TRADUCCIÓN

jueves, 23 de abril de 2015

MANDAMIENTOS DE LA CONVIVENCIA




TEMA 1: Sea AUTÉNTICO


El ser auténtico implica que nos ―aceptemos tal y como somos‖; esto no es nada nuevo, ya Sócrates lo había dicho en el siglo V a.C. en su máxima: “conócete a ti mismo”. El ser auténtico nos  implica  reconocer  tanto  las  cualidades  como  los  defectos  que  la  naturaleza  nos  dio; significa amarnos (autoestima), sentirnos orgullosos de nosotros mismos, de nuestra unicidad, por cuanto todo ser humano es único e irrepetible. Todos tenemos ojos, pero nadie nuestros propios ojos; todos tenemos rostro, pero nadie exactamente nuestra misma faz; todos tenemos pensamiento, pero no hay dos hombres en este mundo que piensen textualmente igual. Cada hombre es un ser único e irrepetible; no existen dos hombres con el mismo molde, ni siquiera los que genéticamente son gemelos. El compararse con los demás en el afán de ser como ellos resulta ser entonces algo despreciable a la autenticidad de la personalidad; nadie dijo que no podamos tener puntos de referencia para estructurarnos; el niño imita a su padre, el naciente pintor imita algo de su maestro, el aprendiz de músico quiere copiar el estilo de su educador, la niña sueña ser como la artista de la T.V. cuando sea grande; esto es valedero, pero cuando la obsesión se centra en despreciar lo propio por querer ser tal cual es la estrella de cine, la modelo de la revista o el jugar de fútbol de moda, la cuestión se torna altamente peligrosista, pues se está corriendo el caro riesgo de perder una auténtica persona por uniformar entes al estilo del modelo de hombre o de mujer que exponen los medios de comunicación masiva. Sea auténtico, NO SE COMPARE con nada ni con nadie, tome lo que le guste de los otros pero sea usted, sólo usted, de este modo evitará que los demás lo comparen con otros que siempre resultarán mejores o peores; sea auténtico y verá que los demás lo respetarán por ser usted, lo aceptarán por que usted se acepta y lo mejor, quien lo ame, lo amará por ser usted, por lo que usted es realmente y no por lo que aparenta ser.







Muchas personas creen que cambiando su aspecto físico mejorará su autoestima, mejorará el concepto que tienen de ellas mismas, por ello acuden al auxilio del bisturí y de la cirugía plástica que lo cambia todo (al menos lo de afuera); grave error, no es desde afuera que se construye la personalidad, es precisamente a la inversa, en la medida que edifiquemos nuestro interior en esa misma medida se reflejará nuestro exterior; un producto es verdaderamente aceptado en el mercado no por la belleza de la etiqueta que lo presenta sino por la calidad de su contenido, aunque al principio hay fachadas que nos engañan. Me comentaba una amiga que se hizo una cirugía plástica en la nariz porque la tenía muy larga, que a pesar de que el cirujano le había hecho un excelente trabajo ella se seguía sintiendo fea; obvio, por más que cambiemos nuestro exterior si no cambiamos lo de adentro jamás nos vamos a sentir realmente bien. ¿Por qué gastar tanto dinero en lo externo si construir el interior no cuesta económicamente nada? Por eso es que hay personas muy bellas por fuera, pero muy vacías por dentro; algún autor denominó a estos personajes como ―gente plástica‖; muy acertado, pues se asemejan más a un maniquí, bello en apariencia pero sin el más mínimo hálito de vida. Es tanto el culto al cuerpo y tan poco el interés por lo interior, que recordará el lector años atrás a una reconocida modelo en un famoso concurso de moda, la dama se dejó morir de inanición porque no se quien le había dicho que estaba muy gorda. No caiga usted en este juego, las personas son bellas o feas no por lo que muestran ser sino porque lo que verdaderamente son; no existe un modelo estándar de belleza, ¿Quién dijo que las características del ser bello son las que ponen los medios de comunicación? ¿Quién les dio a ellos tal potestad de decir quién es hermoso en este mundo y quien no?; fíjese que para una madre su hijo es lo más hermoso del universo, así físicamente sea un deforme; quien ama de verdad no mira en realidad lo físico de su amado, sino lo que este es, y el ser sólo se demuestra en actitudes y aptitudes, no en meras palabras o fachadas bonitas.

