El triunfo fue una espectacular ceremonia que se celebraba en la antigua Roma para agasajar al general o comandante militar (en latín Dux) que hubiera regresado victorioso con su ejército de alguna campaña en tierras extranjeras. Para el general protagonista era un día glorioso. Su ejército quedaba a la espera en el Campo de Marte, sin poder traspasar las Murallas Servianas. En principio, sólo podían celebrar un triunfo los miembros del orden senatorial y convertirse, con ello, en vir triumphalis (no triumphator que es una forma moderna).
En el siglo II a. C. el general tenía que haber sido aclamado imperator por sus tropas para poder solicitar el triunfo al Senado, que era la institución que podía concederlo.

Respice post te, hominem te esse memento (“mira hacia atrás y recuerda que sólo eres un hombre”).
El cortejo se detenía al pie de la escalinata del templo de Júpiter Optimus Maximus. El general iba acompañado de sus lictores y con ellos entraba en dicho templo para ofrecer al dios sus laureles de victoria. A continuación se celebraba una gran fiesta costeada por el protagonista que solía ser bastante generoso, en la que participaba todo el pueblo.http://www.youtube.com/watch?v=9uFrt373ROw
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