Fue
reconocido por su coraje y sabiduría convirtiéndose en un ejemplo a seguir. Esto
se hizo patente en uno de sus viajes comerciales de caravana hacia Sudán,
durante su juventud. Un león impedía el paso a la gente frente a un camino en
particular. Las caravanas tenían que esquivar el camino por temor al león. A
veces para distraerlo y continuar viaje, la gente debía sacrificar un camello y
entregárselo –siendo la posesión más valiosa de un viajero- para poder pasar a
salvo. En el transcurso del viaje, él escucho acerca del león y tomó la
determinación de hacerse cargo por sí mismo de la situación. A diferencia de los
demás hombres de la caravana que permanecían perplejos ante el problema, tomó su
arma, montó su caballo y fue tras el león. Ante la sorpresa y gratitud general,
regresó con la cabeza del león. Ante esto ganó el nombre de “León de Cirenaica”.
Una
educación de valentía y rectitud religiosa tuvieron un enorme efecto en él. Su
carácter no sólo cambiaría el curso de su tribu, país y gente, sino también el
mundo Islámico de la era post-colonial.
Durante sus veinte años fue reconocido por su madurez más allá de la edad, tanto como su
sabiduría, ya que habitualmente solía resolver disputas tribales. Su gente lo
escuchaba con atención y tomaban sus consejos independientemente del pueblo o
región donde se encontrara. Sus modales eran sobradamente grandiosos, era
elocuente, equilibrado en su discurso y despertaba la atención en quienes lo
escuchaban. Estas cualidades lo ayudaron a unir tribus, y más tarde a reunir
ejércitos para enfrentar a los colonizadores.
Sus treinta años fueron marcados por el albor de la Era Colonial que comenzaba a
difundir su cáncer al resto del mundo. En el momento en que el mundo era asolado
por las potencias europeas, este hombre se mantuvo con firmeza por el Islam y
enfrentó con valor a los colonizadores. Combatió con valentía contra los
franceses junto a sus hermanos de Orden, más conocidos como “Sanusíes”. Por un
breve período también combatió contra los británicos, quienes habían sido
marcados por la avidez e intentaron conquistar sus
tierras.
Como
parte del festín global sobre lo que consideraban “naciones incivilizadas”,
Italia se unió a las potencias europeas para causar estragos en la parte Sur del
hemisferio colonizando el Norte de África. Fue durante este tiempo que este
hombre, a sus cincuenta años, reunió fuerzas para enfrentar la invasión a
Libia, su hogar.
Intentando
pacificar su ejército de resistencia, los italianos le ofrecieron posiciones
sociales elevadas y riquezas; a cambio, ellos le demandaban que se rindieran y
que aceptara sus decretos coloniales. Él respondió con una frase célebre: “No
soy una porción de comida dulce que cualquiera puede devorar. No importa por
cuanto tiempo ellos intenten cambiar mi creencia y opinión, Allah los hará
caer.”
Luego
le ofrecieron dejar su ciudad para vivir cerca del partido gobernante gozando de
un salario mensual, aunque nuevamente se negó diciendo: “No, no abandonaré mi
país hasta que encuentre a mi Señor. La muerte me es más cercana que cualquier
cosa; espero por ella a cada minuto.”
Este
hombre, cuyos setenta años no le impedían luchar, fue el alma de la resistencia
de su gente en contra de toda desigualdad desesperanzadora. Infundió esperanza
en su gente contra un ejército mil veces mayor que el propio, equipado con armas
más modernas, aviones y tanques, mientras que él y sus hombres padecían hambre
en las montañas con nada más sobre sus espaldas que sus rifles y caballos.
Debido a su posición inconmovible ante los invasores, las personas de su pueblo
se juntaron a su alrededor. Con éxito comenzó a golpear a los italianos donde
les dolía. Golpeó con firmeza, velocidad y severidad a quienes pensaron que
ocupar las tierras islámicas, oprimiendo, encarcelando y torturando a los
musulmanes, sería sin esfuerzo.
Eventualmente
el hambre y la enfermedad diezmaron a su gente. Con prontitud los italianos
aprovecharon la situación para marchar quemando y arrasando poblaciones. No
fueron perdonados ni las mujeres, ni los niños, ni los ancianos. Durante su
período de mayor debilidad, las personas fueron reunidas y puestas en campos de
concentración. Aun conociendo sus chances frente a una fuerza que crecía minuto
a minuto, este guerrero estaba decidido a seguir
combatiendo.
Cuando
se le preguntó por qué continuaba la lucha, dijo que luchaba por su religión y
que no iba tras nadie más que los ocupantes de sus tierras. Decía que el combate
era Fard (una obligación según la Ley del Islam) independientemente del
resultado, ya que la victoria proviene de Allah. Solía negarse a cualquier
diálogo de paz con los colonizadores diciendo: “No tenemos más que luchar contra
los ocupantes enemigos de Allah”
Luego
de incontables batallas (alrededor de 1000 en 20 años) fue herido y capturado.
Él y sus hombres se defendieron hasta que no quedaban más que él y uno de sus
compañeros. Finalmente su caballo recibió un disparo de muerte haciéndolo caer.
Fue encadenado y llevado a una ciudad llamada Suluq, donde estaba establecido el
puesto militar italiano.
Este
hombre creía que el yihad era una orden sobre todo musulmán capacitado mientras
sus hogares eran ocupados por los colonizadores. Con su fe, heroísmo y coraje se
ganó el respeto incluso de sus enemigos.