En la medida que nos volvemos más auténticos, es decir, que más nos conocemos y nos aceptamos, experimentamos lo que los sicólogos modernos llaman ―la madurez personal‖; dicho de una manera más sencilla y menos técnica lo que sucede es que encontramos nuestra personalidad, nos encontramos con nosotros mismos. Este apacible estado, al cual nada fácil es llegar, permite a la persona ―madura‖, mejor con alta personalidad, solventar fácilmente

situaciones sociales que para muchos son verdaderamente conflictivas. Variadas son las personas que se enojan ligeramente porque los llaman por un ―seudónimo que evidencia alguno de sus defectos; cuántos hay que se alteran sin medida porque los llaman ―gordos, flacos, negros, orejones, patones, brutos, rameras, ladrones, fracasados…‖ y con otras miles de expresiones que utiliza el vulgo para referirse al prójimo; estos apelativos pueden ser ciertos o no, acertados o no, pero a la persona auténtica no deben importarle, el ser auténtico, el que conoce sus cualidades y anda en pro de mejorar su defectos nada habrá de perturbarlo, nada debe tocarlo, ni las ofensas ni las alabanzas (ojo, son siempre más peligrosas las personas que nos halagan que las que nos vituperan); quien se conoce a mismo sabe quién con franqueza le evidencia sus errores con el propósito de ayudarle en su superación, sabe quien le hace un reconocimiento sincero; la persona que se conoce así misma, que se acepta, el ser auténtico, ha de importarle menos que nada las palabras de los necios que en su mayoría van cargadas de una envidia irracional. NO se altere, no se enoje, no deje que la ira lo domine, pues eso es lo que buscan los superficiales que lo critican; si le dicen ―gordo y usted lo es, y usted se acepta como es, qué importa si los demás se lo recuerdan. Qué importa que le digan lo que usted ya sabe, lo que usted acepta y por lo que se siente orgulloso porque así lo hizo la naturaleza. No se altere, no se suba, no se convierta en la fuente de diversión de los fracasados; siéntase orgulloso de no pasar desapercibido ante los demás, recuerde que ―la envidia es mejor despertarla que sentirla‖, y quienes critican destructivamente en realidad anhelan ser como esos que critican; estas personas poco se aceptan y por ello sufren demasiado. Recuerde que
―sólo al árbol con frutos se le tiran piedras‖, usted es un árbol con mucho fruto que los demás pretenden tumbar, no lo permita, no se altere, no se enoje, llegue a su casa con la frente en alto, no de la vuelta por no encontrarse con el ―corrillo‖ de inútiles que pretende divertirse a sus expensas; si usted se conoce, se acepta, está seguro de sí mismo, no habrá poder humano que puede derrumbarlo.

TEMA 2: VALORE a los DEMÁS

Casi siempre en toda relación social encontramos personas que pretenden estar por encima de los demás; de hecho todos tenemos en el fondo cierto estúpido orgullo humano que nos hace creernos que somos mejores que otros tantos. Esta quimera humana, propia de todas las razas, edades, sexos y estratos sociales, nos hunde en la ilusión de creer que todo lo nuestro es bueno (demasiada autoestima; el extremo del ser auténtico), y desde esta perspectiva comenzamos equívocamente a ver un sinnúmero de errores en los demás, pues todo lo pretendemos evaluar conforme al paradigma que nos hemos creado. De este modo el directivo está convencido de tener siempre la razón, los aportes del subalterno valen en la medida que concuerden con los modelos mentales que el jefe ya tiene preestablecidos; lo mismo sucede con el educador y los estudiantes, el alumno (el sin luz) es quien no sabe nada, el profesor lo sabe todo, por ello el estudiante es quien se equivoca. Otro tanto sucede en la familia, hay padres que por autodelegación asumen la más alta jerarquía en el hogar, todo lo que los demás dicen, esposa, cónyuge, compañero, hijos, tiene que pasar por el examen exhaustivo del jefe de la casa y si no concuerda con las anquilosadas ideas que éste posee, entonces todo aporte es un error, toda intervención familiar es desechada. No se cierre, rompa sus paradigmas mentales, ábrase a las ideas de los demás, ESCUCHE, también los otros pueden tener la razón en lo que dicen aunque las propias circunstancias parezcan decir todo lo contrario. No diga nunca ―tú estás en el error‖, pues nadie en realidad tiene la absoluta razón y por ende nadie está tampoco en el absoluto error; recuerde que la verdad absoluta no existe; todo lo que hacemos con nuestras lucubraciones es acercarnos lo más posible a la verdad, esta aproximación se denomina certeza. Desde esta perspectiva no olvide que todo aporte está cargado de un tanto de veracidad, mejor de certeza, de hecho el error más irrefutable es el mejor camino para acercarse a la verdad, quien se equivoca está más próximo a una certeza que quien se anquilosa en sus razones. La historia nos cuenta que Alba Edison, el gran inventor de la energía eléctrica, hubo de equivocarse más de ocho mil veces para encender una bombilla, qué tal que hubiese desistido en sus errores.

