TRADUCCIÓN

sábado, 26 de abril de 2014

NUESTRA SEÑORA DEL BUEN CONSEJO

Nuestra Señora del Buen Consejo es una advocación mariana de la Iglesia Católica, venerada entre los fieles de la ciudad de Genazzano y la Iglesia universal. Pío IX incluyó en las letanías lauretanas las palabras "Madre del Buen Consejo", en veneración a esta advocación.
 
Durante el Imperio romano, los patricios y la corte imperial había establecido nuevamente sus dominios en las villas junto a los centros más importantes de la ciudad. Durante el gobierno del papa san Marcos, los paganos desaparecieron y se dio la primera edificación de un templo bajo la advocación de la Virgen María, como del Buen Consejo. Durante muchos siglos el sitio había perdido toda su importancia histórica.

En el siglo XIV, el templo fue dado en custodia de la Orden de San Agustín, con el objetivo de brindar la asistencia pastoral a la comunidad y para la debida conservación del edificio. Para la restauración del templo antiguo tomó un papel importante la terciaria agustina Petruccia de Nocera, viuda y dedicada a la oración y a servicios en el Templo. Pidió permiso a los frailes para dar en patrimonio al templo su herencia con la que se restablecería nuevamente la estructura deteriorada. En los tiempos paganos, la comunidad se reunía para adorar a sus dioses. Después, se reunían para celebrar la fiesta de san Marcos.
 
Según la leyenda, en 1467, durante la fiesta de la virgen del Buen Consejo se escuchó del cielo una música angelical; un rayo de luz bajo hasta la pared del fondo de la capilla inconclusa, las campanas repicaban, seguido todos los campanarios sonaron al unísono las campanas de Genazzano. La nube se disipó poco a poco, descubriendo la pintura que representa a la Virgen del Buen Consejo con su Hijo en brazos. La noticia de la aparición llegó hasta Roma, el papa Paulo II consideró que debía investigar y estudiar dichos sucesos, ese mismo año se estableció dicha comisión.


Algunos papas de la Iglesia católica le han rendido homenajes a esta advocación. Pio V como exvoto envió un corazón de oro; Urbano VII, en 1630 fue en peregrinación para pedir la ayuda durante una plaga; Inocencio XI, coronó a la imagen. Benedicto XIV aprobó la Cofradía de Nuestra Señora del Buen Consejo, siendo su primer miembro. Pio XII la escogió como la patrona de su pontificado. Muchos santos y beatos le han rendido mucha veneración.
 
En la Segunda Guerra Mundial, una bomba exploto en la Basílica, destruyó todo el altar principal, la imagen de la virgen permaneció sin daño alguno.
 
 
A poca distancia de Roma, se encuentra la Basílica de Nuestra Señora del Buen Consejo “Mater Boni Concilii ad Genazzano” imagen que en el siglo XV se trasladó allí milagrosamente desde Scutari, Albania, huyendo de la invasión turca y en respuesta a una fervorosa oración de dos piadosos albaneses.
 
Mucho antes de la venida de Cristo, el pequeño pueblo de Genazzano, a treinta millas de Roma, construyó un templo a Venus, la diosa pagana del amor, en cuyo honor celebraban grandes fiestas, especialmente el 25 de abril.

En el siglo IV, el Papa San Marco (336 d.C.) ordenó construir una iglesia en una colina, no muy lejos de las ruinas del antiguo templo pagano. La iglesia, firme y fuerte pero pequeña y sencilla, fue dedicada a Nuestra Señora del Buen Consejo que allí fue honrada de manera especial en su fiesta instituida, precisamente, el mismo 25 de abril.

Hacia la mitad del siglo XV, el templo, a cargo de la Orden de San Agustín, estaba en un estado deplorable y amenazaba con desmoronarse; sólo unos pocos, sin embargo, manifestaban interés en repararlo, posiblemente porque existían otras iglesias en el pueblo.
La Virgen María toma posesión de la iglesia
Una viuda santa, Petruccia de Geneo, que amaba devotamente a la Virgen, se sintió inspirada a reconstruir la iglesia. Deseaba que fuera más grande y bella que la anterior y, confiando en Nuestra Señora, contrató a los constructores y compró los materiales. Pero al poco tiempo, por falta de recursos, el trabajo quedó interrumpido indefinidamente.
 
