TRADUCCIÓN

lunes, 26 de noviembre de 2012

ANIVERSARIO DE LA MUERTE DE ISABEL I DE CASTILLA

Centenario de la ejemplar muerte de la Reina de Capilla RealCastilla doña Isabel de Trastámara, conocida por la Historia como Isabel la Católica. Eran sobre las doce del mediodía cuando expiró la Reina "fundadora de España y madre de América". Preces entre llantos y la celebración de la primera "Misa corpore insepulto" en el oratorio de la casa-palacio que los reyes de Castilla poseían en la ferial y amplia Plaza Mayor de la Villa medinense, sobre su "acera del portillo o potrillo", presidida por el atributo del rey don Fernando, seguida por los preparativos cortesanos para el traslado del regio cadáver hasta la lejana Granada, según había dispuesto en su Testamento, modelo de prudencia cristiana devoción santa.
Largo y accidentado entierro desde esta Medina del Campo, su Villa "Muy Noble, Leal y Coronada", hasta la granada que por ella conquistada y cristianizada doce años atrás.





Salieron, pues, los restos mortales de la Reina Católica revestidos con el burdo y penitencial hábito franciscano austero, pero fuerte ataúd, por el cual "con una cama para asentar las andas, cobró novecientos setenta maravedíes el maestro de obras de carpintería de Palacio". El ataúd y sus andas portado inicialmente por sus fieles criados y camareros y rodeado por un gran número de "damas y caballeros junto a sus más fieles servidores y miembros de la Corte", que le escoltarían hasta la ciudad de Granada, "sin detenimiento alguno" como la Soberana dispuso en su última y real voluntad.
Ya en las horas que precedieron a su cristiana y ejemplar muerte, la cerrazón de los cielos aberruntaba fuerte temporal, por lo que se hubo de forrar el ataúd con "cueros de becerro y una fuerte funda encerada".
Según los Cronistas, el aguacero y truenos iniciales se transformaron pronto el diluvio obscuro y tenebroso, y así "diluviando transpusieron los puertos, entre rayos y truenos, dejando atrás, rápidamente, Arévalo, Carceñosa, Ávila, Cebreros y Toledo..." porque no solamente era el Reino todo el que únicamente lloraba, sino la Naturaleza también manifestaba su dolor y duelo.