Valorar a los demás es no sólo escuchar sus razones es ante todo tenerlas en cuenta. Escuche, rompa sus paradigmas, ábrase a las razones de los demás que ellos están mirando la realidad desde un ángulo diferente al suyo. No juzgue con ligereza lo que usted considera errores en los otros; quizás el equivocado es usted; mejor escuche lo que los demás tienen que decirle, no se cierre; el juzgar es una actitud que ningún ser humano debe apreciar, aléjese de las gentes que tienen por costumbre estar ―hablando de los otros‖, criticando lo que hacen y lo que no hacen; toda persona tiene sus propias razones para actuar como actúa, razones que usted no sabe porque no escucha, razones que usted puede considerar erróneas porque no están dentro de los paradigmas de su horizonte mental. Acaso sabe usted por qué su vecino bebe tanto licor? Acaso sabe usted por qué el mendigo del pueblo llegó a tan deprimente situación? Conoce usted las razones por las cuales el hijo de su amigo es un drogadicto terminal o la hija de fulano vende su cuerpo en las calles por dinero o peranito es homosexual? No, usted no las conoce, porque para usted todo eso son errores; pues bien, déjeme le cuento una experiencia personal:
―corría el año de 1994, yo me desempeñaba como educador en un colegio femenino de directivas religiosas; la moral y las buenas costumbres eran allí lo primero, quien fuera contra estos principios era desechado sin más del centro educativo. Yo me formé en ese ambiente y era mi deber velar por la moral y las buenas costumbres de mis alumnas, y vaya que lo hacía con gran exigencia. Sucedió que para finales del año escolar una de las jóvenes de 10º grado resultó embarazada; el escándalo fue prominente. Sin más razones que las antes expuestas asumí el liderazgo en la institución para que el Consejo Directivo expulsara a la estudiante cuanto antes. Fueron muchas las clases que la mencionada alumna escuchó mis despectivos argumentos sobre la mujer que entrega su virtud sin estar bajo el sagrado manto del matrimonio; su presencia en el colegio se tornó tan tormentosa que la estudiante no tuvo otro remedio que acudir a mí; llegó a mi oficina vencida, humillada y con humildad y ruego insuperable me pidió que la escuchara, que tenía algo muy importante qué decirme, que por favor la ayudara ya que la hermana directora la había despachado definitivamente. Pero yo no la escuché, en ese tiempo era un hombre cerrado, no veía más que por mis paradigmas religiosos. No la escuché, creí que la equivocada era ella; me sentía decepcionado porque la consideraba una de mis mejores alumnas y me hería que me hubiera fallado. El tiempo pasó, la estudiante salió del colegio y no la volví a ver; pero la vida no se queda con nada; un día cualquiera pregunté por ella y me dijeron que pronto tendría su bebé en un hospital de la capital; algo me decía que debía ir a verla, esta vez no me escuché y volé al hospital, pero llegué tarde, cuando entré en el centro de salud me informaron que ella acababa de morir, que el hombre que la había violado estaba infectado de SIDA…

Escuche; escuche a sus hijos, escuche a su esposa o esposo, escuche a su amigo, a sus discípulos, a sus subalternos, todos tenemos algo importante qué decir; no espere que sea demasiado tarde para que luego no tenga que arrepentirse toda la vida por no haber escuchado a alguien. Y cuando escuche no se cierre, rompa los paradigmas que lleva dentro y verá que hay mejores razones para solucionar aquello que usted considera un error. NO JUZGUE a los demás y mucho menos si usted no sabe sus razones; no juzgue al joven que anda drogado por las calles o a la niña que resultó embarazada o a la pareja de recién casados que acaban de separarse o la esposa del Sr. X que se fugó con un ―sardino o a su vecina que se embriaga todos los días… No los juzgue, pues bien podría ser su caso y cuánto daría usted por que escucharan sus razones.

