón) y más tarde se extiende por amplias zonas de Castilla y León, Toledo y Aragón, siendo el siglo XIII el de su auténtica expansión.
Mudéjar de Toledo
En Castilla y León, este mudéjar primitivo está muy influido por la arquitectura románica como se puede comprobar en los modelos de Tierra de Pinares (Valladolid, Ávila y Segovia) y el Modelo Toresano (Zamora y Salamanca)
Mientras, en Toledo y Aragón, la impronta musulmana es mayor con relación a lo cristiano.
Gótico Francés
Si algo verdaderamente relevante acontece en este periodo es la llegada a España del auténtico gótico francés, en las catedrales de nueva planta de Burgos, Toledo y León.
Gótico francés en la Catedral de León
En este caso, sí estamos ante el nuevo estilo en su plenitud de su desarrollo. Estas catedrales -especialmente la de León- reflejan no sólo nuevas técnicas sino un nuevo concepto, que son los tópicos pero reales valores de verticalidad y desmaterialización del muro que caracterizan al gótico puro.
Pero, atención, estos edificios son hitos bastante aislados, construidos por cultos artífices foráneos contratados por la corte para los ambiciosos programas catedralicios de las ciudades más importantes.
Ello no afecta demasiado (al menos al principio) a las anteriormente descritas tendencias implantadas en la España cristiana, sobre todo en el ámbito rural.
Las iglesias fernandinas
En este complejo panorama, hay que aclarar que las muy interesantes iglesias fernandinas de Córdoba están erróneamente llamadas, pues en su mayoría se iniciaron en l segunda mitad del siglo XIII, durante el reinado de Alfonso X y no en tiempos de Fernando III.

 
 
Santos: Fernando III, rey, patrono del Cuerpo de Ingenieros Militares; Félix I, papa; Gabino, Críspulo, Sico, Palatino, mártires; Exuperancio, Anastasio, obispos; Ausonio, presbítero; Juana de Arco (Lorena), virgen; Venancio, Basilio, Emilia, confesores; Uberto, Gamo, monjes; Urbicio, Isaac, abades.

Una de las figuras máximas de España; primo carnal de otro santo y rey –de Luis IX de Francia–, que triunfó por fuera y por dentro. No quiso estatua; pero en su sepulcro grabaron el cuádruple epitafio: «Aquí yace el Rey muy honrado Don Fernando, señor de Castiella é de Toledo, de León, de Galicia, de Sevilla, de Córdoba, de Murcia é de Jaén, el que conquistó toda España, el más leal, é el más verdadero, é el más franco, é el más esforzado, é el más apuesto, é el más granado, é el más sofrido, é el más omildoso, é el que más temie a Dios, é el que más le facía servicio, é el que quebrantó é destruyó á todos sus enemigos, é el que alzó é ondró a todos sus amigos, é conquistó la Cibdad de Sevilla, que es cabeza de toda España, é passos hi en el postrimero día de mayo, en la era de mil et CC et noventa años». Quien sepa lo puede leer en latín, hebreo, árabe y castellano, en la barroca y suntuosa capilla de la catedral sevillana.

Fue hijo nacido de un matrimonio incestuoso, anulado por el papa Inocencio III, porque su padre, Alfonso IX de León, se casó con su prima doña Berenguela de Castilla, la hija de Alfonso VIII, el de las Navas.

Unió los reinos de Castilla y León. Quitó Murcia y casi toda Andalucía a los moros; llevó adelante con grandeza épica los asedios; hizo su vasallo al rey moro de Granada; consiguió meter en África una expedición, y murió cuando él mismo pretendía atravesar el Estrecho.

Astuto y sagaz en la guerra, solo supo entenderla desde el prisma de la cruzada cristiana. Jamás quiso cruzar la espada con otros príncipes cristianos, jugando todas las bazas necesarias para llegar a compromisos sin sangre.

