TRADUCCIÓN

domingo, 10 de marzo de 2013

KIKE FIGAREDO: UN OBRERO DE DIOS

 
Camboya.- Para monseñor Enrique Figaredo Alvargonzález, el mejor elogio que ha recibido nunca se lo hicieron saliendo de un aparcamiento de Gijón, su ciudad natal. Unas señoras le reconocieron y dijeron: “Este es nuestro obispín”, una forma cariñosa de expresar en asturiano su afecto por este jesuita dedicado en cuerpo y alma a ayudar a los refugiados primero, y a las víctimas de las minas antipersonas en los últimos años. Fue nombrado obispo de Battambang, la ciudad de Camboya donde reside, cuando sólo tenía 41 años. En 2013 cumple 54.
 

Kike Figaredo, licenciado en Económicas, Filosofía y Teología, podía haber sido banquero como muchos miembros de su familia (es primo hermano del ex ministro Rodrigo Rato), pero eligió ayudar a más desfavorecidos.

Su relación con Camboya empezó cuando pidió voluntariamente trabajar en los campos de refugiados de Tailandia, donde miles de personas huían del genocidio de los jmeres rojos de Pol Pot.

Cuando cayó el régimen comunista, Kike se estableció en Battambang su entonces parroquia, -y ahora prefectura-, que cuenta con 8.000 feligreses. Se convirtió en un extraordinario centro de educación, acogida de mutilados víctimas de las minas, en centro de desarrollo rural, en talleres de formación profesional... Una impresionante labor que vive de donaciones y ayudas de más de 500 trabajadores “que comen cada día y ganan su sueldo”, dice el obispo. Y también de la colaboración de muchos voluntarios, desde médicos a periodistas, que colaboran con Kike durante varios meses al año.

La Reina Sofía visitó la prefectura y llevó a Battambang un avión entero de medicinas, ropa, libros y alimentos, cuenta el obispo agradecido. “Todo nos viene bien".
 

Pero además de una persona solidaria que desborda alegría, optimismo y bondad, Kike Figaredo es también un emprendedor. "Aspiro a ser autosuficiente, ahora vivo de la caridad y las donaciones", nos cuenta en su casa, uno de los recintos de la Prefectura, rodeada de jardines y vegetación, en una pequeña finca en medio del pueblo, rehabilitada por Kike con la ayuda de amigos y voluntarios.

Sus planes son montar una pequeña fábrica textil en colaboración con Vicente Laborda, un empresario de Zaragoza que vive en Camboya para vender ropa, como la que tienen en la pequeña tienda dentro de la prefectura. Una ropa artesanal y moderna “que le encantó a Naty Abascal que nos visitó hace unos meses". "Se probó un chal, dijo que era estupendo y compró una docena", cuenta Kike.

También piensa abrir un cibercafé en Battambang y un pequeño hotel rural para que se alojen allí la gente que nos visita como vosotros o turistas.

Niños y niñas de todas las edades se mueven alegres por el jardín después acabar el oficio en su “catedral”, una gran cabaña de madera donde un sacerdote amigo ofició la misa.

Los niños, todos mutilados y a los que les falta un pie, los dos, o un brazo, se mueven en una especie de bicicletas que fabrican allí mismo con mucha habilidad e ingenio, algo que les ha sacado de la postración absoluta y de la miseria, en uno de los países más pobres del mundo. En Camboya apenas hay viejos, ya que después de la masacre de tres millones de personas víctimas de los jmeres, el país se quedó casi sin población, sobre todo masculina.
Kike ha creado una compañía de baile, que vimos bailar en España, donde las niñas camboyanas mutiladas por las minas, interpretan con sus prótesis y mucho arte los bailes de su país.

Mientras que hablamos, una señora con los pies deformados se acerca al jesuita. Kike nos contará después que ha venido a hablarle de penosa situación aunque con una sonrisa en los labios. “Me dijo que con 30 dólares al mes (25 Euros), se arreglaría para vivir”.
.-¿Y usted ya estará acostumbrado a estas historias tremendas?.
.- Pues mira, no, me conmueven siempre, nunca acabas de acostumbrarte.
 

Hablamos con dos chicos más que viven en la Prefectura. A uno guapo y fuerte que viste traje de camuflaje, le faltan las dos piernas pero está encantado con las prótesis que le permiten moverse, estudiar y prepararse para ser mecánico de tractores.
Kike que habla camboyano y hace de traductor con los que no hablan inglés. Y nos cuenta que a estos chicos y chicas los encuentran los equipos de su organización que trabajan en las aldeas. Ellos son los que descubren a las víctimas de las minas y a la gente más necesitada que luego acogerán en el obispado.
 

Hablamos de los escasos sacerdotes camboyanos que hay hoy en día. “Es que asesinaron a todos los obispos, a los curas y a las monjas, a todos", cuenta Kike. " A los asesinos hay que juzgarlos, es de justicia, pero sin rencor. Hay pasar págin . Con la venganza no se devuelva la vida a las víctimas", nos despide Kike, un sacerdote de la única Iglesia posible. La que tiene los pies en el suelo, muy lejana de las pompas, corruptelas e intrigas del Vaticano.
 
> En las imágenes, Kike, los niños y la labor que realizan (Fotos: LVL).

María Eugenia Yagüe

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