TEMA 3: DIGA siempre la VERDAD

Es de gran dificultad teórica definir lo que es la verdad; más aún para muchos grandes pensadores no es conveniente utilizar el concepto de verdad, pues lo consideran un término tan supremamente amplio que bien podría dejarse como sinónimo de divinidad, como así lo utilizan muchas culturas religiosas. Prefieren entonces hablar de CERTEZA, entendida como aquellas razones que más se aproximan a la verdad. Desde esta perspectiva las personas que siempre aducen tener la verdad sobre un hecho o situación estarían en un grave error, pues según lo dicho pueden tener parte de la verdad, lo que es lo mismo que decir que tienen certeza de un hecho. Pero como no es mi objeto en estas cortas letras profundizar sobre la definición filosófica del concepto verdad, acudo más bien a un antiguo cuento oriental que de una manera más didáctica nos puede explicar mejor la relación certeza-verdad:

―Se dice que en un reino muy lejano cerca de la India habitaban cuatro ciegos de nacimiento que mantenían en constantes discusiones sobre cómo eran los objetos y animales que oían mencionar a su coterráneos. Desde muy pequeños escuchaban por  doquier  hablar  del elefante, pero en realidad ninguno lo conocía; en sus ansias por saber de este famoso animal acudieron donde su sabio rey, quien en una decisión expedita ordenó trajesen a un elefante para que los invidentes lo tocaran y de este modo se dieran cuenta cómo era. Efectivamente el elefante fue traído y el rey los envió uno por uno para que lo tocaran. El primer ciego fue y le tocó una pata, el segundo palpó su trompa, el tercero se topó con una oreja y el cuarto se encontró con la cola. Nuevamente ante el rey éste les preguntó que cómo era entonces el elefante: el primer ciego dijo que era como una gran columna, el segundo tildó de mentiroso al primero y expuso que tal animal era como una manguera; el tercer ciego al escuchar semejantes disparates de sus compañeros contestó burlándose de ellos que el elefante era como un gran abanico, el cuarto ya un tanto confundido respondió secamente: el elefante es idéntico a una brocha…‖

Aquí termina el cuento y termina precisamente así para que usted, señor lector, saque sus propias conclusiones: ¿Cuál de los cuatro ciegos tiene la verdad? Pues es tan valedero responder que todos como ninguno, he aquí entonces que viene el asunto de la certeza y la verdad; podríamos decir que la verdad es el gran elefante y que los ciegos tienen certeza sobre esa verdad, es decir, se han aproximado a lo que es realmente el elefante. Pero que tal si cada ciego en vez de cerrarse en su propia razón se abre a las razones de sus compañeros, bien podrían acercarse mucho más a la verdad, bien podrían tener una mayor certeza.

Ábrase a las opiniones de los demás, no se cierre, usted nunca ha de tener toda la verdad, toda la razón, los demás están viendo las cosas desde un punto de vista diferente al que usted las ve, no por eso están en un error, ellos también tienen parte de la verdad. Pero qué tal si uno de los ciegos decide mentir sobre lo que tocó, qué tal si el que tocó la trompa del elefante afirma que este animal es como una gran piedra circular; qué mal, esto alejaría mucho más al grupo de la verdad; este es el gran problema de quien miente, pues la mentira es como una mancha que se extiende a todos los que nos rodean. Quien miente no tiene paz interior, no tiene tranquilidad, está siempre a la defensiva porque piensa que pronto lo descubrirán, por eso le es menester caer en más y más mentiras, bien dice el adagio popular que se ―necesitan 7 mentiras para tapar una‖. El mentiroso es una persona nerviosa, nunca concuerdan sus palabras, sufre intensamente, duerme poco, cuando se le interroga se le acelera el pulso y se le dilata la pupila, acertadamente dice la sabiduría popular ―que más fácil cae un mentiroso que un cojo‖; es obvio, son tantos los síntomas fisiológicos que presenta el mentiroso que se hace muy viable identificarlo.