(Simulan el cruce del río Guadalquivir que hizo el féretro de Isabel la Católica en Mengíbar para llegar a Granada. Noticia publicada a las 15:02 . jueves, 15 de julio de 2004 MENGIBAR (JAEN), 15 (EUROPA PRESS) Unos 400 participantes de la Ruta Quetzal simularán mañana el cruce del río Guadalquivir que hizo en 1504 el féretro de la reina Isabel I de Castilla, a su paso por Mengíbar (Jaén), para cubrir el trayecto entre Medina del Campo (Valladolid), donde murió, y Granada, donde fue enterrada.
Según informaron a Europa Press fuentes del Ayuntamiento de Mengíbar, esta actividad, que cuenta con la organización del Ministerio de Medio Ambiente a través de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir (CHG), se llevará a cabo a las 8.00 horas en las zona conocidas como El Piquillo y Paso de la Barca.
El traslado de una orilla a otra del río se realizará con barcazas que transportarán a varios grupos de participantes, procedentes de todo el mundo. A continuación, visitarán el término municipal, ya que el cadáver de la Reina Católica fue velado en la iglesia de San Pedro Apóstol de Mengíbar.
Este acto se celebra en conmemoración del V centenario de la muerte de Isabel I de Castilla, que, tras su fallecimiento el 24 de noviembre de 1504 en Medina del Campo aquejada de unas fiebres, fue trasladada hasta Granada.
El cortejo fúnebre se encontró en Mengíbar (Jaén) con un río Guadalquivir "crecido" e "impetuoso" que hubo de cruzarse en balsas, aunque "más de un esforzado caballero tuvo que forzar a nado las arremolinadas corrientes", según cuentan las crónicas de los historiadores.
Tras atravesar el río, la expedición prosiguió su camino hasta Granada, ciudad que alcanzó el 17 de diciembre del mismo año.)
Y así continuó el viaje-entierro de la Reina Doña Isabel la Católica. "vadeando ríos y patiquebrando acémilas fueron alejándose de Medina y de Castilla, y así siguió el recio temporal durante los primeros días de aquel obscuro y tormentoso diciembre de 1504; y atravesando Jaén entró el doliente cortejo en Andalucía, que recibió el cadáver de Doña Isabel de Trastámara hecho un mar de lágrimas y dolor, y los cielos siguieron siendo negros y tenebrosos vestidos de luto.
Según los historiadores que vivieron en aquellos últimos días de noviembre y primeros de diciembre del año de 1504 no conocieron temporal igual al que reinó en dichas fechas, y ya antes de llegar a Toledo tuvieron que cubrir y reforzar el féretro con "dos cueros de becerros, por lo que se pagaron al zapatero Diego de Madrid mil quinientos ochenta y cuatro maravedíes y medio".
Allí, en esta cuidad de Toledo hicieron una breve parada donde "había muchos lodos y los caballeros y regidores que tomaron en hombros el ataúd frente a la toledana Puerta del Cambrón, de donde salió el Cabildo para rezar un responso, y lo llevaron a San Juan de los Reyes", a pesar de que quisieron honrar los restos mortales de la Reina "Fundadora y Fundidora de España y Madre de América", en su bella y amplia iglesia-catedral Primada, pero el horrible temporal que desde la tarde del día 26 de noviembre de aquel triste año de 1504 reinaba en la mayor parte de la Península Ibérica "urgía ganar tiempo"`para que no se hicieran invadeables los ríos e intransitables los caminos.
Ya al pasar por Cebreros, treinta braceros tuvieron que ayudar a vadear el crecido río, lo que hacía presagiar el paso del caudaloso Guadalquivir y parte de su cuenca fluvial alta.
Fueron muchos puentes los que se llevaron y rompieron las ventiscas y torrenteras tremendas, con desbordamientos y avenidas nunca conocidas n la memoria de aquellas generaciones.
Por las localidades de Mengíbar y Espeluy hubo de cruzarse en balsas el crecido e impetuoso río, y "más de un esforzado caballero tubo que forzar a nado las arremolinadas corrientes". Acémilas, provisiones y carruajes había que reparar sobre la marcha, así como los objetos y cruces y las mulas y jumentos se despeñaban y caían por los malos pasos y riscos del accidentado camino.
Dice Pedro Mártir de Anglería en su "Epistolario" que "ni el sol ni la luna fueron vistos durante todo este tormentoso y póstumo entierro-viaje, que los fieles seguidores de la Reina Católica hicieron en largo y sufrido viaje hasta su sepultura terrenal en la Granada recién reconquistada, y "sin embargo, ni un solo acompañante quiso abandonar el cuerpo querido y venerado".
Por fin dieron vista a la ciudad de Granada y su fértil vega el 17 de diciembre de 1504, después de veinte días de un borrascoso, tempestuoso y accidentado viaje fúnebre, y fue entonces cuando Pedro Patiño, teniente del Mayordomo Mayor de Doña Isabel, "que era como el aposentado de su postrer viaje", mandó hacer alto para reorganizar las filas de la triste comitiva, y al mismo tiempo "cubrir con nuevos paños el féretro" y con ello disimular así los desperfectos del prolongado temporal, y tomar también un breve y necesario descanso.
Allí mismo la intendencia real repartió sesenta hachones de cera, "que pesaban once arrobas, entre los de mayor alcurnia y encopetados del cortejo funerario", y en silenciosa y ordenada comitiva, entregaron los mortales restos de Doña Isabel de Trastámara, a los frailes de San Francisco de Granada, que levantaron dos túmulos, uno en la Puerta Elvira y el otro en el camino del Realejo, en los cuales "se consumieron quinientas setenta y tres varas de frisas negras, y ante ellas entonáronse solemnísimos responsos.
Las calles granadinas fueron alutadas y a su través "con muchas lágrimas y real pompa", según manifestó Pedraza, fue desfilando una interminable serie de caballeros, espoliques, criados y porteros, todos vestidos de bayeta de luto entre gallardetas de tafetán enarbolados sobre altísimos mástiles.
Granada y su Concejo no regatearon gastos, y ya dentro de las calles "el pueblo entero, rezando en voz alta, subió a la colina roja, desde las murallas hasta más allá del Campo de los Mártires, tras el triunfante pendón real, engalanado con flamantes borlas y cordones que pregonaban el paso de las cenizas de la victoriosa Señora de Andalucía".
En la que antes fue "Capilla real de los moros", en la Alhambra, estaba la "sepultura llana", que de acuerdo con lo dispuesto por la fallecida Reina Católica, se encontraba preparada como simple fosa de murete a base de ladrillos comunes, situados, "delante del altar mayor del franciscano cenobio". Enseguida se celebró un novenario de Misas y en él predicaron muchos obispos y arzobispos del Reino "alternando el altar con el púlpito".
