Lo importante de la cruz es lo que
señala y significa, lo que nos dice y nos recuerda; porque la cruz es una
señal, la señal de los cristianos. Claro está que todas las señales, igual que
las palabras, pueden cambiar poco a poco de sentido, imperceptiblemente, de modo
que lleguen a significar incluso lo contrario de lo que ellas querrían decir en
su origen. Nos preguntamos si no habrá ocurrido con la cruz algo semejante.
En tiempos de Pablo todavía era la cruz un escándalo para los
judíos y una necedad para los romanos; pero los judíos y romanos de nuestro
tiempo, los césares y fariseos de hoy, se honran con la cruz y se condecoran.
¿Acaso habrán comprendido que la cruz es sabiduría de Dios? ¿o habrá que decir
que la cruz ya no significa lo mismo? Si en aquel tiempo fue plantada la cruz en
la oposición, frente a los señores de este mundo y su justicia, y si ahora la
vemos convertida en un ornato inofensivo que nada contradice en la sociedad,
será porque la cruz ha sido tergiversada, desfigurada, manipulada, y no
ciertamente porque la sociedad se haya convertido a la cruz de Cristo. Vemos
aquí la causa de que los cristianos hayamos perdido la conciencia de nuestra
identidad, pues no sabemos lo que decimos, lo que apreciamos y por lo que
luchamos en el mundo, si es que luchamos por algo. Para recuperar esta
conciencia y encontrarnos a nosotros mismos y saber qué debemos hacer como
cristianos, habrá que poner en claro lo que significó la cruz para Cristo y debe
significar, por lo tanto, para quienes se llaman hoy sus discípulos.
La cruz fue para Cristo la voluntad del Padre cumplida hasta el
extremo: "y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así tiene que ser
levantado el Hijo del Hombre". Fue para Cristo la última palabra y la más
elocuente. En la palabra de la cruz manifestó de una vez por todas lo que es
Dios y quiere ser para los hombres, y ahora sabemos que Dios es amor. La cruz
fue para Cristo ponerse en el último lugar y prestar el mejor servicio a todos
los hombres. Para servir hay que ponerse en la cola, y hasta ahí, hasta el
último lugar, descendió el que era Hijo de Dios, y no quiso alardear de ello
porque vino al mundo a servir y no a ser servido. Por eso fue también la cruz el
trono de la exaltación de Cristo, su gloria. Por eso recibió en la cruz el
"nombre-sobre-todo-nombre". La cruz fue, finalmente, la justicia ajusticiada por
los poderosos de este mundo, y, por ende, la justicia de Dios contra la justicia
de los poderosos. Y si la cruz fue para Cristo todo eso, la cruz de Cristo no
puede ser ya nunca asimilada, integrada, desvirtuada por un sistema en el que
domina el capricho del egoísmo sobre las exigencias de la voluntad de Dios, el
odio y la mentira sobre la revelación del amor, el dominio y el abuso de poder
sobre el servicio, la ostentación de lo que no se es por encima de la aceptación
de la propia verdad. La cruz de Cristo es el mentís, la contradicción manifiesta
de una sociedad competitiva donde se fomenta la rivalidad y la vanagloria.
La exaltación de la cruz, fiesta que celebramos hoy, ha de ser para
nosotros ocasión de hacer memoria, de recordar y proclamar muy alto que se ha
querido olvidar y silenciar incluso dentro de la misma iglesia: que Cristo ha
sido exaltado en la cruz y que todos los que son de Cristo no pueden apetecer
otra gloria que ésta. Tengamos, pues, los mismos sentimientos que tuvo Cristo y
no queramos conformarnos a este mundo. Si somos discípulos de Cristo estaremos
siempre con él en la cruz, en la oposición.