NO mienta, ande siempre con la verdad; no importa lo que usted haya hecho diga la verdad de lo que pasó, verá lo bien que se siente y se evitará mil noches de insomnio y delirios de persecución. Diga siempre la verdad, esto le dará fortaleza para enfrentar con decoro y valentía el error que haya cometido; quien dice la verdad siempre sale ganando, en principio sale rapidito de ese asunto y se va tranquilo a dormir. Sucede mucho entre los estudiantes; hay unos que hacen daños en los colegios y su primera tendencia es a mentir sobre lo que hicieron; quieren taparlo todo con mentiras; empiezan a evadir a los profesores, mienten en sus casas al respecto, algunos llegan incluso a amenazar a sus compañeros para que no los denuncien, como quien dice, se les vuelve un tormento su vida. Mentir no es buen negocio, el que miente debe estar dispuesto a cargar un peso inmenso sobre su conciencia. Quien dice la verdad es tomado como valiente, en todas las culturas del mundo se tiene como un atenuante que rebaja notablemente la pena del infractor. Decir la verdad es de valientes, los que mienten son siempre cobardes, pues decir la verdad implica asumir responsablemente el resarcimiento del daño que hemos cometido y los cobardes no tienen pantalones para esto.

Pero no sólo en los colegios se miente; se mienten los amantes, los gobernantes le mienten al pueblo, los padres le mienten a sus hijos y éstos a sus padres; la mentira es una de las grandes causas de la disgregación social; con la mentira se pierde toda confianza; el esposo infiel le pide perdón a su esposa por haberla traicionado, ella le responde: ―aq no se trata de si te perdono o no, el problema es ya que nunca podré volver a confiar en ti‖.

Lo que la mentira destruye no es posible volverlo a reconstruir; el amante infiel podrá seguir con su esposa y ésta perdonarlo, pero a pesar de ello las cosas nunca volverán a ser como antes. Ande siempre con la verdad, no mienta, no se mienta a usted mismo, esto es peor. La máxima mentira y por ende la más estúpida, es mentirse uno mismo, y la peor mentira que uno mismo se puede meter es creer que nunca lo descubrirán, esto es una utopía estúpida; bien lo dice la Biblia: ―entre el cielo y la tierra no hay nada oculto‖; tarde o temprano todo lo que hacemos en la oscuridad sale a la luz, todo lo que hemos ocultado habrá de explotar por algún lado; la verdad es como una bomba de goma que tratas de sumergir en un estanque, si hundes un lado se brota por otro, casi que terminas utilizando todo tu cuerpo para taparla y aún así, lo único que logras es explotarla.

Hace poco conocí una linda familia; 2 esposos excepcionales y dos hijos maravillosos; quince años de matrimonio y todavía tanto amor, tanta ternura. Él es un agente viajero y ella es secretaria en el juzgado ―x de familia de la ciudad ―y‖; pero lo triste de esta historia fue haber presenciado cómo se derrumbó este hogar en cuestión de días, todo por causa de una mentira que el señor creyó nunca se le descubriría. A los tres años de casados en uno de sus viajes, el hombre se involucró sentimentalmente con una joven de un pueblo al que iba frecuentemente; la embarazó y dispuso todo para velar económicamente por su hija y la joven madre sin que su esposa se diera cuenta. Pasaron doce años y el señor decidió que ya la niña estaba suficientemente grande para él seguir cargando con ella. La madre de su hija acorralada por las deudas y viéndose en total indisposición para sostenerla, tomó la decisión de demandar al padre irresponsable. El abogado puso la demanda en el palacio de justicia de la ciudad ―y‖, allí hay aproximadamente quince juzgados de familia y los casos se distribuyen por reparto; la demanda por alimentos correspondió precisamente al juzgado ―x‖; la esposa inocente la recibió y al leerla, descubrió que el nombre, la identificación y todas las características que allí se exponían correspondían exactamente con las de su marido. No lo podía creer; llegó a casa y le preguntó a su consorte por la cuestión; éste lo negó todo y replicó a su esposa que si tenía pruebas para infundarle tal acusación; ella le sacó entonces copia de la demanda y allí todo terminó.

Ande siempre con la verdad, pase lo que pase, por grave que sea lo que cometió siempre será mejor decir la verdad. Recuerde: “entre el cielo y la tierra no hay nada oculto”, tarde o temprano lo descubrirán y es inmensamente vergonzoso ser descubierto e infinitamente doloroso perder lo que hemos construido y a quienes amamos por no haber dicho una verdad a tiempo.

TEMA 4:º  RESPÉTESE y RESPETE

El respeto es un valor infaltable a la hora de establecer cualquier relación humana; el respeto hacia los demás parte siempre del respeto que nos tengamos a nosotros mismos. Es lógico y consecuente, pues de la forma en que nos tratamos, así mismo tratamos a los demás; por ello las personas que menos brindan respeto son precisamente aquellas que se condenan, que tienen poca autoestima, que no son auténticas.

