TRADUCCIÓN

lunes, 20 de julio de 2015

SAMUEL Y EL REY LOBO, REBELDES EGREGIOS



 Umar ibn Hafsūn ibn Ya`far ibn Sālim (en árabe, عمر بن حَفْصُون بن جعفر بن سالم), conocido en la historiografía española como Omar Ben Hafsún,( Parauta, Málaga, ? - (†) 918) fue un guerrillero andalusí de origen hispano-godo, que organizó y acaudilló una rebelión (880918) contra el Emirato Omeya de Córdoba (Emirato de Córdoba). En la última fase de su rebelión se hizo bautizar recibiendo el nombre cristiano de Samuel (899).

Omar Ben Hafsún nació en la región de Parauta, municipio español situado al oeste de la actual provincia de Málaga, durante el emirato independiente de Córdoba. Esta población situada en el Valle del Genal, es una de la poblaciones que conforman la comarca de la Serranía de Ronda, probablemente en el sitio denominado "La Torrecilla", hoy pueblo de Parauta, en una familia de terratenientes musulmanes de origen nobiliario godo, uno de cuyos abuelos se había convertido al islam. De este modo, Omar por nacimiento era muladí (nombre que recibían los descendientes de los cristianos convertidos al islam), no era mozárabe (los de los hispano-godos que continuaron siendo cristianos); momento a partir del cual se le puede denominar converso (desde la perspectiva islamista) o renegado (desde la perspectiva cristiana).[1]
Según el historiador D. Isidro García Cigüenza, el origen del apellido de Omar era Hafs y a éste se le añadió el término de "un" que entre los árabes era distintivo de nobleza, quedando el apellido configurado en Hafsún.
De la madre de Omar no se sabe nada; del padre sabemos que murió bajo las garras de un oso; y de sus hermanos, que uno se llamaba Ayyub y el otro Ya`far. Nació en la alquería que sus padres tenían en el pueblo de Parauta, cerca de Ronda, aunque esta afirmación sobre su lugar de nacimiento entre en discusión con los vecinos de Júzcar por razones puramente topográficas: la alquería era conocida como la alquería de Torrichela y se encontraba junto al castillo de Autha, lo que hoy se conoce como Parauta, actualmente perteneciente al término de Júzcar, de ahí la controversia.
El origen de cómo Omar se convirtió en un rebelde, según recoge el escritor Jorge Alonso García, está en un incidente que le ocurrió cuando descubrió que un pastor bereber le estaba robando el ganado a su abuelo, Ya`far ibn Salim. Omar se enfrentó a él, matándolo. Tras este asesinato, Omar hubo de esconderse en la sierra del Alto Guadalhorce, (Desfiladero de los Gaitanes), refugiándose en las ruinas de un viejo castillo que será el inexpugnable Bobastro, dado que él sabía que sería perseguido por los justicieros bereberes.
Con otros fugitivos como él, empezó a robar por la cora de Rayya y de Takoronna hasta que fue capturado por el valí de Málaga, que, desconociendo el asesinato cometido, sólo lo azotó. Entonces decidió escapar al norte de África, instalándose en Tahart como aprendiz de sastre hasta que, animado por otro muladí, decidió volver en el año 880 aprovechando el creciente caos interno de Al-Ándalus.
Con el apoyo de su tío Muhadir consiguió reunir una partida de mozárabes, muladíes e incluso beréberes descontentos con la aristocracia de origen árabe dominante, y dando muestras de lo que después fuera probado en multitud de contiendas, es decir sus grandes dotes de estratega militar, Omar, como primera medida reforzó y mejoró las defensas del castillo de Bobastro, en el norte de la provincia de Málaga, haciéndolo prácticamente inexpugnable, como se demostraría a lo largo de los más de cuarenta años que resistió los envites de los Omeyas.