EUCARISTÍA 1975/51
-LA CRUZ, CAMINO DE CADA DÍA (/Lc/09/23). Lo que acabamos de
recordar puede ayudarnos a situar nuestra reflexión: ¿qué representa esta
presencia constante del signo de la cruz en la vida del cristiano? ¿no querrá
decir que la realidad de la cruz también debe estar siempre presente? Presente
no sólo como un recuerdo o como un distintivo convencional -por ejemplo, la cruz
como una joya que adorna como podrían adornar unos pendientes-, ni tampoco como
si fuera una posibilidad de desgracia que siempre nos acecha -aquello que
expresa la frase popular al decir: "Dios le ha enviado una buena cruz"-, sino la
cruz como camino.
Lo escuchábamos en el evangelio del pasado domingo: "Quien no lleve
su cruz detrás de mí, no puede ser discípulo mío". No habla JC de acordarnos de
su cruz ni de convertirla en adorno o en objeto oficial ni se refiere a algún
hecho extraordinario en nuestra vida, sino que habla de algo para cada día. Esto
es la cruz como camino.
Esto es lo que significó para El la cruz. No un final desgraciado o
inesperado, sino la culminación de su camino. No hay rompimiento entre lo que
hizo antes y su cruz. JC llegó a la cruz precisamente porque era el lugar adonde
llevaba lo que El decía y hacía. La cruz -la incomprensión, la persecución, la
oposición- JC la halló desde el primer momento, pero no se desvió en absoluto de
su camino. JC no escoge la cruz, pero tampoco se aparta de su camino aunque éste
lleve a la cruz. Es un problema de fidelidad a su decir la verdad, a su luchar
por la justicia, a su darse a los marginados y despreciados, a su combatir todo
mal, toda trampa. Todo esto -lo sabemos bien- significa cruz para cada día.
-LA CRUZ CAMINO DE VIDA. La presentación que las lecturas de hoy
nos hacían de la cruz, coincidían en acentuar su aspecto salvador. No nos
hablaban de la cruz como de un mal -aunque sea inevitable- sino de la cruz como
un bien. Y no por masoquismo de buscar el sufrimiento por el sufrimiento, sino
por fe: el cristiano participa de la convicción de JC y la convicción de JC es
que su camino de cruz es camino de vida. Aquí está al fondo de la cuestión.
La cruz no condena; la cruz salva. Es lo que hemos escuchado en el
evangelio: "Dios no mandó su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que
el mundo se salve por él". Si nuestro cristianismo entiende y habla a veces de
la cruz como un mal, un castigo, una desgracia, ¿no será porque ha comprendido
poco qué es la Buena Noticia de JC? Aquí está el escándalo y por eso la fe
cristiana es fe (es decir, algo que nunca se podrá demostrar): porque creemos
que un camino de cruz puede ser camino de vida.
Reducir el camino a Cruz y negar que es camino de vida, es
traicionar a JC. Es convertir su Buena Noticia en un Triste Noticia.
-¿COMO? La cruz, camino de cada día. La cruz, camino de vida. pero
imagino que preguntaréis: bien, todo esto ¿qué significa en la realidad? ¿supone
que debe buscarse el sufrimiento como si fuera algo bueno? No se trata de eso.
De lo que se trata es de seguir a JC, de intentar vivir como El viviría
(evidentemente, en nuestras circunstancias, en nuestra realidad concreta).
Escoger un camino que ahora sea consecuente con lo que El nos enseñó: un camino
que, por ejemplo, sirva a la verdad y no a la mentira, al amor generoso y no al
egoísmo insolidario, a la justicia de cada día y no al aprovecharse de los
débiles, etc.., etc., etc.
Y con ello basta. Si hacemos esto, ninguno de nosotros necesitará
buscar la cruz: la encontrará sin buscarla. Cada día. Pero la encontrará como
JC: como un camino de vida, un camino que dará fruto.
Ahora, cuando bastantes actividades personales y comunitarias
reemprenden sus tareas, de cara al nuevo curso, será bueno tener presente todo
eso. Es necesario escoger bien el camino y saber por adelantado que si es el de
JC, será difícil. El cristiano no busca el sufrimiento, pero no puede rehuir la
dificultad. No puede ser miedoso ni fofo ni cansarse por los obstáculos que
deben superarse. El camino de vida es camino de cruz. ¿No es eso -hermanos- lo
que celebramos cada domingo en la Eucaristía?
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