La regla de oro del respeto es una máxima antiquísima, tan antigua que los historiadores nunca se han puesto de acuerdo en su autor, aquí nos importa su contenido: “trata a los demás de la misma forma que te gustaría te tratasen a ti”. Esto evidencia nuestra afirmación anterior, el trato que nosotros nos damos es proporcional al trato que les damos a los otros. Una persona llena de rencor, de envidia, de complejos no puede brindar respeto, por sus labios sólo puede brotar la amargura, el desprecio, el resentimiento que guarda en su corazón. El respeto propio es el otro nombre de la autoestima, de esta manera nadie puede brindar amor y alegría sino se ama y si su vida no es regocijo. Ámese, quiérase mucho, respétese, de este modo podrá brindar amor, cariño a los demás, es decir, podrá respetarlos. Trate a los demás como quiera que lo traten a usted, nunca olvide esta consigna, téngalo siempre presente y verá cómo sus relaciones con todos los que lo rodean mejorarán. Piense cómo se sentiría usted si lo trataran mal en una oficina, si lo regañaran en público, si le mintieran, si lo hicieran esperar sólo por negligencia y gusto de un mal funcionario, si lo corrigieran con gritos y golpes, si no lo escucharan, si se burlaran de usted, si le incumplieran, si lo dejaran plantado…, piense no más cómo se sentiría usted en cada una de estas situaciones; muy mal verdad, entonces no le haga a los demás lo que a usted no le gustaría que le hicieran. Tratar con respeto a los otros es precisamente esto; escuche con atención a las personas que lo requieren, hágales saber que lo que ellas dicen es importante para usted aunque no comparta todo lo que manifiestan; no haga distinciones entre las personas para brindarles atención, merece su misma disposición y solicitud tanto el mendigo como el doctor, el niño como el anciano, el pobre como el adinerado, el campesino como el citadino, el ignorante como el estudiado; no clasifique las personas para atenderlas, todos merecemos la misma importancia. Cumpla a cabalidad en lo que se compromete, no ande con ventajas ni con mentiras que a usted no le gustaría que le echaran ventaja y mentiras en sus negocios; trate amablemente a las personas, incluso a aquellas que lo increpan amenazantemente; cuando el agresor no encuentra sino amabilidad en su oponente lo único que le queda es calmarse. Si usted es el jefe trate amablemente a sus empleados, estimúlelos, muchas veces unas sencillas palabras de ánimo o un suave golpe en el hombro o un te felicito o qué bien te quedó tu trabajo, estimulan mucho más que un aumento de salario. Si es padre utilice a diario estas expresiones con sus hijos, si es maestro hágalo con sus alumnos; nunca corrija con gritos y mucho menos con golpes, este es el camino más fácil pero el menos efectivo porque crea resentimiento. Aprenda a reconocer sus errores delante de sus hijos, discípulos o subalternos; aprenda a pedir disculpas; no crea que esto le hará perder autoridad, muy por el contrario aumentará la confianza de las personas que están a su cargo y lo respetarán. El tratar con amabilidad a las personas es respetarlas. No olvide decirle a su esposa o a su novia de vez en cuando cuánto la ama; dígalo con sinceridad y aunque le parezca cursi dígalo, verá lo feliz que hará sentir a la otra persona. Diga siempre por favor, gracias, permiso; salude a todos los que le rodean así muchos no le contesten; este es el vacío

de las grandes ciudades, donde nadie saluda a nadie, donde nadie conoce a nadie, un cúmulo de masa humana donde reina la desconfianza, y muchos persisten en llamarla sociedad.