El
oficial militar que lo interrogó dijo: “Cuando llegó a mi oficina me imaginaba
encontrar a otro morabito más de los que ya había encontrado en las guerras del
desierto. Sus manos estaban encadenadas, tenía huesos quebrados debido a la
lucha y estaba casi incapacitado para caminar. Él no era un hombre normal…
Mientras lo interrogaba se mantuvo erguido en mi oficina y respondió con voz
clara y calma. Cuando se disponía a retirarse, me arrebató el resplandor de su
rostro que brillaba como el sol y conmovió mi corazón. Hacia el final de la
conversación, cuando ordené que fuese llevado a su celda, mis labios
temblaron.”
Cuando
el General italiano, Graziani, encargado de acabar con la resistencia Sanusi le hizo una
oferta final para hacerlo su títere y permitirle vivir como otros líderes de su
gente, quienes habían traicionado al Islam rindiéndose a las ofertas de los
ocupantes, él dijo: “No cesaré de luchar contra ti y tu gente hasta que
abandones mi país o yo abandone mi vida. Y juro por Quien conoce lo que hay en
los corazones de los hombres que si mis manos no estuviesen heridas en este
momento, lucharían contigo, anciano y quebrado como
estoy…”
Luego
de ser sometido a un juicio irrisorio fue sentenciado a morir en la
horca.
Con
el intento de atemorizar a los musulmanes, fue ahorcado ante cientos de tribus
en 1931. Sin embargo, esto no tuvo éxito. Su ahorcamiento conmovió al Mundo
Islámico entero, y numerosas resistencias fueron originadas, especialmente en el
Norte de África.
Los
italianos le tomaron fotografías encadenado, rodeado de generales sonrientes y
de quienes expresaban felicidad ante el veredicto del tribunal. Ellos no se
dieron cuenta que esas mismas cadenas y la cuerda alrededor del cuello a manos
de sus enemigos combatiendo por la Causa de Allah, se volverían la envidia de
todo auténtico Musulmán.
Este
hombre no es otro que Sidi Omar Al-Mukhtar. Su legado vivirá hasta el Día del
Juicio, insha’Allah. Con su sangre escribió historias de victoria, se convirtió
en una leyenda de leyendas y un guía para quienes quieren vivir con honor en
tiempos de humillación.
Los
rendidos modernistas y eruditos incrédulos de su tiempo que traicionaron la
Causa de Allah, no fueron encarcelados ni ahorcados. Tuvieron una muerte normal,
incluso posiblemente en el lujo y la riqueza, bajo la protección de los
ocupantes italianos. De todos modos, murieron y sus nombres murieron con ellos.
Yahannam es la morada de quienes se aliaron con los kuffar colonizadores de los
Musulmanes. Sidi Omar Al-Mukhtar vivió y combatió duramente en su vida. Fue
encadenado, encarcelado y luego ahorcado. Pero su legado continúa con vida.
Sidi
Omar Al-Mukhtar se aferró a Allah, confió en Él y aceptó lo que Allah había
escrito para él. Le pidió a Allah volverse mártir, y eso fue lo que consiguió,
insha’Allah.
Publicado en "raíces y sabiduría"
Qué es un derviche
Un derviche (del persa: درویش, darvīsh, "mendigo", de etimología incierta es, en el sentido más habitual de la palabra, un miembro de una tariqa, es decir, una cofradía religiosa musulmana de carácter ascético o místico (sufí). También designa, en Irán y Turquía particularmente, a un religioso mendicante, que en árabe se llama faqīr. En Marruecos y Argelia se usa más comúnmente la palabra ijwān («hermanos») para designar a los miembros de una cofradía.
El término derviche proviene de la palabra persa darvīsh. Este término era habitual para denominar a los mendicantes ascéticos. Esta palabra también es usada para referirse a un temperamento imperturbable o ascético, es decir para una actitud que es indiferente a los bienes materiales.
La primera tariqa de la que se tiene constancia es la llamada Qadiriyya que fue creada en 1166 y que fue fundada por 'Abd al-Qádir al-Yilani. Muchos derviches son los ascetas mendicantes que han tomado el voto de pobreza, a diferencia de mullahs. La razón por la que piden dinero es para aprender la humildad pero tienen prohibido pedir para su propio bien por lo que tienen que dar este dinero a otra gente pobre.
Hay también varios grupos de derviches, como los sufíes que pertenecen a los ascetas y místicos musulmanes que tienen su origen en algunos santos musulmanes y profesores como Ali Ibn Abi Talib y Abu Bakr as-Siddiq. Varias órdenes han aparecido y desaparecido durante los siglos y cada una tiene su fundador, sus trajes característicos y su ritual, que puede ser la repetición de frases sagradas, la búsqueda de un estado de hipnotismo o danzas giratorias que proverbialmente está asociado con la orden de Mevleví en Turquía y que es utilizado para alcanzar el éxtasis religioso (majdhb, fana), aunque actualmente se ha hecho una atracción turística en el país. El nombre Mevleví proviene de "Mevlana", tratamiento que se le daba al poeta persa Rumi que era un Maestro (Sheyj) de derviches.
Otros grupos incluyen los Bektashi, conectados a los Jenízaros y a los Senussi, quienes son más bien ortodoxos en sus creencias.
" EL QUE CREE DEFENDER A DIOS CON LAS ARMAS ESTÁ EQUIVOCADO. DIOS ES AMOR Y EL QUE VIVE EN AMOR VIVE EN DIOS Y DIOS EN ÉL"
"LOS VERDADEROS CREYENTES NO MATAN" (Benedicto XVI)
"LOS VERDADEROS CREYENTES NO MATAN" (Benedicto XVI)
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