Sus huestes se hicieron muy poderosas y numerosas y luchaban con gran valentía en clara rebeldía contra el poder de los emires de Córdoba. Su soldadesca le llamaba cariñosamente "El capitán de la gran nariz". Allá por donde pasaban, las gentes vitoreaban a Omar y a sus hombres, por lo que el emir de Córdoba, Muhammad I, le perdonó y lo tomó como guardia personal a su servicio y junto al general Hashim ibn Abd al-Aziz participó en duras batallas, como la de Pancorbo, donde demostró su bravura ante el enemigo.
Pero lejos de obtener un reconocimiento a su valía y a la de sus hombres, Omar era menospreciado e insultado por los altos mandatarios del emirato, llegando incluso a faltarle la comida o, en su defecto, cuando se la hacían llegar, ésta no reunía las mínimas condiciones. Rebelándose contra el emir, conquistó un gran territorio.
La supremacía militar de Omar se mostraba imparable; este grandioso despliegue militar le llevó a apoderarse de fortalezas como las de Autha, Comares y Mijas.
El emir Al-Mundir, hijo de Muhammad, mandó su ejército, pero sólo recuperaron Iznájar, en 888, por lo que el emir en persona decide partir al frente de sus tropas y asedia Archidona donde los muladíes se rinden siendo ejecutados los defensores mozárabes. Lo mismo ocurre en Priego que también es recuperada por los omeyas.
Tras estas victorias el emir puso cerco a Bobastro, provocando que Ibn Hafsún firmase un pacto con el rey: su rendición a cambio de la amnistía, pero rompió la tregua cuando el emir ya se retiraba, por lo que Al-Mundir volvió al asedio, enfermando y muriendo, sucediéndole su hermano Abdallah.
Durante el emirato de Abdallah las rebeliones internas en Al-Andalus se sucedieron, Omar ben Hafsún aprovechó para firmar alianzas con otros rebeldes y tomar Estepa, Osuna y Ecija en el año 889, conquistando Baena masacrando a sus defensores por lo que Priego y el resto de la Subbética se rinden sin luchar y sus tropas hacen incursiones cerca de la capital, Córdoba. Era un amplio estado, desde Elvira y Jaén por el Este y por el Oeste hasta la región de Sevilla, y llegando incluso hasta Córdoba.
En el cenit de su poder, Omar Ben Hafsún dominaba las provincias de Málaga y Granada (donde el Emirato tuvo que reconocerle oficialmente como gobernador) y tenía intensas relaciones con los rebeldes de Jaén. En su lucha contra los Omeyas le apoyaron sobre todo los bereberes y los mozárabes.
También estableció contactos con Ifriquiya (Túnez, Libia), primero con los aglabíes y luego con sus vencedores, los fatimíes que eran shiíes pese a que la población seguía la doctrina sunní, así como con Badajoz y Zaragoza. Al mismo tiempo instala un obispo cristiano en Bobastro y construye allí una iglesia convirtiéndose al cristianismo en el año 899 adoptando el nombre de Samuel, e intentando también el reconocimiento de su estado por el rey asturiano Alfonso III.
El Emirato consiguió aislarle en gran parte formando una coalición con los Banu Qasi, una importante familia muladí en la Marca Superior. Abdallah le derrotó el 16 de mayo del año 891 en Poley (el nombre árabe de Aguilar de la Frontera, situado en el sur de la provincia de Córdoba) y allí comenzó su declive. Su bautizo le restó partidarios, pero continuó la lucha desde su fortaleza de Bobastro, hasta su muerte en el año 917. Su hijo Suleyman pudo sostener Bobastro contra Abderramán III hasta 928. La rebelión fue reprimida y el clan de los Hafsún tuvo que irse al exilio. A su hija, Santa Argentea, se la recuerda en la Iglesia Católica como virgen y mártir.