La confianza tiene un límite inquebrantable, cual es el respeto; cuando se acaba el respeto se pierde la confianza, la falta de confianza impide una auténtica comunicación, y donde no hay comunicación surge el conflicto. Con frecuencia escuchamos la expresión: ―abuso de confianza‖, esto no es más que traspasar el límite del respeto, tan degradante es esta actitud que muchos códigos penales del mundo tipifican el abuso de confianza como un delito. Abusamos de la confianza de los demás cuando penetramos en la intimidad del otro que nos ha sido vedada; todos tenemos una parte de nuestro propio yo donde no cabe nadie más que nosotros, esto hablando muy subjetivamente, algunos lo llaman intimidad, sentimientos, interioridad. Pero también en lo físico, en lo corporal hay lugares y regiones que nos circundan donde ni siquiera las personas que nos son más íntimas les permitimos entrar; cada individuo pone sus propios límites, en esto no hay una definición universal, pues hay personas más abiertas que otras, el respeto estriba entonces en saber reconocer ese límite y en la convicción de no quebrantarlo. Podría pensarse que en la relación de una pareja que se ama no debe existir límite alguno en su confianza; de igual modo podríamos decir del hijo con su madre, quizás la relación más sublime de confianza a la que podamos acudir, pero sin embargo existen límites, límites al cual ni siquiera el amado puede entrar. Juan y María se casaron apenas hace dos años, su amor todavía palpita por la casa y a ambos se les nota muy enamorados. Un día cualquiera tienen una discusión por x asunto, Juan se altera demasiado y levanta la mano contra su esposa golpeándola en el rostro… esto es romper el límite del respeto, esto es acabar con la confianza. Hay situaciones que ya no tienen reversa, María puede perdonar la ofensa de Juan, pero jamás olvidará lo que le hizo, siempre estará presente la duda de que Juan traspasó el límite del respeto y que bien podría hacerlo nuevamente, es decir, se perdió la confianza. La madre forja la chapa del nochero de su hijo en busca de alucinógenos, pues se ha dado cuenta que él está consumiendo droga. Oh! qué grave error, esto es traspasar el límite de la confianza que ha puesto el hijo sobre la madre; ni siquiera la causa que la ha movido a irrumpir en su intimidad la excusa de tal falta; esto es perderle el respeto al otro, invadir su espacio, penetrar en su silencio vedado. Él nunca olvidará lo que le hizo su madre, se pierde el respeto y por ende la confianza y sin ésta, oh que duro le será enfrentar el tremendo problema de la drogadicción de su hijo. Respétese, respete a los demás; no invada la intimidad a la cual el otro le ha prohibido penetrar; no siga más allá de la frontera de la confianza que le han dado, no invada espacios, ni sentimientos, ni baúles, ni pensamientos, ni cofres, ni relicarios donde las personas guardan sus más íntimos recuerdos; todos tenemos nuestros secretos, evocaciones, cartas que nunca enviamos, versos que nunca dedicamos y besos guardaos que jamás dimos todos tenemos un límite en la confianza, nunca traspase ese límite, pues si lo hace, puede tener la plena seguridad que hasta las más bella relación fracasará.

TEMA 5: Sea RESPONSABLE

Siguiendo con el estilo coloquial que traemos intentemos ahora definir qué es ser responsable; no será menester recurrir a la etimología ni mucho menos a una definición muy trascendental, digamos sencillamente que ser responsable es hacer lo que hay que hacer en el momento, en el lugar, con quien hay que hacerlo y como hay que hacerlo. ¿Y qué es lo que hay que hacer? Pues lo que la vida le ha deparado, ya por que usted lo eligió o por que las circunstancias lo han colocado allí. Si usted es un padre de familia actúe como tal, eso es lo que a usted le toca hacer; no necesita ir a la universidad o hacer un curso intensivo para aprender a ser padre; usted sabe que no, sólo necesita ser usted mismo, ser auténtico, valorar a sus hijos, escucharlos, decirles siempre la verdad y respetarlos.  Así es como hay que hacerlo. Esto es

hacerlo bien. ¿En qué momento? Pues en todo momento, el ser padre no es una tarea de la cual te puedes desprender cuando sales de casa. En todo momento y en todo lugar; tus hijos siempre te están mirando, siempre te están imitando, aún cuando no están contigo se enteran de todo lo que haces; recuerda decirles siempre la verdad, porque ―entre el cielo y la tierra no hay nada oculto‖. Cuando nuestros hijos descubren que les hemos mentido se pierde toda confianza, nuestra autoridad decae y su formación se torna una misión imposible; definitivamente lo que forma es el testimonio de vida, es decir, ser coherentes en lo que decimos y lo que actuamos, esto es ser responsables. ¿Con quién hay que hacerlo? Siguiendo con el ejemplo de ser padre la respuesta es obvia, con sus hijos; hay personas que se esmeran más en educar los hijos ajenos que los propios; no, dedíquese a los suyos y deje que los demás asuman su propia responsabilidad.

