Los sucesos acontecidos entre los inicios de la
dominación musulmana a partir del 711 y mediados del siglo VIII podrían ser el
origen de la idea de Reconquista,
que dominará las relaciones de los grupos cristianos con la esfera andalusí a lo
largo del resto de la Edad Media Peninsular.
El origen de la idea de Reconquista. El ideario musulmán ante la conquista peninsular
Para empezar, debemos considerar la desigual
visión sobre el alcance de la ocupación musulmana del territorio hispano que
posee cada uno de los dos “bandos”. En primer lugar, para el contingente
musulmán, su expansión por la Península sólo era una más de las fases expansivas
experimentadas, que responde al precepto coránico de expansión de su fe.
El rápido éxito de estos en su empeño residiría
en el establecimiento de pactos con las otras gentes del Libro que
habitaban la Península y que “se rindieron” ante la llegada de los musulmanes.
En otras palabras, los cristianos y judíos peninsulares obtendrían una posición
relativamente privilegiada a cambio del pago de una serie de tributos que
materializaban el reconocimiento de la superioridad del Islam.
Se establecía así una clara relación
dominador-dominado entre musulmanes y gentes del Libro que aceptasen
pactar según las condiciones estipuladas por el ideario islámico.
Junto a esta postura de sumisión, otra opción a
la que podían acogerse, y de hecho se acogieron parte de los pobladores
hispanovisigodos, era la adopción de la nueva fe traída por los invasores a
territorio hispano (los llamados muladíes). En oposición a estas dos
posturas, sólo quedaba el exilio en los refugios del norte, donde la presión
musulmana sobre el territorio habría sido menor.
El origen de la idea de Reconquista. El ideario cristiano ante la “necesidad de defensa”
Mientras que para los musulmanes recién
instalados en la Península la expansión suponía el cumplimiento de uno de los
preceptos de su religión, los cristianos se encontraban en un punto de partida
ciertamente menos aventajado. La religión cristiana tiene un marcado carácter
pacifista, lo que hacía preciso crear todo un nuevo ideario que sirviera como
sustento a las actitudes beligerantes necesarias para hacer frente al enemigo
musulmán.
Este nuevo ideario debía asentarse dentro de unos
parámetros muy determinados, ya que su posición inicial era la de un grupo con
necesidades bélicas de tipo defensivo, contando además un marcado carácter
religioso que sirviera como contrapartida al ideario musulmán en torno a la
guerra. Es en este punto donde vemos el origen de la idea de Reconquista: los
cristianos debían recuperar aquellas tierras que antaño pertenecieron a sus
antepasados, ahora en poder de gentes de otra religión, lo que les restaba
legitimidad sobre las mismas a pesar de haber podido acceder a su control debido
a la traición de determinados sectores de los pobladores hispanovisigodos (en
clara referencia a los vitizanos), cuyos pecados han supuesto la
pérdida de los territorios legítimamente cristianos.
Una vez establecida la causa de la pérdida del
territorio antaño cristiano a manos de los musulmanes, quedaría en el aire una
cuestión. ¿A quién pertenece la obligación de recuperar las tierras perdidas a
causa de los pecados y la traición de los hombres? Parece evidente que siguiendo
las líneas de pensamiento descritas en las líneas anteriores ésta recae
directamente sobre los cristianos del norte, parte de ellos retirados en esta
zona al no aceptar los pactos propuestos por los invasores. Entorno a éstos se
forjará la imagen de los jefes cristianos que centrarán el empuje
reconquistador, mitificándose personajes como el ya legendario Don Pelayo como
primer rey de Asturias.
Especial mención me merece el siguiente pasaje de
la Crónica Mozárabe de 754, cuyo valor dentro de la construcción del ideario
preciso para la generación de la idea de Reconquista parece indudable,
atendiendo al terrible contexto que nos describe:
Y así, con la espada, el hambre y la cautividad devasta no sólo la España ulterior, sino también la citerior (…) Con el fuego deja asoladas hermosas ciudades, reduciéndolas a cenizas; manda crucificar a los señores y nobles y descuartizar a puñaladas a los jóvenes y lactantes. De esta forma, sembrando en todos el pánico, las pocas ciudades restantes se ven obligadas a pedir la paz (…).
Sin negar los amplios conocimientos que su autor
tendría sobre los sucesos de su época, resultará innegable la fuerza que pasajes
como éste tendrán cuando cronistas posteriores desarrollen la imagen de los
primeros caudillos cristianos como los primeros reconquistadores de las tierras
perdidas como consecuencia de los pecados de sus predecesores, como los buenos
cristianos capaces de redimir estos pecados rescatando las tierras de sus
antepasados de las manos de los musulmanes.
Este razonamiento será el que se mantendrá a lo
largo del resto de la historia medieval española, y se verá acentuado con los
relatos cronísticos acerca de batallas como Covadonga, las correrías de Alfonso
I por el valle del Duero, ambos situados cronológicamente entre comienzos y
mediados del siglo VIII; o el Tributo de las Cien Doncellas y la batalla de
Clavijo en momentos posteriores.
Revista de Historia
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