Umar ibn Hafsūn ibn Ya`far ibn Sālim (en árabe, عمر بن حَفْصُون بن جعفر بن
سالم), conocido en la historiografía española como Omar Ben Hafsún,(
Parauta, Málaga, ? - (†) 918) fue un
guerrillero andalusí de origen hispano-godo, que organizó y acaudilló una rebelión (880–918) contra el
Emirato Omeya de Córdoba (Emirato de
Córdoba). En la última fase de su rebelión se hizo bautizar recibiendo el
nombre cristiano de Samuel (899).
Omar Ben Hafsún nació en la región de Parauta, municipio español situado al
oeste de la actual provincia de Málaga, durante el emirato independiente de
Córdoba. Esta población situada en el Valle del Genal, es una de la poblaciones
que conforman la comarca de la Serranía de Ronda, probablemente en el sitio
denominado "La Torrecilla", hoy pueblo de Parauta, en una familia de terratenientes musulmanes de
origen nobiliario godo, uno de cuyos abuelos se había convertido al islam. De
este modo, Omar por nacimiento era muladí (nombre que recibían los descendientes
de los cristianos convertidos al islam), no era mozárabe (los de los hispano-godos que
continuaron siendo cristianos); momento a partir del cual se le puede denominar
converso (desde la
perspectiva islamista) o renegado
(desde la perspectiva cristiana).[1]
Según el historiador D. Isidro
García Cigüenza, el origen del apellido de Omar era Hafs y a éste se le
añadió el término de "un" que entre los árabes era distintivo de nobleza,
quedando el apellido configurado en Hafsún.
De la madre de Omar no se sabe nada; del padre sabemos que murió bajo las
garras de un oso; y de sus hermanos, que uno se llamaba Ayyub y el otro Ya`far.
Nació en la alquería que sus padres tenían
en el pueblo de Parauta, cerca de Ronda, aunque esta
afirmación sobre su lugar de nacimiento entre en discusión con los vecinos de Júzcar por razones puramente
topográficas: la alquería era conocida como la alquería de Torrichela y se
encontraba junto al castillo de Autha, lo que hoy se conoce como Parauta,
actualmente perteneciente al término de Júzcar, de ahí la controversia.
El origen de cómo Omar se convirtió en un rebelde, según recoge el escritor
Jorge
Alonso García, está en un incidente que le ocurrió cuando descubrió que un
pastor bereber le estaba robando el ganado a su abuelo, Ya`far ibn Salim. Omar
se enfrentó a él, matándolo. Tras este asesinato, Omar hubo de esconderse en la
sierra del Alto Guadalhorce, (Desfiladero de los Gaitanes),
refugiándose en las ruinas de un viejo castillo que será el inexpugnable Bobastro, dado que él sabía que sería
perseguido por los justicieros bereberes.
Con otros fugitivos como él, empezó a robar por la cora de Rayya y de
Takoronna hasta que fue capturado por el valí de Málaga, que, desconociendo el asesinato cometido,
sólo lo azotó. Entonces decidió escapar al norte de África,
instalándose en Tahart como
aprendiz de sastre hasta que, animado por otro muladí, decidió volver en el año
880 aprovechando el creciente caos interno de Al-Ándalus.
Con el apoyo de su tío Muhadir consiguió reunir una partida de mozárabes, muladíes e incluso beréberes
descontentos con la aristocracia de origen árabe dominante, y dando muestras de
lo que después fuera probado en multitud de contiendas, es decir sus grandes
dotes de estratega militar, Omar, como primera medida reforzó y mejoró las
defensas del castillo de Bobastro, en el norte de la provincia de
Málaga, haciéndolo prácticamente inexpugnable, como se demostraría a lo
largo de los más de cuarenta años que resistió los envites de los Omeyas.