El ejemplo de la responsabilidad en la familia nos fue acertado, pero no es el único; bien puede aplicarse la definición que hemos dado a cualquier otra situación, tarea o profesión. Si usted es un médico, un educador, un hijo, un estudiante, un gobernante, una madre de familia, un amigo, un hermano, un zapatero, un conductor, un albañil, un reciclador…, haga lo que tenga que hacer, pero hágalo bien. Todas las profesiones y tareas son dignas. Usted sabe en qué lugar y en qué hora debe desarrollar su trabajo. Una de las claves para hacer las cosas bien es la puntualidad; ser puntual es ser responsable, no caiga en la falacia que somos colombianos y que por ello siempre llegamos tarde, siempre empezamos tarde toda reunión, siempre llegamos tarde a todo encuentro. Las personas impuntuales son de hecho desorganizadas, viven acosadas y el tiempo nunca les alcanza para nada; no son personas de éxito. Mida su tiempo, su destreza física y sus impedimentos para desplazarse, las distancias y los medios de transporte que ha de utilizar para llegar puntual a su trabajo, a una cita, a su estudio. Hay personas que necesitamos madrugar más que otras para ser puntuales; otros en la misma distancia llegan en menos tiempo; aprenda a distinguir sus limitaciones, pero llegue siempre a tiempo. Sea puntual, sea cumplido, no haga esperar a las personas que lo son, pues esto es un síntoma de irrespeto hacia ellas. Cuántos hombres han perdido una gran oportunidad por llegar tarde; un trabajo, un buen negocio, un amigo, un amor. Sea puntual, sea cumplido y adquirirá respeto en su entorno, será un triunfador.

Hay profesiones y posiciones que son de todo el día y de toda la vida, como el ser educador por ejemplo, o el ser hijo, o amigo o madre. Haga bien lo que tenga que hacer y verá cómo los demás le reconocerán su trabajo, si no lo hacen no le importe, que esto no lo turbe, no hay mejor satisfacción que decirse cada día ―hoy lo he hecho todo bien. No intente ascender en su trabajo a costa de pisotear a los demás; seguro subirá, pero no por mucho tiempo y su caída será estruendosa y al final, quedará tan solo como los fracasados, como los perdedores. No robe tiempo en su trabajo, no sea negligente, no invente excusas para no aportar lo que puede aportar; el salario bajo, las pocas prestaciones, el aumento de la jornada laboral, la ausencia de estímulos no son excusas para que usted sea un holgazán; la empresa, su jefe, perderán mucho con su pereza es verdad, pero usted está perdiendo más; está perdiendo la oportunidad de ser usted mismo, de realizarse en su profesión, en lo que le gusta, en lo que sabe hacer. Un profesional, un trabajador negligente nunca ascenderá; se ha de quedar toda su vida rotando en el círculo vicioso de su indolencia. No le digo con esto que sea pasivo ante la explotación laboral, hay que reclamar, es un derecho; pero creo en otros medios muy diferentes de conseguir lo que queremos. Trabaje duro, muy duro, dedíquese con mayor constancia a lo que hace y verá que el éxito lo abrazará. Paradójicamente este es el camino más seguro para triunfar en la vida laboral o profesional, mas no el más el corto ni el más fácil. La mejor venganza contra el sistema laboral que nos oprime es teniendo éxito personal; fíjese que en la medida  que  su  trabajo  se  torne  una  escuela  para  crecer  en  conocimientos  y  habilidadesprofesionales usted podrá liberarse del sistema y pasar fácilmente de ser un asalariado a un empleador, un dependiente a un empresario con éxito. Sólo las personas con conocimientos y habilidades profesionales llagan a ser independientes, los negligentes nunca llegan a nada, mueren en el sistema esperando una mísera pensión que los sostenga en la vejez. Aspire, trabaje duro, no sea perezoso, sueñe con ser un trabajador independiente, con construir su propia empresa sin depender de nadie, y cuando lo logre, recuerde que usted también fue un jornalero, un subordinado, un esclavo del sistema; entonces trate bien a los que ahora dependen de usted; escúchelos, estimúlelos, valore su persona y su trabajo, dígales siempre la verdad, con respeto y amabilidad, sea responsable con ellos y verá que ellos lo serán con usted. Si lo logra, usted será uno menos del sistema opresor y uno más que piensa diferente, uno más que ayudará a cambiar la injusta sociedad en que vivimos.

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