Los pobladores se burlaron de Petruccia, pero ella no desanimó. Por el contrario, recurrió a sacrificios y oraciones más fervorosas. Algún día, decía, “una gran Señora vendrá a tomar posesión de la iglesia”.
 
Poco después, el 25 de abril de 1467, estando muchas personas congregadas en la plaza del mercado por ser día festivo, olvidadas de su Virgen Patrona, bailaban y cantaban en alegre bullicio. Fue entonces cuando alguien vio sobre el cielo azul una nube que bajaba lentamente. El asombro paralizó a todos.
 
La nube se detuvo en un borde angosto de las paredes aún sin terminar de la iglesia de Petruccia. En su centro apareció una bellísima pintura de Nuestra Señora con el Niño Jesús.
 
Simultáneamente todas las campanas del pueblo comenzaron a sonar sin ayuda humana.
 
Nadie conocía la procedencia de la pintura ni la había visto antes.
 
Llovieron gracias y ocurrieron numerosos milagros. Unos comenzaron a llamar a la imagen con el nombre de Nuestra Señora del Paraíso y otros como Nuestra Señora de los Milagros.
De Scutari a Genazzano
Fue entonces cuando dos extranjeros procedentes de Scutari, Albania, llegaron a Genazzano buscando la milagrosa pintura de la Virgen.
 
¿Qué había sucedido? Cuando Scutari estaba a punto de caer en manos de los turcos, ambos pidieron consejo a la Virgen sobre qué hacer para mantener su fe católica en aquellas circunstancias. Esa noche vieron, asombrados, como la imagen se desprendía de la pared y elevándose por los cielos comenzaba a trasladarse lentamente hacia el oeste.
 
La siguieron, cruzaron el mar Adriático y llegaron a Genazzano, donde decidieron
 quedarse a vivir cerca de su Señora, que también se había refugiado.
El Santo Padre envió a dos obispos a examinar los extraordinarios acontecimientos y como resultado de las investigaciones quedó convencido de que la pintura era verdaderamente la de Nuestra Señora del Buen Consejo, venerada durante siglos en el pequeño pueblo de Scutari.
La imagen “del espesor de una cáscara de huevo” había sido pintada sobre el yeso de la pared. Ninguna habilidad humana podría haberla arrancado sin romperla. Ninguna mano de hombre podría haberla traído a través del mar Adriático y colocarla en el borde angosto de la iglesia, sin sujetarla.
Una victoria de la confianza
Naturalmente, la iglesia de Petruccia fue terminada hasta convertirse en una bella basílica. La pintura fue puesta en un relicario maravilloso con un marco de oro adornado con piedras preciosas. Más tarde, dos coronas de oro enviadas por el Vaticano fueron colocadas en las cabezas de la Madre y el Niño.
 
En los últimos cuatro siglos innumerables peregrinaciones y muchos milagros han ocurrido en el santuario de Nuestra Señora, Madre Amorosa, que para todos es un tesoro de la gracia divina. Acudamos a ella con nuestros pequeños y grandes problemas. Confiemos en su guía. Ella es verdaderamente Nuestra Señora del Buen Consejo.
 
La invocación Madre del Buen Consejo fue incluida por Pío IX en las letanías de la Virgen María.
 
¿Cuál es la actualidad de esta devoción? Sin duda en nuestra época tan afligida y conturbada, son incontables las almas que necesitan, a éste o a aquel título, de un buen consejo. Nada mejor pueden hacer ellas que implorar el auxilio de Aquella que la Santa Iglesia en la Letanía lauretana, invoca como Mater Boni Consilii.
 
Supremamente importantes son para cada uno los consejos necesarios para conocer los designios de Nuestra Señora a respecto de sí mismo – dentro de la tempestad de tinieblas del Siglo XXI -

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