Se mostró comprensivo y protector con las órdenes mendicantes.

Comenzó la catedral de León y construyó las de Burgos y Toledo.

Puso paz en sus reinos; mostró tolerancia con los judíos; fue riguroso con los apóstatas y falsos conversos.

Hizo del castellano el idioma oficial. Sobresalió en el cultivo de las ciencias y de las artes; impulsó las incipientes universidades.

En el campo de las leyes, codificó el derecho.

Con su ejército se mostró solícito en el cuidado de la piedad y de la honestidad de sus mesnadas.

Repobló los territorios conquistados.

Se supo rodear de varones prudentes que pudieran asesorarle en el oficio de reinar, sentando las bases para los Consejos.

El florecimiento esplendoroso de la corte de Alfonso X el Sabio se debe a los principios asentados por el rey Fernando, su padre.

Mantuvo una lealtad y nobleza a toda prueba en el cumplimiento de los pactos y treguas con sus enemigos; la palabra dada era valor y no juguete de quita y pon según los intereses prácticos o útiles del momento.

Se casó dos veces; la primera, con la alemana Beatriz de Suabia; la segunda vez, con la francesa Juana de Ponthieu. En total sumó trece hijos.

Con los levantiscos –tan frecuentes– supo mantener el equilibrio y se mostró magnánimo a la hora de perdonar.

Favoreció el culto y la vida monástica; pero exigió compensaciones económicas de las manos muertas –improductivas– de eclesiásticos y feudales. A este respecto se ganó una reprimenda del papa Gregorio IX, que interpretó su impuesto como una intromisión imperdonable y una apropiación indebida de los bienes eclesiásticos.

La pureza y rectitud de vida –cosa bastante extraña en los príncipes de la época– le ganó fama hasta el punto inconcebible de que algunos de sus enemigos moros llegaran a convertirse por su ejemplo.

Además, sabía comportarse, en lo humano, como un gran señor europeo; fue un verdadero palaciego que gustaba de la caza, componía versos o cantigas, entendía de música y gustaba jugar a las damas y al ajedrez; tenía un porte elegante y era excelente jinete. Su propio hijo, Alfonso X el Sabio, dejará dicho de él que «todas estas vertudes, et gracias, et bondades puso Dios en el rey Fernando».

Pero el hecho de que un Jueves Santo pidiera una toalla, tomara un barreño, y se pudiera a lavar los pies de doce de sus súbditos pobres, después de haber meditado la Pasión, descubrió a la corte un rincón secreto de su intimidad.

Algo parecido pasó en su despedida de soltero. Tres días antes de su boda (27-XI-1219) veló las armas de caballero en el monasterio de las Huelgas, en Burgos, y se autoarmó caballero, cosa que debió de tener en gran estima, porque llegó a negarlo a algunos de sus nobles por considerarlos indignos.

¿Oración? En Toledo, aunque enfermo, solía velar de noche para pedir a Dios la ayuda para su pueblo; y en especial, con alma impregnada de espíritu caballeresco, llevaba asida y anillada al arzón de su caballo a su dama, la Virgen María, labrada en marfil; fue una estupenda devoción que dejó en herencia a los sevillanos, «la Virgen de los Reyes», que mantenía en capilla estable en su campamento durante el asedio a la plaza.

Murió, sí. Pero no como es frecuente escuchar que mueran los reyes. Sobre un montón de cenizas, con una soga al cuello –así pintaron algunos a Jesús–, pidiendo perdón a los presentes, y dando consejos a sus hijos; llevaba una candela en la mano –¿la fe?– y sus labios musitaron una oración. Era «el postrimero día de mayo».

El patrono de tantas instituciones españolas, al que invocan los cautivos, desvalidos y gobernantes como su especial protector, elevado a los altares el 4 de febrero de 1671, solo era un seglar, un laico, un cristiano, un rey, un servidor, un esposo, un padre. Se santificó en su oficio. ¡Un señor!

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