Cristo de la eterna Misericordia
que te elevas en el árbol de la cruz
y te abajas, por todos, en nuestras almas.
Cristo de mis pesares e infamias,
de las de mi hermanos y hermanas
que te humillamos con cruz descarnada
mientras, tú, mi Señor, siempre callas,
siempre, compasivo, nos miras
desde esa crudelísima atalaya
y con un denso silencio perdonas
al que tu perdón reclama.
Tú, mi Cristo de la Misericordia,
que tanto amor derramas,
no olvides a tu pueblo
que, como yo, exalta
tu cruz
y se pierde en insensatas brasas.
Cristo, rey de estas lomas,
de estos Getsemanís
eternos,
que embrujan las miradas.
Cristo de la Misericordia
en tu cruz me clavo,
hoy,
con lo poco que soy, con mi nada
a tus amores y enseñanzas.
Con mi soledad vine a Ti,
ante tu imagen dejé mi carga,
ligero me alejo,sin pesares, ya
sobre mis pobres
espaldas,
pues en tu cruz, Tú, abrazas
a tu pueblo por entero
y a mi me devuelves, alegre,
al camino que la vida marca.
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