TRADUCCIÓN

sábado, 9 de junio de 2012

TERREMOTO AÑO 33

Cuando el Crucificado entregó su espíritu, el velo del templo se rasgó, tembló la tierra y los sepulcros se abrieron. Una investigación geológica en el mar Muerto viene a confirmar el pasaje de san Mateo. Y no es una “alegoría”. 

Dice el libro primero de Samuel que cuando David huyó de Saúl, se escondió en el desierto de Engadí. Y allí, entre cuevas y peñas, el rey acabó encontrándole y recibiendo y creyendo su fidelidad, y la paz entre ambos quedó sellada.


 Ese lugar situado junto a la orilla oeste del mar Muerto, emblemático en la historia del pueblo judío, incluye un oasis y un manantial y es terreno fértil para los arqueólogos. En él acaban de descubrirse las huellas de un terremoto que permitiría datar con precisión la muerte de Jesús.

Los padres del descubrimiento son Jefferson B. Williams, de la empresa Supersonic Geophysical de Los Ángeles (Estados Unidos), especializada en prospecciones mineras, gasísticas y petrolíferas, y Markus J. Schwab y Achim Brauer, del Deutsches GeoForschungsZentrum de Potsdam (Alemania), puntal germano de las geociencias. Juntos han publicado su hallazgo en el número de julio de la International Geology Review, bajo el título “Un terremoto en el mar Muerto a principios del siglo I”.
Los autores buscaban vestigios del temblor de tierra que describe san Mateo al expirar el Crucificado: “Jesús dio un fuerte grito y entregó su espíritu. En ese mismo instante la cortina del santuario se rasgó de arriba abajo... La tierra tembló, la rocas se partieron, los sepulcros se abrieron” (Mt 27, 50-52).
Precisión notarial

Y encontraron esos vestigios. Engadí se encuentra a unos veinte kilómetros al sureste de Jerusalén, y en ese lugar dataron unos sedimentos deformados por dos movimientos telúricos diferenciables, uno en el 31 a. C. y otro entre los años 26 y 36 d. C.
Este segundo es el que los autores sitúan, o bien en el momento de la muerte de Cristo, año 33, o bien en otro momento de ese periodo, de donde el narrador evangélico lo habría tomado “prestado” o como “alegoría”.
Los autores destacan la fidelidad histórica de las Sagradas Escrituras, pero la idea de que una descripción evangélica tan nítida pueda ser alegórica no casa con los hechos, independientemente de que se encuentre o no su registro sísmico.
San Ireneo, discípulo de Policarpo, quien lo era a su vez de san Juan Evangelista, explica en su obra principal, Adversus haereses (Contra los herejes), que “Mateo publicó su Evangelio entre los hebreos y en su lengua, en la época en que Pedro y Pablo predicaban el Evangelio en Roma”.
Es impensable que la precisión notarial con que recoge las palabras de los soldados antes y después de la muerte de Jesucristo, y sus expresiones de temor ante la sacudida de una tierra misteriosamente entenebrecida, se convierta en poética alegoría ante unos hechos que la Virgen María y san Juan presenciaban al pie de la cruz.
En todo lo que concierne a la Biblia la oscilación de muchos estudiosos es siempre la misma: en vez de aceptar el hecho sobrenatural en la historia, o se niega la historicidad o se niega la sobrenaturalidad.
Ejemplo de lo primero, el que examinamos: si no hubiese huella del terremoto del año 33, estaríamos ante una alegoría que toma prestado de otro año un temblor de tierra que nada tendría que ver con la muerte de Cristo.
Hierro, cobre y petróleo .Ejemplo de lo segundo: cada Navidad recibimos una explicación nueva para la estrella de Belén, como si un cometa u otro fenómeno cosmológico a millones de kilómetros de distancia sirviese para ubicar un pesebre. Por lo demás, la fecha de la muerte de Jesucristo encaja a la perfección en el periodo fijado por estos tres geólogos. Poncio Pilato gobernó Judea entre los años 26 y 36, y Caifás fue sumo sacerdote del 18 al 37.

El marco histórico evangélico no puede ser más preciso, como lo es en general el veterotestamentario.
Cuando en 1948 se creó el Estado de Israel, las nuevas autoridades se propusieron devolver a muchas zonas asoladas por siglos de cultivos inadecuados o por el desaprovechamiento de los recursos el verdor y la riqueza de las descripciones bíblicas. Y recurrieron para ello, entre otras fuentes, a los libros sagrados.

Werner Keller recuerda en Y la Biblia tenía razón el cobre y el hierro que encontró el doctor Ben Tor en 1949 guiándose por los versículos de los Reyes o el Deuteronomio, el petróleo que localizó Ziel Federmann en 1953 inspirándose en el relato de Sodoma, o las cincuenta colonias agrícolas abiertas entre Dan y Bersabeé gracias a manantiales de los que solo guardaba memoria la Palabra escrita de Dios.
Así que si san Mateo afirma que hubo un temblor de tierra, es que lo hubo. Si además eso nos sirve para ponerle fecha precisa al instante, miel sobre hojuelas. Miel como la que alimentó a David en su refugio de Engadí, tal vez sobre esos mismos sedimentos donde al morir el Hijo de David quedó una marca divina de su estirpe.

                                          Alberto López Arias

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