Dicen los cronistas que en estos cultos se gastaron "más de setenta arrobas de cera virgen". Y allí en la soledad de las tumbas quedó ya el cadáver de la Reina, tan movido y zarandeado durante el accidentado y largo viaje-entierro desde la ferial Medina del Campo hasta la reconquistada Granada, y muy sola quedó hasta que junto a ella fueron puestos los restos mortales de su regio esposo D. Fernando, fallecido en 1516, el cual así lo dispuso a pesar de estar casado (por razones de Estado) con Germana de Foix, por que "el ayuntamiento que tuvieron viviendo e que nuestras ánimas espero en la Misericordia de Dios que terminan en el cielo lo tengan e representen nuestros cuerpos en el suelo".
Ya dijimos anteriormente que "la primera sepultura llana, siendo el hogar "post mortem" de Dª. Isabel I, la Católica, en 1504, y de su esposo en 1516, fue su lecho en la Capilla Real de los moros", y todo se fraguó en la mente de la Reina Católica durante la conquista de Granada y se trasladó a su ejemplar Testamento dictado en mortuorio ante Gaspar de Grizio, sobre la acera del "portillo o potrillo" de su ferial Plaza Mayor, consumándose en una " sepultura llana" sita delante del Altar Mayor del cenobio franciscano en la Alhambra granadina.
Por el toledano, de origen flamenco, Enrique Egas se construyó la Capilla Real, adosada al muro lateral de la Catedral de Granada; fue iniciada el 13 de septiembre de 1505, sobre idea y proyecto salido de la Reina Isabel en los últimos meses de su reinado. En la referida Capilla Real se conserva el cetro, la diadema y la espada "con que gobernó e impartió justicia", así como el Misal manuscrito que "perteneció a los Reyes Católicos", y también "ornamentos sagrados que bordó la misma Reina.
La puerta principal de acceso a esta Real Capilla lleva un arco semicircular entre dos pilares con un rey de armas cada uno; sobre dicho arco hay un establecimiento con querubines y un escudo de los Reyes Católicos en el que, como es lógico, campea el "águila de San Juan", y sobre el referido establecimiento tres hornacinas y sobre éstas el remate con pequeños círculos caldos y "las cifras" de Dª. Isabel y D. Fernando.
Balaustradas de "elegante crestería coronan los muros", y altas pirámides agrupadas adornan los ángulos y terminan los pilares y a la izquierda se extiende la fachada gótica-plateresca con columnas en forma de cables retorcidos y arcos semicirculares y rebajados entre los cuales se ven escudos de castillos y leones.
Otra portada más pequeña y sencilla, plateresca, sirve de salida para la Lonja. El interior de la Capilla Real es gótico, la planta de cruz latina y anchas ojivas que descansan directamente en las paredes de las naves y sostienen las bóvedas.
Entre la nave y el crucero hay una riquísima verja. La nave comunica con la capilla de Hernán Péres del Pulgar, donde se encuentra el sepulcro de éste.
Y en fin, el crucero comunica con la Catedral por otra puerta, y en el centro del crucero es donde se encuentran los sepulcros de los Reyes Católicos y al lado el de sus hijos Felipe el Hermoso y el de Dª. Juana la Loca, todos de estilo renacentista, sobre local gótico.
Con el breve reinado de Felipe el Hermoso, se instaura en nuestra Historia la Casa de Austria, con sus reyes que les suceden en el trono de las Españas, desde Carlos I (el Emperador), Felipe II, Felipe III, Felipe IV, hasta Carlos II, en 1700, que con la guerra de Sucesión, se instauró la Casa de Borbón.
Y como después de la muerte viene el sepelio del cadáver, también hemos narrado los veintitrés días en lo que tardaron en ser enterrados "delante del altar mayor del franciscano cenobio granadino", el cual fue, antes de la toma de la ciudad nazarí, "capilla real de los moros", en un viaje-entierro del cual el cortejo no vio si el sol ni la luna, ya que los cielos estuvieron completamente nublados y cargados de horribles tormentas e inacabables lluvias.
Repetimos que el escultor, Enrique Egeas (1455-1534), español de origen flamenco, es el autor y constructor de la Capilla Real, donde se encuentras los sepulcros de los Reyes Católicos Doña Isabel y Don Fernando, de estilo renacentista. Sabemos que el túmulo del sepulcro real fue labrado por Doménico Fancelli (1469-1519), el cual aquí en España fue siempre conocido como Doménico Alejandro Florentín. Este túmulo consiste en una cuadrilonga de mármol de Carrara, rematado en estrecha cornisa. Encima de la tapa aparecen yacentes las figuras en bulto, de los monarcas Isabel y Fernando, y en los ángulos de los mismos están sentados los cuatro ductores de la iglesia y en los de la urna están cuatro esfinges: nichos y medallones en los que se hallan representados los doce Apóstoles, el Bautismo y la Resurrección de Cristo. San Jorge y Santiago adornan los lados del sepulcro y sobre tres de los medallones hay un escudo sostenido por dos Ángeles y sobre el que mira al Tabernáculo existe una inscripción en elogio y loa de los Reyes Católicos y éstos tienen apoyados los pies en dos leones.
Inmediato al sepulcro de los Reyes Católicos, y de análogo estilo y disposición del detallado anteriormente, se encuentra el esculpido, años después, como sepulcro del archiduque Felipe el Hermoso y de su esposa, La Reina Doña Juana La Loca, obra del escultor español Bartolomé Ordoñez, burgalés muerto en 1520, y Dª. Juana no lo fue hasta 1555 en que muere en Tordesillas.
Ninguno de los sepulcros reales aquí detallados guardan los restos mortales de los nominados cuatro monarcas, que se hallan depositados en sencillos ataúdes bajo las bóvedas del humilde enterramiento, al pie de los cenotafios. El que contiene los restos mortales de la ínclita reina Isabel la Católica, fue abierto, no hace muchos meses para revisar como se encontraban, a fin de incorporar sus resultados al proceso de beatificación de la Reina Católica que abrió el Arzobispo de Valladolid, Dr. García Goldáraz, por encontrarse en su diócesis el lugar en que murió cristianamente Doña Isabel de Trastámara. Creemos que solo el tiempo y la fuerza de Dios omnipotente puede hacer el milagro de elevarla a los altares, ya que las fuerzas ultramontanas, con sus desmesuras y apoyos han desprestigiado su memoria y creado animadversión y falsas leyendas sobre la reina católica. Para terminar añadiremos que el que suscribe ha intervenido en este proceso de beatificación de la Reina Católica como uno de los veinticinco testigos del siglo, y cuya documentación completa, hace tiempo que se encuentra en Roma.