Sus huestes se hicieron muy poderosas y numerosas y luchaban con gran
valentía en clara rebeldía contra el poder de los emires de Córdoba. Su soldadesca le
llamaba cariñosamente "El capitán de la gran nariz". Allá por donde pasaban, las
gentes vitoreaban a Omar y a sus hombres, por lo que el emir de Córdoba, Muhammad I, le perdonó y lo tomó como
guardia personal a su servicio y junto al general Hashim
ibn Abd al-Aziz participó en duras batallas, como la de Pancorbo, donde
demostró su bravura ante el enemigo.
Pero lejos de obtener un reconocimiento a su valía y a la de sus hombres,
Omar era menospreciado e insultado por los altos mandatarios del emirato,
llegando incluso a faltarle la comida o, en su defecto, cuando se la hacían
llegar, ésta no reunía las mínimas condiciones. Rebelándose contra el emir,
conquistó un gran territorio.
La supremacía militar de Omar se mostraba imparable; este grandioso
despliegue militar le llevó a apoderarse de fortalezas como las de Autha, Comares y Mijas.
El emir Al-Mundir, hijo de Muhammad, mandó su
ejército, pero sólo recuperaron Iznájar, en 888, por lo que el emir en persona
decide partir al frente de sus tropas y asedia Archidona donde los muladíes se rinden
siendo ejecutados los defensores mozárabes. Lo mismo ocurre en Priego que
también es recuperada por los omeyas.
Tras estas victorias el emir puso cerco a Bobastro, provocando que Ibn Hafsún firmase un pacto
con el rey: su rendición a cambio de la amnistía, pero rompió la tregua cuando
el emir ya se retiraba, por lo que Al-Mundir volvió al asedio, enfermando y
muriendo, sucediéndole su hermano Abdallah.
Durante el emirato de Abdallah las rebeliones internas en Al-Andalus se
sucedieron, Omar ben Hafsún aprovechó para firmar alianzas con otros rebeldes y
tomar Estepa, Osuna y Ecija en el año 889, conquistando Baena masacrando a sus defensores por lo que Priego y el
resto de la Subbética se rinden sin luchar y sus tropas hacen incursiones cerca
de la capital, Córdoba. Era un amplio estado, desde
Elvira y Jaén por el Este y por el Oeste hasta la región de Sevilla, y llegando incluso hasta
Córdoba.
En el cenit de su poder, Omar Ben Hafsún dominaba las provincias de Málaga y
Granada
(donde el Emirato tuvo que reconocerle oficialmente como gobernador) y tenía
intensas relaciones con los rebeldes de Jaén. En su lucha contra los Omeyas le apoyaron sobre
todo los bereberes y los mozárabes.
También estableció contactos con Ifriquiya (Túnez, Libia), primero con los aglabíes y luego con sus vencedores,
los fatimíes
que eran shiíes
pese a que la población seguía la doctrina sunní, así como con Badajoz y Zaragoza. Al mismo tiempo instala un obispo cristiano en Bobastro y construye allí una iglesia convirtiéndose
al cristianismo en el año
899 adoptando el nombre de Samuel, e intentando también el reconocimiento de su
estado por el rey asturiano Alfonso III.
El Emirato consiguió aislarle en gran parte formando una coalición con los Banu Qasi, una importante familia
muladí en la Marca
Superior. Abdallah le derrotó el 16 de mayo del año 891 en Poley (el nombre
árabe de Aguilar de la Frontera, situado en el
sur de la provincia de Córdoba) y allí comenzó su declive. Su bautizo le restó
partidarios, pero continuó la lucha desde su fortaleza de Bobastro, hasta su
muerte en el año 917. Su hijo Suleyman pudo sostener Bobastro contra Abderramán III hasta
928. La rebelión fue reprimida y el clan de los Hafsún tuvo que irse al exilio.
A su hija, Santa
Argentea, se la recuerda en la Iglesia Católica como virgen y
mártir.
Muhammad ibn Mardanis (Peñíscola,
1124 ó 1125[1]
[2]
– Murcia, marzo
de 1172) conocido
por los cristianos como el Rey Lope o Rey Lobo, de origen muladí
llegó a ser rey de toda la zona oriental del al-Ándalus.