Muhammad ibn Mardanis (Peñíscola, 1124 ó 1125[1] [2]Murcia, marzo de 1172) conocido por los cristianos como el Rey Lope o Rey Lobo, de origen muladí llegó a ser rey de toda la zona oriental del al-Ándalus.
Descendiente de una familia de aristócratas muladíes, pasó a la historia como uno de los hombres más polémicos de su tiempo, entre otras cosas por su carácter libertino.
Ibn Mardanis fue el último gobernador musulmán de Medina Afraga, que había convertido en un taifa independiente aprovechando disputas familiares entre Zaragoza y Lérida.[3] Contando con tan sólo 25 años tuvo que negociar la rendición de la ciudad con Ramón Berenguer IV el 24 de octubre de 1149, consiguiendo un trato de favor para los musulmanes que quisieron quedarse, como el que pudieran regirse por sus propias leyes.
Mardanis sucedió a su tío y fue nombrado rey de Murcia. Su capacidad como estratega le permitió defenderse en todo momento de los almohades. Durante el emirato del Rey Lobo, Murcia logra un esplendor inmenso, tanto que su moneda se convierte en referente en toda Europa. La prosperidad de la ciudad se basó en la agricultura y, aprovechando el curso del río Segura, se creó una compleja red hidrológica (acequias, tuberías, azudes, norias, acueductos), siendo la predecesora del actual sistema de regadíos de la huerta del Segura. La artesanía también era muy importante y de gran prestigio, tanto que la cerámica murciana se exportaba a las repúblicas italianas. A todo esto hay que añadir los numerosos lugares de ocio y cultura que se crearon como guinda de esta esplendorosa etapa del emirato murciano, que fue auténtica capital de Xarq al-Ándalus durante su reinado. Aproximadamente en esta época aparece en Murcia el cultivo de la seda, la fabricación de papel, e incluso una especie de fideos de pasta, llamados aletría.
Edificó un estado poderoso. Compró la paz a los reyes cristianos mediante tributos, logrando largos periodos de paz, con lo que engrandeció y enriqueció su reino, permitiéndole emitir moneda.
Extendió su reino ocupando Albacete, Játiva, Denia, Jaén, Baza, Úbeda, Guadix, Carmona, Écija y Granada, amenazó Córdoba y llegó a poner cerco a Sevilla.
A consecuencia de intentar tomar Córdoba, en 1165 se pone en marcha en Sevilla, en dirección a Murcia, un formidable ejército almohade, venido de allende el Estrecho y reforzado en la Península. Es el comienzo del resquebrajamiento del poder de Ibn Mardanis, aunque ya dos años antes había sufrido un serio revés en su intento de arrebatar la Taifa de Granada al imperio almohade. Unos días después, el Rey Lobo y sus 13.000 cristianos sufren una aplastante derrota, en el lugar donde el valle del Guadalentín se une a la vega murciana. Las inexpugnables murallas de la ciudad de Murcia protegieron al emir, a los restos de su ejército y a la población civil, pero la rica huerta y las suntuosas mansiones de recreo de los nobles murcianos quedaron a merced de los invasores, que destruyeron y saquearon cuanto quisieron. La residencia mardanisi de Monteagudo fue asolada.
Se rompió la alianza entre Ibn Mardanis y su suegro, el señor de Jaén, lo que motivo nuevas campañas de los murcianos y sus aliados para anexionarse los territorios de aquél, que tenían especial importancia económica y estratégica para Murcia.
El ejército almohade habría de volver en septiembre de 1171. Tampoco esta vez el asedio de la capital daría resultado, pero buena parte de las demás poblaciones, una a una, fueron pasándose al campo almohade, manifestando que adoptaban su doctrina y expulsando a militares y civiles cristianos. Esperaban, sin duda, acabar así con aquella guerra que duraba demasiado y con la insoportable presión fiscal. Finalmente, cuando prácticamente ya no le quedaban aliados, muere el Rey Lobo, en marzo de 1172, y sus hijos se apresuran a declararse vasallos de los almohades y partidarios de su credo.

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