El combate cuerpo a cuerpo en las
Legiones Romanas durante las batallas nada tenía que ver con las caóticas
escenas de batallas a las que el cine nos tiene acostumbrados.
El combate cuerpo a cuerpo en las Legiones Romanas, lanzamiento de proyectiles
Muchas batallas romanas, especialmente
durante el Imperio tardío, contaban con fuego de preparación procedente de onagros y balistas. Estas máquinas constituían un rudimentario cuerpo de
artillería, disparaban grandes flechas y piedras sobre las formaciones enemigas
(aunque muchos historiadores se cuestionan la efectividad real de dichas
armas).
Siguiendo esta barrera de proyectiles,
avanzaba la infantería romana, en cuatro líneas, hasta que se encontraban a
treinta metros del enemigo. En ese momento, se detenían, enarbolaban sus pila y cargaban. Si la primera línea era rechazada por el enemigo,
una nueva línea ocuparía su lugar rápidamente.
A menudo, esta rápida secuencia de
ataques mortales, comparable a olas rompiendo contra la costa, se convertía en
clave para conseguir la victoria. Otra táctica común consistía en provocar al
enemigo con cambios prefijados y misiles rápidos de los auxiliares
equites (caballería auxiliar), que forzaban al ejército rival
a perseguirles. En este momento podían ser arrastrados a una emboscada, donde
sufrirían el contraataque de caballería e infantería pesada romanas.
Una vez finalizado el despliegue y
escaramuzas iniciales, el cuerpo principal de infantería pesada cerraba los
huecos y atacaba al unísono. Las primeras filas normalmente lanzaban sus pila,
y las siguientes alzaban las suyas sobre las cabezas de los primeros. Si el
lanzamiento de una jabalina no causaba la muerte o hería a un oponente, se
doblaba, haciéndola inutilizable por sus enemigos, de la misma forma, si esta
penetraba un escudo, al doblarse inutilizaba al mismo.
Tras el lanzamiento, los soldados
desenvainaban sus espadas y se lanzaban contra el enemigo. Se hacía especial
énfasis en la utilización del escudo para suministrar la máxima cobertura del
cuerpo, mientras se atacaba la parte expuesta del cuerpo del enemigo. En el
combate consiguiente, la disciplina romana, el pesado escudo, armadura y
entrenamiento les otorgaba especial ventaja.
El combate cuerpo a cuerpo en las Legiones Romanas, el cuerpo a cuerpo “ordenado”
Algunos sabios de la infantería romana
mantienen que el intenso trauma y estrés del combate cuerpo a cuerpo implicaba
que los contendientes no se golpeaban uno al otro continuamente hasta que uno
caía.
En lugar de ello, existían cortos
periodos de lucha frenética. En momentos de indecisión, los contendientes podían
separarse una corta distancia para tomar aliento, y acelerarse de nuevo hacia
delante para retomar el duelo.
Otros soldados detrás ocuparían el
hueco, enfrentándose a nuevos enemigos o cubriendo a sus compañeros. Un guerrero
individual podía, por tanto, contar con un alivio momentáneo, en lugar de una
interminable lucha a muerte o hasta quedar incapacitados de una grave
herida.
Con el progreso de la batalla, el
estrés físico y mental se intensificaba. El aguante y fuerza de voluntad
requería una nueva carga, que llevaba consigo un ataque más frenético y
desesperado. Eventualmente un bando comenzaría a romperse, momento en el cual
comenzaba la auténtica masacre.
Revista de Historia
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