TRADUCCIÓN

jueves, 6 de diciembre de 2012

LETRA PARA EL HIMNO DE ESPAÑA

Letra para el himno de España hecha por Jon Juaristi

HIMNO NACIONAL
Canta, España,
Y al viento de los pueblos lanza tu cantar:
Hora es de recordar
Que alas de lino
Te abrieron camino
De un confín al otro del inmenso mar.
Patria mía
Que guardas la alegría de la antigua edad:
Florezca en tu heredad,
Al sol de Europa
Alzada la copa,
El árbol sagrado de la Libertad.

 

JAVIER Rioyo ha contado en El País algunas circunstancias de la tentativa, auspiciada por el presidente Aznar, de componer una letra para el himno nacional español. Creo que debo aportar mi versión de los hechos, que no coincide exactamente con la suya ni con otras, también de tercera mano, que corren por ahí. No se trataba de imponer un texto incuestionable, como se ha llegado a afirmar, sino de elaborar una propuesta que pudiera ser objeto de debate parlamentario. Fuimos convocados para ello, por Luis Alberto de Cuenca (a la sazón Secretario de Estado de Cultura), José Jiménez Lozano, Joan Margarit, Abelardo Linares, Ramiro Fonte y quien esto escribe. Una selección, a mi juicio, bastante defendible. Había en ella, por una parte, suficiente pluralidad ideológica y, por otra, una aceptable representación de la diversidad territorial y cultural de España: dos castellanos, un catalán, un andaluz, un gallego y un vasco. Sin duda, habría podido ser más amplia y dar cabida a más opciones, pero eso habría dificultado la tarea, que, a pesar de una considerable afinidad en nuestras poéticas personales, se reveló enseguida como harto complicada.
En la primera reunión, se descolgaron del equipo —por motivos distintos— Jiménez Lozano y Margarit. No voy a desvelar aquí las razones que uno y otro adujeron, muy dignas de respeto. Los restantes, tras una breve discusión, decidimos seguir adelante con el proyecto y nos pusimos de acuerdo sobre algunos criterios generales. El texto debía ser breve, fácil de memorizar y traducir, con un léxico sencillo, sin acentos bélicos y con tres ideas básicas: la proyección universal de España, su destino europeo y la exaltación de la Libertad. Meses después nos volvimos a reunir los cuatro sobrevivientes (Luis Alberto, Abelardo, Ramiro y yo) y, de entre todos los textos producidos, escogimos el siguiente:
HIMNO NACIONAL
Canta, España,
Y al viento de los pueblos lanza tu cantar:
Hora es de recordar
Que alas de lino
Te abrieron camino
De un confín al otro del inmenso mar.
Patria mía
Que guardas la alegría de la antigua edad:
Florezca en tu heredad,
Al sol de Europa
Alzada la copa,
El árbol sagrado de la Libertad.
Nos pareció que, además de cumplir los requisitos mencionados, abundaba, dentro de su brevedad, en referencias a la tradición poética hispánica de todos los tiempos. El «viento de los pueblos» recogía el eco del «viento del pueblo», de Miguel Hernández. Se hablaba de «cantar» y no de «canción», lo que resultaba muy ajustado a un uso español que ya reconocía como tal Ezra Pound al encomiar la traducción de sus Cantos por Cantares en la versión del tapatío José Vázquez Amaral, y que llega desde la antigua épica castellana hasta don Antonio Machado. Las «alas de lino» son una metáfora homérica por las velas de las naves aqueas, de la que se apropió Ramón de Basterra, dándole un sentido bastante similar al que tiene en nuestro texto. Lo de abrir camino remite también a Machado, y en el último verso de la primera estrofa se refunden dos inolvidables —«en todo el mar conocido / del uno al otro confín»— de la Canción del pirata, de Espronceda.
La segunda estrofa es un brindis inspirado en Rubén que juega con la polisemia de la palabra «copa» y, por supuesto, con todas las connotaciones positivas de términos como «sol» y «alegría». Quizá el árbol de la Libertad no sea una imagen simbólica de gran arraigo en España. Lo es en la cultura liberal europea y, para ser del todo sincero, fue una concesión de última hora que mis amigos poetas hicieron a mi empecinamiento en meter el Árbol de Guernica por alguna parte, como homenaje al bardo Iparraguirre, que estrenó su himno al roble de las libertades vascas en el café madrileño de la Red de San Luis. Como tal establecimiento ya no existe (y aunque ninguno de los cuatro cobró un solo euro por su labor), nos premiamos con un almuerzo en Lhardy, el más castizamente liberal y decimonónico que encontramos en el Madrid de Gallardón, y nos sentimos por algunos momentos como Hegel, Schelling, Schiller y Hölderlin después de plantar el arbolito en Tubinga, y no, en modo alguno, como Sánchez Mazas, Foxá, Ridruejo y Primo de Rivera tras componer el Cara al sol, aunque ninguno de estos cuatro fue un literato desdeñable.
En fin, a los postres firmamos el texto y lo enviamos a José María Aznar, con la melancólica certeza de la inutilidad de nuestro esfuerzo. No estaba el patio para consensos poéticos. En cualquier caso, no lo pasamos mal revisando las letras anteriores (la de Pemán, la mucho más flojita de Marquina, las numerosas contrahechuras a lo divino de monseñor Zacarías Vizcarra) y las de los himnos nacionales de las repúblicas hermanas de Hispanoamérica (confieso mi preferencia por el bolerazo positivista colombiano de Rafael Núñez —«¡Oh, gloria inmarcesible! ¡Oh, júbilo inmortal! En campos de dolores el Bien germina ya»— y por el mexicano —«Ciña, oh, Patria, tus sienes de oliva de la paz el arcángel divino, que en el cielo tu eterno destino por el dedo de Dios se escribió»—, que siempre he entonado con emoción). Quizá, en efecto, la solución sea encargar unos gorgoritos deportivos a una empresa de publicidad, sin tanta Libertad, ni tanta tradición literaria ni tanto niño muerto. Y que lo cante su padre. Yo, a falta de otro mejor, seguiré con el de México lindo y querido: «¡Mexicanos, al grito de guerra / el acero empuñad y el bridón, / y resuene en su centro la tierra / al sonoro rugir del cañón!».

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