Descendiente de una familia de aristócratas muladíes,
pasó a la historia como uno de los hombres más polémicos de su tiempo, entre
otras cosas por su carácter libertino.
Ibn Mardanis fue el último gobernador musulmán de
Medina
Afraga, que había convertido en un taifa independiente
aprovechando disputas familiares entre Zaragoza
y Lérida.[3]
Contando con tan sólo 25 años tuvo que negociar la rendición de la ciudad con Ramón Berenguer IV el 24 de octubre de
1149, consiguiendo un trato de favor para los musulmanes que quisieron
quedarse, como el que pudieran regirse por sus propias leyes.
Mardanis sucedió a su tío y fue nombrado rey de
Murcia. Su capacidad como estratega le permitió defenderse en todo momento de
los almohades.
Durante el emirato del Rey Lobo, Murcia logra un esplendor inmenso, tanto que
su moneda se convierte en referente en toda Europa. La prosperidad de la ciudad
se basó en la agricultura y, aprovechando el curso del río Segura, se creó una
compleja red hidrológica (acequias, tuberías, azudes, norias, acueductos),
siendo la predecesora del actual sistema de regadíos de la huerta del Segura.
La artesanía también era muy importante y de gran prestigio, tanto que la
cerámica murciana se exportaba a las repúblicas italianas. A todo esto hay que
añadir los numerosos lugares de ocio y cultura que se crearon como guinda de
esta esplendorosa etapa del emirato murciano, que fue auténtica capital de Xarq al-Ándalus durante su reinado. Aproximadamente
en esta época aparece en Murcia el cultivo de la seda, la fabricación de papel,
e incluso una especie de fideos de pasta, llamados aletría.
Edificó un estado poderoso. Compró la paz a los
reyes cristianos mediante tributos, logrando largos periodos de paz, con lo que
engrandeció y enriqueció su reino, permitiéndole emitir moneda.
Extendió su reino ocupando Albacete, Játiva, Denia, Jaén, Baza,
Úbeda, Guadix, Carmona, Écija y Granada, amenazó Córdoba y llegó a poner cerco a Sevilla.
A consecuencia de intentar tomar Córdoba, en 1165 se pone en marcha
en Sevilla,
en dirección a Murcia, un formidable ejército almohade, venido de allende el
Estrecho y reforzado en la Península. Es el comienzo del resquebrajamiento del
poder de Ibn Mardanis, aunque ya dos años antes había sufrido un serio revés en
su intento de arrebatar la Taifa
de Granada al imperio almohade. Unos días después, el Rey Lobo y sus 13.000
cristianos sufren una aplastante derrota, en el lugar donde el valle del Guadalentín
se une a la vega murciana. Las inexpugnables murallas de la ciudad de Murcia
protegieron al emir,
a los restos de su ejército y a la población civil, pero la rica huerta y las
suntuosas mansiones de recreo de los nobles murcianos quedaron a merced de los
invasores, que destruyeron y saquearon cuanto quisieron. La residencia
mardanisi de Monteagudo fue asolada.
Se rompió la alianza entre Ibn Mardanis y su
suegro, el señor de Jaén, lo que motivo nuevas campañas de los murcianos y sus
aliados para anexionarse los territorios de aquél, que tenían especial
importancia económica y estratégica para Murcia.
El ejército almohade habría de volver en
septiembre de 1171.
Tampoco esta vez el asedio de la capital daría resultado, pero buena parte de
las demás poblaciones, una a una, fueron pasándose al campo almohade,
manifestando que adoptaban su doctrina y expulsando a militares y civiles
cristianos. Esperaban, sin duda, acabar así con aquella guerra que duraba
demasiado y con la insoportable presión fiscal. Finalmente, cuando
prácticamente ya no le quedaban aliados, muere el Rey Lobo, en marzo de 1172, y sus hijos se
apresuran a declararse vasallos de los almohades y partidarios de su credo.
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