Ricardo Sendino 

Luis Suárez, miembro de la Real Academia de la Historia, internacionalmente reconocido como un profundo conocedor de Isabel la Católica y promotor de su causa de canonización, ha explicado a Religión Confidencial que, aunque el informe del proceso es favorable, parte del episcopado español no está de acuerdo con que se lleve a la reina a los altares.
El historiador Luis Suárez, uno de los testigos que ha participado en la causa de canonización de la reina Isabel la Católica explica que el proceso, que comenzó en la diócesis de Valladolid en 1958, no ha gustado a todos los obispos por igual.
Las cualidades del personaje histórico de Isabel la Católica no han sido fáciles de asumir por diferentes estamentos eclesiales. El mismo historiador ha explicado a Religión Confidencial que en ciertos sectores del episcopado no están de acuerdo con la decisión de hacer santa a esta mujer, "sobre todo, -asegura- la corriente conservadora".


Las luces y sombras que rodean a la Reina castellana simbolizan la realidad misma; para Luis Suárez, su figura representa la unidad de España, tan discutida en la actualidad. Otros de los aspectos negativos que rodean a su personalidad es el hecho de que expulsara a los judíos de España o, como matiza Suárez, que "prohibiera la práctica del judaísmo".
El historiador la define antes como mujer que como reina. A pesar de todos estos elementos, el proceso para que llegue a ser santa sigue adelante, a la espera de lo que responda la Santa Sede. Dentro de sus aspectos religiosos, los investigadores que se han documentado sobre su vida y su figura han destacado la caridad para con los demás.

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