En las lindes del miércoles de ceniza te fuiste. Te marchaste en
silencio, te nos fuiste, pero seguro que ya estarás en los campos
fértiles del Señor, donde el verdor es vida y la luz es un haz de sueños
hechos realidad.
En la muerte ya no encuentro poesía,
ni lírica que consuele; Jorge Manrique la supo hallar, pero Manolo, en
nuestros días ¡es tan difícil!
Lo has vuelto a hacer:
has estrenado "nuevo ángulo". Un ángulo para cuidar de los tuyos y de tu
querida Cofradía. Los que te conocimos sabemos bien de tu valía, de tu
bonhomía y basándome en estas certezas afirmo lo que he dicho al
principio: tú estarás, ya, cuidando de todos.
Tu
herencia plena de responsabilidad y de dedicación no debería olvidarse.
Diste mucho a nuestra Cofradía. Nos hiciste a todos un poco más hermanos
y un poco más orgullosos de pertenecer a ella. Con esa candidez vestida
de sencilla humanidad dejaste una semilla que a poco que se la riegue
seguirá dando fruto.
Hoy, en tu despedida, vestido por
última vez con el hábito penitencial te vas de nosotros de blanco y rojo
o lo que es lo mismo de pureza y pasión y te presentas ante ese Jesús
Resucitado que tanto amas.
Sí, en las lindes del
comienzo de la Cuaresma ya eres un resucitado más, un resucitado eterno,
como los amigos Esteban y Pedro a quienes conocí y aprecié.
Manolo,
nuestras vidas son los ríos que va a dar a la mar y tu amor a María de
la Paz y a Jesús ha llenado estos valles que aspiran a cosechar ciento
por uno.
Manolo, descansa y vive, ya, en y junto a la verdadera Paz.
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